Hakim Bey
Muro palimpsesto de la Fcom
Nietzsche estaba tan sano que se volvió loco — Charles Fourier estaba tan loco que alcanzó una suerte de perfecta sanidad.
Nietzsche exaltó lo sobrehumano como individual (”aristocratismo
radical”) — su sociedad de espíritus libres consistiría de hecho de una
"unión de individuos dueños de sí mismos”. Fourier exaltó las Series
Pasionales — para él, el individuo no existía plenamente excepto en la
Asociación Armónica. Siendo opuestos polares estas visiones — ¿cómo es
entonces que las veo como complementarias, mutuamente iluminadoras y
ambas enteramente factibles?
Una respuesta sería "la dialéctica”. Aún más precisamente — "la
dialéctica taoísta”, no tanto un vals como una vibración excesiva —
sutil, culebrienta y fractal. Otra respuesta sería "surrealismo” — como
una bicicleta hecha de corazones y rayos. La "Ideología” NO es una
respuesta — ese "jamboree” zombie, ese triunfalismo de espectros en
desfile. La "Teoría” no puede ser identificada con la ideología, ni
siquiera con la ideología-en-proceso, porque la teoría se ha puesto a sí
misma a un lado de todas las categorías — porque la teoría es nada si
no es situacion(al)ista — porque la teoría no ha abandonado el deseo a
la "Historia”.
Entonces la teoría se va a la deriva como uno de los nómades de Ibn
Khaldun, mientras la ideología se mantiene rígida y se queda puesta a
construir ciudades e imperativos morales; la teoría puede ser violenta,
pero la ideología es cruel. "La Civilización” no puede existir sin
ideología (el calendario es probablemente la primera ideología) porque
la civilización emerge de la concretización de categorías abstractas más
que de impulsos "naturales” u "orgánicos”. Así paradójicamente la
ideología no tiene otro objeto que sí misma. La ideología justifica
todos y cualquier arrepentimiento-de-sangre o canibalismo — sacrifica lo
orgánico precisamente para alcanzar lo inorgánico — la "meta” de la
Historia — que, de hecho, llega a ser… ideología. La teoría, en
contraste, se rehúsa a abandonar el deseo y por tanto alcanza la
objetividad genuina, un movimiento fuera de sí misma, que es orgánico y
"material” y cognitivamente opuesto a la alienación y el falso altruismo
de la civilización. (En esto, Fourier y Nietzsche habrían estado de
acuerdo.)
Finalmente, sin embargo, quisiera proponer lo que llamo la teoría palimpséstica de la teoría.
Un palimpsesto es un manuscrito que ha sido re-usado escribiendo
sobre la escritura original, usualmente en sus ángulos correctos, y
algunas veces más de una vez. Frecuentemente es imposible saber cual
capa fue inscrita primero; y en cualquier caso cualquier "desarrollo”
(excepto ortográficamente) entre una capa y otro sería accidente puro.
Las conexiones entre capas no son secuenciales en tiempo, sino
yuxtaposicionales en espacio. Las letras de la capa B podrían cubrir
completamente las de la capa B, o viceversa, o podrían dejar áreas en
blanco, sin marcas algunas, pero uno no podría decir que la capa A se
"desarrolló” hacia la capa B (no estamos ni siquiera seguros de cuál
vino primero). Aún así las yuxtaposiciones podrían no ser puramente
"aleatorias” o "insignificantes”. Una posible conexión podría estar en
el reino de la bibliomancia surrealista, o en las "sincronicidades” (y
como los antiguos Cabalistas dijeron, los espacios en blanco entre las
letras podrían "significar” más que las letras mismas). Incluso el
"desarrollo” puede proveer un posible modelo de lectura — la
diácronicidades pueden ser hipotetizadas, una "historia” puede ser
compuesta para el manuscrito, las capaz pueden ser datadas como en las
excavaciones arqueológicas. Mientras no alabemos al "desarrollo” todavía
podemos usarlo como una posible estructura para nuestro ejercicio de
teorización.
La diferencia entre un manuscrito palimpsesto y una
teoría-palimpsesto es que ésta se mantiene inconstante. Puede ser
re-escrita — re-inscrita — con cada capa agregada. Y todas las capas son
transparentes, translúcidas, excepto donde racimos de inscripción
bloquean la luz cabalística — (algo así como una pila de sustancias
animantes). Todas las capas están "presentes” en la superficie del
palimpsesto — pero su desarrollo (incluyendo el desarrollo dialéctico)
se ha hecho "invisible” y quizás "insignificante”.
