por Ángel Mateo Charris Arte y Parte nº 58
Neo Rauch, Grund, 1993, oil on canvas, 250 x 190 cm.
You're traveling through another dimension, a
dimension not only of sight and sound but of mind; a journey into a
wondrous land whose boundaries are that of the imagination.
Next stop: THE TWILIGHT ZONE. Rod Serling, Introducción a un capítulo de la serie de TV [ 1 ]
Dimensión desconocida ( The Twilight Zone )
fue una serie de finales de los cincuenta interesada en conectar las
puertas de la realidad con las de nuestros sueños y miedos, de los más
antiguos a los más nuevos. Al principio de cada capítulo Rod Serling, su
creador -y guionista de El planeta de los simios entre muchas
otras- introducía con unas cuantas líneas el planteamiento de la
historia. Ésta incluía muchas veces paradojas espacio-temporales,
personajes de otros mundos conviviendo con tranquilas familias de
provincias, sustancias de propiedades desconocidas, emisiones de
televisión peligrosamente seductoras, premoniciones, astronautas y
científicos, perdedores y ganadores hermanados ante los caprichos de un
mundo raro.
Los capítulos más perturbadores eran los que
transcurrían en ambientes más normales: una maestra de escuela de un
pueblo acechada por su propia imagen de niña, un vendedor ambulante que
mantiene conversaciones con su conciencia a través del espejo, una
belleza que ha de operarse para poder sobrevivir en un mundo de seres
deformes que la discrimina... En una época de censura televisiva (no
exclusiva de los países del telón de acero) Serling podía poner en boca
de un marciano expresiones que nunca diría un republicano o un demócrata
en voz alta.
En ese tiempo de sueños americanos y
paraísos socialistas se engendraron algunos de los grandes clásicos del
tebeo y del cine fantástico: los castillos de arena resquebrajados son
un terreno fértil para los fantasmas y los mundos paralelos. En esta
zona crepuscular es donde ha instalado su caballete Neo Rauch.
El hombre invisible
Tras
la caída del muro de Berlín los ojeadores del arte internacional
pusieron su atención en lo que estaba pasando más allá del Checkpoint
Charlie. Visto desde Occidente el otro lado del telón de acero parecía
un territorio reprimido y atrasado, representado por multitudinarias
manifestaciones populistas y estéticas ancladas en el pasado: un reducto
para los buscadores de lo exótico dentro de las fronteras de Europa.
Aunque la obra de Neo Rauch (Leipzig, Alemania, 1960) ya se pudo ver en
algunas colectivas internacionales (Como en After the Wall o en otras iniciativas del Instituto Goethe) no fue hasta que Harald Szeemann lo fichó para su Platea de la Humanidad ,
en la Bienal de Venecia del año 2001, que el artista alemán entró
dentro del punto de mira de la crítica internacional. Era una de esas
cíclicas temporadas de letargo de la pintura, que siempre sirven para
resucitar los cánticos de los agoreros de su muerte, pero en los que una
nueva audiencia de aficionados reciben cualquier gota de óleo como
señales de un nuevo maná. Rauch sorprendió con unas enormes
composiciones que remitían iconográficamente a los años cincuenta y que
la crítica señaló como imágenes de la utopía fallida del socialismo, una
cantinela que le ha perseguido desde entonces y que, si en un primer
momento le sirvió como marchamo para que alguien se fijara en un tipo de
creación supuestamente demodé, se nos aparece ahora como demasiado
reduccionista para los verdaderos intereses del pintor.
Los pintores alemanes del este se nos vendían, como la madre del protagonista de la exitosa película Good bye Lenin! [ 2 ]
, como perdidos en un pasado que no sabían que había acabado,
recreando fórmulas gráficas de la propaganda comunista mientras viajaban
a sus talleres comunitarios en sus utilitarios Trabis. Pero con sólo
seis obras ( Tank , Übung , Nerv , Tabu y las circulares Weid y Regel )
nuestro hombre pasó de la invisibilidad a la visibilidad en el mundo
del arte: el platillo lleno de secretos del Planeta Leipzig aterrizó en
un territorio ávido de nuevas voces, despertando el interés, al menos,
de los curiosos que no exigen pasaportes de modernidad ante una obra
emocionante.
