Carolina Villagrán M.
Resumen
Se comenta y relaciona con el mundo animal y vegetal, una tesis de la
esferología de Sloterdijk referente a la ontogénesis del ser humano que
va desde el huevo a la microesfera primaria, la díada madre-hijo, hasta
el nacimiento. De acuerdo a Sloterdijk la estadía pre-natal en un
interior cálido, amorfo, pre-lingüístico, sin acontecimientos y de pura
contigüidad entre los medios materno/ germen, y la ruptura de esta
simbiosis en el nacimiento, constituiría la fuente evolutiva de los
mundos interiores del hombre y determinaría todas las sustituciones y
transferencia posteriores en su búsqueda de espacios vivificados de
coexistencia.
En la primera parte del texto nos referimos a las resonancias
botánicas, a la vida vegetativa que nos evoca la vida simbiótica en la
microesfera primaria de Sloterdijk. Como un buen ejemplo analógico de
la convergencia de la filosofías de los medios y la de las esferas
examinamos la evolución de los grandes grupos de plantas verdes
terrestres, con una diversidad de más de 300,000 especies, todas ellas
caracterizadas por retener y alimentar el embrión en el interior de la
planta madre. El hilo conductos de la evolución de los grandes grupos
dentro de esta multiplicidad es la sucesiva transferencia de la
simbiosis planta-embrión, desde una primera retención del embrión
realizada por la planta sexual, siguiendo con la retención de la planta
sexual al interior de la espora y culminando con la incorporación de
ambos estadios anteriores al interior de la planta asexual, en las
plantas con semillas.
En la segunda parte del texto, analizamos la estructura unitaria
"estar-.en-el-mundo” del Dasein de Heidegger - considerando que
Sloterdijk afirma que esta analítica contiene el germen de una teoría
del "estar en el espacio” humano – y la examinamos para el caso de la
conducta animal mamífera con su nicho ecológico. La relación muestra
coherencia con la tesis heideggeriana de "mundo pobre” para el animal.
Aunque la disposición afectiva animal sugiere una cierta capacidad de
temporanciar la temporabilidad, su capacidad de "transposición” hacia
los objetos es limitada y ambas restricciones le impedirían el acceso a
dos atributos propiamente humanos, "el habla” y "la muerte”.
Siguiendo a Sloterdijk, cuando afirma que "los límites de mi capacidad
de transferencia son los límites de mi mundo, concluimos que los graves
problemas ecológicos de la contemporaneidad exigen ensanchar los
mundos-compartimentos de nuestras parcelas disciplinarias en el
enfrentamiento del desastre que implica la biodiversidad amenazada.
"Manténgase
alejado quien no esté dispuesto de buen grado a elogiar la
transferencia y a rebatir la soledad”
Sloterdijk
1.
La
planta en nosotros
1.1.
La mónada microcósmica
Afirma
Sloterdijk
que, desde las creaciones neolíticas de imágenes del
mundo, el huevo originario representa el origen de toda vida, es el
símbolo de la cosmización del caos, del surgimiento del
mundo en su totalidad. En él se muestra el doble acto de la
vida: su producción y su liberación de las coberturas
originarias. Nos obliga a pensar en lo que cobija y en lo que se
rompe. Lo que se pierde al romperse y la recomposición de las
cáscaras en torno al mundo, ese tránsito desde
envolturas más próximas hasta las coberturas globales
imperdibles, los receptáculos indestructibles.
Desde
la Biología, el huevo representa la universalidad en las
ontogénesis de los seres vivos que se fecundan y propagan
sexualmente, la mónada microcósmica. Desde esta
perspectiva, la endogénesis de un ser vivo dentro del huevo se
antepone a todas las relaciones externas y, así, estar afuera
significa una continuación del estar dentro, pero en otro
medio. Existir significa para el ser vivo venir-de-adentro.
En otras palabras, cualquier medio ambiente se convierte en
"ser-en-torno-para-el-que-proviene-del
huevo”.
Las envolturas del huevo representan el límite entre lo
exterior y lo interior e interactúan como medios altamente
selectivos con el entorno.
