Irmgard Emmelhainz
El neoliberalismo se define como un sistema regido por la economía
del libre mercado, la privatización del estado de bienestar y una buena
parte de los servicios gubernamentales (educación, salud, energía),
subcontratar al sector privado y cambios en las leyes laborales y en los
derechos de los trabajadores al igual que una división trasnacional del
trabajo. En cuanto al sistema de control, el neoliberalismo combina un
régimen policial militarizado con tolerancia represiva: gobernando con
soberanía diferenciada –unos como "ciudadanos” y otros como
"no-ciudadanos” o excluidos –, implica una lógica de securitización y el
afianzar la libertad de expresión y la ‘”calidad de vida”. Las figuras
políticas moldeadas y gobernadas por el régimen neoliberal son: el homo oeconomicus
(o el emprendedor, responsable de su propio bienestar y el
administrador de su propio capital humano) y el sujeto de derechos (en
el sentido que el Estado se encarga de garantizar que los derechos
humanos de los ciudadanos sean respetados). Aparte de ser un sistema
económico y político, podríamos plantear al neoliberalismo como una
manera de relacionarse con el mundo, la naturaleza, las cosas y los
seres, presuponiendo el crecimiento y desarrollo ilimitados. También es
una manera de vivir y trabajar: ya que la distinción entre tiempo de
vida y tiempo de trabajo ha sido borrada bajo este sistema, los seres
humanos han sido puestos a trabajar más allá de sus capacidades mentales
y físicas.
Tomando esto en cuenta, podríamos definir al neoliberalismo como una
sensibilidad que moldea subjetividades, empapa al arte y a la cultura,
diferencia al tiempo que homogeniza a la gente, le da forma a las vidas y
a los deseos. La sensibilidad neoliberal confunde a la información con
el conocimiento, le da forma al espacio y por lo tanto a las relaciones
sociales, normaliza la violencia. También ha creado formas de ver al
mundo a partir de un sentido común que justifica la destrucción y el
despojo con nociones de reforma, mejora y desarrollo. Además, el sentido
común neoliberal intenta resolver la precariedad económica con
auto-ayuda y educación permanente. En este sentido, el neoliberalismo
implica también el imperativo de la auto-invención y auto-diseño tanto
internos como externos. Este imperativo surge de las prácticas de
emancipación de los 1960s que se contrapusieron al régimen disciplinario
que buscaba entrenar cuerpos y darle forma a mentes por medio de la
compulsión para hacerlos más sumisos, promoviendo el disfrute sin
fronteras, la auto-realización y la construcción de la identidad propia.
A estas prácticas se les veía como el antídoto a la represión, y sin
embargo, han sido normalizadas, pre-empaquetadas y nos están llevando a
un régimen de sujetos motivados por el deseo avocados al consumo
totalitario. En ese sentido, la aplicación de poder no está enfocada en
manipular seres deseantes, sino en el conjunto de dispositivos que guían
las conductas de las subjetividades deseantes. La sensibilidad neoliberal florece además en la espectacularización de
la subjetividad, poniendo al centro al individuo en detrimento de lo
social. Esto ha traído fragmentación en comunidades y relaciones
familiares en pos de la libertad personal y la promoción de
competitividad darvinista en el ámbito laboral. La espectacularización
se alimenta de gestos radicales, auto-branding y auto-destrucción. Por
ejemplo, en una más de entre la larga lista de películas de Hollywood
que tratan sobre bodas, en Bachelorette (2012) las damas de la
novia enloquecen, se drogan, se degradan a sí mismas y a sus cuerpos
mostrándole a la novia (que dista mucho del ideal de belleza femenino
contemporáneo) un espejo de lo que realmente es. O en The Bling Ring
(2013) de Sofía Coppola y basada en una historia real, adolescentes
californianos de clase media alta entran a robar a casas de celebridades
para robarles mercancías de lujo y dinero para pagarse sus hábitos de
fiesta y para presumirles a sus amigos lo robado.
