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10.32
"LA MELANCOLIA" DE ALBERTO DURERO: UN PEQUEÑO TRATADO DE ALQUIMIA
Jose Antonio Bertrand
En el grabado "La Melancolía" se encuentran representados todos los
símbolos de
la gran obra. Este grabado es el primero de una serie dedicada a los
cuatro
humores del cuerpo humano: melancólico, flemático, colérico y sanguíneo.
La
melancolía, oscilante entre la tristeza mórbida, la depresión y el
sueño, es un
estado típicamente alquímico. Este estado psicológico corresponde al
color negro
de la putrefacción. La palabra melancolía deriva etimológicamente del
griego
melaschole (bilis), y corresponde a la fase
de la
nigredo en la cual
la materia de la obra toma el color de la muerte. (negra) y
Analicemos los símbolos del grabado de Durero. Observamos en primer
lugar el
reloj de arena y la balanza. Estos dos símbolos son atributos de
Saturno, y le
sirven para medir y pesar la vida. Saturno se nos aparece ya desde la
antigüedad
como la encarnación del tiempo. La energía saturnal es una energía
melancólica y
consciente del pasar del tiempo, y Saturno corresponde al plomo y al
color
negro. Estos mismos atributos, el reloj de arena y la balanza, los
encontramos a
menudo en los tratados alquímicos.[1]
La rueda de molino que encontramos en un segundo término del cuadro es
también
un símbolo hermético; simboliza la "vía seca" que conduce a la
perfección de la
obra magna. Lo mismo puede decirse de la llamada "vía húmeda". Estas dos
vías, o
caminos, aluden a los dos métodos de realización hermética, siendo la
primera de
ellas solar y la segunda lunar, sin que por ello la una sea superior a
la otra,
sino que más bien se complementan en el proceso de ascesis o
transmutación. La
rueda de molino simboliza también la putrefacción que desintegra la
semilla y
los metales que se encuentran en el seno de la tierra. Señalemos que las
comparaciones agrarias se encuentran a menudo en los tratados
alquímicos. Por
ejemplo, Nicolás Flamel escribía:
"El campesino prepara la tierra para multiplicar la semilla: la hace
crecer,
madurar, recoge el fruto y fabrica la harina con la cual hace el pan. Si
se mira
bien, este procedimiento es también el de nuestra piedra".
Podemos resumir admitiendo que en Saturno se encuentra la putrefacción,
la
nigredo, y en consecuencia la enseñanza de una resurrección que
está en el
interior de toda muerte. Pero a estas alturas nos podemos preguntar qué
es la
tan celebrada putrefacción. Quizá se pueda explicar como una
desintegración del
"yo", un descuartizamiento o una disolución, lo que recuerda las
técnicas
rituales de las iniciaciones chamánicas. El plomo de Saturno contiene en
sí el
oro de los filósofos, lo que hizo decir a Jacobo Boehme:
"El paraíso está todavía en este mundo, pero el hombre está lejos de él
hasta
que no se regenere".
Según Isaac el Holandés:
"De Saturno nace y se hace la piedra filosofal, no hay más secreto que
éste: El
secreto está en Saturno, porque en el Sol no hallamos la perfección que
hay en
Saturno",
tal es el valor asignado al principio de inmanencia del cual surgirá el
mundo
mágico de los filósofos herméticos.
La piedra de Saturno puede ser asimilada al poliedro que se encuentra en
el
grabado de Durero. Este poliedro y la esfera que se encuentra a los pies
de la
figura humana nos recuerdan que la alquimia tiene la geometría en la
base de su
enseñanza. El Rosarium Philosophorum nos habla de la perfección
de la esfera:
"Lo que tiene el menor número de ángulos es lo que está más cerca de la
belleza
y la simplicidad".
La esfera de "La Melancolía" es análoga al perro que está enroscado
sobre sí
mismo; los dos expresan la idea filosófica del Uno-Todo que corresponde
al
ideograma alquímico del círculo, línea que termina en sí misma. El
Uno-Todo se
asimila también al huevo que encierra toda generación en estado
potencial;
también se identifica con la serpiente uroboros (que se muerde
la cola). Según
Panofsky y Saxl, la esfera y el poliedro están en relación con el hecho
de que
Saturno era ya desde la antigüedad un dios de la agricultura.
La medida de los campos habría hecho nacer en consecuencia la geometría;
ge,
tierra, metrein, medir: por tanto "medida de la tierra". La
esfera y el poliedro
como formas geométricas, ligadas a la energía saturnal, están por tanto
en la
base de la doctrina hermética.