Planeta Leipzig
El inesperado éxito de Neo Rauch atrajo la
atención hacia este rincón de la vieja Europa, perdida en algún cajón de
nuestra memoria gracias a su conexión con Johan Sebastian Bach, con
Goethe, o con alguno de esos héroes de hielo de la extinta RDA (como
gustan de llamarla en los telediarios) de pasadas retransmisiones
olímpicas; o por ser la patria de Max Beckman, una de sus influencias
reconocidas, y Richard Wagner, el médium de los nibelungos.
En 1960 empieza la historia del pintor, hijo
de unos jóvenes pintores que fallecen en accidente ferroviario cuando
él era muy pequeño y que le pusieron el extraño nombre de Neo. Los que
han transmitido esta anécdota de su vida lo imaginan rodeado de los
cuadros de sus progenitores, que velan, desde una dimensión desconocida,
los pasos del artista adolescente.
El joven Nietzsche, estudiante en Leipzig,
escribe desde allí cien años antes: "¡A esta edad! ¡Qué no absorberá el
joven ser, qué no influirá mínimamente en sus actos!", y, en una de esas
grietas temporales, el pintor lo escucha decir: "una vez que la vida se
ha mostrado ante él como algo enigmático, tendrá que atenerse,
conscientemente pero con severa resignación, a aquello que es posible
conocer y, en esta amplia comarca, llevar a cabo su elección
proporcionalmente a sus capacidades" [ 3 ] . Neo siempre se había sabido pintor: "ser pintor es un fenómeno natural" [ 4 ]
según sus propias palabras, y en ese cruce de épocas y mundos, en esa
gran estación europea, tan sugerentemente descrita por Juan Manuel Bonet
en su texto para el catálogo de la exposición del CAC Málaga, empieza a
crecer como creador.
En la Academia de Arte de Leipzig enseñaban
Arno Rink y Bernhard Heisig, considerados modernos para los criterios de
la RDA y que predicaban un profundo estudio de las técnicas pictóricas
(algo que empieza a parecer una excentricidad en la mayoría de escuelas
de arte occidentales). Después de la caída del muro en 1989 la escuela
decidió seguir con sus postulados estéticos. Rauch recalca, siempre que
puede, la importancia de este periodo que le ayudó a adquirir las
herramientas que necesitaba para explicar su mundo. Afortunadamente
aprendió el oficio sin intentar repetir las manidas fórmulas que sus
profesores utilizaban para sus propias obras.
Y desde allí, su rincón de la provincia, (no en vano una de sus primeras grandes exposiciones se llamará Randgebiet (Periferia)
el pintor va construyendo su peculiar universo de oscuros acentos que
lo lleva a conseguir en el 2002 el premio Vincent (The Vincent Van Gogh
Award for Contemporary Art), uno de los más importantes en el ámbito
europeo. Alrededor de un pequeño núcleo central que gira en torno a
Rauch, al que se añaden artistas llegados de la otra Alemania (en
principio atraídos por su escuela), y con la complicidad de la galería
EIGEN + ART que dirige Harry Lubke, se articula la llamada Escuela de
Leipzig, la última sensación de la mercadotecnia artística. Artistas
como Tim Eitel, Matthias Weischer, Martin Kobe, Tilo Baumgärtel,
Christoph Ruckäberle, David Schnell y muchos otros siguen la estela del
cometa Rauch y con la nueva etiqueta ya se han celebrado exposiciones
colectivas en Baltimore, Miami, Cleveland, Chungnam (Corea), etc.