El neoliberalismo es también una sensibilidad que establece los
términos de empatía y simpatía para crear un nuevo "Otro”. Configurado
como sujeto de "responsabilidad social” o de trabajo social, "ayudar” al
Otro implica enfocarse en las llamadas "disfunciones secundarias” del
sistema capitalista actual y diseminar prácticas personales y
administrativas como la tolerancia, mostrar respeto, alimentar el
diálogo, la transparencia y la colaboración social. En este sentido, el
"Otro” es una "comunidad a venir”, "sujeto de derechos violados”, o la underclass,
es decir, aquellos que estarán permanentemente fuera de los procesos de
globalización, incluyendo acceso a la educación, trabajos y consumo. El
"Otro” son también los fundamentalistas políticos y religiosos,
fanáticos que por elección propia están fuera de los procesos de
globalización y modernización. Estos Otros a veces adquieren
rostro en los medios al espectacularizar sus subjetividades pero
obviando los procesos macro-económicos que los colocaron en situaciones
que hacen que sus vidas corran peligro y sean precarias.
Con el neoliberalismo, la política, como lo ha notado Žižek, se ha
hecho "post-política”: esto significa que en vez de ser organización
colectiva para luchar por el bien común, la acción política ha sido
reducida a exigir restitución si los derechos humanos han sido violados;
a luchas invisibles visibles; a hacer críticas éticas del poder y al
capitalismo, o a luchas edificantes moral y personalmente. Como se
manifiesta en los movimientos sociales, la política se comprende como un
proceso de subjetivación. Este proceso implica un cambio de la política
con un programa específico, hacia una nueva forma de:
Impredecibilidad política, en lugar de cumplir una narrativa
trascendental, la acción política es un proceso inmanente de devenir o
de transformación […]en vez de especular cómo se organizará el mundo lo
que cuenta aquí es el puro potencial que otro mundo y su realización es
posible [2].
Los ensamblajes colectivos de enunciación tienden a cristalizarse
alrededor de intereses territoriales, comunales, éticos o de clase,
aunque no están enmarcados de esta manera ni articulan programas
políticos ligados a estas categorías. Por ejemplo, el movimiento
estudiantil "YoSoy#132” abarca claramente preocupaciones de clase media y
media alta: los universitarios se han dado cuenta que una vez que
terminen sus estudios de universidad privada, no encontrarán trabajo.
Por lo tanto, este movimiento se trata de una clase haciendo pública su
conciencia de la pérdida de sus privilegios. Ensamblajes colectivos como
éste, tienden a enfocarse en necesidades inmediatas y soluciones a
corto plazo sin elaborar programas universalizantes ni a largo plazo.
Otro problema es que muchas de las subjetividades que se forman en
contra del poder tienen referentes vacíos, por ejemplo, "YoSoy#132”
exigía "transparencia a los medios”, denunciando la colusión de los
medios con el partido que ganó las elecciones en 2012 (los medios nunca
pueden ser transparentes). Aunque han sido sujetos a las exigencias de
las corporaciones y a la lógica del mercado, en el mundo post-político,
los Estados todavía son importantes. En este sentido, los gobiernos
intentan solucionar problemas colectivos por medio de la administración,
promoviendo terapias, programas de emprendeduría, auto-mejora y
cultura. La emancipación de la explotación es planteada como comedia
personal [3], o como un acto de consumo y de auto-realización – este
último es un arquetipo común en las películas de Hollywood. Otro ejemplo
es Zappos, una tienda de venta de ropa y zapatos en línea basada en
Nevada que tiene la meta de "hacer felices” a sus trabajadores y de
fomentar un ámbito laboral en el que predominen la extravagancia, la
creatividad y borrar los límites entre estar en casa y estar en el
trabajo. Además de zapatos y ropa, dicen vender también "experiencias”.
[4]
2. Arte y el orden neoliberal
¿Qué tiene que ver todo esto con la autonomía del arte? Como veremos,
con el postmodernismo, el arte y la cultura se colocaron al centro de
procesos sociales, políticos y económicos y ahora son inseparables del
trabajo, producción, consumo y subjetividad. Bajo el neoliberalismo, el
arte en particular, la cultura en general y la creatividad como
herramienta, aparte de tener un papel predominante en la producción y
consumo, son usados activamente como herramientas de compensación y
mejora. Con el neoliberalismo, el subsidio corporativo a las artes ha
aumentado en detrimento del patrocinio de Estado, privilegiando el "arte
útil”, que es la antítesis del arte autónomo. Esto quiere decir que se
le ha dado una función tanto económica como política a la producción de
arte: por un lado, corporaciones y estados invierten en cultura y lo que
ellos consideran "útil” para avanzar sus agendas. Por otro, el trabajo
político ha sido transformado en asunto de codificación usando formas
mediáticas con el propósito de crear un terreno para los actos
políticos, creando un "imaginario activista” hecho de campos políticos
constituidos por imágenes. La acción política alojada en formas
culturales, implica hacer cosas públicas por medio de los signos [5].
