Ramón Almela JoeMinter, AfricanVillage In America
Ensayo epistemológico en el que, dilucidando y
sistematizando conceptos sobre la esencia del "Outsider Art”, se
escudriñan y desentierran supuestos sobre su condición actual. El
espectro de la producción artística del "Outsider Art” pone en evidencia
la condición postmoderna desde esos puntos de vista y características
de la postmodernidad, que reconsidera el sentido de élite y la
naturaleza especial del arte, revela su escepticismo, y constata el
impulso de la diversidad y la diferencia cultural con un énfasis en el
mercado y el consumo. El "Outsider Art” se presenta como alternativa de
auténtica actividad estética innata en el ser humano, "Homo
Aestheticus”, y que la neurociencia, la nueva biología de la mente,
comienza por comprender como fenómeno de realización/apreciación
artística desde las raíces biológicas del arte, y que el nuevo campo de
"Estudios Visuales” deberá integrar como producción visual
significativa. Un repaso a las obras y artistas que componen la
exposición, analizadas desde las características del proceso creativo,
confirmará cómo estas prácticas visuales pueden considerarse fundación
de todo arte expresivo.
Un día, hace veinticinco años, me encontraba en Madrid en
el estudio de Juan Antonio Criado, compañero de la Escuela de Bellas
Artes de San Fernando, y me mostró un dibujo con rotuladores de color
-que no era suyo- con la cifrada idea de suscitar un debate sobre la
consideración de esta obra como arte. Juan Antonio era un escultor de
habilidad y talento incomparable, con una obra evocadora de la
concepción creativa de Auguste Rodin. Su conocimiento de la anatomía
humana –no en vano abandonó la carrera de medicina para perseguir su
desarrollo en el arte– le permitía junto al dominio matérico y gráfico
crear un discurso de figuras donde exaltaba el goce de la coincidencia
figurativa con el modelo, creaba el autoengaño escultórico donde la
realidad del volumen se hace premisa de verdad, y utilizaba la parquedad
del medio potenciando la expresión de la obra en la fluctuación
lumínica de la superficie, aparentemente inacabada con los vestigios del
tratamiento del modelado sobre barro. Emulaba, tanto como admiraba, el
genio de Rodin, y desdeñaba los planteamientos abstractos o conceptuales
como medio expresivo. Su calificación promedio en la carrera fue de 10 y
sobresaliendo con honores, con lo que defendía su posición ideológica
como artista creador valorado, legitimado y apreciado desdeñando otros
acercamientos expresivos alejados de esa aspiración de realismo y
expresión figurativa.
El dibujo que me mostraba, y que quería enjuiciara con el
anhelo que lo desdeñara, aparentaba con sus brillantes colores y estilo
ingenuo ser de un niño. De inmediato advertí quien era el autor pues
había contactado con él tiempo atrás y su perceptible estilo era
reconocible, además de que sus circunstancias resultaban difíciles de
olvidar, aunque Juan Antonio desconocía que yo sabía de él. Manuel
Aragón, cariñosamente conocido como Manuelo, no era un artista
convencional. Afectado y limitado desde niño en su motricidad por
convulsiones y contracciones musculares de tipo espástico causadas por
una anomalía del cerebelo, se dedicaba a realizar imágenes con rotulador
sobre papel por ser el único medio con el que podía desenvolverse. La
articulación de sus palabras era entrecortada y tartamuda, aparentando
cierto retraso mental, pero sus procesos de pensamiento no estaban
afectados en absoluto. Pero, el constante movimiento y descontrol de sus
miembros no le brindaba posibilidad para el desarrollo de una vida
común, y menos para una realización artística usual cuando no podía
realizar un trazo regular, y su apariencia llegaba a resultar entre
vergonzosa y patética. Debía trabajar con inmensa dificultad aferrando
con su mano izquierda su propio brazo derecho atrayéndolo hacia sí para
mantener un mínimo control del incesante temblor de su articulación. No
podía ni trazar en la parte superior de la hoja teniendo el cuerpo
contraído para detener sus movimientos, para lo cual debía invertir el
trabajo y así completar el dibujo al revés. A pesar de todo, realizaba
imágenes donde destacaba el colorido y la forma desenvuelta, espontánea,
con el énfasis puesto en la descripción peculiar de escenas cotidianas y
paisajes. Su espacio bidimensional se llenaba de manchas, puntos y
trazos superpuestos componiendo una producción destacable y singular.