En
una segunda "vuelta de tuerca”, muy tardíamente en la
evolución animal, hace alrededor de 120 millones de años
atrás emerge un pequeño grupo animal
que introduce una "arriesgada” innovación, - como la
califica Sloterdijk - el huevo no es depositado en un medio externo,
sino que se instala al interior del cuerpo de la madre y allí
se desarrolla el embrión durante un largo período de
gestación, gracias a la relación simbiótica que
establece con la madre, quien le transfiere sus nutrientes. Después
de las extinciones masivas de vida - durante la noche oscura del
efecto invernadero que asoló al planeta por impactos
extraterrestres, hace alrededor de 60 millones de años atrás,
- este modesto grupo de animales se diversifica y expande rápidamente
sobre la tierra. A partir de este evento evolutivo, el nacimiento
para la condición mamífera pasa a constituir una etapa
nueva y revolucionaria del proceso ontogenético, el traslado
desde un medio interno protegido y cálido hacia un medio
externo inhóspito- en palabras de Sloterdijk - "la
arriesgada conquista del exterior… el proto-drama de la salida
animal a la luz”.
Una de las principales tesis de la esferología de Sloterdijk
sostiene que en este revolucionario acontecimiento reside la fuente
evolutiva de los mundos interiores del hombre. Luego, si no pecamos
de antropocéntricos, ¿por qué no es posible
extender esta tesis hacia nuestros hermanos de linaje, los animales
mamíferos placentados?
1.2.-
Dentro
del país negro
"Si
el sujeto en lo oscuro se hubiera convertido todo él en
pupila, y la pupila toda ella en órgano del tacto, el órgano
del tacto todo él en cuerpos sonoros, la macicez compacta del
globo negro podría desplazarse en paisajes imaginados…Su
círculo permanecería, hoy como ayer, cerrado, sin
salida; y sin embargo comenzaría a diferenciarse en su
oscuridad un algo orgánico, como una escultura de azogue ante
un fondo negro”
Con
este hermoso texto metaforiza Sloterdijk
lo que somos al comienzo, la polarización de un primer "ahí”
en la proximidad íntima de la matriz, junto al árbol de
la vida al que estamos unidos y nos devuelve a su vez a un "aquí”
incipiente. El primer "dónde”
no tiene contorno de estructura, ni contenido, como una vaca gris en
la oscura noche hegeliana, como en una incubadora, como en un sueño,
como una multiforme vida vegetal. Para saber algo sobre aquello que
no podemos describir – afirma Sloterdijk - habría que
buscar apoyo quizá con alguien que se dedique a prácticas
magnetopáticas de proximidad, o hacer dúo en silencio
con alguien que sepa estar presente, discretamente y sin intervenir,
un testigo mudo, solamente un espacio íntimo bipersonal en
"comunión monádica”. Quizá podríamos
así comprender algo de eso que algún psicoanalista ha
llamado "narcisismo
puro”-
la aspiración a una homeostasis sin perturbaciones -, el ansia
de la protección en una incubadora psíquica
suficientemente impermeabilizada. "La
embriaguez como irrupción triunfal de la planta en
nosotros”,
diría talvez Deleuze.
Este
es el concepto de microesfera primaria de Sloterdijk, la díada
madre-hijo sería una mónada, una forma que ejerce una
función unificadora de receptáculo, en sus propias
palabras "la
mónada sería, pues, una matriz bipolar o una forma
psicosférica simple”.
Este pacto monádico, esta simbiosis primaria, es lo que se
busca y se vivifica en la comunidad íntima con un otro ideal,
como entre Romeo y Julieta, entre el niño con su muñeco
o su mascota, entre el analista silencioso y el enfermo que calla,
entre el adulto y la personalidad carismática que lo guía.
Es quien se pierde en el "duelo
mortuorio”.
Este espacio íntimo bipersonal que Sloterdijk ve cómo
el equivalente escénico de la noche fetal, pre-lingüística,
sin acontecimientos, pura contigüidad con un en-frente amorfo,
una bipolaridad todavía sin eso que Heidegger llamaría mundo.
Si
el germen es un polo, se pregunta Sloterdijk ¿Qué es el
otro polo, ese en-frente amorfo y mudo? Sloterdijk prefiere no
nombrar a esa vida paralela de la cual fluyen los líquidos
nutricios, a ese órgano desechable e impopular. Prefiere no
cosificar a ese compañero en la oscuridad, prefiere llamarle
"con”
a ese que se mantiene "ahí-en-la-proximidad”
pero también "con-migo”,
a ese que me acompaña como una sombra nutricia, como un
hermano anónimo. Todos los partos son partos de mellizos, dice
Sloterdijk. A todo el que sube a la luz del mundo le sigue un gemelo
anónimo creado para no verse. Desde el nacimiento hay una
herida, una conexión interrumpida que nos separa, no tanto de
la madre, sino más bien de nuestro gemelo anónimo. El
individuo, destaca Sloterdijk "desparejado,
deshermanado, desenraizado”,
queda con una huella en el vientre y otra invisible en la memoria, un
ombligo psíquico y simbólico además del
ombligo físico. La acompañante que estaba "ahí”
deja abierto el contorno de su ausencia, un vacío esférico,
un espacio en que son posibles todas las sustituciones, todas las
transferencias.
