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20.52
ARTE y ESTETICA I parte

Introducción al arte


 Es este un tema apasionante: el arte. Hablar de él implica, como en política, «tantas verdades como corazones humanos». Nosotros no pretenderemos esto. Buscaremos certeza en lo posible, aunque también se sabrá que en ello «la recta es la distancia más larga entre dos puntos». Siguiendo este fin se elige un autor que ha sido considerado culto e informado en el arte: me refiero a Arthur Schopenhauer. No se niega que haya habido muchos otros más, lo que ocurre es que ha sido tan claro en sus explicaciones que parece un personaje ideal. Seguramente muchos disentirán con esto, pero repito, ello no debiera considerarse importante, puesto que el trabajo que se presenta es una propuesta investigativa entre tantas otras; y en segundo lugar, creo que concuerda con los aspectos de interpretación que se tienen y se quiere hacer llegar a ustedes.

            Seguidamente se expondrá una perspectiva de la historia del arte y acercaremos con ello una visión compendiada del mismo, como a su vez se tratará de mostrar su significado —decisivo dentro de este contexto. El objetivo de la misma es aplicar nuestra tesis —que el arte es comunicación— al ejemplo de la interpretación de la historia, es decir, de estudiar su devenir desde el mensaje artístico del hombre en cada marco social cronológico-geográfico.

            Luego, ya en tema, se verá el contenido de la obra de arte. Reparamos en dos aspectos aquí y que son entendidos como fundamentales: primero, en el mensaje consciente del artista que le deja a su intérprete; y en segundo lugar, a otro subliminar que refleja los mejores actos fallidos psicoanalíticos del autor y que se entrelazan con el marco social-histórico en que vive. No se hablará del tema estético aquí, porque, como se sabrá, se sostiene en este trabajo que éste es un tema fuera de la obra de arte —aunque no necesariamente.

            Para concluir se hará un símil analógico. Se interpretará al arte como un canal de información; es decir, que se lo conceptualizará como un medio donde pasa un fluido: el mensaje del artista. Se reparará en las características que le otorga la Teoría de la Información al mismo y se dejará abierto el tema para investigaciones futuras.

 

 

Concepto de arte  



 

El arte en Schopenhauer  

 

            La riqueza cultural de Arthur Schopenhauer dejó los lineamientos de concepción del arte. Éste nos dice en su obra El mundo como Voluntad y Representación27a,28:

 

El principio [...] del arte es que el objeto de éste, aquello cuya representación es el fin del artista, y cuyo conocimiento debe, por lo tanto, preceder a su obra y formar como el germen y el origen de ella, no es jamás otra cosa que una Idea [...]."27a(§ 49, p. 63)

"El fin al que el artista tiende sus obras es, [...] el de comunicar a los demás una idea que su espíritu ha concebido; [...]."27a (§ 50, p. 66)

"[...] El fin propio de toda obra de arte es, por lo tanto, mostrarnos la vida y las cosas tales como son; [...]."28 (cap. XXXIV, p. 444)

"[...] el fin del arte es facilitar la inteligencia de las Ideas del universo [...]."28 (cap. XXXIV, p. 446)

"[...] Todo hombre penetrado de la concepción de una Idea y que desea comunicarla tiene, por lo tanto, el derecho de recurrir al arte."28 (cap. XXXIV, p. 446)

"Según dijimos en el primer volumen, el placer estético en todas las artes descansa sobre la concepción de una idea [...]."28 (cap. XXXV, p. 453)

 

 

Análisis de la cuestión planteada por Schopenhauer  

 

            Si se observa detalladamente lo que expresa Schopenhauer se entiende que lo que quiere decir es que el arte es una vía de comunicación. Más allá de la postura filosófica de este autor, y que se comparta o no, se sugiere detenernos frente al concepto que nos quiso dejar.

            Ha sido para él el arte algo que manifiesta un mensaje a través de un lenguaje específico y propio de cada artista. También nos dice que porta el agrado estético; es decir, que podemos desprender de ello que se diferencia del mismo.

            Se reparará ahora en estos puntos con más detalle. No se hará un curso de filosofía del lenguaje para expresar lo que la comunicación significa, sólo nos basta con tener presente que estamos hablando de «información», es decir, de procesos informáticos donde se transcriben mensajes. Ello no puede ser algo estético sino sólo aquello que lo puede despertar. Se encuentra con ello una vez más la dicotomía arte-estética.