Podría parecer imposible excusar a esta teoría palimpséstica de la
teoría del cargo de un apropiacionismo subjetivo y cotorriento — un poco
de crítica por aquí, una propuesta utópica por allá — pero nuestra
excusa tendría que consistir en el reclamo de que no estamos buscando
ironías deliciosas, sino estallidos de luz. Si estás sediento por
Deconstrucción PosModerna o hiperconformismo sonriente, devuélvete a la
escuela, consigue un trabajo — nosotros tenemos otro pescado que freír.
Así construimos un sistema epistemológico — una manera de aprender y
saber basada en la yuxtaposición de elementos teóricos más que en su
desarrollo ideológico; en cierto sentido, un sistema a-histórico.
También evitamos otras formas de linealidad, como la secuencia o la
exclusión lógicas. Si admitimos a la historia en este esquema, podemos
usarlo como una simple forma de yuxtaposición, sin fetichizarlo como un
absoluto — lo mismo para con la lógica, etc.
Este acercamiento lúdico a la teoría no debería ser confundido con el
"relativismo moral” (la devaluación de los valores), del cual es
rescatado por nuestra "teleología subjetiva”. Esto es, nosotros (y no la
"historia”) estamos buscando propósitos, metas, objetos-del-deseo (la
reevaluación de los valores). La naturaleza juguetona de esta acción
surge del despliegue de la imaginación (o de la "Imaginación Creativa”
como H. Corbin o los sufíes la llaman) — y también de la disciplina
visionaria del "método paranoico-crítico” (S. Dalí), la subjetiva
reevaluación de las categorías estéticas. "Lo personal es lo político”.
La yuxtaposición, la sobreimposición, y los patrones complejos
producen así una unidad maleable (como el monismo oculto del politeísmo,
sobre el dualismo escondido del monoteísmo) — paradojología como método
epistémico — algo similar a la patafísica o la "epistemología
anarco-dada” de Feyeraband (Contra el Método). "¿Credencial? ¡Nosotros
no necesitamos ninguna apestosa credencial!”
Aquí quisiera "leer el expediente” de todo el debate
teórico-histórico sobre el "Arte” como una categoría separada (un museo
de fetiches), y como una fuente de la reproducción de la miseria y la
alienación a través de la exclusión de los no-”artistas” del placer de
la creatividad (o de la "labor atractiva”, como la llamó Fourier).
Quiero mencionar la propuesta situacionista de la "supresión y la
realización del Arte”, eso es, su supresión revolucionaria como una
categoría, y su realización en el nivel de la "vida cotidiana” (es
decir, de la vida más que del espectáculo). Esta propuesta está basada
en la suposición de que el Arte finalmente falló en su función de
"avantgarde” (léase: "vanguardia”) en algún punto cuando los
Surrealistas entraron al Partido Comunista — y simultáneamente, al
"Mundo del Arte” de galerías/museos del fetichismo de las comodidades —
abrazando así la ideología y el elitismo bastardos en un giro
espectacular. A estas alturas, los restos de la vanguardia comenzaron un
proceso de retirada de la ideología y la mercantilización (más o menos
desde el dada de Berlín) con el Letrismo, Situacionismo, No-Arte,
Fluxus, arte postal, neoísmo, etc. — en el cual el énfasis fue desde el
vanguardismo a un descentramiento radical del impulso creativo, lejos de
las galerías y los museos y los enclaves del privilegio boho ( 1 )– con
miras hacia la desaparición del "Arte” y la re-aparición de lo creativo
en lo social. Sin duda, los museos ahora venden con estos "movimientos”
también, como para probar que cualquier cosa (incluso el "anti-Arte”)
puede ser mercantilizado. Cada uno de estos movimientos
post-vanguardistas, en algún momento, han caído presos de la confusión o
la tentación y han intentado comportarse como una de las vanguardias
clásicas, y todas han fallado, como el surrealismo falló, de liberar la
obra de arte de su rol como mercancía.
Consecuentemente, el Mundo del Arte ha tragado e interiorizado la
teoría-artística que debería — si fuera tomada en serio — causar su
auto-destrucción. Las galerías prosperan (o al menos sobreviven) sobre
un nihilismo que solo puede ser contenido por la ironía, y que podría de
otra manera corroer y derretir las paredes mismas de los museos. Este
ensayo, por ejemplo, será impreso en el catálogo de una exhibición,
perpetrando así la ironía de llamar a la supresión y la realización del
arte desde el interior de la estructura que perpetúa la alienación del
no-artista y la fetichización de la obra de arte. Bueno, a la mierda con
la ironía. Uno solo puede esperar que cada vez que se transa sea la
última.