Hallamos detrás del poliedro un vaso que contiene fuego sobre el que
aparece un
pequeño recipiente en forma de corazón. Este pequeño artefacto lo
encontramos a
menudo en los laboratorios alquímicos. Vemos sobre el mar un arco iris
que
simboliza el total de los colores de la gran obra y la unión del cielo y
la
tierra. Estos símbolos, fuego y agua, no son gratuitos. Para los
filósofos
herméticos Saturno es "nuestro plomo", esto es la tierra; mientras que
Mercurio,
el ente acuoso, son todas las formas sutiles y sensitivas del alma.
Plomo
(tierra) y Mercurio (agua) se completan con el ente ígneo. En el grabado
de
Durero, tierra, agua y fuego están indicados por el poliedro (tierra),
el mar
del fondo (agua) y por el pequeño artefacto entre el poliedro y el mar
(fuego).
Cerca del poliedro se alza una escalera de mano. Podemos apreciar los
siete
peldaños por los cuales el iniciado tendrá que subir para recoger los
frutos del
árbol hermético; así nos viene mostrado en una escena del Splendor
Solis,
tratado alquímico, obra de Salomón Trismosin. Esta escalera ilustra la
iniciación progresiva que guía a la iluminación, es decir, señala las
dificultades que hace falta superar antes de obtener la piedra
filosofal.[2]
El perro que aparece detrás de la esfera, enroscado y melancólico, es
otro
símbolo alquímico. El perro es un símbolo mercurial, pero también es el
animal
del melancólico o hipocondríaco, esto es, de personas tristes cuyo humor
depende
del estado de su bajo vientre. Esta región es la cámara de Saturno,[3] la cámara
de la melancolía. El perro es también considerado por los alquimistas
como el
símbolo del azufre, y algunas veces simboliza el oro por su relación con
Saturno, pues sabemos que el oro se encuentra ya en Saturno en estado
potencial.
Finalmente tenemos sobre la cabeza de la figura humana un cuadrado con
16 cifras
cuya suma da 34 en cualquier sentido. Es el "cuadrado mágico" de
Júpiter.
Sabemos que el dios de los dioses corresponde a la piedra filosofal.
Quizá es
este talismán el que da origen a toda la composición: la melancolía
sueña con el
trofeo del Ars magna, el gran misterio evocado por el talismán.
Es significativo
que el talismán cobra su fuerza cuando es favorable la constelación del
planeta,
en este caso cuando la Luna entra en el primer grado del signo de Libra,
y
Júpiter está en conjunción con el Sol. Esta es la fórmula tal y como la
reveló
Paracelso y fue recogida por el Petit Albert.[4] Obsérvese
que 34 suma 7; siete
son los peldaños que tiene que remontar el iniciado para su iluminación;
siete
son los planetas; siete los metales y siete los días de la semana en los
cuales
Dios creó el universo. Obsérvese igualmente que siete son los pasos que
ha de
realizar el iniciado en el interior del palacio hermético: Saturno,
Júpiter y la
Luna para la obra al blanco, o albedo. Marte, Venus y el Sol
para la obra al
rojo o rubedo, o piedra. Todo ello presidido por Mercurio; ¿no
es esto
coincidente y revelador?
El niño que aparece junto a la figura corresponde al Ludus puerorum
hermético.
Recordemos que también Lucas Cranach, en 1472, hizo diversas pinturas
con la
imagen de la Melancolía en las que se ven diversos niños jugando en
torno a
ella.[5]
Pudiera parecer que el niño opone su tierna juventud a la vejez de
Saturno, expresando de este modo la esperanza en la nueva era que está
en el
interior del mito de este dios primordial, y por lo tanto en la
transmutación
del estado melancólico. ¿Corresponden estos niños a la coagulación que
anuncia
la renovación vital de los metales-energías después de su putrefacción?
Ciertamente que sí, pero a pesar de las apariencias en la relación
niño-viejo
hemos de ver sobre todo una coincidencia más que una oposición pura y
simple, y
a este respecto conviene recordar la expresión puer-senex, que
era una de las
fórmulas más alabadas por los maestros herméticos del Renacimiento. Con
dicha
fórmula se estaba indicando que la verdadera madurez espiritual se
consigue
combinando por igual la energía renovadora de la juventud (simbolizada
por el
joven dios Mercurio, el alado mensajero de los dioses) y la serena y
madura
sabiduría propia de la vejez (simbolizada por Saturno, el antiguo dios
de la
edad de oro). Mercurio libera a Saturno de su excesiva tendencia a la
melancolía
y a la lentitud, y a su vez Saturno atempera la fogosidad impetuosa -que
puede
tornarse irreflexión- de Mercurio, con lo que se consigue la
coincidencia de los
opuestos. Alexander Sethon formuló:
"No quieras estar afectado porque cosas contradictorias se presenten a
ti en mis
tratados; comprenderás que la rosa no se encuentra sin espinas".[6]
Lo cierto es que los autores alquímicos compararon a menudo la gran obra
a los
ejercicios caseros de las mujeres y a las distracciones infantiles. Es
así que
utilizaron, según la fase del proceso experimental, la actividad de las
lavanderas, la de las cocineras y la de las hilanderas de rueca. En un
catálogo
de fecha reciente encontramos una nota reveladora sobre "La Melancolía":
"Obra notable y estilísticamente elevada entre las de Durero, firmada y
fechada
en 1514, es también la más conseguida síntesis figurativa de su
pensamiento
artístico y filosófico. La actividad de la figura, la presencia casi
imperativa
de los objetos en torno a ella, como signos a descifrar, y sobre todo el
título,
han ofrecido un vasto campo a las interpretaciones".