            De esta manera, cuando se expresa el lingüista, la máquina, la bestia, la naturaleza con su selección natural, etc., se recibe siempre un mensaje, y, como tal, sujeto a posibilidades de acontecer y por consiguiente a información —según se explicara precedentemente. Pero, se repite, no se manifiesta en ello necesariamente ninguna estética —puesto que el orden de sus símbolos es otro tema.

            En otras palabras, si escribo una poesía con un lenguaje entendible el cual usted y yo hablemos, podremos comprender sus términos, aun a pesar de que los mismos, no se encuentren semánticamente dados sino, solo  metafóricamente con una abstracción dura, y el mensaje de su contenido podrá o no ser contenido de belleza (orden) pero sí siempre entendido. Inclusive más, usted podrá hacer una crítica a mis escritos porque seguramente los entenderá puesto que son mensajes que contienen información, correcta o errónea, usted juzgará, pero no podrá acometer una crítica a su estética, puesto que no he reparado en una habilidad literaria.

            En resumidas cuentas, lo que se quiere decir es que Schopenhauer encontró sencillamente el meollo del arte. A saber en términos modernos: es un canal de información. La idea se transcribirá de esta manera por medio de él al intérprete.

 

 

Concepto de idea aplicado  

 

            Ahora... ¿a qué nos referimos cuando hablamos de idea? ¿A qué le asigna Schopenhauer el concepto de idea? Bien, tratemos el tema.

            Schopenhauer explícita claramente dos tipos de ideas: una, la ortodoxa y por todos entendida y cuya noción se acerca al concepto; y también, distingue la platónica —denominándola con mayúscula «Idea». Nosotros nos referiremos a la primera, es decir, al dato que se intelige en el entendimiento.

            Se sabe que mucho se ha hablado de este término en filosofía, y necio sería querer dar una explicación última al efecto. Aquellas personas avezadas en filosofía sabrán de qué se trata, y, para los otros, será suficiente con indicar dos tipos de ideas: las platónicas o metafísicas y las aristotélicas o físicas. Y nosotros, acercándonos a esta última, le daremos una segunda significación más, a saber: aquella que alude el modelo de analogía de la funcionalidad mental denominada «teoría computacional de la mente».

            Esta teoría, que tiene sus orígenes en los filósofos empiristas ingleses Hobbes y Locke, determinan a través de autores del presente siglo como von Neuman, Shannon, Gödel y otros, un modelo interpretativo de las operativas cerebrales y las ideas que se asocian. Hobbes en su Leviatán17 nos dice:

 

"Cuando un hombre razona, no hace otra cosa sino concebir una suma total, por adición de partes; o concebir un residuo, por sustracción de una suma respecto a otra: lo cual (cuando se hace por medio de palabras) consiste en concebir a base de la conjunción de los nombres de todas las cosas, [...]. Porque RAZÓN, en este sentido, no es sino cómputo [...]."

 

y más tarde Locke en el Ensayo Sobre el Entendimiento Humano22 le da continuación a este enfoque computacional, puesto que las ideas se asocian, relacionan, etc.:

 

"No hay conocimiento sin discernimiento. Otra facultad de nuestra mente, que es preciso señalar, es la facultad de discernir o distinguir entre las varias ideas que ella tiene. [...]" (cap. 11, § 1)

"[...] Otra operación de la mente acerca de sus ideas es la de comparar unas con otras, [...]." (cap. 11, § 4)

"§ 6. Otra operación que podemos observar en la mente con respecto a sus ideas es la composición, por la cual la mente reúne varias de aquellas ideas simples que ha recibido por las vías de la sensación y de la reflexión, y las combina para formar ideas complejas. [...]" (cap. 11)

"[...] el uso de las palabras consiste en servir de señal exterior de nuestras ideas internas, [... a] esto se llama abstracción, por medio de la cual las ideas tomadas de seres particulares se convierten en representativas de todas las de la misma especie; y sus nombres se convierten en nombres generales, [...]." (cap. 11, § 9)

"Qué sea la relación. [... Son] ideas [de la mente] que recibe de la comparación que hace de las cosas entre sí. [...]" (cap. 25, § 1)

 

            Bechtel, por su parte, en su libro Filosofía de la mente06 explica el enfoque moderno. Usando sus palabras en los siguientes párrafos, nos dice que la teoría computacional de la mente no es solamente una propuesta filosófica especulativa, sino que responde al modelo de von Neumann y pretende usar el formato de la actitud proposicional para describir los estados mentales como la base para generar una explicación del pensamiento interno.