Eran encomiables la tenacidad y el aferro a la vida de
Manuelo en esas duras condiciones. Sobrevivía con la ayuda de sus
familiares que le adaptaron un garaje en su casa de la ciudad Villanueva
de la Cañada, en la provincia de Madrid. Cuando le conocí ya se
encontraba dentro de sus cincuenta. Nada lo detenía en su agitado
caminar que, andando sin muletas, tenía que ir golpeando de pared en
pared para alcanzar su objetivo. Se integraba sin reparo en un partido
de fútbol como portero ante la incredulidad de los participantes en el
juego. Toda su vida fue así, sin auto-limitación. Fue la sociedad la que
le impuso las restricciones. Quizás, en su mundo de punteados colores,
líneas quebradas y densas atmósferas de trazos gráficos que conformaban
paisajes inusuales, se desenvolvía con la libertad de movimiento
añorada. Hace unos diez años supe de su fallecimiento natural.
Aquella polémica originada por ese dibujo que Juan Antonio
Criado me presentaba, tan sólo reafirmaría nuestra posición contrapuesta
acerca del valor de la técnica y la expresión en el arte a través de la
corporeización figurativa o la abstracción. Juan Antonio provenía de un
nivel socio-económico envidiable, era bien parecido y atractivo para
las mujeres. Destacaba en las artes marciales desde que compartí con él
entrenamiento y competiciones de Karate. Su inteligencia, extroversión y
habilidad, además de su producción artística, forjaban una figura con
talento que ya auguraba una brillante carrera artística con las
exposiciones iniciales y los viajes a New York en 1984. Todo un
personaje colmado de características que cualquiera deseábamos, excepto
por la fragilidad emocional por la que un día, en 1985, por desencantos
amorosos, depresión, acción narcisista, le llevaría a acabar con su
vida.
Dos figuras de artistas que muestran el valor y la
tenacidad completamente opuestos en su visión de la vida y la realidad.
Quien todo tenía y prometía desde su capacidad artística, sucumbe
engullido por la emoción y la depresión que le roba el deseo de vivir. Y
aquel otro, en el que las condiciones vitales fueron absolutamente
adversas persiste con su situación, creando a pesar de los obstáculos y
trabas, que no sólo eran físicas. Su producción artística,
transcurriendo las décadas finales del siglo XX, nunca fue considerada y
él mismo como artista, no encajaba en las figuras creativas que se
extienden en la institución del arte liderada por los museos, críticos,
revistas, curadores y el creciente, en ese tiempo, mercado del arte.
El dibujo en cuestión que revelaba las características
estilísticas de la obra de Manuelo contenía muchos de los elementos
destacables y generalizados en las obras de "Outsider Art”. Una directa
inmediatez en la ejecución de la imagen como predominio de un impulso
por plasmar una impresión mental, un destello de ideas que necesitaba
ver, pensar visualmente. Esta directa impronta es mejor transmitida con
materiales de fácil manejo que no requieren una elaboración superpuesta
de capas, y si se utilizan materiales de mayor complejidad se recurre a
un tratamiento directo del mismo.
Otro de los elementos señalables en las obras es la
construcción de una alucinatoria narración visual sostenida sobre un
espacio de representación no euclidiano, con perspectivas cargadas de
simbolización y jerarquía emocional. Igualmente, en las obras predomina
una composición carente de foco de atención o estructura regular
estable, forjada en base a añadidos progresivos de áreas yuxtapuestas
que no obedecen a una estructura general, sino al interés puntual por
resolver el diálogo narrativo.
