En el Arte y la Ciencia de hoy, el problema de la conciencia está
en primer plano de debate. La ciencia está intentando explicar con
gran esfuerzo el concepto de conciencia obteniendo desiguales
resultados.
Aparentemente se muestra como uno de los problemas más difíciles
de abordar. Para el artista la conciencia es algo más para ser explorado
que explicado, algo para ser trasformado más que entendido, algo
para ser re-enfocado más que expuesto. En lo referente a la experiencia
de la conciencia en sí, no hay nada que conozcamos de manera más
cercana que nuestro propio sentimiento del ser, y no hay nada que
podamos
entender peor que el estado de conciencia en el otro. Puede ser que la
profunda empatía de la mutua atracción, del amor si se quiere,
sea la única vía para traspasar esa frontera, pero ni la
ciencia reduccionista ni el estética posmoderna puede apoyar esta
afirmación.
Afortunadamente hay signos de que la ciencia se está volviendo
más subjetivista y el pesimismo posmoderno puede entonces acompañarla.
No hay dudas de que artistas y científicos comparten la curiosidad
sobre cómo los avances de la alta tecnología pueden ayudar
a la exploración de la mente. Y la alta tecnología, por sí
misma, está llamada a cuestionarse nuestras definiciones de qué
es ser humano y qué debe constituir una conciencia artificial en
las formas de vida artificial emergentes.
+ He introducido recientemente en mi vocabulario el término de
"tecnoética", porque creo que tenemos que reconocer que la tecnología
unida a la mente, la tec-noética, no solo nos posibilita explorar
la conciencia de manera más minuciosa, sino que debe capacitarnos
para la distinción de nuevas formas de conocimiento, nuevas cualidades
mentales, nuevas formas de cognición y percepción (ciberpercepción).
La fórmula no es, en todo caso, nueva. La famosa afirmación
de Gregory Bateson de que la mente es inmanente a todos los sistemas, en
lugar de ser propiedad exclusiva de cosas finitas, definió -en el
contexto de la tecnología- la conciencia como cerebro más
computadora más entorno (1).
+ En mi opinión, no sólo ha llegado el momento en el arte
occidental en el que los artistas han de reconocer la primacía de
la conciencia como contenido y contexto del arte, como sujeto y objeto
de estudio, sino que también se ha de reconocer el origen que las
aspiraciones físicas, espirituales y conceptuales del arte del siglo
veinte han tenido en la construcción de una condición tec-noética.
Sólo necesito señalar los ejemplos de Duchamp, Kandisky,
Klee o Boccioni. Es igualmente claro que el impacto de la tecnología
en la práctica del arte, especialmente la digital y la tecnología
de la comunicación, ha reducido en muchos casos el arte a mero efecto
especial: una suerte de artesanía de la programación o la
fascinación por el efecto fácil ha venido a reemplazar los
valores de la creación de sentido. Viene a la mente el movimiento
liderado por Williams Morris en el xix llamado Artes y Oficios. Sucedió
entonces el mismo proceso de descenso del arte hacia el oficio, en el
cual
la maestría técnica cobró primacía sobre la
autoría de las ideas -con la complacencia de un lujoso mercado amparado
por la pretensión de la conciencia social. La situación presente
adolece -sin lugar dudas, y debido a la fascinación ejercida por
una constante actualización del mercado en la innovación
de productos- de humanización o imaginación por parte de
los artistas, de forma endémica.
Una visión más optimista en lo que concierne al arte
digital en relación con sistemas globales, esto es, con sistemas
en los que el espectador de la obra de arte juega una parte activa en la
evolución y definición de la obra, es, al menos, un fuerte
intento por incluir la mente individual en un extenso campo de
conciencia.
Por esta regla, el empleo del medio telemático no es menos que un
deseo de trascender el pensamiento lineal propiciado por la libre
circulación
de conciencia de las estructuras asociativas. Es entonces cuando para el
artista deviene un imperativo la exploración de todos los aspectos
de la nueva tecnología que debe facilitar al espectador, a través
de la interacción física, la colaboración en la producción
de sentido y la creación de auténtica experiencia artística.
Me gustaría volver a este tema de la interactividad en el arte desde
la óptica que ofrece el emblemático deseo de compartir la
conciencia y la problemática, que aparece en la resolución
de los binomios objeto/proceso y espectador/participante.