Aquellos que fallan en ver esta situación como una indisposición, no
leerán más allá — la teoría tiene suficiente para hacer sin explicar su
propia nausea — ad nauseam.
La fascinación del siglo XX con lo "primitivo” y lo "ingenuo” sirve
como una medida, primero, del agotamiento de la "Historia del Arte”; y
segundo, del deseo utópico por un arte que no sería una categoría
separada, sino congruente con la vida. Sin ironía. Arte como un juego
serio. Los artistas han imitado las formas de lo primitivo y lo ingenuo
sin darse cuenta que toda la producción de estas formas depende de la
ausencia estructural de alienación en el artista social (como en el
"arte tribal”) o individual. Es esta carencia de una división, de una
duplicidad, en el arte de África, de Java o del asilo lunático, que
movió a almas sensibles tales como Klee a la envidia.
En una sociedad sin "indisposición” (al menos, en proporciones
trágicas) uno podría esperar ver que "el artista no es un tipo especial
de persona, sino que cada persona es un tipo especial de artista”.
Coomaraswamy estaba pensando en Indonesia cuando acuñó este eslogan, y a
mí mismo me dijeron en Java que "Todos deben ser un artista” — una
suerte de versión mística de la teoría de la supresión-y-realización. No
es precisamente la "especialización” (del trabajo o del conocimiento)
lo que causa la nausea, por esta lectura, sino la separación — la
fetichización, alienación. Mientras cada persona es un tipo especial de
artista, algunos artistas se especializarán en los grandiosos poderes
integrativos de la creatividad — contando las historias centrales de la
tribu — en la creación de valor y "significado” — que puede ser llamada
la "función bárdica”. En ciertas tribus esta función se distribuye entre
varios individuos, pero está siempre asociada con una concentración de
mana. En altas culturas "bárbaras” (como los Celtas) la función es
institucionalizada en algún grado — el bardo es el "legislador
reconocido” de una sociedad de artistas. La función Bárdica focaliza e
integra.
Si buscáramos un momento simbólico en el cual ocurrió el "quiebre” y
comenzó la indisposición a instalarse, podríamos escoger el pasaje de la
Republica de Platón en el que los poetas son expulsados de Utopía por
"mentirosos” — como si la Ley misma (como categoría abstracta) fuera la
única función integradora posible, excluyendo la imaginación nómade como
oposición, como anti-Verdad, como caos social. La rejilla racional
ahora se impone sobre la organicidad de la vida — todo lo bueno es visto
como natura naturata y como "ser”, mientras todo el devenir (natura
naturans) se asocia con el "mal”.
En el Renacimiento el artista nuevamente comienza a expresar el "yo” a
expensas de la función integradora. Este momento marca la apertura de
la trayectoria "Romántica”, la desaparición del artista de lo social, la
desaparición de la obra de arte de la vida. El artista como ego
prometeico, la obra como "lo fino” (en otras palabras, inútil) — éstos
miden la brecha que se ha abierto entre una elite estética y las masas
condenadas a la esterilidad y lo kistch. Y aún así parece haber algo
noble y atrevido de este proceso, que se refleja en la libertad bohemia
del artista, y también en la crítica del artista a la civilización y su
cruel embobamiento — el artista ahora se convertirá en el "legislador
no-reconocido”, el profeta sin honor — el héroe romántico, inspirado y
condenado por una única perspicacia. El artista anhela satisfacer una
vez más la función bárdica, crear significado estético para y con la
tribu. Enrabiado porque se le niega este rol, el artista pierde el
control hacia una alienación aún mayor — luego hacia la rebelión abierta
— y finalmente hacia el silencio. La trayectoria romántica llega a su
fin.
El Renacimiento también es testigo del primer intento moderno de
recrear lo integral (”el orden de la intimidad”) a través del poder
combinado del arte y la magia — que, de hecho, son vistos como
vinculados naturalmente por la profunda estructura de ambos — que es
esencialmente lingüístico. El elemento unificador es la
"acción-a-la-distancia”, y la síntesis de todas sus ramificaciones es el
Libro Emblema que combina, de acuerdo a la ciencia jeroglífica, la
imagen, la palabra, y algunas veces incluso la música (como en el
Atlanta Fugiens de M. Maier), para traer cambios "morales”
(espirituales) en el lector Y en el mundo. El objetivo del
Hermético/artista del Renacimiento era utópico — como en las escenas del
paraíso de El Bosco o en los paisajes de la Hipnerotomaquia — y en esta
ambición puede ser visto el deseo de reanimar la función bárdica, para
darle significado a la experiencia de la "tribu”, para influenciar el
paradigma-de-realidad consensual, para cambiar el mundo con el arte. El
proyecto último de Gaugin, Rimbaud, Wagner, Artaud, los Surrealistas —
el artista como un mago-profeta del deseo revolucionario.
