Introducción al arte
Es este un tema apasionante: el
arte. Hablar de él implica, como en política, «tantas verdades como corazones
humanos». Nosotros no pretenderemos esto. Buscaremos certeza en lo posible,
aunque también se sabrá que en ello «la recta es la distancia más larga entre
dos puntos». Siguiendo este fin se elige un autor que ha sido considerado culto
e informado en el arte: me refiero a Arthur Schopenhauer. No se niega que haya
habido muchos otros más, lo que ocurre es que ha sido tan claro en sus
explicaciones que parece un personaje ideal. Seguramente muchos disentirán con
esto, pero repito, ello no debiera considerarse importante, puesto que el
trabajo que se presenta es una propuesta investigativa entre tantas otras; y en
segundo lugar, creo que concuerda con los aspectos de interpretación que se
tienen y se quiere hacer llegar a ustedes.
Seguidamente se expondrá una
perspectiva de la historia del arte y acercaremos con ello una visión
compendiada del mismo, como a su vez se tratará de mostrar su significado
—decisivo dentro de este contexto. El objetivo de la misma es aplicar nuestra
tesis —que el arte es comunicación— al ejemplo de la interpretación de la
historia, es decir, de estudiar su devenir desde el mensaje artístico del
hombre en cada marco social cronológico-geográfico.
Luego, ya en tema, se verá el
contenido de la obra de arte. Reparamos en dos aspectos aquí y que son
entendidos como fundamentales: primero, en el mensaje consciente del artista
que le deja a su intérprete; y en segundo lugar, a otro subliminar que refleja
los mejores actos fallidos psicoanalíticos del autor y que se entrelazan con el
marco social-histórico en que vive. No se hablará del tema estético aquí,
porque, como se sabrá, se sostiene en este trabajo que éste es un tema fuera de
la obra de arte —aunque no necesariamente.
Para concluir se hará un símil
analógico. Se interpretará al arte como un canal de información; es decir, que
se lo conceptualizará como un medio donde pasa un fluido: el mensaje del
artista. Se reparará en las características que le otorga la Teoría de la
Información al mismo y se dejará abierto el tema para investigaciones futuras.
Concepto de arte
El arte en
Schopenhauer
La riqueza cultural de Arthur Schopenhauer
dejó los lineamientos de concepción del arte. Éste nos dice en su obra El mundo como Voluntad y Representación27a,28:
El principio
[...] del arte es que el objeto de éste, aquello cuya representación es el fin
del artista, y cuyo conocimiento debe, por lo tanto, preceder a su obra y
formar como el germen y el origen de ella, no es jamás otra cosa que una Idea
[...]."27a(§ 49, p. 63)
"El fin
al que el artista tiende sus obras es, [...] el de comunicar a los demás una
idea que su espíritu ha concebido; [...]."27a
(§ 50, p. 66)
"[...] El
fin propio de toda obra de arte es, por lo tanto, mostrarnos la vida y las
cosas tales como son; [...]."28 (cap. XXXIV,
p. 444)
"[...] el
fin del arte es facilitar la inteligencia de las Ideas del universo
[...]."28
(cap. XXXIV, p. 446)
"[...]
Todo hombre penetrado de la concepción de una Idea y que desea comunicarla
tiene, por lo tanto, el derecho de recurrir al arte."28 (cap. XXXIV,
p. 446)
"Según
dijimos en el primer volumen, el placer estético en todas las artes descansa
sobre la concepción de una idea [...]."28 (cap. XXXV, p.
453)
Análisis de la cuestión
planteada por Schopenhauer
Si se observa detalladamente lo que
expresa Schopenhauer se entiende que lo que quiere decir es que el arte es una
vía de comunicación. Más allá de la postura filosófica de este autor, y que se
comparta o no, se sugiere detenernos frente al concepto que nos quiso dejar.
Ha sido para él el arte algo que
manifiesta un mensaje a través de un lenguaje específico y propio de cada
artista. También nos dice que porta el agrado estético; es decir, que podemos
desprender de ello que se diferencia del mismo.
Se reparará ahora en estos puntos
con más detalle. No se hará un curso de filosofía del lenguaje para expresar lo
que la comunicación significa, sólo nos basta con tener presente que estamos
hablando de «información», es decir, de procesos informáticos donde se
transcriben mensajes. Ello no puede ser algo estético sino sólo aquello que lo
puede despertar. Se encuentra con ello una vez más la dicotomía arte-estética.