Fundamental es la interpretación de Panofsky[7] que ve aquí
la representación del
humor melancólico y en consecuencia (de acuerdo con el neoplatonismo de
Cornelio
Agrippa de Nettesheim) la expresión del furor divino, del genio.
Melancolía en
consecuencia, no como temperamento, sino como primer estado psicológico
del
proceso alquímico, equivalente al fin que se propone el procedimiento
artístico:
descifrar la realidad desde el interior con la imaginación creadora;
situación
de angustia y trabajo creativo, astrológicamente presidida por Saturno,
preludio
de la alegría del rescate de las tinieblas por el influjo benéfico de
Júpiter.
Finalmente es de notar la interpretación que nos da H. Knackfuss[8] de este
mismo
cuadro:
"Aquí está sentada una figura que encarna el poder del intelecto humano,
coronada por el laurel de la fama, rodeada por símbolos del conocimiento
humano
y su poder, utensilios y figuras geométricas. Esta potente figura cae
finalmente
cansada, consciente de sus imperfecciones. Se asemeja al niño que está
sentado
sobre la rueda haciendo sumas y ejercicios en una tablilla. La figura
envidia al
perro, el cual no tiene apetito por el conocimiento. Los números,
símbolos de la
limitación del espíritu humano. La escalera, burla de la pequeña altura a
la
cual puede alzarse el hombre. El reloj de arena, la campana, la balanza,
el
cuadro con los números, todos ellos nos hablan de la ingenuidad sin
finalidad
alguna de la mente humana; espacio y tiempo limitan el intelecto humano.
Consciente de su limitación en relación con el universo, el genio mira
sin
esperanza, su mano reposa sobre el libro en el cual el misterio no es
revelado,
y sobre compases con los cuales no puede medir el misterio. Todo ello
nos dice y
sugiere un pensamiento: podemos saber muy poco o nada. Durero mismo
escribía
esta confesión: 'El error está en la percepción, la oscuridad es tan
grande en
nuestro interior que sólo nuestro probar es ya un fracaso'".
Esta interpretación es cierta, pero debemos aclarar que ella se limita
sólo al
plano psicológico. Evidentemente el mensaje (o al menos parte de él) que
Durero
quiso dar con este grabado era el de mostrarnos las limitaciones del
espíritu
humano ante la grandiosidad de la obra de la creación, pero no por ello
los
símbolos que aparecen rodeando la figura de la Melancolía tienen
exclusivamente
un sentido psicológico, sobre todo aquellos que, como los números y las
figuras
geométricas, son susceptibles también de una transposición cosmogónica, y
más
aún metafísica. Y esta transposición es la que precisamente la tradición
hermética toma en cuenta ante todo.
La vida de Durero en relación con su pensamiento filosófico
Recientes investigaciones, entre las que destacan las de Ananda K.
Coomaraswamy
y Frances A. Yates, han señalado, y sin duda con razón, que Durero
estuvo
influido poderosamente por el esoterismo y la filosofía oculta del
Renacimiento,
es decir por el corpus doctrinal que reunía en una sola tradición la
llamada
cábala cristiana y las ciencias herméticas como la alquimia y la
astrología.
Ciertamente se observan algunas tendencias en su arte y filosofía que
indican
una íntima ligazón con la ciencia de Hermes comprendida como un todo.
Hacia el 1500 aparece un autorretrato de Durero caracterizado como Ecce
Homo,
que quiere ser una alusión simbólica al concepto que Durero estaba
madurando,
esto es, que el genio del artista viene de Dios. Es este el límite
extremo,
sagrado, de la sublimación de la figura del artista a la que Durero se
inclinaba
junto a la mayoría de sus contemporáneos. El genio del artista proviene
de la
Deidad y el artista tiende hacia ella. En esto está la correspondencia
entre el
artista y el alquimista iniciado, el cual practica el arte por
excelencia.