Por todas sus fallas y todas sus acomodaciones de mala calidad con el
Mundo del arte del capitalismo de la mercancía, esta tradición mágica
es nuestra herencia y de alguna forma cruda, todavía "creemos” en ella.
Incluso creer en la "supresión” del arte es todavía creer que el arte es
importante y efectivo, por lo menos con su desaparición. Por otra
parte, valdría la pena proteger — y compartir — la "libertad” del
artista solo si fuera libertad para algo y no solo libertad de algo. A
pesar de la pobreza, la soledad y los sentimientos de inutilidad, solo
estamos aquí afuera en el margen más que nada porque nos gusta, y porque
el riesgo es bueno para nuestro arte. En estos aspectos, todavía somos
Románticos.
Sin embargo, nos vemos forzados a admitir que este proyecto
mágico-revolucionario ha fallado — una vez que demasiado a menudo. El
fetichismo de la mercancía es un circuito cerrado negativo — y en cuanto
a la ciencia jeroglífica, ha caído en las manos de los publicistas, los
falsificadores de opinión, los "managers creativos” del "discurso” (o
"simulacro” como lo llama Baudrillard) post-espectacular, los reales
pero ocultos legisladores de nuestra realidad demasiado virtual. La
propuesta de la supresión y la realización del arte es la declaración
culminante de la tradición hermética-romántica de oposición, el último
posible "desarrollo” en una progresión dialéctica que lleva a nuestro
embrollo o bloqueo actual. Si miramos a la "Historia del Arte” desde
esta perspectiva diacrónica pareciera que nos encontráramos en un
cul-de-sac, cogidos en una imposible paradoja por la cual el "propósito”
del arte debe ser destruir el arte, para que "todos” puedan ser un
artista. Para nosotros — como artistas — esto constituye un callejón sin
salida. ¿Qué podemos hacer? La Historia nos ha traicionado.
¿Qué sucede, sin embargo, si abandonamos la perspectiva diacrónica?
¿Qué si sobreponemos todas las "etapas de desarrollo” en un palimpsesto
que solo puede ser leído por su sincronicidad? ¿Qué si las tratamos como
teorías, todas visibles en una sola superficie, potencialmente
relacionadas no en tiempo, sino en espacio?
De nuevo, deberíamos insistir que nuestro estudio palimpséstico no
debe ser confundido con algunos irónicos cruceros posmodernos de
vacaciones a través del acuoso cementerio de las categorías estéticas.
Estamos en busca de valores — o del poder imaginativo de crear valores
(conociendo nuestros "verdaderos deseos”, como dicen los ocultistas), y
nuestra búsqueda no es fría y desinteresada, sino apasionada por
definición — no es frívola, sino seria — no es sobria, sino juguetona —
que, para los bardos, nada es tan serio como nuestra intoxicación con el
acto lúdico de la creatividad.
Entonces tomamos todo el desarrollo discutido más arriba y lo
plegamos en un "manuscrito” donde cada teoría está escrita sobre cada
otra teoría. Como augures estudiando las nubes o los once tipos de
relámpagos, como magos con un espejo obsidiano para el —- de alfabetos
angélicos, ahora estudiamos la "Historia del Arte2 como si no tuviera
historia, como si todas las posibilidades fueran eternamente presentes e
infinitamente fluidas. Las aparentes contradicciones solo esconden
armonías ocultas, "correspondencias” — todas y cada una de las
yuxtaposiciones podrían ser fortuitas. "Palimpsestomancia”.
Asumiendo que las teorías que discutimos diacrónicamente ahora están
ordenadas sincrónicamente sobre la página de nuestro palimpsesto,
intentemos un ensayo leyendo, y busquemos inesperadas pero reveladores
coincidencias. La teoría de Fourier de la labor atractiva, por ejemplo,
podría ser sobrepuesta a la cosmología de Hesíodo, en que los tres
primeros principios del devenir son Caos, Eros y Tierra. Ahora el deseo
puede ser visto como la fuerza que bosqueja la pura espontaneidad de la
Imaginación en las formas de la Naturaleza, o en el "principio corporal
material” — deseo como principio organizativo de creatividad — deseo
como la única posible fuente de lo social.