Toda una promesa de resurrección para las
vetustas ciudades del continente, del mundo, tan fértilmente abonadas
por las voces de su pasado, constantemente eclipsadas por el esnobismo
de ciertos comisarios obsesionados en encontrar al nuevo mesías del Arte
moderno en cualquier aldea de Mongolia o Mauritania. Puede nacer en
cualquier parte, pero la genética y las raíces también cuentan
(especialmente si están ancladas en algún país del G8).
El hombre que tenía rayos X en los ojos
Estilísticamente la obra de Neo Rauch ha
evolucionado desde unos principios, en los primeros noventa, con unas
obras en tintas planas (a veces sólo negro sobre papel amarillento) en
las que los grafismos y el dibujo construían la pieza a modo de collage
de elementos tipográficos, alusiones a grabados, ilustraciones
comerciales y técnicas serigráficas, mezclado todo ello con una cierta gestualidad expresionista (él reconoce su deuda con algunos artistas del nuevo expresionismo alemán), y en el que sus figuras empiezan a aparecer tímida y fragmentariamente presagiando el complejo universo pictórico que es en la actualidad.
Poco a poco aparecieron su interés por las
arquitecturas (del chalet alpino a las pesadillas estalinistas), las
maquetas, los trabajadores, la gente uniformada, los artilugios
mecánicos, y el color se fue haciendo cada vez más protagonista, cada
vez más deudor de la estética de las revistas a dos y tres tonos, de los
manuales de instrucciones y de los cómics. A veces los personajes
tienen pestañas como los de las figuras recortables que destacan su
bidimensionalidad.
A partir de 2002 la obra de Rauch toma un giro
hacia una mayor congruencia del espacio pictórico, los encuentros entre
elementos se hacen más posibles y, en parte, desaparecen los huecos y
los planos "sin pintura" del cuadro. Hay un giro hacia la tradición
romántica y a los recursos tradicionales de la pintura occidental,
siempre desde su peculiar óptica y extraño uso del color (tomado a
veces, según cuenta, del coloreado de ciertos álbumes de historieta).
Esta probabilidad, este acercamiento a lo generalmente aceptado como
real, es lo que los ha hecho ganar en desasosiego y turbulencia, emoción
al fin. Cuanto más se nos parecen estas visiones del otro lado de la
puerta, más despiertan nuestros recuerdos olvidados, y, con ellos,
nuestras pesadillas y temores.
En la crítica que Jerry Saltz le hacía a su última exposición en la galería neoyorquina David
Zwirner [ 5 ]
comentaba que debía ser muy difícil convivir con estos cuadros: no lo
creo, me parece mucho más inquietante vivir con uno de esos cuadros de
restaurante con vista de Albufera, o un abstracto de medio pelo o con
una de tantos falsos gurskys que pululan por ahí. Porque, a pesar de sus
inquietantes moradores, las obras de Rauch transmiten una extraña
serenidad, como de calma después de una tormenta, de cielo a punto de
abrirse a un azul esperanzador y cuando el cuadro se llena de
parafernalia cercana a la violencia siempre tiene algo de circense y
pantomima.
Viaje relámpago
Neo Rauch, Haus I, 1995, oil on paper on canvas, 125 x 162 cm. En una entrevista/encuesta que le hizo Alison M. Gingeras (comisaria también de la exposición Cher peintre, peins-moi/Liebe Maler, male mir/Dear Painter, Paint Me [ 6 ] , significativa del nuevo interés despertado por ciertos pintores en la mainstream del
arte contemporáneo) para Flash Art en el 2002, Neo Rauch explicaba así
su proceso creativo: "Cuando estoy delante de un lienzo en blanco es
como si estuviera ante un muro de niebla. Antes de dar un arriesgado
paso en este territorio desconocido, la cuestión que se me plantea es la
de qué encontraré allí y qué equipo necesitaré para emprender con éxito
esta excursión".
