Ramón Almela
Foto: Romain Slocombe
Durante una clase de Teoría de la Imagen mostraba sin comentar una
fotografía de la serie "La morgue" de Andrés Serrano donde aparece la
cara de un niño pequeño recostado, semicubierto despidiendo un halo
angelical. Observaba el rostro de un estudiante contemplando esta imagen
serena y bella, envuelto en un sentir sublime, hasta cuando señalé que
era el cadáver de una pequeña criatura. Su cara se transfiguró mostrando
un gesto perturbador. May Zindel, Mtra. en Estética, (Polémica y debate sobre Arte y Estética de la UAP) acaba de publicar su libro "Imágenes que perturban" (Ed. BUAP, Puebla)
donde establece las bases para incluir la categoría estética "Lo
perturbador" como parámetro de análisis en las obras de arte
contemporáneo. Añade "Lo nuevo" junto a "Lo sublime" como medida de la
contribución plástica de una obra de arte. La polémica sobre lo que determina que una obra de arte sea arte precisa
de nuevos planteamientos según las estrategias artísticas se modifican.
La teoría del arte ha tomado posturas que van desde fijar las
propiedades intrínsecas de los objetos creados como arte en teorías que
despliegan las cualidades estéticas, hasta posturas de actitud
relacional como las que propugnan la definición del arte cuando se
ajusta a una narrativa coherente vinculada a obras del pasado establecidas como arte. Pero el reto del arte actual con sus rupturas
precisa abrir la concepción de cómo se alcanza el estatuto de obra de
arte. La Teoría Institucional de George Dickie afirma que es la
situación de un artefacto dentro de una red de prácticas y relaciones
del mundo del arte la que define el arte. Es decir, si se habla, se
escribe o se contempla como arte, es arte. Ninguna de estas teorías por
sí sola logra una satisfactoria respuesta a las cualidades de una obra
de arte desde la realidad tras-histórica de las producciones visuales
del hombre, lo que obliga a una más amplia concepción híbrida. La concepción de "Arte" en la que estamos inmersos no proviene de la
cultura griega como se asume. Las raíces históricas del paradigma
estético actual se remontan al siglo XVIII; emergió gradualmente en
Europa sobre el tiempo de la Ilustración y la edad moderna bajo la
influencia de una específica condición socio-económica inexistente hasta
entonces. Ninguna de las modernas ideas del arte bello, del artista y
de lo estético, como tampoco del conjunto de prácticas e instituciones
asociadas con ellos estaban antes de 1680 integradas dentro de un
sistema. De un modelo conceptual de construcción de la imagen donde el arte no se diferenciaba de la artesanía y se clasificaba como otra más de las actividades del hombre,
se pasó a un modelo contemplativo donde las Bellas Artes se
distinguieron frente a la artesanía, dotándolas de un papel espiritual
trascendente en tanto que reveladoras de una verdad más elevada. La
disciplina de la Estética se consolidó desde entonces como un cuerpo doctrinal de teorías
que se unieron a otros dispositivos sociales creando el mundo del arte
que formaría el concepto "Arte" como hoy se entiende. La Estética
contribuyó a reflexionar sobre los determinantes de la experiencia de la
obra de arte enmarcada bajo ciertas categorías. El libro de May Zindel
aporta una visión para acercarse a la comprensión de las prácticas
artísticas actuales con la evolución de esas categorías argumentando
desde la Estética la incorporación de "Lo nuevo" y "Lo perturbador".
Las prácticas artísticas actuales se diluyen en la esfera extendida de
la imagen; no se reducen al objeto original producido para una economía
de mercado y se inscriben en la esfera de las estrategias de
comunicación, publicidad y nuevos medios. El análisis del arte no puede
ya limitarse a la Estética tradicional cuando los presupuestos de la
imagen desbordan los esquemas bajo los cuales la Estética se ha forjado.
La novedad como la fuente estimulante de la mirada y garantía de
vitalidad del propio arte es entronizada en el esquema de categoría
estética que May Zindel propone. En el arte contemporáneo, la Belleza
dejó de ser la fuente de placer, sustituida por lo nuevo. La dinámica
vertiginosa de circulación de imágenes en la actualidad demanda la renovación de los patrones perceptivos impulsando la novedad como anclaje visual de atención.