La "acción a la distancia”, el soporte principal del paradigma
Hermético, debía ser desterrado de la filosofía mecanicista que
prevaleció y conquistó la ciencia en el siglo XVII; pero siguió
filtrándose de vuelta en el discurso, primero como una "explicación”
para la gravedad (”atracción”), y ahora en cientos de lugares — las
cuatro fuerzas de las físicas cuánticas, la influencia del "atractor
extraño” en la materia desorganizada, etc. Aunque la magia no pudo
"funcionar” para los Herméticos del Renacimiento, de la misma forma
medible y predecible que el método experimental, por ejemplo, funcionó
para Bacon y Newton, sin embargo la ciencia jeroglífica puede ser
revivida como una herramienta epistemológica en nuestro estudio de
ciertos fenómenos no-cuantificables (o ambiguos) como el lenguaje y
otros códigos semánticos que — muy literalmente — nos influencian "a la
distancia”. Los Herméticos creían en emanaciones como rayos que podían
transferir el "poder moral” de una imagen (su influencia reforzada por
los colores, olores, sonidos, palabras, fluidos astrales apropiados,
etc.) a la conciencia humana "a la distancia”. La visión, o reflexión y
el sonido, o la inflexión, crean memes polivalentes, pedazos y racimos
de "significado” en el "alma” del observador/oyente. Por un proceso de
"mutabilidad” en el que todo simboliza a sí mismo y a su opuesto
simultáneamente, el cientista jeroglífico teje hechizos en un oscuro
bosque de ambigüedad que es precisamente el dominio del artista — y de
hecho los alquimistas fueron conocidos como "artistas” del "Arte
espagírico”. Al igual que el alquimista cambia el mundo (de los
metales), el hacedor del Libroemblema cambia las imágenes y símbolos.
Dejando de lado la cuestión de las "emanaciones”, arribamos a una teoría
oculta del arte que fue traspasada (vía Blake, por ejemplo) a los
Románticos y a nosotros.
Ahora, como Italo Calvino apunta en algún lugar, todo arte es
"político” — invariable e inescapablemente — desde que cada obra de arte
refleja las suposiciones del artista sobre el "tipo correcto” de
cognición, la relación "correcta” de la conciencia individual con la
conciencia de grupo (teoría estética), etc., etc. En cierto sentido,
todo el arte es Utópico en el sentido que hace una declaración (aunque
sea vaga) sobre la manera en que las cosas debieran ser. El artista, sin
embargo, puede rehusarse a admitir o incluso hacerse conciente de esta
dimensión "política” — en cuyo caso, ciertas distorsiones pueden
ocurrir. Aquellos artistas que han abandonado la idea
hermética/romántica de la "influencia moral” frecuentemente revelan su
inconciencia política al semiótico o al dialéctico. La "pura
entretención” termina estando cargada con un ectoplasma de evidente
reacción, y el "arte puro” es frecuentemente aún peor. En contraste,
este inconsciente artístico puede inadvertidamente revelar lo que W.
Benjamin llamaba la "huella Utópica” — una suerte de fragmento Gnóstico
de deseo incrustado en cada producción humana, sin importar cuán
reproducida pueda estar. La publicidad, por ejemplo, hace uso de la
huella Utópica para vender la imagen de una reproducción que promete (en
el nivel inconsciente) cambiar el mundo de uno, hacer la vida de uno
mejor. Por supuesto la mercancía no puede cumplir este cambio — si fuera
así, tu deseo sería satisfecho y dejarías de gastar dinero en
imitaciones baratas del deseo. Tántalo puede oler la carne y ver el
vino, pero nunca probarlos — así, es el "consumidor” perfecto, que paga
(eternamente) por la pura imagen. En este sentido la publicidad es la
más Hermética de todas las artes.
La Huella Utópica puede ser analizada también en otra forma de arte
condenada, la pornografía — que actúa para traer directamente la
inconciencia a la cognición conciente en la forma (¡medible!) de
excitación erótica. Es el Deseo lo que anima (”educa”) esta aparición de
la huella utópica (distorsionada como esté) y organiza el caos hacia la
acción sobre una visión de "la forma en que las cosas deberían ser”. La
masturbación es un epifenómeno — el efecto real de la pornografía es
inspirar seducción (como en Dante, donde los amantes pecan después de
leer romances Arturianos juntos en el jardín). Los fanáticos derechistas
están en lo correcto cuando acusan a las artes eróticas de influencias e
incluso cambiar el mundo, y los liberales de izquierda se equivocan
cuando insinúan que el porno debería ser permitido porque es
"inofensivo” — porque es "solo” arte. La pornografía es agitprop ( 2 )
para la política del cuerpo, y considerando lo "perversa” que es, agita y
propagandiza una liberación revolucionaria del deseo — lo que explica
exactamente por qué ciertos tipos de pornografía son marginados y
censurados en cada "democracia” del mundo actual. Ya que gran parte del
porno comercial es producido en un nivel inconsciente y reaccionario, su
propuesta de "revolución” es de hecho ambigua; pero no hay ninguna
razón teórica por la cual el erotismo no pueda ser usado de acuerdo a la
ciencia jeroglífica para fines directamente utópicos.