"Outsider Art” en la situación postmoderna
Entre las diversas características que definen la situación
postmoderna hay varias que concurren con las circunstancias de la
propagación del "Outsider Art”. Una, la situación postmoderna lleva a
aglutinar estas expresiones creativas denominadas "Outsider Art” (que
podrían situarse bajo el rubro de "Low Art” –Arte Popular–) con las del
"High Art” –Arte Culto–. Dos, este arte, que tantas veces es un
subproducto de una actividad ocupacional, una terapia de arte o la
propia sublimación psíquica, desvela su razón estética en una actividad
que responde a un fin. Es decir, pone en entredicho que la ausencia de
finalidad es inherente a la apreciación de la belleza. Y tres, el
"Outsider Art”, "deconstruye” el arte contribuyendo con su influencia al
desmantelamiento de supuestos y postulados elitistas del arte, al
tiempo que se incorpora de pleno al intercambio teórico y artístico
actual.
La denominación "Outsider Art” proviene originalmente de la
atención puesta por Jean Dubuffet en 1945 al libro de Hans Prinzhorn
que contenía imágenes realizadas por los enfermos mentales, las cuales
le inducirían a formar la "Colección del `Art Brut”. "Outsider”
o "marginal” es el término anglosajón utilizado para referirse
principalmente a las creaciones de los discapacitados mentales, o como
justamente ahora se maneja, con capacidad diferenciada. El "Outsider
Art” ha evolucionado como una entidad que adquiere rango propio e
incrementa su inserción dentro de la estructura de la Institución-Arte.
En sí, este desarrollo revela la tendencia a la desaparición de la misma
noción, aunque mantenga su peculiaridad. Cuando se habla de "Outsider
Art” se refiere principalmente a la producción visual de las personas
internadas en psiquiátricos o declaradas mentalmente enfermas y que en
distintos grados afecta la conducta normal. Marta Miró y Pedro Lavado [1] lo denominan en lenguaje español: "Arte Lunático”. Con aquel término, Lyle Rexer [2]
trata de caracterizar los vocablos confusos y que se intercambian con
los de "Folk Art” y "Autodidacta” promovidos, muchas veces, por
mecanismos de marketing que incluyen algunos como "Arte Visionario”
"Neuve Invention” o el primigenio "Art Brut”. Los parámetros de esta
producción se caracterizan por una marginalidad y falta de consideración
artística, que se extiende a muchas otras producciones: Personas con
discapacidad funcional o inclusive social, no específicamente de
enfermos mentales, pero que se encuentran alejadas de la circulación
elitista creativa, englobando así su identidad bajo esta bandera de lo
marginal, lo autodidacta, y que "supuestamente” no es arte. Haré uso del
término "Outsider Art” en sentido general abarcando las obras y
artistas situados al margen de la creación estándar pero que, desde
luego es dominado por estos individuos que sufren de esquizofrenia,
psicosis, autismo y maniaco-depresivos, incluso los que sufren de
estados alterados de conciencia.
El extendido reconocimiento y atención que adquiere el
"Outsider Art” es indicativo de uno de los ejes determinantes de la
postmodernidad: El multiculturalismo o la política del reconocimiento de
la diferencia. Con el advenimiento de la postmodernidad que incentiva
la diversidad y la diferencia cultural, el "Otro”, aquellos que han sido
excluidos de toda consideración intelectual, se incorporan como
miembros de la colectividad. En la sociedad actual esta figura de lo
"Otro” se extiende a los grupos de inmigrantes y todo aquello que
irrumpe en el campo social y que son inasimilables. Bajo la idea de
Michael Foucault, los "Otros” son aquellos apartados del poder y que a
menudo han sido victimizados y, consecuentemente, desprovistos de sus
derechos políticos o ignorados: homosexuales, gente de color,
prostitutas, prisioneros y locos. El "Outsider Art” resulta parte de
este "Otro” que la sociedad ha desdeñado por el individuo en sí, y por
el desajuste cultural que sus obras manifiestan. Según Marta Miró y
Pedro Lavado[3] el "Outsider Art” queda precisamente definido como "el desarrollo de toda una serie de formas de expresión creativa que se manifiestan fuera de las normas culturales”.