De esta manera, cuando se expresa el
lingüista, la máquina, la bestia, la naturaleza con su selección natural, etc.,
se recibe siempre un mensaje, y, como tal, sujeto a posibilidades de acontecer
y por consiguiente a información —según se explicara precedentemente. Pero, se
repite, no se manifiesta en ello necesariamente ninguna estética —puesto que el
orden de sus símbolos es otro tema.
En otras palabras, si escribo una
poesía con un lenguaje entendible el cual usted y yo hablemos, podremos
comprender sus términos, aun a pesar de que los mismos, no se encuentren
semánticamente dados sino, solo
metafóricamente con una abstracción dura, y el mensaje de su contenido
podrá o no ser contenido de belleza (orden) pero sí siempre entendido.
Inclusive más, usted podrá hacer una crítica a mis escritos porque seguramente
los entenderá puesto que son mensajes que contienen información, correcta o
errónea, usted juzgará, pero no podrá acometer una crítica a su estética,
puesto que no he reparado en una habilidad literaria.
En resumidas cuentas, lo que se
quiere decir es que Schopenhauer encontró sencillamente el meollo del arte. A
saber en términos modernos: es un canal de información. La idea se transcribirá
de esta manera por medio de él al intérprete.
Concepto de idea
aplicado
Ahora... ¿a qué nos referimos cuando
hablamos de idea? ¿A qué le asigna Schopenhauer el concepto de idea? Bien,
tratemos el tema.
Schopenhauer explícita claramente
dos tipos de ideas: una, la ortodoxa y por todos entendida y cuya noción se
acerca al concepto; y también, distingue la platónica —denominándola con
mayúscula «Idea». Nosotros nos referiremos a la primera, es decir, al dato que
se intelige en el entendimiento.
Se sabe que mucho se ha hablado de
este término en filosofía, y necio sería querer dar una explicación última al
efecto. Aquellas personas avezadas en filosofía sabrán de qué se trata, y, para
los otros, será suficiente con indicar dos tipos de ideas: las platónicas o
metafísicas y las aristotélicas o físicas. Y nosotros, acercándonos a esta
última, le daremos una segunda significación más, a saber: aquella que alude el
modelo de analogía de la funcionalidad mental denominada «teoría computacional
de la mente».
Esta teoría, que tiene sus orígenes
en los filósofos empiristas ingleses Hobbes y Locke, determinan a través de
autores del presente siglo como von Neuman, Shannon, Gödel y otros, un modelo
interpretativo de las operativas cerebrales y las ideas que se asocian. Hobbes
en su Leviatán17
nos dice:
"Cuando un
hombre razona, no hace otra cosa sino
concebir una suma total, por adición
de partes; o concebir un residuo, por sustracción
de una suma respecto a otra: lo cual (cuando se hace por medio de palabras)
consiste en concebir a base de la conjunción de los nombres de todas las cosas,
[...]. Porque RAZÓN, en este sentido, no es sino cómputo [...]."
y
más tarde Locke en el Ensayo Sobre el
Entendimiento Humano22 le da continuación
a este enfoque computacional, puesto que las ideas se asocian, relacionan,
etc.:
"No hay conocimiento sin discernimiento.
Otra facultad de nuestra mente, que es preciso señalar, es la facultad de
discernir o distinguir entre las varias ideas que ella tiene. [...]" (cap.
11, § 1)
"[...] Otra
operación de la mente acerca de sus ideas es la de comparar unas con otras, [...]." (cap. 11, § 4)
"§ 6. Otra
operación que podemos observar en la mente con respecto a sus ideas es la composición, por la cual la mente reúne
varias de aquellas ideas simples que ha recibido por las vías de la sensación y
de la reflexión, y las combina para formar ideas complejas. [...]" (cap.
11)
"[...] el uso de
las palabras consiste en servir de señal exterior de nuestras ideas internas,
[... a] esto se llama abstracción,
por medio de la cual las ideas tomadas de seres particulares se convierten en
representativas de todas las de la misma especie; y sus nombres se convierten
en nombres generales, [...]." (cap. 11, § 9)
"Qué sea la relación. [... Son] ideas [de
la mente] que recibe de la comparación que hace de las cosas entre sí.