Esto nos lleva a la cuestión de la poética utópica. Nietzsche y
Fourier habrían estado de acuerdo en que el arte no es el mero reflejo
de la realidad, sino una nueva realidad que busca imponerse en el mundo
del pensamiento y la acción por medios "ocultos”, a través de poderes
"dionisíacos” y "correspondencias” heréticas (por eso su fascinación
compartida por la opera como la "completa obra de arte” y el medio ideal
para propagar sus "filosofías”). Nuestra "loca” síntesis de Nietzsche y
Fourier los revelará a ambos como vecinos de los Herméticos
Renacentistas, que también persiguieron programas políticos utópicos a
través de la acción en el nivel de la percepción estética, y a través
del placer mismo de la creatividad que, de hecho, constituye el medio y
el fin del proyecto utópico. En Fourier, sin embargo, encontramos la
noción verdaderamente divina de que esta comprensión estética se
manifestará en la acción colectiva — que la sociedad se re-constituirá a
sí misma como una obra de arte. Cada individuo, con poderes ahora
aumentados por la Asociación Armónica con las Series Pasionales
apropiadas, se convertirá en "un tipo especial de artista”. Habiendo
comprendido sus "verdaderos deseos”, todo su deseo se convierte en algo
productivo en un mundo dado a verdaderas orgías de la creatividad,
eroticismo, "gastrosofía”, y genialidad estética. Así como el shamanismo
es "democratizado” en ciertas tribus en las que todos son visionarios,
Fourier eleva a cada miembro del Falansterio al estatus de "gran
artista”. Naturalmente algunos serán más grandes (más apasionados) que
otros, pero ninguno será excluido — el "mínimo utópico” garantiza el
poder creativo. Nietzsche habla de "la voluntar de Poder como Arte”;
Fourier lo hizo el principio de una utopía anarquista en la que la única
fuerza organizativa es el deseo.
Allí aparece, en el rostro de nuestro palimpsesto, dos imágenes
aparentemente contradictorias: — primero, que la del artista como
"bardo”, y como rebelde romántico en un mundo que ha negado la función
bárdica; y segundo la de la supresión-y-realización-del-arte, en la que
el "artista” desaparece como una categoría privilegiada para re-aparecer
(como en el "Aquí viene todo el mundo” de Joyce) en una democratización
shamanica del Arte.
¿Sería posible intuir — basados en nuestra teorización palimpséstica
anti-diacrónica — que esta paradoja podría ser meramente aparente, una
falsa dicotomía? ¿O que, incluso si es una paradoja real, podemos
construir un paradojismo capaz de reconciliar opuestos en un "nivel más
alto” (coincidentia oppositorum)? ¿O que, como Alicia, podemos
entretener a varias (o incluso a seis) nociones contradictorias en
conflicto "antes del desayuno”? ¿Podemos "salvar” al ARTE de la
imputación de falla, y al artista de la mácula del elitismo y el
vanguardismo, al mismo tiempo que sostener la "revolución de la vida
cotidiana” y la utopía del deseo?
Para intentar una respuesta a estas preguntas, preferiría dejar el
problema o el "aprieto” del Arte y el artista, y concentrarme en cambio
en el aprieto de la obra de arte. Después de todo, ¿qué podemos decir
sobre las dificultades del artista, quien (a pesar de toda "tragedia”)
todavía es el único espíritu libre en el mundo de las mercancías, el
único que sabe cómo poner atención, el único bendecido con la obsesión, y
el único practicante de la labor atractiva? [Nota: desde luego que aquí
estoy definiendo al "artista” como a cualquier persona de espíritu
libre y obsesivo y capaz de poner atención, esté o no involucrada en
"las artes” o pertenezca a la contracultura boho, etc., etc.] Comparada
con esta buena fortuna, la tragedia real parece involucrar no al
artista, sino a la obra de arte. La obra es alienada como mercancía
tanto del productor como del consumidor. O es quitada de la "vida
cotidiana” como fetiche único, o se le es robada su "aura” a través de
la reproducción. En la economía del simulacro, la imagen se desprende y
flota libre de todo referente — por eso todas las imágenes pueden ser
"recuperadas”, incluso (o especialmente) las imágenes más
"transgresoras” o subversivas, como mercancías ellas mismas, artículos
con precios pero sin valor. La galería es la terminal y el museo es el
término de este proceso de alienación. El museo representa la fijación
final de precio y del precio como el significado de la imagen. Olvida la
cuestión de "salvar” al artista; ¿es posible "salvar” la obra de arte?