1.3.
La embriaguez de la planta en nosotros
Kafka
anota en su diario de guerra:
"¿Por qué nos quejamos a
causa del pecado original?
No fue por causa suya por lo que fuimos arrojados del paraíso,
sino a causa del árbol de la vida, para que no comiéramos
de él. No somos pecadores por haber comido del árbol
del conocimiento, sino por no haber comido aún del árbol
de la vida.”
De
acuerdo a Sloterdijk,
ese acompañante virtual, ese doble espiritual es aludido en
las innumerables representaciones simbólicas como los "árboles
de la vida”, las plantas aliadas, los animales totémicos,
los ángeles, los amuletos, las figuras espirituales
relevantes, como los maestros. Las representaciones simbólicas
más impresionantes son los árboles de la vida
(arbor-vitae)
que provienen de Babilonia y de la secta judía de los esenios,
la alianza entre el alma espiritual humana y la vegetativa. También
entre los cristianos la cruz de madera representa ese árbol de
la vida. También dos árboles unidos por cordones
umbilicales metafóricos fueron el emblema de las prácticas
magnetopáticas de proximidad inter-subjetiva llevadas a cabo
por Mesmer y otros en Francia y Alemania, durante los siglos XVIII y
XIX, y que constituyen el antecedente de la psicoterapia moderna.
A
plantas y árboles nos referimos brevemente ahora, a las
resonancias botánicas, a la vida vegetativa que nos evoca la
microesfera primaria de Sloterdijk. A la filosofía de los
medios.
A la más simple de las interacciones entre el medio materno y
el medio germen. Y en un ámbito muy distante del de los
mamíferos placentados, en otro reino de seres vivos, el reino
vegetal. A las insospechadas consecuencias, a los revolucionarios
cambios en el reino vegetal asociados al simple movimiento de
envolver, proteger y alimentar al germen al interior de la planta
madre, llámense microesferas primarias o semillas. El mejor
ejemplo es la evolución de todos los grandes grupos de plantas
verdes terrestres,
cuya radiación está íntimamente asociada a
transferencias en las retención y protección del huevo
y del embrión por parte de la planta madre. En la evolución
de las plantas terrestres el primer movimiento envolvente lo hace la
planta sexuada productora de gametos; posteriormente lo hace la
espora; finalmente, lo hace la planta asexuada productora de esporas;
Eso porque las plantas, a diferencia de los animales, tienen ciclos
de vida con alternancia de dos generaciones, una sexual que produce
gametos y otra asexual que produce esporas.
Nos
remontaremos muy brevemente a los inicios, a los océanos
primigenios donde nace la vida, a una minúscula vida verde,
la mónada primordial de fango y luz, la gota gelatinosa que
crece, se divide y vuelve a crecer. A la simbiosis primigenia,
cuando emerge el sexo, cuando por un instante se es huevo y se es el
todo, para dividirse, una y otra vez, cuando nacen las plantas como
un reino distinto.
Al exilio de los mares primigenios, - ese tibio caldo amniótico
-, a la todavía tenue atmósfera enrarecida por las
radiaciones, a la tierra desnuda, muerta, inhóspita y lejana.
A ese aprender a ser en la luz y en la tierra, una experiencia que
se repite desde hace más de 500 millones de años
millones de años en todo lo que nace verde sobre la tierra.
Fueron
estas primeras y diminutas conquistadoras del afuera, las que
realizaron el
primer movimiento de cobijo
entre los seres vivos, aquella "arriesgada innovación” que
lleva hacia la primera microsfera dual, la verde, la que precede en
más de 400 millones de años a la de los mamíferos
y del hombre. Lo hace una pequeña alga verde que conquista la
tierra,
la que lleva los órganos sexuales, la que retiene al huevo
fecundado entre sus pliegues, la que aloja al embrión en su
interior enraizado a sus blandos tejidos, la que lo envuelve y lo
nutre con sus placentas hasta consumirse. La que, abandonando por fin
lo envuelto y devolviéndolo a la tierra matriz, donde está
el agua primordial, le permite crecer indefinidamente hacia la luz,
como un gigantesco embrión capaz de replicar, diseminar y
hacer germinar otra vez, con mil esporas que germinan sin sexo a la
sucedánea de la pequeña plantita sexuada que lo portó.