Nuevas estéticas intentan dar respuesta a este cambiante panorama del arte contemporáneo. La Estética de la Recepción
fundada por H. Jauss y W. Iser acentúa el papel importante que el
receptor, el espectador, toma en la interpretación de la obra, llegando
con la Estética de la Participación a intervenir en el mismo proceso creativo de la obra. La Estética Relacional
de Nicolás Bourriaud establece la obra de arte como un mecanismo
relacional, un arte relacional que toma su horizonte teórico del reino
de la interacción humana y su contexto social. En la Estética tradicional, la Belleza, que había mantenido por siglos
la condición de categoría suprema comienza un declive desde que Kant
afirma que todos los juicios sobre la belleza son juicios individuales
con lo que despoja a la Belleza del concepto de la universalidad
centrada en el objeto. No puede existir una teoría general de la belleza
que unificara el concepto. Siguiendo a Jaques Aumont, May Zindel afirma
la inactualidad de lo bello y la perdida del carácter absoluto de la
belleza; el arte y lo bello se desconectan. Después de dos siglos, se
desestimó por completo la Belleza, no era el objetivo más importante del
arte. Era más importante que una obra de arte produzca un choque en la
gente que el que los deleite con su belleza. Sin embargo, existe
polémica al respecto cuanto abundan reflexiones actuales entre teóricos y
artistas que ponen de relieve lo contrario: Una reivindicación de la
belleza vernácula que exige no ser encarcelada por las ideas anteriores
de ella... Cierto es que la Belleza ha escapado de las artes visuales
pero se desplaza como se desplaza el fenómeno artístico a otras
esferas con ella, una cotidianeidad con lo bello a través de la moda, el
diseño y el discurso de la comunicación masiva. Desde la belleza y lo sublime en una constatación vital surge la
categoría de "Lo perturbador", sentimiento exacerbado ante la presencia
consciente de la vida y la muerte en su crudeza carnal hecha expresión,
que en su libro, May Zindel liga a tres motivos generales: la muerte, la
violencia y el erotismo. Lo feo, lo grotesco, lo siniestro, todo lo
perturbador, como formas negativas de la belleza, condensan la atracción
y la repulsión al mismo tiempo. Es la idealización de un sentimiento
que se presenta en la imagen como extensión de la fragilidad humana en
su corporalidad que en la década de los noventa floreció y se extendió. La dinámica del arte actual propicia la reconsideración y recuperación
de categorías estéticas. El concepto de lo sublime proviene de la
"Retórica" en la civilización griega. Descrito en un tratado por Longino
en el siglo I, fue descubierto en el siglo XVI y aproximó el concepto
de lo sublime al pensamiento estético, tomando un lugar central en el
siglo XVIII junto a la Belleza. Lo Sublime reaparece en el siglo XIX,
con el Romanticismo justo al momento en el que el arte, al menos
superficialmente, se muestra en peligro de perder la substancia ética
que la Estética propiciaba. May Zindel renueva el valor de lo sublime
cuando la presente etapa tecnoromántica coloca lo sublime como marco de
expresión de las nuevas narrativas ciberespaciales y digitales, hasta el
punto que lo sublime se convierte en mercancía de entretenimiento. En la actualidad, la experiencia de lo real es mediatizada por la
imagen. La situación, que Guy Debord señala como la sociedad del
espectáculo, reduce la experiencia vivida a la producción y consumo de
mercancías, haciendo del espectáculo una relación social entre las
personas mediatizada por la representación. Y como el sociólogo Michel
Maffesoli señala, se produce una "estetización galopante". Lo estético impregna todas las actividades
sociales no resultando nada indemne. A esto hay que unir el fenómeno de
la convergencia de productores y consumidores, de tecnologías, y de
colaboración, que aporta un panorama de la imagen que rebasa la
concepción tradicional del arte como producción objetual-estética dentro
de un sistema de mercado. Estamos en una era de transición donde lo viejo se deshace y lo nuevo no
ha tomado forma todavía. Es necesario recurrir a replanteamientos de
análisis de las producciones visuales como las que May Zindel realiza y
que sintoniza con las actitudes que establezco para el ARTE VALIDO,
un arte comprometido con la nueva realidad, detonador de nuevos
significados, circulación de sentido y construcción de conocimiento. La
Belleza está en entredicho, pero surge cotidianamente en nuestro
entorno, la esfera extendida de la imagen, que propugna una Ética de la
relación social unida a la producción visual; una Estética de la
existencia.
Tomado de: http://www.criticarte.com/
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