            Ha sido Fodor el principal autor de la hipótesis. Las denominadas representaciones mentales son significadas a través de símbolos que interpretan a las proposiciones como fenomenologías del pensamiento. Esto llevó a Fodor a dar un enfoque exclusivamente sintáctico del pensamiento y que Putnam denominó «solipsismo metodológico». A su vez, esta teoría computacional de la mente representada por alguna supuesta función referencial, no explica tampoco el mecanismo de realización de tal función.

            Siguiendo, el enfoque de la Teoría de la Información establecerá que los estados intencionales —estados internos mentales (en hombres, chimpancés y ciertas aves) que llevan información sobre otros estados y que ofrecen cierta capacidad a la mente de representar, percibir, comprender y aprender cosas— son fases que llevan información sobre otras, y que responden al paradigma de Shannon y Weaver (1949).

            Por su parte, Fred Dretske (1980, 1981 y 1983) interpreta que un estado transporta información sobre otro justamente en el grado en que depende y de acuerdo con leyes de ese otro estado. Dretske propuso que, si hay una relación determinista y de acuerdo con leyes de manera que yo puedo inferir de la señal que ésta tuvo una causa particular, entonces la señal me da una información sobre la causa. Es decir, la señal es sobre la causa. En palabras de Dretske: «Cualquier sistema físico cuyos estados internos son dependientes de acuerdo con leyes, en algún modo estadísticamente significativo, del valor de una magnitud externa [...] cumple los requisitos de un sistema intencional.»

            Al igual que Dretske y Gibson, John Heil (1983) trató la selección de información como algo que genera causalmente los estados mentales del sujeto gnoseológico. Sin embargo, se diferencia de ambos al caracterizar esos estados mentales de una manera neokantiana; es decir, al mantener que los estados mentales surgen solamente una vez que la experiencia perceptiva se conceptualiza usando conceptos proporcionados por el agente causal.

            Se tratará de precisar los puntos anteriores explicados por Bechtel. Disponemos de una noción, idea o dato en el pensamiento. El mismo puede ser considerado como una unidad de cómputo procesable, y que en el hardware informático se lo denomina byte —palabra. Dicho término es algo meramente sintáctico dentro del software de cómputo, pero tiene una isomorfía correspondentista con el mundo físico del hardware determinando una semántica.

            De esta manera, el dato que procesa nuestro pensamiento contiene una información. Es decir, que la idea en sí misma contiene una cierta cantidad de información. Ellas "viajan" a través de nuestro sistema neurofisiológico cerebral, y junto con el orden con que se relacionan, es cuestión del tema que se trata. Así, orden e información de las ideas, son las propiedades que en este escrito se defienden.

            En cuanto al arte, solamente reparamos en la primera —la segunda involucra la estética. El artista posee ideas que expresa por voluntad propia consciente e involuntaria por autonomía de su inconsciente. Ambas informan al intérprete y expresan con ello el mensaje, es decir, el arte.

            En efecto, este proceso cerebral es al cual nos referimos cuando se dice que las ideas pasan por un canal. O, en otros términos, que el canal es el mismo molde que faculta el proceso y estará sujeto a todas las cuestiones propias psicológicas que un individuo puede tener. En él se dan los dominios gnoseológicos, metafísicos, éticos, científicos, etc. Plasma el artista, en su obra de arte, todas las cuestiones que desea su voluntad creadora, como asimismo es puente de comunicación de todo el abismo cultural de la época que vive y lo marca. Todas ellas son ideas, es decir, datos. La propuesta que se hace es darle una mensura a los mismos y que, por difícil que sea, no escapa de las posibilidades. Se quiere recalcar aquí que quien escribe no está diciendo que somos una computadora o mecanismo similar siquiera, sino, solamente, que nuestros modos de expresión pueden analizarse con estas consideraciones.