Así nacieron todas las plantas verdes terrestres, las llamadas
Embriófitas,
las que retienen sus huevos y portan sus embriones.
El
segundo movimiento de cobijo
lo realiza la espora replicante,
una diminuta esfera acorazada que germina hacia adentro permitiendo
ahora que crezca en su interior aquella pequeña plantita
sexuada que alguna vez fue libre y la portó, aquella que
permite las fecundaciones y sigue envolviendo en su interior al huevo y
al embrión. La microesfera verde primordial ha
devenido ahora en una diminuta tríada simbiótica.
El
tercer movimiento de cobijo
lo
realiza la planta asexual replicadora, la que asume el rol de
planta-madre sustituta, de nodriza, la que inventa las flores y los
frutos, hace ya más de 200 millones de años atrás,
ese embrión ya gigante y colorido, el árbol de la
vida.
Ella retiene y nutre ahora a la espora, a esa unidad que se mantiene
como microesfera triádica y que sigue germinando hacia
adentro; esa espora retenida es anidada en un vientre matricial
llamado ovario, protegida por una doble envoltura y sus placentas, y
dejada ser fecundada por el polen que trae el viento o la abeja.
Emerge así la más perfecta microesfera verde, ese
milagro durmiente llamado semilla, esa tríada simbiótica
encapsulada y contenida en una matriz cálida, en un recipiente
que deviene en fruto para permitir que, de mil formas, esas semillas
se dispersen, despierten en el interior de la tierra y puedan
germinar hacia la luz.
Hasta
aquí llega la metafórica vegetal esférica.
Inspirados por la esferología de Sloterdijk -esa brillante
narración de la odisea del hombre en la búsqueda de un
espacio donde cobijarse, una esfera que le permita coexistir y
vivir,- nos hemos tomado la licencia de metaforizar esta epopeya en
un mundo totalmente distinto, el mundo vegetal. Eso es porque vemos
convergencias, queremos ver diálogo entre el hombre y la
naturaleza. También las plantas han creado varias veces sus
microesferas verdes, han vivificado el espacio vacío, han
experimentado mil veces catástrofes, éxodos y
estallidos de sus burbujas de vida, han sabido siempre de simbiosis,
han ensayado todo tipo de complejas transferencias íntimas
para mantener el germen, la vida. Esa vida de la microesfera primaria
que describe Sloterdijk, la díada madre-hijo, también
nos evoca lo vegetal que hay en nosotros, - nos evoca algo como ese
estar difusamente en la oscuridad, "con”
eso que se mantiene "ahí-en-la-proximidad”
pero "con-migo”,
ese
"país negro” de Sloterdijk .
Lo mediático que hay en nosotros nos recuerda lo que hay de
medio en toda la existencia de una planta, ese "solo-ser-un medio”
de alta permeabilidad a la luz, al agua, al suelo, a otros seres
vivos, al nuevo germen, al embrión. Parafraseando a
Sloterdijk, las plantas parecerían ser el mejor ejemplo de
"esa caja de resonancia que se templa y destempla de acuerdo al
medio-ambiente en que vive”. Ese modo tan singular de lo verde
pareciera mostrar de manera originaria aquel cruce en que "las
teorías de los medios
y las teorías de las esferas convergen”.
2.
El
animal en nosotros
"La
dificultad que habíamos de superar… consistía en
mantenernos lejos de cualquier evidencia geométrica. Dicho de
otro modo, debíamos partir de una especie de intimidad de lo
redondo”
2.1.
Estar en el espacio
La
esferología de Sloterdijk es una filosofía que rastrea
los espacios animados del hombre, desde las microesferas íntimas
hasta las megasferas contemporáneas. Su tesis sostiene que
"vivir,
formar esferas y pensar son expresiones diferentes de lo mismo”.
La búsqueda de un lenguaje para referirse al espacio humano
como propiamente vivenciado, ya se encuentra en Schelling,
quien se opone a la visión científico-mecanicista de su
época - que considera el espacio como un vacío
indiferente, multidireccional e indeterminado y en el cual están
meramente extendidas las cosas – y postula que el espaciar surge
desde adentro del hombre de manera que el espacio es siempre interior
y entero, determinaciones que también atribuye al tiempo.
Posteriormente, las ideas de Schelling son ampliamente desarrolladas
por Heidegger.
De acuerdo a Sloterdijk,
la seducción que ejerce la analítica del tiempo en
Heidegger ha encubierto el germen revolucionario de su teoría
sobre el estar en el espacio. Si el análisis heideggeriano del
espacio se hubiera desarrollado más – afirma Sloterdijk -
"habrían
aparecido los universos existenciales poli-significativos que él
metaforiza con la palabra-guía "esferas”.