+ Pero antes, quisiera hablar de la noción de doble conciencia
y su relación con el arte. Por doble conciencia entiendo el estado
del ser que ofrece acceso, simultáneamente, a dos campos de experiencia
distintos. En términos de la antropología clásica,
así se define el "trance chamánico", en el cual el chamán
o brujo está simultáneamente en el mundo y navegando por
los límites de otros mundos, espacios psíquicos para los
que sólo los preparados a través de mucho ritual físico
y disciplina mental, y ayudados normalmente por "tecnología vegetal",
son autorizados a acceder. En términos post-biológicos, esto
refleja nuestra capacidad para desplazarnos sin esfuerzo a través
de infinitos mundos del ciberespacio, mientras al mismo tiempo nos
acomodamos
a las estructuras del mundo material.
+ Para investigar este aparente paralelismo entre el espacio
chamánico
y el telématico, y la doble conciencia que aparenta formar parte
de ambos campos de experiencia, dediqué tiempo a la inmersión
en sistemas avanzados de realidad virtual y realidad tradicional de una
tribu indígena, en estados de conocimiento tecnológica y
botánicamente inducidos, esto es, bajo el influjo de la planta y
del ordenador, por un lado un extremadamente potente sistema de sistema
de simulación, y por otro una planta particularmente efectiva,
(ayahuasca,
la llamada "el vino del alma"). Mi experiencia con la realidad virtual
fue en localizaciones a ambos extremos de los Estados Unidos, en el
Human
Interface Laboratory de Seattle y en la Universidad de North Carolina en
Chapel Hill. Mi introducción al mundo psíquico fue en pleno
centro de Brasil, con la tribu de los Kuikuru pajes (chamanes) de la
Región
del río Xingu en el Mato Grosso. Mi iniciación fue en el
ritual de la comunidad del Santo Daime en Brasilia.
+ El chamán es uno de los responsables de la conciencia, para
el que la exploración integral de la conciencia es el objeto de
su vida. La conciencia abarca muchos campos. El paje está capacitado
para transitar a través de muchos estratos de la realidad, a través
de diferentes realidades.
En su estado de conocimiento alterado ocupa y experimenta con
entidades
incorpóreas, sucesos y fenómenos de otros mundos. En paralelo
con la tecnología de la ciberpercepción, esto podría
denominarse psi-percepción. En ambos casos es una cuestión
de doble contemplación, viendo al mismo tiempo ambas realidades
internas en la superficie externa del mundo.
+ La doble contemplación y la doble conciencia son relatadas.
En mi experiencia de ingestión de ayahuasca, entré en un
estado de doble conciencia, consciente simultáneamente de mi sensación
familiar del yo y de un estado totalmente separado del ser. Pude moverme
más o menos libremente entre ambos estados.
Algo parecido ocurrió con mi cuerpo. Estaba al mismo tiempo
consciente
de habitar dos cuerpos, la fenomenología familiar de mi propio cuerpo
cubierta por una especie de segundo cuerpo compuesto de una masa de
partículas
multicolores, de un millón de puntos moleculares de luz. Mi campo
visual, mi doble contemplación, alternaba, a mi elección,
entre el espacio coherente de la realidad usual y un universo fractal
compuesto
de miles de repeticiones de la misma imagen, componiendo un túnel
en el espacio por el cual podía voluntariamente pasar con una
aceleración
inusitada. Podía parar en cualquier punto y revisar esos estados,
moviéndome dentro y fuera de ellos a mi antojo.
+ Creo que el indio paje busca una equivalencia en este proceso
con
sus propios cambios de conciencia, y de esta manera alienta a otros al
uso de la planta en el ritual, estrictamente para proveer en su estado
de experiencia consciente una simulación de la verdadera experiencia
psíquica que experimentó por sí mismo, capacitando
a su comunidad obtener cierto conocimiento del estado chamánico
que experimenta él mismo, y que a ellos -por su carencia de
entrenamiento
y dedicación- les está negado. Mientras que el chamán
usa la planta de manera instrumental, entre los Kuikuru esto no es así.
La planta es usada en el proceso, reportando gran malestar y dolor
físico
durante un largo período de preparación, una etapa pasada
en absoluto aislamiento el cual ningún otro miembro puede intervenir.