Por ejemplo, las fotografías abstractas de Trevor Paglen de sitios
secretos gubernamentales, nucleares y militares. "Acciones políticas
sensibles” como ésta, buscan hacer visible lo invisible bajo la premisa
que dicho acto es político, y sin embargo, lo que representan es vago en
términos políticos. El problema es que la brecha entre la
representación estética y política es
hoy día es más amplia que nunca. La representación implica "hacer
presente a lo ausente”, una tarea que siempre se queda incompleta porque
es imposible reproducir la totalidad, y funciona en dos sentidos: como Vertreten (o representación política) que significa tomar el lugar de otros para hablar en su nombre, y como Darstellen
(o representación estética) que es la forma de representación que
implica describir a los otros en primera persona. La representación fue
puesta en crisis en los 1960s, porque fue acusada de esconder el hecho
de que el hablante ocupa el lugar del representado; obreros y minorías
fueron impulsados a tomar la palabra en su propio nombre y en primera
persona. Hoy en día, la brecha entre representación política (Vertreten) y representación estética (Darstellen)
es más amplia que nunca debido a la inestabilidad de lo que sea que
representen las acciones políticas codificadas en formas mediáticas.
Esta inestabilidad se debe en parte, a que la política se ha hecho
irrepresentable debido a la falta de sujetos políticos estables: los
sujetos políticos son enunciaciones colectivas que se encuentran en
constante "devenir”. En este contexto, la política "expresiva” es
valorada más que la representación porque "encarna subjetividades
rebeldes expresándose sin delegación a través de riqueza formal y
simbólica” [6]. El problema es que faltan bases comunes para
universalizar la multiplicidad de luchas singulares y movimientos
sociales que se encuentran dispersos en el mundo fragmentados en un
inmenso archipiélago. Discutiblemente, la "política sensible” existe
para y por su propio público, conformado por movimientos sociales y
productores culturales con sensibilidad política. En este sentido, la
infraestructura cultural funciona como plataforma para la "política
sensible” en la que curadores, directores de museo y miembros del
patronato (que a veces representan intereses corporativos) seleccionan y
contextualizan arte que presenta ciertos eventos y acciones sociales o
políticos y de esta manera, ellos determinan las fronteras de la
reflexión política actual en la esfera pública.
3. Museos Corporativos
En general, en el ámbito de la producción de arte, el neoliberalismo
ha significado la privatización o la colusión entre el sector público y
privado para subsidiar al arte. Más o menos en la última década (mucho
antes en Estados Unidos), han jugado un papel importante en la inversión
en cultura. Esto se debe a que tanto instituciones como corporaciones
han buscado tomar un papel visible en comunicar la perspectiva de la
empresa privada en una variedad de temas públicos críticos [7]. De
acuerdo con Gregory Sholette, la influencia corporativa en el arte ha
motivado la transformación del capital cultural público en capital
económico privado: si el apoyo del estado a las artes partía de la
premisa de que la cultura era un bien para la nación, hoy en día, las
corporaciones se han apropiado esta función, ya que patrocinan y son
jueces en concursos de arte, dan premios y coleccionan arte, promoviendo
su perspectiva en temas públicos críticos – al tiempo que generan
plusvalía [8].