Para "justificar” y "redimir” a la obra de arte sería necesario
retirarla de la economía de la mercancía. La única otra economía capaz
de sustentarla sería la "economía del regalo”, de la reciprocidad. Este
concepto fue sistematizado por el antropólogo M. Mauss en su obra
maestra El Regalo, y ejerció gran influencia en pensadores tan diversos
como Bataille y Levi Strauss. Fue ejemplificado en las ceremonias
potlach de las sociedades Amerindias de la costa noroeste, pero puede
ser hipotetizado como un universal. Antes del surgimiento del "dinero” y
el "contrato”, toda sociedad humana está basada en el Regalo, y en el
regreso del Regalo. Antes de la conceptualización del "excedente” y la
"escasez” prevalece una aprehensión de la generosidad "excesiva” de la
naturaleza y la sociedad, que debe ser expandida (o "expresada” como lo
dijo Nietzsche) en la producción cultural, el intercambio estético, o —
especialmente — en el festival.
En el contexto de la economía del Regalo, el festival es el poder
enfocado de lo social — el nexo de intercambio — realmente un tipo de
"gobierno”. Como la economía del Regalo le da paso al dinero de todas
formas, el festival comienza a adquirir un aspecto "oscuro”. Se
convierte en la saturnalia o el dar-vuelta-todo periódico del orden
social, una explosión permitida de exceso que purgará a la gente de su
resentimiento natural contra la alienación y la jerarquía, un desorden
que paradójicamente restaura el orden.
Pero como la economía del dinero da paso a la economía de la
mercancía, el festival sufre aún otro cambio de significado. Preservando
el Regalo dentro de la matriz total de un sistema que es hostil al
Regalo, el festival en su modo saturnaliano se ha convertido en un foco
genuino de oposición al consenso económico. Esta oposición permanece
mayormente inconsciente, y el espectáculo puede recuperar gran parte de
sus energías (¡piensa en la Navidad!) — pero el festival espontáneo
sigue siendo una fuente real de energía utópica a pesar de todo. El
"Be-In”, el encuentro y la Rave, todos han aparecido a las autoridades
modernas como nodos peligrosos de desorden total precisamente porque
intentan extraer la energía del Regalo de la economía de la mercancía.
Todos los movimientos artísticos post-surrealistas post-Situacionistas
que han llevado a cabo el proyecto de la supresión-y-realización, han
desarrollado teorías festivalescas. El Ruido de Jacques Attali, que
explora la supresión-y-realización en los términos de la música (el lo
llama "el estado de composición”) está basado en un análisis de una
pintura de Breughel de un festival. De hecho, el festival es un
componente inescapable de cualquier teoría que ofrezca restaurar el
Regalo al centro del proyecto creativo.
¿Está "salvada” la obra de arte? Sería mejor preguntar si es que la
obra de arte posee una dimensión o función soteriológica. ¿Es la obra de
arte salvadora? ¿Puede redimirme? ¿Y cómo puede hacerlo a menos que
esté liberada de la alienación en una economía festival? El arte nació
libre y en todos lados se halla encadenado — obviamente la "tarea
revolucionaria” del artista consiste no tanto en hacer arte sino en
liberar la obra. De hecho, parece que si deseamos trabajar por la
supresión-y-realización, debemos (¿paradójicamente?) reanimar esa muy
peligrosa visión romántica del artista como rebelde, como
creador-destructor — como revolucionario ocultista. Si la vida creativa
(incluyendo el valor-creación) puede ser llamada "libertad”, entonces el
artista es un profeta (adivino o bardo/vidente) de esta libertad —
justo como Blake creía. Por medio de la ciencia jeroglífica el artista
incrusta, codifica, engloba, expresa, atrae. La obra de arte como
seducción pide ser sobrepasada y seducida a cambio por el brillo de
todos y cada uno — demanda reciprocidad. No la vida como ARTE (que sería
una forma intolerable de dandismo) — sino el arte como Vida.