[...]" (cap. 25, § 1)
Bechtel, por su parte, en su libro Filosofía de la mente06
explica el enfoque moderno. Usando sus palabras en los siguientes párrafos, nos
dice que la teoría computacional de la mente no es solamente una propuesta
filosófica especulativa, sino que responde al modelo de von Neumann y pretende
usar el formato de la actitud proposicional para describir los estados mentales
como la base para generar una explicación del pensamiento interno.
Ha sido Fodor el principal autor de
la hipótesis. Las denominadas representaciones
mentales son significadas a través de símbolos que interpretan a las
proposiciones como fenomenologías del pensamiento. Esto llevó a Fodor a dar un
enfoque exclusivamente sintáctico del pensamiento y que Putnam denominó
«solipsismo metodológico». A su vez, esta teoría computacional de la mente
representada por alguna supuesta función referencial, no explica tampoco el
mecanismo de realización de tal función.
Siguiendo, el enfoque de la Teoría
de la Información establecerá que los estados intencionales —estados internos mentales (en hombres, chimpancés y
ciertas aves) que llevan información sobre otros estados y que ofrecen cierta
capacidad a la mente de representar, percibir, comprender y aprender cosas— son
fases que llevan información sobre otras, y que responden al paradigma de
Shannon y Weaver (1949).
Por su parte, Fred Dretske (1980,
1981 y 1983) interpreta que un estado transporta información sobre otro
justamente en el grado en que depende y de acuerdo con leyes de ese otro
estado. Dretske propuso que, si hay una relación determinista y de acuerdo con
leyes de manera que yo puedo inferir de la señal que ésta tuvo una causa
particular, entonces la señal me da una información sobre la causa. Es decir, la señal es sobre la causa. En palabras de Dretske: «Cualquier sistema físico cuyos estados internos son dependientes de
acuerdo con leyes, en algún modo estadísticamente significativo, del valor de
una magnitud externa [...] cumple los requisitos de un sistema intencional.»
Al igual que Dretske y Gibson, John
Heil (1983) trató la selección de información como algo que genera causalmente
los estados mentales del sujeto gnoseológico. Sin embargo, se diferencia de
ambos al caracterizar esos estados mentales de una manera neokantiana; es
decir, al mantener que los estados mentales surgen solamente una vez que la
experiencia perceptiva se conceptualiza usando conceptos proporcionados por el
agente causal.
Se tratará de precisar los puntos
anteriores explicados por Bechtel. Disponemos de una noción, idea o dato en el
pensamiento. El mismo puede ser considerado como una unidad de cómputo
procesable, y que en el hardware informático se lo denomina byte —palabra. Dicho término es algo
meramente sintáctico dentro del software de cómputo, pero tiene una isomorfía
correspondentista con el mundo físico del hardware determinando una semántica.
De esta manera, el dato que procesa
nuestro pensamiento contiene una información. Es decir, que la idea en sí misma
contiene una cierta cantidad de información. Ellas "viajan" a través
de nuestro sistema neurofisiológico cerebral, y junto con el orden con que se
relacionan, es cuestión del tema que se trata. Así, orden e información de las
ideas, son las propiedades que en este escrito se defienden.
En cuanto al arte, solamente
reparamos en la primera —la segunda involucra la estética. El artista posee
ideas que expresa por voluntad propia consciente e involuntaria por autonomía
de su inconsciente. Ambas informan al intérprete y expresan con ello el
mensaje, es decir, el arte.
En efecto, este proceso cerebral es
al cual nos referimos cuando se dice que las ideas pasan por un canal. O, en
otros términos, que el canal es el mismo molde que faculta el proceso y estará
sujeto a todas las cuestiones propias psicológicas que un individuo puede
tener. En él se dan los dominios gnoseológicos, metafísicos, éticos,
científicos, etc. Plasma el artista, en su obra de arte, todas las cuestiones
que desea su voluntad creadora, como asimismo es puente de comunicación de todo
el abismo cultural de la época que vive y lo marca. Todas ellas son ideas, es
decir, datos. La propuesta que se hace es darle una mensura a los mismos y que,
por difícil que sea, no escapa de las posibilidades. Se quiere recalcar aquí
que quien escribe no está diciendo que somos una computadora o mecanismo
similar siquiera, sino, solamente, que nuestros modos de expresión pueden
analizarse con estas consideraciones.
