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GLOBALIZACIÓN: TODA LA BASURA EN UNA SOLA PALABRA


Václav Belohradsky, Universidad de Trieste







Umberto Eco decía lo siguiente acerca del famoso humorista italiano Achille Campanile: "él nos enseña cómo quedamos atrapados en la maraña del lenguaje con el que se nos habla”. En su Manual de Conversación, Campanile nos cuenta la historia de un tal profesor Codaro que puso un anuncio en la

La Primera Tétrada: De cómo las personas se convirtieron en los Custodios de la Tierra

En el prólogo de la traducción checa del libro de James E. Lovelock Las edades de Gaia: una biografía de nuestra tierra viva, leemos que "el concepto de crecimiento sostenido perfila un triste futuro para aquellos que toman de la Tierra más de lo que ésta puede darles. Gaia nos advierte que si tomamos demasiado de ella, estamos colocando una carga de responsabilidad sobre nuestros hijos, que también tendrán que convertirse en los custodios de la tierra. Basta con imaginar que dependemos de los acuerdos a los que llegan las facciones tribales en las que la raza humana está dividida hoy en día, no sólo con respecto a lo que comemos y dónde vivimos, sino con respecto a cada soplo de aire fresco que hoy en día es gratis y lo damos por supuesto”.

La globalización quiere decir que esta responsabilidad ya se ha impuesto en la raza humana. Todos estamos ya condenados a ser los custodios de la Tierra. Los huracanes y los terremotos, las inundaciones y la desertización pueden verse en el panorama que nos han creado nuestros satélites y por lo tanto son obra nuestra. No podemos observarlos con neutralidad, somos responsables de ellos. La humanidad está ahora condenada a encontrar la manera de llegar a un acuerdo que garantice un soplo de aire fresco para cada persona de esta Tierra. La poética del género literario conocido como "activismo ecológico” consiste en revelar el tenue fondo de la Naturaleza detrás de la luminosa figura del poder tecnológico, Naturaleza que al morir se defiende a sí misma. La tensión entre esta figura y su fondo constituye el contexto más apropiado para el imparable crecimiento del Crecimiento que es la esencia de la civilización industrial. Debemos pagar por el aumento del poder tecnológico sobre la Naturaleza convirtiéndonos en los custodios de la Tierra, con el fin de oponernos al ataque depredador al biosistema, para impedir que se siga saqueando el contexto al que los humanos irrevocablemente pertenecemos.

La noción de "externalidad” se encuentra en el centro de la economía y la política global e indica el impacto global que tienen las acciones de un grupo local de personas, las repercusiones que conllevan sus acciones en todos los mundos vitales humanos (y no humanos). El mercado no puede compensar los efectos causados por las externalidades debido a su coste incalculable, del mismo modo que las consecuencias de los cambios climáticos en diferentes zonas de la Tierra que se han inflingido a tantas personas desconocidas, no se pueden incluir en el precio de las mercancías y convertirlas en compensaciones obligatorias. Las "externalidades” son el resultado de nuestra incapacidad para percibir el conflicto entre el impacto global de nuestras acciones en el entorno tecnológico y los puntos de vista locales, que nos imponen nuestros paradigmas políticos y económicos, estrechos de miras y planificados a corto plazo.

La política es cada vez más una lucha por controlar las "externalidades”, para cercarlas detrás de un muro o una valla de alambre de espino. El muro de Neštemice, un suburbio de la ciudad checa de Usti nad Labem, que se construyó para eliminar el ruido que hacían los gitanos en una zona residencial de clase media tranquila y elegante, estaba destinado a acallar los sonidos que nos llegan de mundos vitales humanos alternativos. ¿Cuántos muros como ése se están construyendo hoy en día y cuántos otros lugares existen donde la gente sueña con ellos? Toda la naturaleza se ha convertido en una externalidad que frustra nuestros planes. ¿Se la puede cercar o vallar con alambre de espino?