"Con estremecimiento abro las diversas habitaciones contaminadas y cojo materiales variados para almacenarlos
temporalmente en los territorios de mis cuadros. Saco temerosamente
motivos de los barracones en cuarentena y les ofrezco la posibilidad de
mudarse a mis habitaciones de niebla. Me aseguro que sean cómodas
instalando un poco de cultura allí y, en todas estas acciones, soy
felizmente consciente del estrecho barranco por el que podría caer de
cabeza a lo absurdo, lo banal y lo vergonzante. Así que, a mi manera,
trabajo en territorios fronterizos, que es donde deberían estar
instalados siempre los estudios de los artistas" [ 7 ] .
Gran parte de la creación contemporánea -como
diría Buñuel de la ciencia- "ignora el sueño, el azar, la risa, el
sentimiento y la contradicción, cosas todas que me son preciosas" [ 8 ]
. No es el caso de Neo Rauch, que prefiere aceptar todo tipo de
riesgos antes de caer en lo inocuo; él es un alemán de estirpe
wagneriana, más cerca del Sturm und Drang (tormenta e ímpetu) que de los gélidos conceptualismos de algunos de sus compatriotas.
"Constantemente tengo que reprimir al
dubitativo, al inmaduro, al conservador y al virtuoso que hay en mí o,
al menos, intentar compensar estos antagonismos apropiadamente. Las
cualidades alegóricas de estas circunstancias van automáticamente de
cabeza al lienzo". Otra pesadilla en los límites de la realidad para
cualquier artista: eliminar de entre todos los gemelos posibles a los
que estorban para realizar una obra coherente y con sentido, y disparar,
en la habitación de los mil espejos, en la dirección adecuada sin
acabar dañado.
Neo Rauch ataca directamente el papel o el
lienzo, sin bocetos previos, aunque teniendo claro en su mente qué
quiere decir. "Una pieza de arte es instinto bajo control" [ 9 ]
. Y en la gran prueba de los grandes formatos sobre papel, un medio
mucho más directo y que deja ver los trazos del proceso, intuimos que,
en efecto, la jugada está trazada mucho antes de que la carambola se
forme ante nuestros ojos sobre el tapiz del billar.
Las maneras en que se van desvelando estos
trabajos son tremendamente variadas, ricas en procedimientos gráficos y
en formas de aplicar el color. Rauch juega con la transparencia y la
opacidad de la materia, con momentos desaliñados y otros tremendemente
pulcros, pasa de una masa boscosa de apariencia de grabado a un oportuno
chorrete, con recursos extraídos de la buena y la mala pintura, con
todo el desparpajo del artista que se encuentra en periodo de gracia,
como se puede comprobar en sus exposiciones para Málaga y la Albertina
de Viena, o en Renegaten, su reciente exposición neoyorquina.
La invasión de los ladrones de cuerpos
"No considero que mi taller sea parte del fluir
del tiempo sino más bien una terminal de pasajeros conectada a la presa
que lo contiene. Sus grandes orillas hacen que se acumulen formas y
depósitos especiales para coleccionar". Y en esa avalancha de la que
aprehender sus tesoros Rauch extrae "...elementos como Balthus, Vermeer,
Tintín, Donal Judd, el pato Donald, el ‘agitprop' y la chatarra
publicitaria" que, según él, "pueden fluir juntos en el sembrado de un
paisaje de mi infancia y generar un conglomerado de injertos
sorprendentemente razonable". Intentemos hacer una lista de las
influencias que se le atribuyen (por uno u otro autor) al artista
alemán: Jorg Immendorf, David Salle, Caspar David Friedrich, De Chirico,
René Magritte, Paul Delvaux, Balthus, Lucien Freud, el constructivismo,
el realismo soviético, Hergé, Oskar Sclemmer, Georg Baselitz, Francis
Bacon, Giotto, Piero della Francesca, Max Beckman, Corot, Derain, Edgard
P. Jacobs, Robert Crumb, Hannes Hegen, Daniel Clowe, Edward Hopper,
Courbet, Delacroix, Kippenberger... y podría seguir así un buen rato.