            Así como la informática computacional mide la cantidad de información que regula un dominio virtual, es posible hacer lo mismo con nuestras ideas. Cada una, configurada en la objetividad neurológica de asociación y plasmada en la obra de arte, representará cierta magnitud verificable. No se está refiriendo a cuestiones metafísicas donde su objetividad es dudosa, y donde el artista las más de las veces se expresa en modelos de analogía.

            Veamos un ejemplo. Supongamos que un artista fotográfico expresa una idea a través de la imagen de una fotografía monocolor, y que un segundo artista literato lo hace a su modo en una prosa. También supongamos que la definición del primer caso esté dada por unos 300.000 puntos que pueden tomar 10 niveles de brillo (del blanco al negro), y que el segundo es dado por un locutor que tiene un vocabulario de 10.000 palabras eligiendo 1.000 de ellas. Si recurrimos a la definición que se asume por información dada precedentemente, hallamos para el caso de la fotografía un mensaje de 300.000 Hartley, y para la prosa 4.000 —véase el Apéndice 8. Así, estos números indican que la imagen del artista plástico es mayor que la del literato, o sea, que contiene 75 veces más información. Y, si esto es o no producto de belleza, no es tema aquí tratado —porque debiera considerarse el orden entre sus símbolos.

            En otros términos, la ilustración precedente muestra que todo artista tiene ideas y las expresa, y asimismo, aunque sean de diferente especie —tipo de arte— son comparables. De hecho, el camino de la hormiga en el terreno tendrá su mensaje también tal cual una obra de Beethoven.

            Diremos entonces que los motivos que determinan la probabilidad y por lo tanto la información, son conocidas en filosofía como aspecto «trascendental kantiano». O, dicho de otra manera, las «condiciones de posibilidad» filosóficas son, en la ciencia, las «causas de probabilidad».

 

El arte en la historia  



 

Su significado     

 

            Se hubiera preferido ser un especialista en el arte para argumentar de otra manera lo que se propone.

            A lo largo de algunas observaciones de pinturas, esculturas, arquitecturas y mecanismos fabricados por el hombre, se ha arribado a ciertas conclusiones que quisiera compartir con ustedes. Son ejemplos de las primeras, aquellas representaciones de tiempo expresadas con características espaciales en algunos cuadros, y donde el artista acomete su significación temporal a través del pincel. No menos llamativas son las esculturas del arte clásico con sus ojos "idos" sin mostrar atención y reflejando una volátil inexpresabilidad del alma, es decir, como que el "estar" y el "no-estar" corren por igual. Sabemos bien el reflejo eclesiástico representado en las arquitecturas del arte gótico, con sus majestuosos edificios impregnados de la más lúgubre y lujuriosa fantasía de la Iglesia. No menos son las significaciones contemporáneas de los diseñadores de automóviles que buscan participar de la fachada del mismo, tal cual la correspondencia biológica: faros y parrilla como la faz de un sujeto (cierta imitación).

            En fin, sería innumerable la descripción. Pero en lo que sí, y se quiere hacer hincapié, es que en todo esto que el hombre ha reflejado y refleja, hay un mensaje de algo; es decir, que contiene una información —excenta o no de juicio de gusto.

            Siempre que hay un símbolo, éste esconde una significación, una referencia correspondentista con el mundo o no, pero sí siempre un dato. Hay, en cada símbolo y sus combinaciones, entonces, una significación informática que contiene un mensaje. Determina esto lo que justificamos: el arte.

            Al igual que el sinuoso camino de la hormiga, hay en la naturaleza un sinnúmero de mensajes artísticos que harían de todos ellos un número infinito de interpretaciones, cosa que es imposible abordar.

            Empero,  junto a los más osados, nos atreveremos a indagar en ella un poco, al menos. ¿Cuáles son sus características? ¿A qué nos referimos al hablar del arte?... Son preguntas sin fin, que no han dado en la historia sino confusas significaciones. Para entenderlas se les propondrá un método a realizar: analizar en qué consisten las obras de arte humanas y qué simbolizan.