+ En el otro extremo, los chamanes del Amazonas norte no solo
acrecientan
su psi-percepción con la ingestión de ayahuasca en dosis
regulares, sino que su cultura, por adopción, ha acrecentado una
práctica ritual conocida como Santo Daime, extendida a casi todas
las partes de Brasil, e incluso las zonas urbanas y metropolitanas.
Añadido
al rito de ingestión de ayahuasca, Santo Daime posee sus propios
código sociales y arquitectónicos. El diseño de los
edificios que acogen el ritual, el orden que adoptan los participantes
en el espacio ritual, la estructura rítmica de la música,
la densidad del incienso, la insistencia repetitiva en el entonado de
frases,
interrumpidos por largos periodos de silencio absoluto, la demanda
recurrente
a sentarse o levantarse, uno está inducido según su propia
inclinación a entrar o salir del nuevo campo de conocimiento que
la ceremonia de ingestón conjunta propicia, guiando al conocimiento
a fluctuar entre dos realidades. Esto, por supuesto, plantea la cuestión
de la manera en que son construidas realidades en determinados
protocolos
y condiciones de control, y deja sin responder la pregunta de dónde
o como, o si efectivamente, un territorio de realidad debe ser
identificado
o enunciado como existente.
+ Phillipe Descola escribió elocuentemente acerca de su
experiencia
en este contexto: "La separación con la que estoy viviendo a través
de esta experiencia está incrementada por la sensación de
una doble conciencia del mundo. Soy un benevolente espectador
presenciando
mi propio delirio, observando cambios en mi sensibilidad, objetos de mi
curiosidad tanto como eventos externos. Esto no es tanto una disociación
de lo físico y lo mental (si tal cosa fuera posible fuera de la
metafísica Cartesiana), sino una acordada fragmentación del
cuerpo en la cual cada elemento se convierte en autónomo y aparenta
estar dotado de inteligencia propia, ofreciendo distintos puntos de
vista
de la desmembrada composición de la cual ha emergido" (2)
+ Esta inmersión en un entorno controlado -afectando a la visión,
tacto, gusto, olfato y oído respectivamente- confiere a la mente
la capacidad de inducir y crear nuevas estructuras conceptuales y
sensoriales
(en jerga filosófica, nuevos "qualia"), mientras al mismo tiempo
le ofrece la libertad de una vertiente de experiencia visionaria o de
regresar
al "normal" campo de experiencia. Todo ello es reflejado extensamente en
nuestras aspiraciones artísticas que usan tecnología digital,
como por ejemplo Realidad Virtual, Hipermedia, instalaciones multimedia
y su superposición de esquemas cognitivos en situaciones del mundo
real, provocando el rápido desarrollo del campo de la Realidad Aumentada
(3).
En ambos casos hay una especie de simulacro del mandato Sufí
para estar simultáneamente en este mundo sin estarlo. Sin embargo,
el contexto original de esta frase es más enfáticamente espiritual
que lo que probablemente muchos artistas pueden reconocer. Aquí
la tecnología juega un papel importante en la experiencia de la
"doble conciencia", justamente como claramente integral a nuestra
facultad
emergente de ciberpercepción y doble contemplación. Esto
es así si, a través de nuestro arte bio-telemático,
estamos tejiendo lo que denomino un "web chamántico", a la vez chamánico
y semántico, la navegación de la conciencia y la construcción
de significado.
+ Históricamente, nuestro mandato en el mundo material no nos
ha dejado más opción que el mantenimiento de mundos de doble
conciencia en separadas y distintas categorías, como "lo real",
lo imaginario, lo espiritual. El advenimiento de las ciencias de la
llamada
"Vida Artificial", en las cuales incluyo ambos, "lo seco" (pixel) y "lo
húmedo (moléculas), organismos artificiales y la enorme perspectiva
de la nanotecnología, apuntan la posibilidad de erosión de
los límites entre estados mentales, entre concepción y construcción,
entre la internalización y la realización de nuestros deseos,
sueños y necesidades de nuestra existencia cotidiana. Déjenme
ofrecerles un ejemplo fundamentado en nuestra cibepercepción de
la materia a nivel atómico. El Túnel de Escaneo Microscópico
(STM) no sólo nos posibilita la visión material a este nivel,
sino la imagen individual de un sólo átomo. Sin embargo la
significación real de este proceso no concluye aquí. No solo
podemos seleccionar focalizar átomos individuales, sino que podemos
construir desde el principio estructuras atómicas a nuestro albedrío
(4) .