En un artículo de 1998, la historiadora del arte Chin-tao Wu describe
cómo las corporaciones se apropiaron del concepto de innovación para
redefinir su significado en términos corporativos. Cita una declaración
de John Murphy, el vicepresidente ejecutivo de Philip Morris Inc. (la
compañía de tabaco), respecto al patrocinio de su compañía de la
importante exposición de 1969, When Attitudes Become Form: Sentimos que es apropiado tomar parte en acercar estas obras
al público, porque hay un elemento clave en este ‘nuevo arte’ que tiene
su contraparte en el mundo de negocios. Dicho elemento es la innovación
– sin la que sería imposible que progresara cualquier segmento de la
sociedad [9]. Esta declaración marca el comienzo de una era en la que
corporaciones, la economía y el arte crítico/vanguardista comenzaron a
compartir el valor de base de la "innovación”, conocida también como
"innovación disruptiva” o "destrucción creativa”: La vanguardia
modernista crítica ha sido imbuida de mercadeo, finanzas y consumo. 34
años después, la exposición When Attitudes Become Form, fue
recreada en Venecia por la Fondazione Prada en un palacio barroco. Fue
curada por Germano Celant en diálogo con Thomas Demand y Rem Koolhas,
quienes reprodujeron las modernas salas de la Kunsthalle en el palacio,
para reconstruir exactamente la exposición original. En la recreación de
la exposición lo que importa o sobresale no es el carácter innovativo de la obra, sino el estatus actual de diseño
del arte conceptual y minimal, el cual ha sido reducido – por el
contexto en que se exhibe, suavizando sus aspectos radicales
–incorporados perfectamente al mercado– a la mera forma.
En México, el pasaje gradual del mecenazgo del estado al mecenazgo
del mercado ha sido un gesto tanto financiero como espiritual que han
tenido ciudadanos privilegiados que buscan aportar a su comunidad
abriendo democráticamente el acceso a sus colecciones de arte –lo que no
está motivado por el desinterés, ya que la cultura es considerada vital
para acrecentar el "capital humano” del país; y el arte, un activo
privilegiado para invertir. Un ejemplo de transición entre el mecenazgo
estatal y privado es el caso del coleccionista Andrés Blaisten, quien
fue invitado por la UNAM en 2007 a mostrar su colección al público en el
Centro Cultural Universitario Tlatelolco, donde hasta hace poco se
exhibía su colección de arte moderno mexicano. En el ámbito corporativo,
los dos museos en la Plaza Carso del Nuevo Polanco (entre el Teatro
Telcel y un conglomerado comercial donde destaca Saks Fifth Avenue)
no podrían ser más distintos: el Museo Soumaya (2011), que alberga una
parte de la colección de arte mexicano y europeo de Carlos Slim, es de
diseño arquitectónico atrevido y llamativo; de acceso gratuito, es de
carácter más bien populista. En contraste, el Museo Jumex (2013) es
discreto, elegante y refinado; aloja la colección de Eugenio López de
arte contemporáneo internacional (de los 1960s al presente) que se puede
visitar pagando "un mínimo” de 30 pesos. Ambos son ejemplos de museos
corporativos ligados en mayor o menor grado a las misiones de las
empresas que los sustentan: esto es subrayado por ejemplo, por la
similitud en la tipografía del Museo Soumaya y de Sanborns, cadena de
restaurantes, farmacia y tienda de propiedad de Carlos Slim. La
presencia de otra de sus compañías en el museo, con el "Aula Digital
Telmex”, hace que en un mismo registro sensible aparezcan servicios
consumibles y sus logotipos, imagen corporativa y colección de arte. Al
contrario, para el Museo Jumex, hacer visible un lazo entre su Colección
y corporativo, sería de mal gusto. En ese sentido, el Museo Jumex está a
la vanguardia de las colecciones de arte corporativas, ya que se
adhiere a un profesionalismo, ética y estándares internacionales
pre-establecidos por el mundo del arte. Si la colección de Slim es
indistinguible de la compañía, reflejando el carácter de su misión de
filantropía corporativa cultural, La Colección Jumex es el símbolo del
enfoque único representado por la sensibilidad estética de su dueño
(Eugenio López). De hecho, ninguna institución pública (ni privada)
posee un acervo equivalente al de La Colección Jumex en México, enfocada
en arte minimalista y conceptual desde los 1960s, con obras de artistas
canónicos como: Jeff Koons, Rosemarie Trockel, Paul McCarthy, Mike
Kelley, Rodney Graham, Donald Judd, Richard Serra, Sol LeWitt, Bruce
Nauman, Maurizio Cattelan etc. En este sentido, La Colección se adhiere a
la nueva forma de pensar las colecciones de arte corporativas –como
privadas en el sentido que reflejan el gusto del coleccionista, el dueño
– y su relación con el público. La Jumex es una colección joven, de
artistas jóvenes o vivos y tiene su propio cuerpo de especialistas,
filosofías, estándares y visión estética, que están al día con respecto a
las vanguardias estéticas del mercado y reconocida en el ámbito del
arte a nivel global.
