La corta vida, el gran talento y el último dólar de Jack Kerouac
estaban a punto de consumirse cuando la joven escritora Joyce Glassman
le compró una cena consistente en perritos calientes y judías un sábado
por la noche en Nueva York en enero de 1957. Glassman comprendió que
estaba sin un céntimo, pero del resto no se enteraría hasta más tarde.
Pensó que Kerouac era hermoso, con sus ojos azules y su piel bronceada.
Acababa de volver de pasar sesenta y tres días solo en una de esas
torres de vigilancia para detectar incendios en medio de las Montañas de
las Cascadas, al noroeste de la costa del Pacífico, donde escribió
furiosamente en su diario y se sintió atormentado por sombríos
pensamientos de mortalidad. Glassman tenía veintiún años, había nacido y
se había criado y educado en el Upper West Side de Manhattan. Había
leído la ambiciosa primera novela de Kerouac, The Town and the City,
creía en el poder redentor del amor y estaba abierta a prácticamente
cualquier cosa. Cuando Kerouac le preguntó si podía quedarse en su casa,
situada en la parte alta de la ciudad, ella contestó: «Como quieras»...
Con las escritoras
sucede que un buen número no alcanzan un siete en la clasificación de
belleza, pero a la hora de enfrentarse con las palabras se requiere
tenacidad, lectura e inteligencia antes que una cara bonita o un cuerpo
para certamen de belleza.
La escritora
brasileña, de origen ucraniano, Clarice Lispector siempre fracturó estos
monolíticos parámetros machistas. Era en verdad bella y tenía una
inteligencia creativa como pocas escritoras en Latinoamérica. Su talento
era proporcional a su belleza, pero al mismo tiempo no estaba
interesada en brillar como cuiama, o una viuda negra....
Nadie sabe la cara que tuvo Cervantes, y tampoco hay certeza sobre la que tuvo Shakespeare, por lo que el Quijote y Macbeth
son textos a los que no acompaña ninguna expresión personal, ningún
rostro definitivo, ninguna mirada que los ojos de los demás hombres
hayan podido congelar y hacer propia a través del tiempo. Si acaso sólo
los que la posteridad ha tenido necesidad de otorgarles, con
vacilaciones y mala conciencia y mucho desasosiego, expresión y mirada y
rostro que seguramente no fueron de Shakespeare ni de Cervantes.
El escritor inglés H. G. Wells definió alguna vez a su colega George
Bernard Shaw como «un niño idiota gritando en un hospital». Algún tiempo
después, el estadounidense William Faulkner dijo de Ernest Hemingway
que no había sido «nunca conocido por usar una palabra que remitiese al
lector a un diccionario»....
Freud, que fue uno de los primeros investigadores en resaltar el gran
peso de las enfermedades mentales delineadas por el capitalismo
materialista de siglo XIX, nunca se preguntó por la ética subyacente.
Tal vez sintió que hemos pagado un precio elevado por lo que él llama
civilización...
(per Michael Foucault (1966). Ed PRE-TEXTOS. Valencia. 1989)
5. ¿Dónde está la ley, qué hace la ley?
Ser negligente, ser atraído, es una
manera de manifestar y de disimular la ley, -de manifestar el repliegue
en que se disimula, de atraerla, por consiguiente, a la luz del día que
la oculta....
"EL ÁNGEL NECESARIO. Ensayos sobre la realidad y la imaginación",
traducción de Antonio J. Desmonts, Madrid: Visor, 1994
1
Roger
Fry concluye una nota sobre Claude [Lorrain] diciendo que «pocos de
nosotros viven con tanta intensidad como para nunca sentir nostalgia de
aquel reino saturnino al que Virgilio y Claude pueden llevarnos en
volandas». En la misma nota habla de Corot y de Whistler y del paisaje
chino, y está claro que bien podría haber..............
"Enseñadme un hombre o una
mujer que no soporte las novelas de misterio y yo os enseñaré un tonto,
un tonto mañoso quizá, pero un tonto al fin y al cabo" Raymond Chandler
Dijo
Raymond Chandler, maestro del género policial negro: "enseñadme un
hombre o una mujer que no soporte las novelas de misterio y yo os
enseñaré un tonto, un tonto mañoso quizá, pero un tonto al fin y al
cabo". La literatura policial, tanto los ....................
Resumen
Para
Proust la literatura es la vida esclarecida; es esa realidad lejos de
la cual vivimos. El verdadero arte es pues ese complejo instrumento
por el cual podemos desvelar un misterio que no puede descubrirse por
medios conscientes y directos como pretende la literatura realista.
Así como para Proust la verdadera vida no es la realidad sino la
literatura, análogamente, podemos considerar que no son las cosas........
Tendemos a olvidar que los libros, obviamente
vulnerables, se pueden eliminar o destruir. Los libros tienen su
historia, como cualquier otra producción humana; una historia cuyos
inicios contienen en germen la posibilidad, la eventualidad, de un fin. De aquellos comienz