            Destacaremos en ella dos aspectos de estudio. El primero consiste en el trabajo en sí del artista, y el segundo en un subliminar inconsciente de expresabilidad de toda una sociedad donde éste habita. Él transmite los gustos y disgustos del medio porque está comprometido con su lugar y su tiempo. Con este criterio muchos han clasificado la historia del arte.

            Desde el clasicismo antiguo de Grecia y Roma en lo equilibrado de sus formas, pasando luego por el arte cristiano y entrando en el medioevo —no sin influencias islámicas—, lo románico y gótico anuncian la nueva era: la modernidad renacentista. Países europeos como Alemania, Francia, Italia, España, Inglaterra y la escandinava, dominan la hegemonía artística del período. Hay una fuerte reacción al totalitarismo eclesiástico, donde la irracionalidad habría sido el pivote de oscuras e insufribles injusticias.

            Estamos ya en los albores del siglo XIV. Un movimiento del renacimiento temprano toma lugar en Italia y se extiende hacia Alemania, España y Bélgica. Fuentes latinas y romanas expresan el arte de toda una cultura que se quiere olvidar. Será menester reparar esto con la «justicia de la razón». Surgirán por ello en los períodos 1300-1500 ideales matemáticos como expresiones sociales del arte, antropomorfismos que solicitan lo humanístico, aparecerán también las pretensiones de las magnanimidades de lo «sublime», del amor por la gloria y el honor caballeresco, como asimismo la figura del «genio».

            Una vez asentada la seguridad del olvido medieval, aparecerá entonces una primavera floreciente en Europa: el alto renacimiento, «alto» tanto en su belleza y expresión de trabajo, como por anunciar su última faceta post-renacentista y que culminará hacia fines del 1600. Es éste, como se dijera, un período de estabilidad y seguridad para muchos, es decir, para los que expresan el arte y lo mandan ejecutar. Es el período de los grandes feudos. Así, con ello lo aristocrático es exaltado y hay búsqueda de un orden ideal, se observa serenidad en lo que expresan las obras, y no ajenos son los sentimientos de confianza y autorrealización. Saltar la medievalidad es su destino. Hay reproducción de lo antiguo, pero no descansa el sesgo de lo «racional» implicado como un acento en la madurez y en la búsqueda todo armónica de las proporciones.

            Empero, como se dijera precedentemente, esto cae. Resucita el gótico medieval —espíritu bárbaro e incivilizado— como fuente del barroco y hay un sentimiento de miedo a la vuelta medieval. Hablamos de un nuevo período: el realismo. En esta imitación fiel de la naturaleza que surge a comienzos del 1600 en Italia, se extiende un barroco hacia Alemania, Francia y España, como intento de vuelta a lo seguro, es decir, de un retorno al clasicismo.

            Esta especie de prototípica de la arquitectura eclesiástica romana jesuítica, el barroco (1600-1770), y término que se deriva del portugués «baroco» con que se designa cierta clase de perlas ovaladas y de formas irregulares denominadas «barruecas», manifiesta, a mi entender, una confusión social. Siendo una exageración de las formas y de los elementos decorativos, expresa un arte del devenir. Habla de lo eclesiástico como contraste de lo gubernamental civil, y se orienta más a la imaginación que a la «razón», aunque tampoco se pierde aquí el ideal de un orden cognoscible que otorga la geometría y la certeza matemática. En este movimiento Francia no es ajena e inventa el rococó. La dinastía de los Luises atiende este arte en al período 1715-1774, y se extiende a Alemania. Se ve, en esta dispersión, un nuevo quiebre. Una nuevo amanecer en la historia del arte, y donde abrazará su mañana el despertar de la nueva filosofía de la razón.

            El romanticismo (1750-1870) no es un movimiento ni ingenuo ni utópico. Es un estado de ánimo. Centrado en Alemania y luego esparcido nada menos que por toda Europa y América, consistió en un espíritu cristiano y nacional, donde el subjetivismo de la fantasía valoriza la edad medieval y, en consecuencia, se enemiga del clasicismo. Es de esperar que con ello la sociedad europea se subleve y, a mi entender, se oriente a una nueva forma de éste: el neoclasicismo (1780-1840).

