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13.58
HENRI-FANTIN LATOUR


por Joaquín lledó





Henry Fantin  La Tour, Lecture



Sencillez preñada de misterio. Una y otra vez se ha dicho que una de las principales virtudes de Fantin-Latour era la de haber sabido reflejar los espacios íntimos, pero revelando en estos espacios lo que en ellos es en definitiva lo esencial, es decir, ser lugares en los que la conciencia se cierra a la banalidad del trasiego mundano para abrirse a la espiritualidad.
"Cada uno de sus lienzos es un acto de conciencia. Resulta especialmente notable cuando pinta las figuras en su ambiente, cuando les confiere una vida cálida y dócil", decía por ejemplo Émile Zola, que aseguraba que "Sólo a través de la sutileza, la dulzura, la tranquilidad y la profundidad de los sentimientos íntimos se puede disfrutar de las creaciones de Fantin-Latour".
Y hablando también de los vínculos espirituales que unen las almas en su soledad, el gran historiador del arte Henri Focillon decía que en la obra de Fantin-Latour se hacía evidente que el pintor "desea que del ser humano, captado en sus quehaceres cotidianos, con sus ropas de todos los días, se eleve esa especie de música silenciosa que no se define ni con el sentimiento ni con las ideas, mucho menos con las palabras, pero que constituye la resonancia de su humanidad".

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Soledad fecunda. Fecunda, porque la intimidad es el espacio privilegiado para la enriquecedora introspección, evidentemente a la búsqueda de la propia verdad espiritual, pero también en busca de las razones de la pintura, de esa última verdad que siempre huye más allá de cada nueva pincelada con la que el artista intenta reflejar, no sólo lo que ve, sino también lo que siente ante el sujeto o el objeto que intenta atrapar en su lienzo. Introspección que se hace evidente en el cerca de medio centenar de pinturas, dibujos y grabados con su autorretrato que el artista realizó a lo largo de su vida (el primero que se conserva es de 1853, cuando Fantin-Latour sólo tenía diecisiete años). Pero fecunda también, porque es en esa soledad donde el artista teje sus vínculos de verdadera amistad con aquellos que  considera sus iguales. Pues no hay que olvidar que es al solitario Fantin-Latour a quien debemos algunos de los más logrados retratos de grupo de toda la historia de la pintura.
Léonce Bénédite, el primer biógrafo de Fantin-Latour, describía ese "pequeño y modesto grupo de observadores silenciosos de la vida, amantes de la buena pintura, muy independientes respecto a sus contemporáneos, pero respetuosos con los maestros del pasado. Se les denomina los realistas... En ese entorno tan singular de artistas profundamente originales, destaca apaciblemente, en una especie de penumbra cálida y discreta, la figura orgullosa y ensoñadora de Fantin-Latour. He afirmado que Fantin-Latour proviene del romanticismo. No será él quien se lamente. De naturaleza exaltada, aunque contenida, tenía la necesidad no sólo de revivir el apasionante espectáculo de la vida de los seres y los objetos, sino también de buscar en esos seres concretos -que tanto se esmeraba por capturar en el pálpito del aire y de la luz- lo que había en ellos de noble, de creador, de genial, de divino". En definitiva, como decía con acierto Vincent Pomarède, el comisario de la reciente exposición dedicada a Fantin-Latour, "La dicotomía fundadora y permanente en la obra de Fantin -que siempre deseó de manera ambivalente, aunque sin contradicción, conseguir un equilibrio entre sueño y realidad, entre el mundo tangible y el universo de los sentimientos-, le conduciría inevitablemente hacia búsquedas pictóricas y corrientes estéticas de muy diversa índole. Surgido del Romanticismo, participe de manera activa, aunque prudente, de las desavenencias que enfrentaron a los pintores de la vida moderna y habiendo frecuentado tanto a los realistas de la década de 1860 como a los impresionistas de 1870, Fantin no dudaría en acercarse a los primeros partidarios del simbolismo en torno a 1880".

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En realidad las primeras obras de inspiración simbólica aparecen ya en la literatura algunos años antes. En 1857 se publican Las flores del mal de Charles Baudelaire y muy poco después aparecen los poemas de Paul Verlaine y Arthur Rimbaud (todos ellos representados en los retratos de grupo de Fantin, Homenaje a Delacroix, de 1864, y Un rincón de mesa, de 1872). Además, impregnado de cultura inglesa y amigo de Dante Gabriel Rossetti, a quien recibió en París en 1864, Fantin pudo estudiar y compartir las teorías de los pintores prerrafaelistas ingleses que, en torno a Edward Burne-Jones, William Colman Hunt y John Everett Millais, reivindicaron desde 1848 el regreso a la religiosidad, a la ensoñación y al misticismo.
Siempre más allá de cualquier clasificación que pudiese definir su, en definitiva, inalcanzable identidad, el propio Fantin, que procedía de una familia de pintores de origen italiano pero cuya madre, Hélène de Naidenoff, era de origen ruso, afirmaba: "Por mis venas corre una sangre demasiado mezclada como para que las cuestiones de escuela y nacionalidad puedan preocuparme mucho". Así, Fantin-Latour no sólo entabló numerosas amistades con artistas británicos, sino que podría decirse que desempeñó un importante papel de mediador entre estos y los pintores parisinos. Además, a lo largo de su vida realizó cuatro viajes a Inglaterra y participó con su obra en más de ciento cincuenta exposiciones y salones en Gran Bretaña, mientras que en Francia sólo participó en menos de la mitad.   
La música también tuvo una gran importancia en la obra del pintor. Las intensas emociones sentidas al escuchar a Wagner, las infinitas sutilezas captadas al escuchar a Schumann y las connivencias estilísticas compartidas con Berilos, irradiarían toda la obra de Fantin-Latour, habitando y ennobleciendo, como decía Pomarède, "el silencio austero y la distante intimidad de sus retratos, infundiendo también a sus maravillosas naturalezas muertas una vida, una alegría, un ritmo -en resumen, una musicalidad- únicos, como ya describió acertadamente Henri Focillón: El propio Fantin era un apasionado de ese arte (la música) que prolongó en la pintura, a través de toda una serie de inspiraciones ensoñadoras y líricas, por una refinada musicalidad en tono menor, cuyos sutiles acordes de las flores que pintó son una prueba más: ramos modestos, familiares, íntimos, que evocan a la vez la calidez de una vida armoniosa y las palabras de Novalis: El mundo de las flores es un horizonte infinito".

Tomado de:
                    Álbum. Letras y Artes nº 99

Categoría: Pintura | Visiones: 2802 | Ha añadido: esquimal | Tags: Latour | Ranking: 0.0/0

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