La intensificación del conocimiento de las externalidades, que es la característica cultural decisiva de la globalización postmoderna, es el resultado de un acontecimiento decisivo: del acceso de las masas a las fotografías de la Tierra captadas por satélites. Visto desde esta perspectiva planetaria, los humanos parecen simplemente un elemento transitorio de una frágil biosfera, sujetos a un imperativo categórico de solidaridad con todos los seres vivos del planeta Tierra. Tal perspectiva hace obsoleta la idea de una mercancía privada.

Desde el momento en que todos podemos ver desde un satélite, el individualismo y la competitividad para enriquecerse personalmente se vuelven obsoletos, y en su lugar prevalece la conciencia de totalidad, la idea de un bien común, de lo común global, de la necesidad de actuar juntos en cuanto que humanidad. Sólo los "locos racionales” continúan creyendo en los bienes privados y en su interminable intercambio. La filosofía de la protección medioambiental se está desarrollando rápidamente en un discurso que está redefiniendo en el nombre de la bio-solidaridad todos los valores de la civilización industrial, todos los ejes imperativos que se han desarrollado a partir de la creencia cristiana en el papel especial desempeñado por el hombre (blanco) en la Tierra. La bio-solidaridad no puede reconciliarse con la idea antropocéntrica de que las metas del Homo Sapiens son excepcionales y de que ello les permite gozar de un orden completamente diferente al del resto de los seres vivientes de este planeta. En la última lección de su vida, el filósofo de la comunicación y psicólogo americano Gregory Bateson, opuso la lógica occidental basada en el silogismo aristotélico "los hombres mueren, Sócrates es un hombre, luego Sócrates morirá” y enunció un silogismo de locos al que llamó silogismo de la hierba. Dice así: "la hierba muere, la gente muere, luego la gente es hierba”. Para mí, este silogismo podría encontrarse en la base de una forma de pensar de la bio-solidaridad. La bio-solidaridad otorga una nueva relevancia al animismo, al totemismo, al piercing corporal, a las religiones orientales, al Budismo, al panteísmo y socava la cortina de hierro que el colonialismo construyó entre los salvajes y la gente civilizada.

Lo contrario a la ecología, a esta perspectiva planetaria de los seres humanos, es ese leve antihumanismo y esa limitación radical de las libertades individuales, en los que puede degenerar según opina el filósofo liberal francés Luc Ferry "el nuevo orden ecológico de la Tierra”. ¿Son los seres humanos de la civilización industrial tan sólo parásitos peligrosos de este planeta? ¿Dónde comienza y dónde termina mi derecho a vivir cuando todo lo que hago se convierte en una externalidad para una u otra criatura viva de este planeta?

Segunda Tétrada: De cómo la diferencia entre la cueva de las sombras y el mundo exterior se convirtió en una fábula.

Una exposición en la Galería de Arte Moderno de Viena incluía, entre otros objetos, un montón de copias del periódico austriaco Der Standard . Cuando me marchaba de la exposición, un vigilante me paró y de manera oficiosa me quitó la copia de Der Standard que yo había comprado en el Südbahnhof esa mañana y lo tiró al montón. ¿Cuándo se convirtió mi periódico en parte de una obra de arte? Quizás así es como se había formado ese montón de periódicos, ésa era la intención del artista y lo que había pasado es que yo no me había dado cuenta.

Cuando visité la Galería Nacional Checa en el Palacio Veletržní después de que la colección de arte moderno se hubiera transladado allí, me atrajo nada más llegar un pequeño espacio acordonado en la planta baja, en medio del cual había un cubo rojo en el que caía agua del techo a un ritmo constante. Yo no era el único que se paraba a contemplarlo y parece ser que había una incertidumbre general sobre si formaba o no parte de la colección. Hay muchas versiones sobre la historia de una mujer que visitó el Museo Guggenheim de Nueva York durante una huelga, cuando todos los cuadros estaban cubiertos por lienzos negros y declaró que había sido la mayor experiencia artística que había tenido ese año. ¿Tenía razón?