Así, el entiende su proyecto esferológico "como
un intento de desenterrar el proyecto Ser
y espacio,
subtemáticamente implícito en la obra temprana de
Heidegger”.
Se
pregunta Sloterdijk ¿Que quiere decir este peculiar "estar-en-el
espacio”? Su respuesta nos remite a la estructura existencial
permanente y constitutiva del Dasein
de Heidegger
- "estar-en-el
mundo”.
Según este autor "estar en” no significa la recíproca
relación de dos entes extendidos en el espacio, uno junto a
otro o uno dentro del otro, como el agua en el vaso o la silla junto
a la mesa. Tampoco se refiere a una determinada relación
espacial entre cosas "ante los ojos” dentro del mundo. "Estar
en medio” del
mundo, en el sentido heideggeriano, significa absorberse en el mundo,
en el ser "a la mano” de las cosas. Este "estar en medio” nada tiene
que ver con contigüidad de entes "antes los ojos”
en el mundo - que no pueden tocarse jamás -, como por ejemplo,
la mesa no puede "hacer frente”
a
la silla. No pueden guardar conformidad una con otra.
El
"estar en el mundo” del Dasein
se muestra en una multiplicidad de modos de "estar en” como por
ejemplo: tener que ver con algo, producir algo, encargarse y cuidar
de algo, emplear algo, emprender, encargar, indagar, considerar,
exponer, definir, etc., Estos modos de "estar
en”
tienen siempre la forma de preocupación, cuidado, en el
significado de llevar a cabo algo, despachar liquidar algo,
procurarse algo. Heidegger distingue también como un
existencial este constante "cuidado”
del "estar en el mundo”, la así a veces traducida
como"cura”.
De
acuerdo a Sloterdijk, la ceguera existencial del pensar el espacio se
manifiesta en imágenes tales como un mundo rodeado de
naturaleza envolvente, como un cosmos o, como por ejemplo en la
visión cartesiana sujeto-objeto, donde la cosa pensante (res
cogitans)
es una instancia sin mundo que tiene los rasgos de un cazador
fantasma que se embarca en busca del botín y vuelve a su
fortaleza. Frente a esta visión, Heidegger antepone un
"Dasein”
que está siempre "ahí fuera”, en conformidad con
los entes "a la mano” con que se topa y sin salir de su esfera,
su unidad como "estar-en-el mundo”. Así, "mundo” para
Heidegger no significa la totalidad de los entes dentro del mundo, ni
tampoco significa el ser de estos mismos entes. "Mundo” es un
existencial "en que” un Dasein
fáctico vive, ya sea el mundo público del "nosotros”
o el mundo circundante cercano, doméstico y "a la mano”.
Para
Sloterdijk el "estar en el mundo” heideggeriano significa para la
existencia huma "estar-en-esferas”. Destaca dos enunciados
positivos sobre la especialidad del "Dasein”
heideggeriano: desalejamiento y dirección. Desalejar quiere
decir hacer desaparecer la lejanía de algo, es decir,
acercamiento. Al "estar-ahí”
del
Dasein
le es inherente una esencial tendencia a la cercanía, nunca es
inmediatamente aquí sino allí,
desde el cual vuelve a su ahí.
Siempre tiene a la par una dirección hacia un paraje desde el
cual se acerca lo desalejado. Ontológicamente comprendido, el
Dasein
es espacial. Es constitutivo de él "espaciar”,
"dar
espacio”, dar libertad a los entes "a la mano” de los que se
"cuida” y, - esto es lo esencial para Heidegger y para
Sloterdijk, - siempre en "un espacio vivido y vivenciado”.
2.2.
El espacio animal
De
lo dicho antes se desprende que
la expresión común "tener mundo” es trivial y
ambigua, si es que no está fundada en la estructura
existencial de "estar en el mundo”, donde "estar en” es el
modo esencial del Dasein
que le permite descubrir los entes que hacen frente en el mundo
circundante, posibilitándolo así para "tener un
mundo”.
De
acuerdo a Heidegger, la Biología como ciencia positiva no
puede descubrir ni definir jamás esta estructura sino solo
presuponerla. Una vez concebida como estructura del Dasein, puede
orientarse
y acotarse "a
priori”
hacia la estructura del ser de la vida.