A diferencia de los museos de estado, cuya misión es difundir,
exhibir y educar sobre arte que le pertenece a un pueblo – a partir de
una narrativa que puede ser mítica, histórica, identitaria o canónica
para reforzar la meta-narrativa que une al pueblo como tal –los museos
privados tienden a ser estratégicamente usados para el desarrollo de la
identidad e imagen de una compañía. También son lugares de canalización
de fondos, ya que el estado brinda exención de impuestos a las
corporaciones que coleccionan arte. En ese sentido, la teoría de la
economía trickle-down (goteo) –que el gobierno le rebaje los
impuestos a las corporaciones o que les brinde otros beneficios
económicos con la idea que se beneficiarán los miembros más pobres de la
sociedad mejorando la economía en general– siempre es válida, porque
como diría el cínico, si los caballos de los ricos tienen alimento en
abundancia, al pasar siempre dejarán unos granos en los montones de
estiércol. Además, el arte es considerado ser un activo como el oro o un
inmueble, ya que ofrece rendimientos estables a largo plazo. En este
sentido, las alianzas entre los coleccionistas fortalecen el mercado
internacional, haciendo que la adquisición de arte sea una garantía para
proteger el dinero que no saben en qué gastar o invertir [10].
Mientras que cualquier museo es un lugar en el que se organizan la
memoria y la relación con la memoria, los objetos tangibles y
exposiciones de los museos privados y/o corporativos reflejan los
intereses tanto de la compañía como el gusto de sus dueños. Según
asesores de arte, el principal impulsor a la adquisición del arte es el
"valor emocional” (84%), aunque el 61% se refiere también al valor
social (estatus, prestigio, relaciones) y 60% por la exclusividad [11].
En ese sentido, el objetivo principal de un museo privado es ser
instrumento de relaciones públicas y mercadeo. La vocación populista del
Museo Soumaya es enunciada por el mismo Slim (citado en la página web
del museo): Creemos en la importancia de que este museo sea parte de la
población mexicana, poniendo este inmueble y su colección a disposición
de la ciudad y del país, con la intención y compromiso de contribuir en
la formación y desarrollo de capital humano, procurando enriquecer y
compartir la historia del arte, la cultura mundial y la historia de
México. Con dejo de condescendencia y de estrechez de visión al obedecer al
canon de historia del arte europeo, la declaración continúa: Buena parte de la obra que incluye el Museo Soumaya es
europea, con el fin de tener disponible en México dicha colección para
aquellos mexicanos que no han podido viajar fuera del país para que
también tengan acceso a este arte y disfrutarlo. Según su página web, el museo recibe un promedio de 3500 visitantes
al día y lo han visitado 3000 escuelas, asilos y casas hogar que reciben
desayunos, visitas guiadas y talleres educativos gratis. Su "Aula
Digital Telmex” es un espacio dotado de recursos, herramientas y
dispositivos digitales para "innovar los procesos de
enseñanza-aprendizaje y favorecer el desarrollo integral de la comunidad
escolar”. El museo fue diseñado por el arquitecto y diseñador Fernando Romero, el
yerno de Slim; vestido con mosaicos hexagonales de aluminio, podría ser
un monumento excéntrico: entre corset y torre de enfriamiento de reactor
nuclear, fue un proyecto que Romero propuso para Beijing pero que nunca
se realizó. Su valiente ostentación contrasta con el acercamiento
conservador a la manera en la que se exhibe el arte en su interior. Las
piezas de la colección son de calidades dispares entre las cuales pocas
son excepcionales. La calidad de la colección es además mancillada por
las espantosas vitrinas que alojan algunos de sus objetos, el techo de
lámina, la luz neón que ilumina casi todas sus salas y el descuido
general del recinto (acabados mediocres, paredes sucias con pelusas). A
esta "sensibilidad filantrópica Slim” –quien contribuye billones a
fundaciones pero no a programas contra la pobreza porque según él, crean
dependencia [12]– se le unen las obras de teatro de Broadway en el
Teatro Telcel, y un New York Times (comprado por Slim en 2011) de calidad más y más mediocre y propagandística.