+ Esto significa que, en un amplio sentido, la prótesis de la
visión puede ser , y al mismo tiempo, instrumental para la construcción
que para la visualización. Ver a través del ojo mental es
realizar
en el mundo material. Los mundos de la doble conciencia sobrevienen como
lo que es en proceso de la doble contemplación, trasformándose
en separaciones menos distintivas. Lo inmaterial y lo material pierden
su distinción categórica. La ciberpercepción es mucho
más activa y constructiva así como receptiva y reflexiva.
Como esta clase de doble tecnología desarrolla, y lo hace a una
velocidad muy acelerada, los artistas, no menos que los filósofos
y los neurocientíficos, deben incrementar y apuntar su atención
a lo que llamaría "Tecno-qualia", un nuevo y enorme repertorio de
sentidos y una nueva manera de relacionarse con las herramientas, la
mirada
y la construcción.
+ Permítanme regresar de nuevo a la cuestión de del Arte
Interactivo. Aquí, sumándose a la problemática de
la doble conciencia y la doble contemplación, debemos confrontar
la idea del doble observador de la obra de arte. La observación
del Arte Interactivo precisa cierto grado de requerimiento por parte del
observador que no es característica de otras formas de arte. Sabemos
ser, en caso necesario, observadores activos, pero sin interacción
entre el espectador y el trabajo, la obra no puede ser nombrada como
existente.
Esto es porque está concebida no como objeto contenedor de significado,
sino como un sistema que genera sentido más allá de la interacción
del observador. Así, esto no es una simple cuestión de observador
en un mundo copioso, ni el caso especial de un observador de eventos
cuánticos,
(en los cuales el mero acto de observar puede observar al un estado
cuántico),
sino algo muy particular en estas formas de arte que están investidas
del potencial evolutivo, transformador de los sistemas hipermediales y
digitales. Quiero elevar la cuestión del doble observador en este
punto, porque hasta ahora ha prevalecido una más que simplista visión
del status del arte interactivo.
+ En la creación y presentación del Arte Interactivo ha
estado siempre implícita la presencia de un observador fantasmagórico:
el observador que está viendo al observador participando en el proceso
interactivo. Esto significa que es el observador interactivo el que
interpreta
de manera inevitable el papel de intérprete (performer), interpretando
para una audiencia implícita en un sistema que normalmente incluye
su interacción. El hecho de que la audiencia o el observador no
puedan actualmente estar presentes en un determinado tiempo y en una
determinada
interpretación carece de relevancia. La razón es que el Arte
Interactivo intenta encontrar su lugar en la galería de arte, y
los museos de arte intentan incluir el Arte Interactivo dentro de su
repertorio.
De esta manera, contemplación, inspiración, meditación,
reflexión y especulación, todo lo que necesita de un flujo
personal de tiempo (si no de un completo espacio privado), está
sujeto a la sensación de cierta ejecución o interpretación
pública, un flujo de interacciones con el trabajo escenificado y
enmarcado. Resumiendo, en muchos trabajos de arte interactivo, el
espectador
está en un show, como lo que se exhibe, como trabajo en sí.
El arte deviene puro espectáculo y el artista dramaturgo. Esto no
quiere decir que no haya debate actual acerca de la clase de entorno en
la que los trabajos de arte interactivo deben ser mejor localizados o
que
ninguna pregunta seria subyace sobre los aspectos públicos/privados
de este género. Ciertamente, nuevas clases de espacios, específicamente
diseñados para dirigir estos asuntos han abierto recientemente,
- en Tokio el NTT Intercomunication Center (5),
, y en Linz, el Ars Electrónica Center (6)
son buenos ejemplos de ello. Efectivamente, a medida que nos damos
cuenta
más y más del lugar dominante del principio tecnoético
de cada trabajo, y de su tránsito actual de arte inmaterial a su
re-materialización en vida artificial, con todas las cuestiones
acerca de la conciencia artificial que esto implica, podemos esperar que
el lugar y la manera de nuestra interacción se va a transformar
de modo si cabe más importante.