Heidegger,
en referencia al mundo como existencial sostiene las siguientes
tesis: 1) La piedra es carente de mundo. 2. El animal es pobre en
mundo. 3. El hombre es configurador de mundo. Posteriormente,
Heidegger no tratará más este asunto e insistirá
en un Dasein
exclusivamente humano. Nos parece entonces lícito sintetizar,
en muy breves palabras, lo que los animales hacen para después
examinar si es que no tienen mundo y, si lo tienen, en qué
sentido sería pobre.
En
lo referente al espacio, la ecología nos muestra que los
animales tienen siempre un espacio de vida definido en el cuál
viven, un entorno, que Heidegger llama anillo-entorno. La ciencia que
estudia las relaciones de los organismos con este espacio, la
Ecología, significa etimológicamente la ciencia de la
casa, del griego oicos,
casa, habitación, lugar de vida; logos,
palabra, razón. Las características bióticas y
abióticas de este espacio de vida constituyen el "hábitat”,
palabra que viene del latín habitare,
palabra que nuevamente significa vivir, habitar. La ecología
estudia también las características de espacios más
restringidos y propios de cada organismo, por ejemplo, el espacio
multidimensional de relaciones y utilización de recursos,
espacio abstracto que cada organismo ocupa dentro de una comunidad con
otros organismos, el llamado "nicho ecológico”.
El modo en que los animales ocupan su nicho está determinado
por su conducta en la que intervienen, en distintos grados,
instintos, impulsos afectivos, memoria asociativa e inteligencia
práctica, como lo reseñara ya Scheler.
Desalejamiento
y dirección en la ocupación de su nicho lo logran los
animales mediante variadísimas señales (químicas,
acústicas, visuales, táctiles, vibraciones, eléctricas,
danzas) Se dice que estas señales de los sistemas de
comunicación animal, a diferencia de las humanas, suelen
producirse como reacción a estímulos externos; no se
aprenden, sino que son completamente innatas e instintivas;
no pueden hacer referencia a hechos alejados en el espacio o en
tiempo; no son creativas, porque no permiten la creación de
nuevas señales combinando elementos preexistentes, etc. Sin
embargo, estas restricciones a la conducta animal son relativas,
especialmente en los mamíferos superiores.
En
este último punto emerge nuestra primera duda acerca de la
tesis de Heidegger - la pobreza o inexistencia de mundo en los seres
vivos - la cual se centra en la pregunta siguiente ¿A qué
seres vivos se refiere esta apreciación? Aunque el grado de
incertidumbre de la diversidad biológica (del griego βio-,
vida; y del latín diversĭtas,
-ātes,
variedad) es sorprendente, se ha estimado un número entre 2 a
3 millones de especies macroscópicas, incluyendo niveles de
organización sustancialmente tan diferentes entre sí
como son, por ejemplo, algas, plantas terrestres y animales, grupos a
los cuales se les ha incluido en tres reinos distintos de seres
vivos.
Si el hombre es
un animal mamífero y placentado, miembro del
linaje de los antropoides, las comparaciones deberían
centrarse en este grupo. Si uno hace esta diferenciación,
destaca inmediatamente el hecho de que en la relación de la
conducta mamífera con su nicho ecológico es donde se
ponen en juego los grados más altos de vida afectiva, memoria
asociativa e inteligencia, ya sea para reunir los sexos para la
reproducción; cuidado parental de la prole; rastreo y
persecuciones; distanciamiento de otros animales,
ya sea para establecer límites territoriales o posiciones
dentro de una jerarquía; defensa contra el ataque de rivales o
predadores, etc.
Si,
como lo reseñara Scheler,
los animales mamíferos poseen un ser
para sí,
un ser íntimo consigo mismo ¿no podría
concebirse como "estar en un mundo”
la
absorción del animal mamífero en el nicho ecológico
que le es propio? ¿Por qué solamente el Dasein
tiene mundo?
2.3.
Limitaciones del mundo animal
¿Cómo
se determina la diferencia entre el mundo humano y el de los
animales? Desde la concepción de mundo heideggeriana, la
diferencia residiría en la "transposición”.
Transponerse
hacia un ente no significa el fáctico transportarse del hombre
hacia el interior de otro ente, ni tampoco significa intentar
reemplazar al otro ente con el propósito de ponerse en su
lugar. Transponerse en el ente significa, más bien, en un
inmediato "ir-con”
o "acompañar”
al ente, con el cual de este modo vamos a experienciar qué es
lo que sucede con el ente. De este modo, Dasein
quiere decir "estar-con
otros”
en
el modo de la coexistencia.
En su análisis de la esencia de la poesía, Heidegger
destaca que el ser se funda en el habla, pero ésta acontece
primero en el diálogo, en donde el poder oír es el
supuesto del habla.