Al final, ¿puede hacerse algo sobre todo esto en el contexto de la
galería, el museo, la economía de la mercancía? ¿Hay alguna manera de
eludir o subvertir el proceso de recuperación? Posiblemente. Primero,
porque el mundo-de-la-galería ha sido tan devaluado (mayormente porque
es cada vez más aburrido) y por eso se desespera para intentar algo.
Segundo, porque la obra de arte, a pesar de todo, retiene un toque de
magia.
Si nosotros artistas somos forzados (por pobreza, por ejemplo) a
trabajar en el mundo de las galerías, todavía podemos preguntarnos por
la mejor manera de "adelantar la lucha” y hacer verdadera agitprop
espiritual por la causa del caos creativo. NO a través de un elitismo
cada-vez-más-arcano, obviamente. NO a través de Realismo Socialista
crudo y arte manifiestamente "político”. NO a través de una
"transgresión” de culto a la muerte aún-más-mórbida, ni de un
armaggedonismo a la moda. NO a través de hiperconformidad irónica.
Pueden existir muchas posibles estrategias para "aburrir desde
dentro” del Mundo del Arte — pero puedo pensar solo en una que no
involucre cruda destrucción física. Simplemente esto: — Cada obra de
arte puede ser hecha en la forma más transparente posible de acuerdo a
los (siempre-desplegables) principios de la poética utópica y la ciencia
jeroglífica. Cada obra sería una "maquina de seducción” concientemente
ideada o un motor mágico hecho para despertar deseos verdaderos, ira
ante la represión de esos deseos, creencia en la no-imposibilidad de
esos deseos. Algunas obras consistirían en puestas en escena para la
realización del deseo, otras podrían evocar y articular el objeto/sujeto
del deseo, otros podrían cubrir todo en el misterio, mientras que otros
darse completamente translúcidos. La obra de arte debería desatenderse a
sí misma como el icono, fetiche o cosa deseable privilegiada, y en
cambio enfocar la atención en las energías liberadoras. Las obras de
ciertos "artistas de la tierra”, por ejemplo, que transmutan el paisaje
(con los más simples y cuidadosos gestos) en disposiciones utópicas o
fantasías eróticas; las obras de ciertos "artistas de instalación” cuyas
micro-realidades conciernen a la memoria, al deseo, al juego, a todas
las energías del ensueño de la imaginación de Bachelard y su
"psicoanálisis del espacio” — arte de este tipo puede ser mostrado o
documentado en el contexto del Mundo del Arte, en galerías y museos, aún
si su propósito y efecto fuera disolver aquellas estructuras y
"filtrarse” hacia la vida cotidiana, donde dejaría una huella de lo
maravilloso, y una sed por más.
Estrategias similares pueden ser desarrolladas para otras formas de
arte — libros impresos, música o incluso el festival como creación
colectiva. En todo caso creo que el trabajo más efectivo puede ser hecho
fuera de las instituciones del discurso estético, e incluso como
ataques a esas instituciones. De todas formas, deberíamos aprovecharnos
de nuestro acceso al Mundo del Arte y sus privilegios para utilizarlo
como una lanzadera para un asalto a su propia exclusividad, su elitismo
profesionalista, su irrelevancia, su tedio — y su poder.
Las tácticas específicas para esta estrategia insurreccional
permanecen en las manos de artistas individuales y en la virtud o el
poder de sus creaciones. El punto es una generosidad insana, una
donación mayor que cualquier transacción mercantil pueda recuperar, un
regalo libre, sobre y más allá de toda computación. La obra de arte se
transforma en un virus de exceso, una instigación del deseo utópico — un
dispositivo soteriológico. Nada cobra más sentido que los intentos del
Mundo del Arte por demolerse a sí mismo. El propósito, sin embargo, no
es destruir el espacio de la creatividad, sino abrirlo — no despoblarlo,
sino invitar a "todo el mundo”. No queremos irnos; queremos
(finalmente) arribar. Declarar el Jubileo.
NOTAS
1. N. del T. Si bien no queda totalmente claro el sentido del termino
"boho”, podría hacer referencia a la "bohemia”, entendida como la
"onda” del pseudo-artista nocturno, o también a una mezcla entre
"bohemia” y "Soho”, el barrio neoyorquino de galerías de arte. Por lo
mismo, opto por mantener el original.
2. N. del T. Abreviación para el Departamento de Agitación y
Propaganda de la Unión Soviética, actualmente se refiere a cualquier
forma mediática que intente influenciar la opinión pública.
Tomado de : http://caosmosis.acracia.net/?p=15
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