Así como la informática
computacional mide la cantidad de información que regula un dominio virtual, es
posible hacer lo mismo con nuestras ideas. Cada una, configurada en la
objetividad neurológica de asociación y plasmada en la obra de arte,
representará cierta magnitud verificable. No se está refiriendo a cuestiones
metafísicas donde su objetividad es dudosa, y donde el artista las más de las
veces se expresa en modelos de analogía.
Veamos un ejemplo. Supongamos que un
artista fotográfico expresa una idea a través de la imagen de una fotografía
monocolor, y que un segundo artista literato lo hace a su modo en una prosa.
También supongamos que la definición del primer caso esté dada por unos 300.000
puntos que pueden tomar 10 niveles de brillo (del blanco al negro), y que el
segundo es dado por un locutor que tiene un vocabulario de 10.000 palabras
eligiendo 1.000 de ellas. Si recurrimos a la definición que se asume por
información dada precedentemente, hallamos para el caso de la fotografía un
mensaje de 300.000 Hartley, y para la prosa 4.000 —véase el Apéndice 8. Así,
estos números indican que la imagen del artista plástico es mayor que la del
literato, o sea, que contiene 75 veces más información. Y, si esto es o no producto
de belleza, no es tema aquí tratado —porque debiera considerarse el orden entre
sus símbolos.
En otros términos, la ilustración
precedente muestra que todo artista tiene ideas y las expresa, y asimismo,
aunque sean de diferente especie —tipo de arte— son comparables. De hecho, el
camino de la hormiga en el terreno tendrá su mensaje también tal cual una obra
de Beethoven.
Diremos entonces que los motivos que
determinan la probabilidad y por lo tanto la información, son conocidas en
filosofía como aspecto «trascendental kantiano». O, dicho de otra manera, las
«condiciones de posibilidad» filosóficas son, en la ciencia, las «causas de
probabilidad».
El arte en la historia
Su significado
Se hubiera preferido ser un
especialista en el arte para argumentar de otra manera lo que se propone.
A lo largo de algunas observaciones
de pinturas, esculturas, arquitecturas y mecanismos fabricados por el hombre,
se ha arribado a ciertas conclusiones que quisiera compartir con ustedes. Son
ejemplos de las primeras, aquellas representaciones de tiempo expresadas con
características espaciales en algunos cuadros, y donde el artista acomete su
significación temporal a través del pincel. No menos llamativas son las
esculturas del arte clásico con sus ojos "idos" sin mostrar atención
y reflejando una volátil inexpresabilidad del alma, es decir, como que el
"estar" y el "no-estar" corren por igual. Sabemos bien el reflejo
eclesiástico representado en las arquitecturas del arte gótico, con sus
majestuosos edificios impregnados de la más lúgubre y lujuriosa fantasía de la
Iglesia. No menos son las significaciones contemporáneas de los diseñadores de
automóviles que buscan participar de la fachada del mismo, tal cual la
correspondencia biológica: faros y parrilla como la faz de un sujeto (cierta
imitación).
En fin, sería innumerable la
descripción. Pero en lo que sí, y se quiere hacer hincapié, es que en todo esto
que el hombre ha reflejado y refleja, hay un mensaje de algo; es decir, que
contiene una información —excenta o no de juicio de gusto.
Siempre que hay un símbolo, éste
esconde una significación, una referencia correspondentista con el mundo o no,
pero sí siempre un dato. Hay, en cada símbolo y sus combinaciones, entonces,
una significación informática que contiene un mensaje. Determina esto lo que
justificamos: el arte.
Al igual que el sinuoso camino de la
hormiga, hay en la naturaleza un sinnúmero de mensajes artísticos que harían de
todos ellos un número infinito de interpretaciones, cosa que es imposible
abordar.
Empero, junto a los más osados, nos atreveremos a indagar en ella un
poco, al menos. ¿Cuáles son sus características? ¿A qué nos referimos al hablar
del arte?... Son preguntas sin fin, que no han dado en la historia sino
confusas significaciones. Para entenderlas se les propondrá un método a
realizar: analizar en qué consisten las obras de arte humanas y qué simbolizan.