Si el Museo Soumaya le abre sus puertas a las masas a las cuales les
da igual pasearse en el interior de un Sanborns que en el Museo Soumaya,
o ha servido de escaparate diplomático y antesala de negocios – en
2011, la presidenta argentina Cristina Fernández fue agasajada allí en
una cena de negocios con Slim, incluso antes de hacer la visita oficial a
Calderón–, el Museo Jumex no podría ser más distinto: es una enclave de
poder para hospedar a la elite local sedienta del refinamiento y de la
exclusividad que brindan el arte contemporáneo y la directora del museo,
Rosario Nadal de Bulgaria, la Princesa Preslav, aristócrata europea que
le brinda al museo un toque de abolengo del viejo mundo. Para la
inauguración del museo, hubo una fiesta de 3 mil invitados, de entre los
cuales 700 (curadores, galeristas, coleccionistas que entre todos
aseguran que los artistas que apoyan sean buena inversión financiera)
fueron traídos de todas las esquinas del mundo para la ocasión. La
fiesta tuvo lugar en el Estado Mayor Presidencial; según cuentan las
crónicas, las escaleras de acceso se cubrieron de lámina de oro y costó 3
millones de dólares. Con su elegancia restringida, el edificio
concebido por el arquitecto británico David Chipperfield es generoso
pero no monumental. Si el Soumaya es torpe y temerario en su querer
parecer arquitectura posmoderna, el neomodernismo sofisticado y refinado
del Museo Jumex recuerda a Mies van der Rohe, I.M. Pei, Luis Barragán y
Ricardo Legorreta. Pisos y muros están recubiertos de travertina, y el
techo está rematado con triángulos alzados (asemejando dientes de
sierra) que evocan al patrimonio manufacturero del área al tiempo que
bañan al arte exhibido en su interior en luz natural. El museo se
inauguró con una exposición de siete esculturas de Fred Sandback
instaladas entre 50 obras de La Colección, entre las cuales destacan Oval Billiard Table de Gabriel Orozco, fotografías de la serie Equilibres de Peter Fischli y David Weiss, Amber Stack de Donald Judd y una de las peceras en las que se equilibran pelotas de basket ball de Jeff Koons (Three Ball Total Equilibrium Tank). El título de la exposición, Un lugar en dos dimensiones…
evoca la existencia de realidades paralelas (tal vez las realidades
diferenciadas que coexisten en el país: la de los que visitan este
museo, los que visitan exclusivamente al museo de enfrente y los que no
van a museos). Reúne obras que en su conjunto, subrayan su aspecto
lúdico y formal, enfatizando la tendencia al diseño del
neoconceptualismo y neominimalismo. En la curaduría de la retrospectiva
de James Lee Byars, también se plantea al arte como objeto de
contemplación para subrayar la perfección, la belleza y el equilibrio
(valores espirituales secularizados). Transformando en fetiches
museográficos objetos del artista y piezas como el vestuario que hizo
para vincular dos o más personas (con resonancias a los experimentos de
Lygia Clark), la retrospectiva neutraliza el carácter social y político
de su obra. Ambas exposiciones son el resultado de fórmulas de curaduría
pre-fabricadas en los grandes museos imperiales (Tate Modern, MoMA),
con obra escogida en el mercado del arte. Pareciera que el enfoque de
las exposiciones es contribuir a discusiones entre colegas del mundo del
arte, incluyendo tal vez algunos estudiantes de arte; sin embargo, las
exposiciones ni son académicas ni se insertan en un diálogo global sobre
la historia del arte reciente: más bien, le dan forma a la manera en la
que el público se puede acercar al arte para disfrutarlo y discutirlo
como mero amusement.