Estas expresiones creativas no encajan en las expectativas que del arte
se han construido como ejercicio de habilidad, consciente y controlado,
elaborado y manejado profesionalmente, buscando retribución y no como
"hobby”. Estas expresiones creativas se encuentran más enraizadas en el
sentimiento y simbolización popular que en la elucubración elitista de
arte culto. La situación postmoderna lleva a aglutinar estas expresiones
creativas de "Outsider Art” -que podrían situarse bajo el rubro de "Low
Art”- con el "High Art”. El "Low Art”, -Arte Popular- identifica la
cultura de masas y la manufactura de gusto popular con dominante
realismo "kitsch”. Bajo éstas se centraban muchas de las prácticas
visuales como diseño, decoración y publicidad, y que en la actualidad
postmoderna se funden con el así llamado "High Art” (Arte Culto),
correspondiente a lo entendido como Bellas Artes, de trascendencia
universal y de logros artísticos fundados en nobles sentimientos y un
gusto educado. Esta fusión y entrecruzamiento de las dos orientaciones
visuales se realiza como un reconocimiento de las actividades que antes
eran tratadas como marginales, y como un ascenso hacia la esfera del
circuito del arte institucional. Y, al mismo tiempo, se produce una
absorción de las prácticas artísticas, antes entendidas como "High Art”
por el sistema extendido de la imagen en su reproducción y difusión,
tanto electrónica como artesanal, como circulación de sentido y de la
información en la cultura de masas.
Una de las razones que influye, también, para la
desconsideración de estas producciones como obras de arte es que son, a
menudo, el subproducto de una actividad ocupacional; La realización
plástica dentro de una terapia de arte. Y es que, la realización del
producto visual con un fin predeterminado anula su consideración de
pureza artística, haciéndola descender a otra categoría similar a la de
"decoración”. Cuando se maneja una práctica visual, la creación de la
imagen, para buscar la resolución de problemas mentales y para recuperar
la salud mental, se trata de una función de la educación o curación por
el arte, denominándolo "experiencia artística” distanciándose del
concepto "Arte” reconociendo su relatividad. Así se expresa José Mª
Barragán cuando define el objeto de su estudio en una investigación
sobre el tema de la pedagogía del arte: "Evitamos de esta forma la
polémica denominación de "arte” aplicada al desarrollo de habilidades
simbólicas: el arte de los niños, el arte de los adolescentes, etc.
Preferimos hablar del desarrollo de experiencias artísticas, que incluye
tanto conductas vinculadas con la recepción cono con la producción sin
que por ello tengan que ser categorizadas como arte. Si los resultados
(objetos, obras…) de estas experiencias artísticas reciben dicha
denominación ya es una cuestión relativa, como ya hemos dicho, de
legitimación sociocultural”[4]
Cuando el arte se doblega a una función utilitaria
desciende de ese rango elevado. Gran cantidad de los criterios estéticos
empleados en la sociedad occidental derivan del Idealismo Kantiano. El
concepto antiguo de "arte” vinculado a la habilidad técnica cedió su
lugar a uno más moderno vinculado a la producción de "belleza”. En su Crítica del Juicio Estético Kant, en el siglo XVIII, establece que desde el punto de vista de la cualidad, el gusto
es la facultad de juzgar un objeto o representación mediante una
satisfacción o un descontento sin interés alguno, y que el objeto de
semejante satisfacción se llama bello. Así, la belleza
es forma de la finalidad de un objeto en cuanto es percibida en él sin
la representación de un fin. La ausencia de finalidad es inherente a la
apreciación de la belleza. Esta inclinación ha prevalecido desde
entonces marcando el desarrollo de las nociones de las Bellas Artes y su
diferenciación con la Artesanía y con todas las otras expresiones que
evolucionaron con la sociedad, como ha sido el caso de la ilustración
gráfica en el diseño, que hasta hoy también es concebida como un arte
gráfico menor.