El
enigmático "estar-con
otros” heideggeriano lo destaca Derrida
en este texto: "Este
amigo no habla, pero además es invisible. No parece, no
aparece, como tampoco pronuncia o se pronuncia. El amigo no tiene
rostro/figura. No tiene sexo. No tiene nombre. No es un hombre, no es
una mujer, no es/soy yo, ni un "yo”, ni un sujeto ni una persona.
Es otro Dasein
que cada Dasein
porta, a través de la voz,
la voz que oye, junto
a sí mismo, en el oído, en el "oído interno”,
dentro de una interioridad subjetiva, ni a lo lejos, demasiado lejos
del oído, sino en sus inmediaciones,
¿Cómo
no reconocer en este "con” al
compañero en la oscuridad que Sloterdijk
también prefiere llamarle "con”? A ese que se mantiene
"ahí-en-la-proximidad” pero también "con-migo”,
en un diálogo mudo, a ese que me acompaña como una
sombra nutricia, como un hermano anónimo. A ese "con” al
que apuesta toda la esferología de Sloterdijk, el que abre la
posibilidad de espacios de convivencias y combate la soledad. Si en
ese "con” reside la diferencia, deberíamos reconocer a
todos los mamíferos placentados la posibilidad de poseer una
cierta esfera
de transponibilidad
a partir de la cual es necesario pensar el
vínculo
que se da entre el mundo humano y el viviente. Hay casos en que el
animal parece que se transpone, por ejemplo, los chimpancés
son capaces de aprender signos del lenguaje de los sordomudos,
utilizar palabras e inclusive crear nuevas combinaciones, hechos que
implican comportamientos aprendidos y, posteriormente,
reconfigurados. En monos capuchinos se ha observado que cuando no
encuentran piedras para romper las nueces de que se alimentan, usan
cocos como piedras. ¿Por qué no otorgar algo de mundo
entonces a ese anillo-entorno de los Mamíferos?
Así,
al parecer, lo entendía Rilke
cuando decía: "Oh
bienaventuranza de la pequeña
criatura que siempre permanece
en el regazo que la portó; Oh felicidad del mosquito que
todavía salta dentro,
incluso cuando está de boda: porque el regazo es todo. Y mira
esa seguridad a medias del pájaro que desde su origen casi
sabe ambas cosas…Y qué consternado estará aquél
que debe volar y proviene de un regazo. Asustado de sí mismo,
cruza el aire cual un rayo, como cuando una trizadura corre a través
de una taza. Así rasga la huella del murciélago la
porcelana de la tarde”. Lo
que está diciendo Rilke es que en los animales inferiores el
regazo materno es toda la naturaleza. No conocen ese estar dentro de
un cálido receptáculo de los mamíferos, para
después ser lanzados a un mundo exterior donde deben vivir.
Así, nace el bienaventurado insecto en el exterior y allí
permanece siempre como en un regazo; a medias lo hace el ave, porque
conoce del nido y del calor de la madre; mientras que el mamífero
(murciélago), que vivió allí dentro, en la
cálida caverna, vuela asustado, ciego y a oscuras.
Sigue
diciendo Rilke: "Y
sin embargo, en ese animal cálido y alerta está el peso
y la inquietud de una gran melancolía. Porque también a
él se le adhiere lo que a nosotros a menudo nos subyuga, el
recuerdo, como si aquello hacia lo que uno tiende hubiera sido más
cercano alguna vez, más fiel, y su contacto infinitamente
dulce. Aquí todo es distancia y allí fue aliento.
Después de la primera patria la segunda es para él
híbrida y de vientos llena”. Rilke
está diciendo que hay recuerdos, hay emociones en los
animales, inteligencia sintiente, lo que implica una cierta
temporeidad y transposición. El recuerdo aludido por Rilke es
el que tendría todos los mamíferos placentados de esa
su primera estancia, cálida y protegida, en la hospitabilidad
de la habitación representada por el útero materno, y
en el alero de la crianza parental protectora. La melancolía
sobrevendría de la comparación de ese mundo cálido
con la inhospitabilidad y desamparo del mundo exterior. Estados de
ánimo como la melancolía se temporancían en el
presente desde "lo sido”, de acuerdo a Heidegger.