+ Por el momento, por su estructura, emplazamiento y presentación
(que tradicionalmente es en un museo tradicional o espacio galerístico),
la obra de arte interactiva presupone, a pesar de sí misma, una
audiencia de observadores más o menos pasiva, como mucho propone
una participación unipersonal en su interacción de final-abierto
con su interfaz. En este sentido el sistema total que incluye al
observador,
por mucho que sea un proceso dinámico, está actualmente encarcelado
dentro del estado que desprecia -puro objeto -, envoltorio agrupado en
el espacio y en el tiempo para ser visto por un segundo espectador. Esto
genera una dicotomía entre la aspiración a través
de la evolución de los significados de final-abierto y la clausura
de un marco de conciencia autónoma, una contradicción que
necesita el desprendimiento del segundo observador y de la audiencia
fantasmagórica
o parasitaria del canon de la obra interactiva. El mito del arte
interactivo
ha sido que la interacción del observador opera, como si de un vacío
social se tratase, uno a uno con la obra, oculto, inobservado,
inexpuesto.
Raramente es diseñado teniendo en cuenta abiertamente al segundo
observador. Pero esta implícita audiencia es lo que en efecto condena
a la obra a su clausura semántica (7)
. El mito confuso, si no actualmente oscuro, la dicotomía entre
la aspiración de la evolución de los significados a través
de sistemas de final-abierto y la clausura de entornos autónomos
de conocimiento. Con la misma e inherente contradicción, el arte
moderno, anhelante por reflejar, si no por comprometerse con las fuerzas
vitales, fue depositado en un espacio autónomo, el vacío
de un cubo blanco, la galería, desconectada de la complejidad de
la vida.
+ Aquí, por la vía del contraste, la tradición
chamánica puede ser útilmente invocada. Toda la actividad
del paje, aquella que interactúa con la producción de imaginario,
danza, cántico, creación musical, es performativa pero no
es entendida como una interpretación pública. La audiencia
no es buscada o implicada. El comportamiento es complejo, a veces la
repetición
de viejas rutinas, a veces espontáneas, normalmente innovadoras
y creativas. Pero nunca es interpretado por una audiencia, actual o
implícita.
Incluso no hay audiencia que desprecie el hecho cotidiano de que la
actividad
doméstica es ruidosamente interpretada alrededor de un espacio ritual.
Nadie observará o esperará ver que es lo que se está
poniendo en escena. Algunas actividades , especialmente el sonido de las
flautas, tiene lugar en la casa de los huéspedes masculinos en al
que las mujeres y los niños les está negado acceder. No,
esta no es una interpretación pública sino una representación
espiritual que supone la estructuración y reestructuración
de las fuerzas psíquicas. Pintar el cuerpo elaboradamente, golpear
el suelo repetidamente, agitar las maracas, sonar los tambores, circular
en círculo, desplazarse adelante y atrás al unísono,
es invocar a esas fuerzas, conjurar a las energías ocultas. La obra
puede ser instrumental en el plano del conocimiento, pero no en su modo
de interpretación.
+ Esta perspectiva, aunque vista con gran distancia desde nuestra
actual
cultura hipermediática, puede ser valiosa en nuestra consideración
de la función de la obra de arte interactiva, evitando así
al doble observador y a la audiencia fantasmagórica. Arte es una
representación espiritual que implica nivel de interacción
íntima entre el sistema que constituye la obra de arte, un arte
sin audiencia en su nodo representacional. Esquivando al voyeur pasivo,
al tradicional espectador de la galería, esta estética tecnoética
se dirige a una clase de intimidad general, cercana a la escala
planetaria.
+ Al mismo tiempo, en estas recurrentes y complejas estructuras
rituales
de comportamiento que el ritual chamánico engendra, hay una evidencia
de que no responsabilidad, de no maestrazgo ceremonial ni de supremo
director
del evento. Hay una simple conciencia de completo engranaje, una
conciencia
que es casi inmanentemente palpable. Esta misma ausencia de "controlador
global", está construcción cimentaría de los eventos,
esta inmanencia de mente, la empezamos a observar en los artistas que
trabajan
para la red, dentro de la Web, engendrando una especie de conciencia
telemática.
Aquí tampoco hay audiencia, estás simultáneamente
en la red como una parte del proceso interactivo o estás en ningún
lugar, ningún lugar desde donde la actividad en la red puede ser
"observada". Ver es participar. No cabe la observación pasiva.