También el hecho de retratarse como Cristo acerca a Durero a la esencia
de la
doctrina. Ya hemos visto en el capítulo sobre el Bosco el paralelismo
entre
Cristo y el iniciado. Este último a través de la pasión, muerte y
resurrección,
consigue la iluminación, del mismo modo que Cristo. También Adán, que
contiene
en sí a Eva -el mercurio, el elemento femenino-, es un modelo del
alquimista,
símbolo vivo, persistente en el hombre, de la piedra filosofal, el
andrógino
hermético, la unión perfecta del azufre y el mercurio. Sin embargo, la
intención
de Durero cuando pintó el "Adán" (1507) era también la de dar el valor
de un
canon de perfectas proporciones del cuerpo humano. Podemos afirmar en
consecuencia una relación entre la alquimia y este Adán. De cualquier
modo la
forma de individualización de este personaje revela en Durero una
religiosidad
profunda y un respeto absoluto por el misterio del alma humana.
De 1513 y 1514 son los tres grabados maestros de Durero: "El caballero,
la
muerte y el diablo", "San Jerónimo en su celda", y "La Melancolía".
Constituyen
un tríptico alegórico-simbólico de tres tipos de virtud,
respectivamente: la
decisión y la actividad, la teología y la meditación, la vida del genio
secular
en el mundo racional e imaginativo de la ciencia y del arte. Este
contenido
ideológico de difícil comprensión para los no iniciados, está
armónicamente
asimilado en un destilado sentido formal donde se funden en perfecto
equilibrio
el valor del espacio y del volumen por el efecto de la luz que da
seráfica
brillantez a las superficies. A través de la meditación sobre Dios (San
Jerónimo), la decisión y la vida activa (El caballero, la muerte y el
diablo) y
la ya mencionada "Melancolía" de signo saturnino, Durero parece decirnos
alguna
cosa sobre la esencia de la doctrina hermética.
Una severidad moral, que toca momentos de dramatismo, caracteriza los
últimos
años de la vida de Durero, profundamente partícipe del clima religioso
suscitado
en Alemania por la Reforma. Esto lo testimonia su última obra pictórica
"Los
cuatro apóstoles", pintada en el 1526, dos años antes de su muerte.
Durero
añadió a las dos pinturas citas y advertencias contra los falsos
profetas; una
actitud típica de los iniciados de la época consistía en advertir del
peligro de
los "sopladores de carbón", falsos alquimistas suspendidos en la
superficie de
las manipulaciones alquímicas, espíritus viles engañados por la materia
vulgar y
sus transmutaciones, incapaces de comprender el verdadero sentido del
mensaje
alquímico.
NOTAS
1
Por ejemplo en el Ordinal of Alchemy de Thomas Norton, en los Symbola
Aurea de
Maier y Geber, así como en el De alchimia de Sto. Tomás de
Aquino.
2
Así es testimoniado por algunos tratados alquímicos, como el de Guido de
Montanor Scala Philosophorum, o el de Etteilla Les Sept
nuances de l'oeuvre
philosophique hermétique.
3
Es interesante advertir que la "cámara de Saturno" es la parte del
cuerpo que
corresponde al aparato intestinal, que por la forma que reviste se ha
asimilado
tradicionalmente al laberinto iniciático. Al igual que el laberinto
protege y
oculta el centro espiritual, los pliegues de los intestinos rodean el
centro
vital del hombre (que es también el centro del cuerpo), que el taoísmo
denomina
"Tan tien inferior", centro o chakra donde se
manifiesta el
chi o hálito en un
"mar de cinabrio", que puede equipararse a las aguas mercuriales o
"caos"
alquímico.
4Secrets merveilleux de la magie naturelle et
cabalistique du Petit Albert, Lyon,
1729. La palabra talismán deriva de telesma (maravilla),
término que indica la
fuerza creadora del universo, tal cual puede leerse en la Tabla de
esmeralda de
Hermes Trismegisto: "Telesma, el Padre de todas las cosas, está aquí".
Esta
fuerza creadora del arquetipo celeste es la que queda plasmada en el
talismán,
que deviene así un pantáculo o "pequeño todo" gracias a las
correspondencias
entre el macro y el microcosmo. El misterio, por su misma naturaleza,
tiene el
poder de la ubicuidad, es decir que se encuentra en todas las cosas y
seres, que
gracias a él pueden existir. "El mundo no subsiste sino por el secreto
(misterio)" se lee en el Zohar.
5
Salomón Trismosin: Splendor Solis, Arnaldo de Vilanova: Ludus
puerorum, Eck de
Sulzbach: Clavis philosophorum, ludus puerorum et labor mulierum.
6
"La nueva luz química", en Eugène Canseliet: La Alquimia explicada
sobre sus
textos clásicos, Madrid, 1981.
7Vida y Arte de Alberto Durero, Madrid 1982.
nota 1.
8
H. Knackfuss: Dürer, Bielefeld y Leipzig, 1900.
Durero y otros pintores del Renacimiento (Ed. Symbolos,
colección Arte y
Literatura, Barcelona 1989)