Destacaremos en ella dos aspectos de
estudio. El primero consiste en el trabajo en sí del artista, y el segundo en
un subliminar inconsciente de expresabilidad de toda una sociedad donde éste
habita. Él transmite los gustos y disgustos del medio porque está comprometido
con su lugar y su tiempo. Con este criterio muchos han clasificado la historia
del arte.
Desde el clasicismo antiguo de
Grecia y Roma en lo equilibrado de sus formas, pasando luego por el arte
cristiano y entrando en el medioevo —no sin influencias islámicas—, lo románico
y gótico anuncian la nueva era: la modernidad renacentista. Países europeos
como Alemania, Francia, Italia, España, Inglaterra y la escandinava, dominan la
hegemonía artística del período. Hay una fuerte reacción al totalitarismo
eclesiástico, donde la irracionalidad habría sido el pivote de oscuras e
insufribles injusticias.
Estamos ya en los albores del siglo
XIV. Un movimiento del renacimiento temprano toma lugar en Italia y se extiende
hacia Alemania, España y Bélgica. Fuentes latinas y romanas expresan el arte de
toda una cultura que se quiere olvidar. Será menester reparar esto con la
«justicia de la razón». Surgirán por ello en los períodos 1300-1500 ideales
matemáticos como expresiones sociales del arte, antropomorfismos que solicitan
lo humanístico, aparecerán también las pretensiones de las magnanimidades de lo
«sublime», del amor por la gloria y el honor caballeresco, como asimismo la
figura del «genio».
Una vez asentada la seguridad del
olvido medieval, aparecerá entonces una primavera floreciente en Europa: el
alto renacimiento, «alto» tanto en su belleza y expresión de trabajo, como por
anunciar su última faceta post-renacentista y que culminará hacia fines del
1600. Es éste, como se dijera, un período de estabilidad y seguridad para
muchos, es decir, para los que expresan el arte y lo mandan ejecutar. Es el
período de los grandes feudos. Así, con ello lo aristocrático es exaltado y hay
búsqueda de un orden ideal, se observa serenidad en lo que expresan las obras,
y no ajenos son los sentimientos de confianza y autorrealización. Saltar la
medievalidad es su destino. Hay reproducción de lo antiguo, pero no descansa el
sesgo de lo «racional» implicado como un acento en la madurez y en la búsqueda
todo armónica de las proporciones.
Empero, como se dijera
precedentemente, esto cae. Resucita el gótico medieval —espíritu bárbaro e
incivilizado— como fuente del barroco y hay un sentimiento de miedo a la vuelta
medieval. Hablamos de un nuevo período: el realismo. En esta imitación fiel de
la naturaleza que surge a comienzos del 1600 en Italia, se extiende un barroco
hacia Alemania, Francia y España, como intento de vuelta a lo seguro, es decir,
de un retorno al clasicismo.
Esta especie de prototípica de la
arquitectura eclesiástica romana jesuítica, el barroco (1600-1770), y término
que se deriva del portugués «baroco»
con que se designa cierta clase de perlas ovaladas y de formas irregulares
denominadas «barruecas», manifiesta,
a mi entender, una confusión social. Siendo una exageración de las formas y de
los elementos decorativos, expresa un arte del devenir. Habla de lo
eclesiástico como contraste de lo gubernamental civil, y se orienta más a la
imaginación que a la «razón», aunque tampoco se pierde aquí el ideal de un
orden cognoscible que otorga la geometría y la certeza matemática. En este
movimiento Francia no es ajena e inventa el rococó. La dinastía de los Luises
atiende este arte en al período 1715-1774, y se extiende a Alemania. Se ve, en
esta dispersión, un nuevo quiebre. Una nuevo amanecer en la historia del arte,
y donde abrazará su mañana el despertar de la nueva filosofía de la razón.
El romanticismo (1750-1870) no es un
movimiento ni ingenuo ni utópico. Es un estado de ánimo. Centrado en Alemania y
luego esparcido nada menos que por toda Europa y América, consistió en un
espíritu cristiano y nacional, donde el subjetivismo de la fantasía valoriza la
edad medieval y, en consecuencia, se enemiga del clasicismo. Es de esperar que
con ello la sociedad europea se subleve y, a mi entender, se oriente a una
nueva forma de éste: el neoclasicismo (1780-1840).