Igualmente,
debemos encontrar, como arte re-materializado en conjunción con
la tecnología de vida artificial, que los principios del crecimiento
y formación continuarán apelando a nuestra estética
post-biológica. Hace cincuenta años desde que Pitts y McCulloch
mostraron como "el organismo puede ser comprometido a una acción
de conjunto por una población de neuronas ninguna de las cuales
tiene información global acerca de que acción es la apropiada."
describiendo la "...[biológica] red en la cual no hay neurona ejecutiva
que decide en que dirección se comporta el conjunto del sistema:
mejor dicho, la dinámica de los efectores, con la asistencia de
las interacciones neuronales, extraen la trayectoria de de una población
de neuronas, ninguna de las cuales tiene más que información
local acerca de la manera en que un sistema debe comportarse" (8).
Más
recientemente, en su argumentación para la Vida Artificial,
Christofer Langton ha descrito como "vida emergente" fuera de
interacciones
organizadas de un gran número de moléculas no vivientes,
sin un control global de comportamiento para cada una de las partes"(9).
Y
esto es justamente cierto al mismo tiempo que la cultura telemática
implica comunicación a distancia y un imposible distanciamiento
de su arte, así la húmeda materialización de arte
en la cultura post-biológica será la integración simbiótica
con nuestra propia biología preferiblemente a la emergencia de un
entramado de entidades discretas.
+ Así pues, ¿cuál es papel que juega el artista
en un arte que incrementa su contenido y significado como creado fuera
de la interacción y negociación del espectador? Un arte que
es inestable, en flujo cambiante, un arte con vida paralela, no a través
de representación o narrativa, sino en su proceso de emergencia,
incertidumbre y transformación que favorece la ontología
del porvenir más que la aserción del ser, un arte moviéndose
a través de re-materialización postbiológica, un arte
de representación, sin audiencia. Un arte íntimo, flujo libre
resultante de la interacción de entre espectadores participantes
dentro de las redes de transformación. Un arte, en resumen, que
reencuadra el conocimiento, articulado como instrumento físico,
explora los misterios de la mente.
+ Estas son las cuestiones que nos ocuparán el próximo
siglo y son las preguntas que los artistas están empezando a preguntarse
en el margen de la estética tecnoética. Una respuesta puede
ser encontrada en el pasado más profundo, en remotas partes del
planeta, o simplemente dentro de la doble conciencia a la cual tenemos
acceso. Puede ser encontrada en el papel del chamán, re-contextualizando
en la bio-telemática cultura pero reafirmando su capacidad para
la creación, navegación y distribución de opinión.
Puede ser como el conservador que emerge de la complejidad de
interacciones
de la red o del proceso auto-ensamblador de la vida artificial. Lo que
fuera en cada caso, una idea parece cierta, el principio tecnoético
puede ser el centro del arte como desarrollo, y la conciencia en todas
sus formas el campo de sus revelaciones.
1. Bateson,
G. Steps to an Ecology of Mind (San
Francisco: Chandler Press, 1972).
2.
Descola, P. Trans. Janet Lloyd. The Spears of
Twilight: life and Death in the Amazon Jungle (New York: Harper Collins,
1996), p.208.
3. Ver
por ejemplo: http://www.cs.unc.edu/Research/stc/predictive_tracking_html/azuma_AR.html
4. Un
aspecto de este proceso puede ser visto en
el website de IBM.
5. Ver http://www.ntticc.or.jp/.
6. Ver http://www.aec.at.
7.
Debemos distinguir entre interactividad cerrada
y abierta. En sistemas cerrados, la interacción se da entre el
espectador
y una base de datos. Si la base es suficientemente amplia, o si los
caminos
para recorrerla suficientemente tortuosos, el espectador puede hacerse
la ilusión de estar en un sistema abierto. Lo que no deja de ser
un trompe l'oeil navegacional. Opera dentro de una estética de clausura,
pero proclama una estética de emergencia. En un segundo nivel, todo
sistema es un sistema abierto, es una cuestion de interactividad de
mente
a mente. Este proceso sin duda incorporará un acceso hacia los datos
almacenados y admitirá un acceso a la más amplia web
8.
Pitts, W. H. and McCulloch, W. S. How we know
universals: the perception of auditory and visual forms (Bulletin of
Mathematical
Biophysics, 9, 1947), pp. 127-47.
9.
Langton, C.G., ed. Artificial Life (New York:
Addison-Wesley, 1989).
Tomado de: http://aleph-arts.org/pens/index.htm
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