Una comparación entre las políticas culturales privadas o
corporativas con las del gobierno revela que, mientras que el gobierno
usa a la cultura como instrumento para supuestamente recomponer el
tejido social, fomentar la pluralidad de la sociedad y la democracia y
revitalizar el diálogo con la comunidad intelectual y artística, las
instituciones culturales privadas funcionan como un nicho "alternativo”
de lujo en el que las clases privilegiadas pueden gozar de exclusividad y
del sentimiento de "estar cultivándose” con arte más bien hecho
irrelevante por su contexto de exhibición. Inevitablemente, los museos
corporativos traen a la mesa discusiones sobre cómo la privatización
está modificando al espacio público: en el ámbito de la cultura, la
privatización implica naturalizar las relaciones de dominación,
normalizar la sensibilidad de la oligarquía y hacerla hegemónica,
consolidar estructuras de poder corporativas en el mundo de la cultura
al igual que nuevos espacios de poder y nuevas formas de ordenar la
vida, promover el elitismo de clase y formas sociales capitalistas,
contribuir a la falta de fondos públicos para la creación de arte. La
descripción de Damián Ortega de la pieza que le comisionó el Museo Jumex
para el patio, Cosmogonía doméstica, bien podría servir para describir a este nuevo espacio público corporativo/privatizado:
El espacio público como metáfora del espacio sideral, cósmico […] un
movimiento perpetuo, una coreografía cambiante que reconfigura el
espacio al producir asociaciones efímeras entre los elementos que la
componen y el propio público [13].
Un espacio público homogéneo en perpetua búsqueda de su propio
equilibrio, perfección y belleza, donde no hay antagonismos sino
alianzas productivas pasajeras.
Continua en: http://esquimal.ucoz.com/news/neoliberalismo_y_autonomia_del_arte_ii/2014-02-13-323
Notas [1] Una versión de este ensayo fue presentada en Bureau Publik,
Copenhague y en la Escuela de Arte de Bergen (KHIB) en noviembre de
2013. [2] Michel Goddard, "Towards and Archeaology of Media Ecologies: ‘Media
Ecology,’ Political Subjectivation and Free Radios,” The Fiberculture
Journal Issue 17, 2011. Disponible en red:
http://seventeen.fibreculturejournal.org/fcj-114-towards-an-archaeology-of-media-ecologies-‘media-ecology’-political-subjectivation-and-free-radios/ [3] Como en el video de Marina Shiffrin, "An Interpretative Dance for
My Boss Set to Kayne West’s Gone” el cual usó para renunciar a su
trabajo denunciando las largas horas laborales. Disponible en red:
http://www.youtube.com/watch?v=Ew_tdY0V4Zo. [4] Sus valores/políticas de la empresa están disponibles aquí: http://about.zappos.com/our-unique-culture/zappos-core-values [5] Ver: Megan McLagan and Yates McKee, "Introduction,” Sensible
Politics: The Visual Culture of Nongovernmental Activism, (Cambridge,
Mass., Zone Books, 2012), pp. 9-22. [6] Marcelo Espósito, "Lecciones de historia. El arte, entre la
experimentación institucional y las políticas del movimiento”, SITAC
2009, disponible en red:
http://marceloexposito.net/pdf/exposito_sitac.pdf [7] Sholette, 2004, p. 259. [8] Ibid., pp. 260-261. [9] Chin-tao Wu, "Embracing the Enterprise Culture: Art Institutions
Sicne the 1980s,” New Left Review I/ 230, (July-August 1998), p. 31. [10] Leticia Gasca Serrano, "Todos coinciden: invertir en arte es buena
opción” El Economista, 13 de febrero de 2012, disponible en red:
http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2012/02/13/todos-coinciden-invertir-arte-buena-opcion [11] Leticia Gasca Serrano, "Arte en México, ¿cómo se compra?” El
Economista, 13 de febrero de 2012, disponible en red:
http://eleconomista.com.mx/entretenimiento/2012/02/13/arte-mexico-como-se-compra [12] Rodolfo Acuña, "The Age of the Billionaires” Counterpunch, 12 de
diciembre de 2013, disponible en red:
http://www.counterpunch.org/2013/12/27/the-age-of-thebillionaires/ [13] Damián Ortega citado por Oscar Cid de León, "Alista el Museo Jumex su inauguración” Reforma, 26 de octubre de 2013.
Tomado de: http://salonkritik.net/10-11/2014/01/neoliberalismo_y_autonomia_del.php#more
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