¿Cómo, cuándo, dónde y quién debe instalar un cubo rojo para que se convierta en una obra de arte? La frase "esto no es una pipa” sobre una pipa pintada, un montón de ositos de peluche, los videoclips de automóviles girando a gran velocidad que se vieron en un monitor colocado sobre un montón de neumáticos en la última Bienal de Venecia, representan el arte visto como la desmitificación del sentido. El sentido no es una propiedad definitiva de los signos, que los convertiría en intercambiables con la realidad, no hay ninguna mina de oro que garantice la convertibilidad de los signos en realidad. Cada signo apunta a otros signos y la palabra "realidad” se utiliza para referirse a los signos privilegiados por el Poder. La razón de que suceda esto sobre un conjunto de signos se debe generalmente a la voluntad de poder y al egocentrismo, pero también puede deberse a la ansiedad, a la falsa conciencia, a la inercia de la costumbre, a la pereza, al eurocentrismo. El arte desmitifica el sentido al obligarnos a manifestar las razones por las que ciertos signos se privilegian para ser vistos como "realidad”. Pero esas razones no existen.

En la introducción a su libro El Nacimiento de la Forma Viva del biólogo Anton Markoš, Praga 1999, el autor escribe: "existe una tensión en la biología contemporánea que deriva del dualismo inscripción-forma. La información de un organismo puede ser de dos tipos. Puede conservarse como una inscripción, a la manera de una secuencia lineal de signos que codifica instrucciones, programas, pero también puede tomar la estructura de una forma viva”. En sus consideraciones sobre la vida, los biólogos se ven implicados en el argumento de una antigua narrativa: durante más de dos mil años, los filósofos han creído que detrás de la forma podemos percibir que hay una idea, un logos, una razón, una inscripción que es la oculta realidad de todo pero que sólo puede ser entendida a través de la razón. El único aspecto radicalmente nuevo consiste en que no podemos "rescribir” esta inscripción para que se ajuste a nuestros intereses estratégicos, subordinando, así, las formas vivas a nuestro poder de planificación. Las ideas de Platón iban dirigidas a reconciliarnos con la última estructura de la realidad, mientras que el ADN nos invita a rescribir la forma que nos ha sido asignada. ¿Y es en realidad el verbo "asignar” el apropiado para ser utilizado aquí?

La reescritura del ADN de las manzanas, los eucaliptos y las naranjas ya está en uso, para asegurar mayores beneficios a las multinacionales agroalimentarias. ¿Cuándo comenzará a utilizarse sobre nuestras capacidades, distribuidas todas de forma caprichosa y en las que apenas se puede confiar?

¿Es la forma viva el significado de la inscripción del ADN? ¿Es la relación entre "la secuencia lineal de signos que codifican la información” y "la forma viva”, del mismo orden que la existente entre el signo y su significado o entre la imaginación y la realidad? ¿Deberían los teólogos reinterpretar la Creación en términos de una "inscripción primaria”? Durante milenios hemos considerado que la forma viva era la realidad más que la inscripción, pero esto se ha debido exclusivamente a razones históricas, dados los límites histórico-prácticos de nuestro conocimiento. ¿Rescribirá el poderoso clan cristiano su famosa historia del juicio final y de la resurrección al estilo de Parque Jurásico?

Al principio del siglo XX, en una de las tortuosas calles del casco antiguo de Praga, Franz Kafka se encontró con uno de los guardianes de la Catedral que alberga las inscripciones que son la base sobre la que el poder nos juzga y que no comprendemos: los archivos policiales, los archivos escolares, los restos que hemos dejado en lugares olvidados, los documentos que prueban nuestra identidad. Hoy en día es posible encontrarnos con tales guardianes por todas partes.