            Es este tema de la «justicia de la razón» de la escisión medieval lo que preocupa. El punto medio aristotélico aquí es mirado desde otra perspectiva. No será la phronesis la capacidad de la facultad del juicio que se transmita como una techné. Fue justamente la falta de ello —o bien la falta del sentido común cartesiano— la necedad de lo eclesiástico medieval. Esta capacidad no se aprende: se tiene y punto. Este iluminar del particular es algo dado en el hombre. Nos referimos a la facultad del «juicio». Necesitará lo social aquél punto medio que tenga justicia dado como lo equitativo, legal y racional que excluirá los abusos extremos. La deontología kantiana, por ejemplo, es fruto de una época racional que acompañará al sustrato aristotélico del alma racional calculadora, versus las aberraciones animalescas de lo irracional que ofrece el apetito y sus inclinaciones. Es decir, no extraña que este autor, avezado en las polis griegas, haya pretendido un ideal político social con fuentes similares, y no solamente apego a un mero escapismo del ahogo medieval. Aun su crítica en la facultad de juzgar tiene sesgos de la ortodoxa helénica, puesto que hay un singular paralelismo de su doctrina tripartita de las facultades humanas con las que distinguiera Aristóteles: sensación, entendimiento y apetito, como lo es también el acto moral en cuanto se lo considera como fin en sí mismo, y a la moral como lo práctico.

            Será entonces el arte el "acto fallido" que expresará el anhelo de superación del medioevo. Esa igualdad buscada por los pensadores liberales sabemos que se sustenta en una constitución civil, republicana, que deberá tener principios encarnando el equilibrio de los poderes, determinando en ello el fundamento de la libertad y no necesariamente de la felicidad racional.

            Luego la confusión por los ideales de la organización política, la desconfianza y desvalorización de la razón que caracterizó los comienzos del siglo pasado convocaron al eclecticismo (1840-1900). La nueva realidad social europea acuña el realismo artístico, el naturalismo, el impresionismo y el expresionismo. Son todas formas de lo mismo, de una mezcla de miradas al mundo y su naturaleza. Aun posteriormente y ya a comienzo del presente siglo, las ideologías también tendrán su fruto en las obras del idealismo político, el simbolismo y los modernos.

            ¿Qué se concluye de todo esto? Solamente una cosa, a saber, que el hombre, tal cual la hormiga, va día a día marcando su camino sinuoso por el terreno. Va expresando lo que siente, lo que le parece, lo que... en fin, se le ha dado como meta y vive. Será por ello que el arte, ajeno a su condición tecnocrática, es una comunicación, es una expresión de algo... de la vida misma que se vive y ve. ¿Ha hecho Julio Verne un arte?, ¿lo ha hecho también el hornero artesano?, ¿acaso es menos comunicativo el árbol que verdece porque quiere vivir, o agota su esplendor en las flores de primavera? Ni horrendos crímenes de la historia política absolutista nos han marcado menos. Todo, pero todo, es información... sea lindo, sea feo, todo y todos nos comunican algo. ¿Hay algo que no es arte? Incluso lo somos nosotros para nosotros mismos; y la nada y el silencio, para muchos, es habla.

 

 

Análisis filosófico     

 

            A lo largo de la historia humana encontramos un arte, dirá el cuño historicista académico. Lo que se propone es invertir la proposición: «a lo largo del arte humano encontramos la historia».

            Todo arte mirado con ojos exentos de estética, esto es, sin necesidad —y mejor aún— de calificarlo bello o feo, nos muestra una comunicación del autor, y éste, a su vez, un reflejo del marco social-histórico en que vive. Así, por carácter transitivo, basta con un análisis del arte humano para que nos demos cuenta de sus contenidos arqueológicos. Siempre son un mensaje a través de un canal que es el artista.

            Tampoco se habla aquí de teleología, de genio, de categorías, ni de ninguna otra especie filosófica. Sólo se arguye que el arte del artista es un mensaje, un mensaje de algo, y que este artista puede ser humano o no, aun mecanicista y más todavía, a saber, puede ser la misma naturaleza para muchos vitalistas.


E-mail: eugeniotait@hotmail.com
Web: www.geocities.com/eugeniomtait

http://www.filosofiacuba.com/eugenio/04/04.html

Categoría: Textos | Visiones: 1040 | Ha añadido: esquimal | Tags: Schopenhauer, Teoría de la comunicación, Arte, textos | Ranking: 0.0/0

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