Pero
en el presente eterno del animal no hay apertura al advenir de la
muerte. Así lo
canta Rilke:
"…tan profundo en el
rostro del animal. Libre de la muerte. A
ella
sólo
nosotros la vemos; el animal libre tiene siempre tras de sí su
ocaso y ante sí a Dios y, cuando camina, entonces lo hace
hacia la eternidad, así como manan las fuentes…Cuando niño
uno se sumerge en eso así en silencio…O aquel otro muere y
entonces lo es. Porque cerca de la muerte uno ya no ve la muerte y
mira hacia afuera
fijamente,
tal vez con amplia mirada de animal. Los amantes, si no fuese que uno
al otro se obstruyen la visión, están cerca de aquello
y se asombran…” Un
presente ilimitadamente abierto, toca la eternidad y no conoce
muerte, así es en los animales y, a veces y por breves lapsos,
en los niños, en los amantes, en los que agonizan. Lo explica
el propio Rilke: "…debe
entender el concepto de abierto que yo he propuesto en esta elegía
de la siguiente manera: el grado de conciencia del animal lo inserta
en el mundo de tal manera que él no tiene (como nosotros) que
enfrentarse
a él a cada momento.
El
animal está en el mundo; nosotros, en cambio, estamos ante él
a través de este vuelo peculiar y esta elevación
experimentados por nuestra conciencia…”.
De
acuerdo a lo revisado, la conducta del animal superior sugeriría
que la absorción en el nicho ecológico que le es
propio, en el cuidado de sus necesidades vitales, es consistente en
cierto grado con la estructura "estar en el mundo” de la
existencia humana, analizada por Heidegger, en el sentido que siempre
existe en el animal una comprensión fáctica del entorno
que habita. Su capacidad de transposición hacia los objetos es
limitada, aunque algunas conductas antropoides sugieren una cierta
habilidad para atravesar los objetos, reconfigurando signos
aprendidos en forma creativa. Por otra parte, disposiciones
afectivas, como la melancolía animal, sugieren una cierta
capacidad para temporanciar "el sido”. Particularmente limitada
pareciera ser aquella propiedad denominada por
Heidegger la "mirada” (Augenblick),
la forma propia del presente del
Dasein,
aquel
instante del muy especial "presente” humano que abarca todo
aquello en medio de lo cual su existencia se encuentra, proyectando
su futuro y habiendo sido lo que fue. Estas restricciones de la
temporeidad impedirían al animal el acceso a dos atributos
propiamente humanos, "el habla” y "la muerte”.
Conclusión
A
manera de conclusión, quisiera solamente destacar la
importancia que tiene para Sloterdijk, como fuentes evolutiva de la
vida interior mamífera, el desarrollo en dos medios distintos,
el interior del cuerpo de la madre y el afuera post-nacimiento. Me
parece que la interacción simbiótica del medio-materno
con el medio-germen nos acerca a todo lo mediático que hay en
nuestro cuerpo, dicho metafóricamente, a lo vegetal que hay en
nosotros.
Por
otra parte, con los animales mamíferos placentados compartimos
el privilegio de estar adentro/afuera, la fuente evolutiva de los
mundos interiores, de acuerdo a Sloterdijk. Ese cálido estar
adentro y ese desamparo al ser arrojados a lo exterior vacío e
inhóspito es lo que nos aproxima, en lo esencial, a los
animales mamíferos placentados, aunque nos aleje la riqueza en
configuraciones esféricas, la riqueza en sustituciones y
transferencias, la riqueza en la construcción de espacios de
convivencia, en suma, la complejidad de los mundos humanos, en gran
medida determinada por nuestra historia cultural.
Coincidiendo
con Sloterdijk, cuando afirma que "los
límites de mi capacidad de transferencia son los límites
de mi mundo”,
quisiera solamente agregar que los problemas del mundo contemporáneo
exigen ensanchar las parcelas disciplinarias en nuestro
enfrentamiento con la biodiversidad. Siguiendo a Horkheimer y
Adorno,
la filosofía debería abandonar su representación
de la dignidad del hombre sobre la base exclusiva de su diferencia
abismal con respecto a otros seres vivos. La ciencia debería
abandonar la investigación animal basada meramente en la
manipulación mecánico- técnica que confirma de
manera "particularmente malvada” esa diferencia. Los
catastróficos efectos del cambio climático global que
nos afecta en la actualidad, el desastre ecológico cotidiano
en que desaparecen miles de poblaciones de plantas y animales en aras
de un dudoso "progreso”, y los acelerados avances de una
biotecnología sin alma, nos obligan a una urgente ampliación
de los límites de nuestros "mundos” incluyendo la vida no
humana ya que en eso nos va nuestro destino común.
Dra.
Carolina Villagrán.
Licenciada
en Biología, Universidad de Chile; Dra. en Recursos
Naturales, University of Gottingen, Alemania; Postgrado, Instituto de
Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso.
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