Ahora escriban todos esos nombres en un disco
con un pivote en el centro y pónganlo a girar: aparecerá entonces un
único nombre que es el que ahora nos interesa: Neo Rauch. Es otro de los
riesgos de la pintura figurativa, en cuanto vemos un círculo con dos
puntos y una raya debajo estamos viendo una cara que nos recuerda a
todas las caras del mundo. Y es también una de sus virtudes.
El increíble hombre menguante
El peculiar uso que hace el de Leipzig de la
escala es una de sus marcas registradas. Conviven en el mismo lienzo
tamaños aparentemente incongruentes, gigantes y enanos, maquetas y obras
colosales, árboles centenarios y arbolitos del belén. La composición es
la reina de su tablero y las jerarquías en el cuadro las establecen
tanto sus prioridades a la hora de tensar la cuerda en una dirección
como las necesidades de la "historia", aunque en su caso puede no ser
tanto un discurso sino apenas un relámpago de significado.
Las palabras se cuelan en su obra (muy a menudo
coinciden con el título de la pieza) en forma de letreros, señales, o
apenas como un suspiro escapado de alguno de los bocadillos de tebeo que
sobrevuelan como nubes el cielo tormentoso de sus visiones alemanas.
"Mi interés en las raíces etimológicas hasta de los términos más banales
me llevan a sedimentos de significado que pueden introducir impulsos
inesperados a las intenciones del cuadro". Es otra forma de decir que
sus piezas se componen de capas, un milhojas de conceptos cruzados que
acaban encajando de forma natural: como ver un cubo de Rubik
solucionado, del que sólo intuimos el complicado proceso que ha llevado a
componer esas seis caras de un solo color.
El túnel del tiempo
Si muchas de las referencias iconográficas de
Rauch están sacadas de la imagen que el arte oficial de los países de la
órbita soviética quisieron imponer a través del realismo socialista (a
fin de cuentas parte de su propia historia y la de su país), éstas no
hubieran sido muy diferentes si sus modelos hubieran sido los de la
regionalista American Scene o la imagen de país feliz que intentaban
transmitir la publicidad y los ilustradores del otro imperio. Los
extremos se tocan y a ambos les encantaba verse reflejados en sus
orgullosos trabajadores, sus factorías y gasolineras, torres y grúas
como faros de progreso, automóviles de la nueva era del diseño
industrial, los nuevos centros de ocio... Y el resto de países del orbe
occidental tenemos instalados toda esta información en nuestro disco
duro a través del cine y la televisión y del desarrollo inusitado del
mundo de la imagen en la segunda mitad del siglo XX. Sus sueños también
eran los nuestros.
Al final, todo es cuestión de elección. El
artista selecciona su material y es el que decide el aspecto que tiene
el entorno que le ha tocado vivir. No es tanto que Sajonia sea como la
pinta Rauch sino que es la que ha escogido, de entre todas las posibles,
como escenario para sus obras. Todo está ahí, pero uno puede ignorar o
resaltar cualquiera de sus aspectos. En su deseo por bordear los
precipicios, Rauch no teme adentrarse en los caminos del anacronismo -la
etiqueta RETRO al que tanta alergia tienen los protomodernos- una senda
para la que tienen patente de corso otro tipo de creadores, como los
escritores o los cineastas, pero que no está tan bien visto en el mundo
de las artes plásticas. Nadie cuestiona la contemporaneidad de una obra
porque esté ambientada en algún territorio del pasado -o del futuro- y
estoy seguro que una obra como la rauchiana sólo podría haber germinado
en este continente y en este preciso momento.
Freaks
En los últimos tiempos se están colando en sus
lienzos personajes que nos retrotraen más allá en el túnel del tiempo,
al pasado goethiano, a la época de la casaca y los personajes
dieciochescos, conviviendo todos en un pliegue de otra dimensión con los
animales fantásticos e hirsutos, las masas viscosas y animadas, y los
ladrones de cuerpos.
Personajes (a veces con un toque a lo Charles
Burns) y cosas que se repiten cada cierto tiempo: el gran animal peludo
domesticado (con HIRT escrito en su costado) de diminuta cara humana que
otras veces se utiliza como disfraz, el hombrecillo verde de Vorgänger (Predecesor),
híbridos entre hombre y animal, los barbudos, los patinadores vestidos a
la austriaca, la enorme seta (como la de la tintinesca Estrella Misteriosa )...