En la era de la globalización postmoderna, no podemos seguir engañándonos y pensar que podemos escapar de la interacción de los signos con respecto a la realidad, pero sólo para escapar a una interacción de signos diferente. El significado de ciertas afirmaciones son otras afirmaciones y los signos están proliferando desproporcionadamente, mientras que la realidad se está convirtiendo en algo más infrecuente, ya que no existe ninguna institución que tenga el poder de forzarnos a todos nosotros a aceptar la prioridad de ciertos conjuntos de signos como los mitos de una sola palabra garantizados por el Estado (la Iglesia, la Ciencia, el Partido) y capaces de transformar estos signos en energía social. La famosa alegoría de la cueva de las sombras de Platón, de la que debemos pasar a la luz para ver el verdadero significado de las palabras, es un perfecto resumen del concepto de signos como "vales” que garantizan nuestro acceso a la visión de la realidad. Esta fábula sobre la diferencia de lo interno (la oscuridad y las sombras) y lo externo (la luz y la realidad) es un mito fundacional de Occidente: el Cristianismo, la Ilustración, el dominio tecnológico sobre la Naturaleza, el colonialismo, el holocausto, la energía nuclear y el automatismo destructivo del crecimiento económico. Todos ellos constituyen tan sólo variantes de esa fábula.

La globalización postmoderna de la sociedad, que está intensificando nuestra conciencia de que no hay manera de escapar de la infinita red de signos, está dejando obsoletos esos géneros de comunicación en los que el lenguaje se concibe como moneda que puede ser transformada en una cantidad dada de realidad a un precio establecido legalmente garantizado, llamando al precio "objetividad”. Los grandes Bancos Mundiales de significado, la iglesia, el estado, la ciencia, la OTAN, la Unión Europea, se han quemado de tanto aparecer; los hechos objetivos y otros tesoros que en el pasado se creía que iban a garantizar la convertibilidad de los signos en realidad, ahora se perciben simplemente como una leyenda. El grado cero del lenguaje en el que los significados de las palabras no quedarían distorsionados por intereses especiales, el conocimiento objetivo, es sólo una engañosa historia que los blancos Conquistadores de tierras lejanas, el Dominador, el Portador de la civilización a los salvajes han esparcido a través de los continentes del mundo. Cada teoría, cada imagen, cada forma viva, cada inscripción, cada huella, cada signo, cada descripción del mundo, cada historia acarrea una convicción por su poética, no porque nos muestre la verdad objetiva.

La conciencia de que cada acto de un juez, cada norma y todo el conocimiento expresan los prejuicios e intereses de un "nosotros” histórico otorga relevancia al concepto de justicia concebido no como la aplicación de leyes universales por parte de jueces neutrales sobre la base de un resumen objetivo de los hechos, sino como la "sabiduría”, que está mejor expresada en la ética filosófica de Emmanuel Levinas. En su concepción, la frágil "cara del otro hombre” no puede nunca subordinarse al punto de vista de la totalidad sin que nos remuerda la conciencia. La fragilidad de "la otra cara” es más importante que la verdad, no podemos ignorar este hecho para definir lo que queda como "la verdad objetiva”. No podemos borrar la radical responsabilidad que la fragilidad de la cara de otro hombre imprime en nosotros como "mero subjetivismo o sentimentalismo”. Cada persona tiene una absoluta responsabilidad hacia la cara del otro, no hacia los principios universales abstractos de una verdad objetiva. Incluso la naturaleza tiene su cara frágil y mortal de la que somos responsables. El totalitarismo del siglo XX fue el producto de una pseudo escala de valores del sistema económico-administrativo, que tiende a elevar la indiferencia hacia los otros en una norma suprema de racionalidad y en una condición para su eficaz funcionamiento.

Lo contrario de esta intensa desmitificación del significado es el final de la época de las masas unificadas por la fe en una nueva y finalmente emancipadora definición de la realidad. El agotamiento de los Bancos Mundiales de significado ha colapsado el sistema de educación unificado del estado nación: los institutos, las universidades, la historia nacional concebidos como la historia de la lengua y la literatura. El síntoma de esto lo encontramos en la lucha ampliamente extendida de todas las minorías por el derecho a vivir según su propia visión del mundo. Lo opuesto a esta intensificación de la pluralidad es la falta de poder político y la debilidad social del nuevo proletariado: los intelectuales confinados a su lengua nativa, a la educación en las humanidades, a la literatura y así, al estado nación.


Traducción: María José Belbel Bullejos

Agradecimientos: Azucena Vieites, María Unceta y Pilar Vázquez


Para leer el artículo completo:

                                           http://www.brumaria.net/textos/vaclavbelohradsky.htm

Tomado de: BRUMARIA

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