Es este tema de la «justicia de la
razón» de la escisión medieval lo que preocupa. El punto medio aristotélico
aquí es mirado desde otra perspectiva. No será la phronesis la capacidad de la facultad del juicio que se transmita
como una techné. Fue justamente la
falta de ello —o bien la falta del sentido común cartesiano— la necedad de lo
eclesiástico medieval. Esta capacidad no se aprende: se tiene y punto. Este
iluminar del particular es algo dado en el hombre. Nos referimos a la facultad
del «juicio». Necesitará lo social aquél punto
medio que tenga justicia dado como lo equitativo, legal y racional que
excluirá los abusos extremos. La deontología kantiana, por ejemplo, es fruto de
una época racional que acompañará al sustrato aristotélico del alma racional
calculadora, versus las aberraciones animalescas de lo irracional que ofrece el
apetito y sus inclinaciones. Es decir, no extraña que este autor, avezado en
las polis griegas, haya pretendido un
ideal político social con fuentes similares, y no solamente apego a un mero
escapismo del ahogo medieval. Aun su crítica en la facultad de juzgar tiene
sesgos de la ortodoxa helénica, puesto que hay un singular paralelismo de su
doctrina tripartita de las facultades humanas con las que distinguiera
Aristóteles: sensación, entendimiento y apetito, como lo es también el acto moral en cuanto se lo considera
como fin en sí mismo, y a la moral como lo práctico.
Será entonces el arte el "acto
fallido" que expresará el anhelo de superación del medioevo. Esa igualdad
buscada por los pensadores liberales sabemos que se sustenta en una
constitución civil, republicana, que deberá tener principios encarnando el
equilibrio de los poderes, determinando en ello el fundamento de la libertad y
no necesariamente de la felicidad racional.
Luego la confusión por los ideales
de la organización política, la desconfianza y desvalorización de la razón que
caracterizó los comienzos del siglo pasado convocaron al eclecticismo
(1840-1900). La nueva realidad social europea acuña el realismo artístico, el
naturalismo, el impresionismo y el expresionismo. Son todas formas de lo mismo,
de una mezcla de miradas al mundo y su naturaleza. Aun posteriormente y ya a
comienzo del presente siglo, las ideologías también tendrán su fruto en las
obras del idealismo político, el simbolismo y los modernos.
¿Qué se concluye de todo esto?
Solamente una cosa, a saber, que el hombre, tal cual la hormiga, va día a día
marcando su camino sinuoso por el terreno. Va expresando lo que siente, lo que
le parece, lo que... en fin, se le ha dado como meta y vive. Será por ello que
el arte, ajeno a su condición tecnocrática, es una comunicación, es una
expresión de algo... de la vida misma que se vive y ve. ¿Ha hecho Julio Verne
un arte?, ¿lo ha hecho también el hornero artesano?, ¿acaso es menos
comunicativo el árbol que verdece porque quiere vivir, o agota su esplendor en
las flores de primavera? Ni horrendos crímenes de la historia política
absolutista nos han marcado menos. Todo, pero todo, es información... sea
lindo, sea feo, todo y todos nos comunican algo. ¿Hay algo que no es arte?
Incluso lo somos nosotros para nosotros mismos; y la nada y el silencio, para
muchos, es habla.
Análisis filosófico
A lo largo de la historia humana
encontramos un arte, dirá el cuño historicista académico. Lo que se propone es
invertir la proposición: «a lo largo del arte humano encontramos la historia».
Todo arte mirado con ojos exentos de
estética, esto es, sin necesidad —y mejor aún— de calificarlo bello o feo, nos
muestra una comunicación del autor, y éste, a su vez, un reflejo del marco
social-histórico en que vive. Así, por carácter transitivo, basta con un
análisis del arte humano para que nos demos cuenta de sus contenidos
arqueológicos. Siempre son un mensaje a través de un canal que es el artista.
Tampoco se habla aquí de teleología,
de genio, de categorías, ni de ninguna otra especie filosófica. Sólo se arguye
que el arte del artista es un mensaje, un mensaje de algo, y que este artista
puede ser humano o no, aun mecanicista y más todavía, a saber, puede ser la
misma naturaleza para muchos vitalistas.
E-mail: eugeniotait@hotmail.com
Web: www.geocities.com/eugeniomtait
http://www.filosofiacuba.com/eugenio/04/04.html
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