Los vamos reconociendo de unas series a otras y tenemos la sensación de
estar contemplando una historia de la que nos ha escamoteado la plancha
del texto: narratividad sin historia, una canción cantada en un idioma
indescifrable.
A veces detectamos parte de la chispa inicial
que le ha llevado a iniciar la obra, que nos habla sobre la lucha del
artista, su relación con el mundo, lo inexplicable y paradójico de la
profesión y, sin embargo, no hace falta saber demasiado. Hay quien
utiliza esos manuales para entender el significado de los sueños pero
¿alguien ha comprobado que sirvan para algo? "Creo que puedo ver la
pintura como la continuación del sueño en otro medio", NR dixit . Como ocurría en el mundo de Matrix de
los hermanos Wachowski, nos asalta la duda de si Neo será el Escogido o
simplemente una nueva anomalía en el sistema. Podemos, como Morfeo,
creer en la profecía del Oráculo y en la rebelión, o acatar el orden de
lo establecido y sus jerarquías.
Y si no es Leipzig, siempre quedarán otras
estaciones, otros andenes vacíos por donde deambulan a veces los
contadores de historias con la maleta siempre medio llena y medio vacía.
There is a fifth dimension beyond that which is known to man. It is a dimension as vast as space and as timeless as infinity. It is the middle ground between light and shadow, between science and superstition, and it lies between the pit of man's fears, and the summit of his knowledge. This is the dimension of imagination. It is an area which we call... THE TWILIGHT ZONE. NOTAS- [ 1 ] The Twilight Zone (conocida en España como Dimensión desconocida o En los límites de la realidad )
comenzó a emitirse en EE.UU. en 1959, ideada por el guionista Rod
Serling, y duró hasta 1964. Fue objeto de una nueva versión en los años
ochenta.
- [ 2 ] Good bye Lenin! ,
2003. Película alemana dirigida por Wolfgang Becker y premiada como
mejor película europea del año. En ella una mujer, fervorosa defensora
de los valores del socialismo en la RDA, despierta de un largo coma
justo meses después de la caída del muro de Berlín. Debido a su delicado
estado de salud, su hijo hace todo lo posible para ocultarle los
importantes cambios que se han producido y mantenerla en su mundo
perdido.
- [ 3 ] Nietzsche, Friedrich: De mi vida. Escritos autobiográficos de juventud (1856-1869) , Valdemar, Madrid, 1997.
- [ 4 ] Entrevista en ABC de las Artes y las Letras con Javier Díaz-Guardiola.
[ 5 ] Saltz, J.: "Reason Without Meaning", The Village Voice , 3-6-2005. - [ 6 ] La controvertida exposición Cher peintre, peins-moi/Liebe Maler, male mir/Dear Painter, Paint me (que
tomaba su nombre de una serie de obras de Martin Kippenberger) incluía
obras de este autor y de Kai Althof, Carole Benzaken, Glenn Brown,
Bernard Buffet, Brian Calvin, John Currin, Peter Doig, Alex Katz, Kurt
Kauper, Bruno Perramant, Elizabeth Peyton, Picabia, Katrin Plavcak,
Polke, Neo Rauch, Luc Tuymans y Sophie von Hellermann e itineró por
Frankfurt, Viena y París.
- [ 7 ] Gingeras, Alison M.: "Neo Rauch: A peristaltic filtration System in The River of Time", Flash Art, nº 227, nov-dic, 2002. Otras citas puestas en boca del autor que no especifiquen su procedencia pertenecen a este artículo.
- [ 8 ] Buñuel, Luis: Mi último suspiro , Debolsillo, Barcelona, 2003.
- [ 9 ] Hoptman, Laura: Drawing Now: Eight Propositions , The Museum of Modern Art, Nueva York, 2002.
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