El concepto y la práctica del arte como mayoritariamente se
concibe ahora tiene su origen en el desarrollo cultural de los últimos
200 años. Se asume que los autores que realizaban obras de pintura y
escultura en los tiempos pasados pensaban del mismo modo como pensamos
ahora. Pero esto es una estrecha y restringida visión cultural. Platón
argumentaba no sobre arte, sino sobre belleza, poesía y la realización
de una imagen. Los escritos de Aristóteles trataban sobre poesía y
tragedia. Usaron el término "Techné”, que se ha traducido como "Arte”,
pero esta palabra era igualmente aplicada a la pesca, la conducción de
carretas y otras actividades mundanas. "Techné” significaba –tener un
correcto entendimiento de los principios envueltos- algo así como el
manejo que se hace hoy del "arte de la cocina”. En los tiempos
medievales las artes estuvieron al servicio de la religión y eran
significantes en tanto en cuanto revelaban lo divino. En el
Renacimiento, los artistas reemplazaron gradualmente las preocupaciones
escatológicas con las antropocéntricas desenvolviéndose con un "Arte”
que buscaba la representación precisa del tema usando las habilidades de
armonía compositiva, y realización técnica apoyado en simbolismos y en
la aplicación del conocimiento teórico de la ciencia.
Es en el periodo del siglo XVIII donde se producen una
serie de cambios sociales e intelectuales que originarán lo que se
identifica como "Modernidad”, impulsándose el desarrollo de la
tecnología y la industrialización en una sociedad basada en los
intercambios monetarios y el énfasis en la razón. Todo ello devaluará la
dimensión poética y visionaria del pensamiento, e impulsaría una nueva
disciplina que esclarecería el gusto y la belleza como conceptos
universales: La Estética. Las categorías estéticas centraron la
consideración de la auténtica experiencia estética en la actitud
desinteresada que desdeña cualquier interés personal en el objeto, su
utilidad, o sus ramificaciones sociales o religiosas. Hasta entonces,
ninguna sociedad había considerado al arte como una entidad en sí misma,
apartada del contexto de su uso. A lo largo del siglo XIX, los artistas
perdieron sus patrones tradicionales, la Iglesia y la clase dirigente.
La obra de arte fue convertida en un mundo-en-sí-mismo gestado
primariamente dentro de esta desinteresada experiencia estética. El arte
llegó a ser considerado una de las más altas formas de actividad
mental. Los artistas se encontraron a merced de lo público, en lo que ha
llegado a ser el mercado del arte, la Institución-Arte que engloba las
academias de arte, los museos, las galerías y marchantes, críticos,
curadores y publicaciones que enlazan el público con los artistas. El
"Arte” se convirtió, como afirma Ellen Dissannayake, "si no en una
religión, al menos en una ideología cuyos principios fueron articulados
por y para unos pocos quienes disponían de tiempo libre y bastante
educación para adquirirlo”[5].
La postmodernidad pone en cuestión dos siglos de asunciones
acerca de la naturaleza elitista y especial del arte sin propugnar una
vuelta a los presupuestos anteriores, sino declarando concluida la
encadenación de movimientos modernistas "ismos”, acentuando una visión
pluralista, una sociedad consumista, invadida de imágenes e información
bajo una economía capitalista globalizada. Esta sociedad es dominada por
una actitud nihilista donde, cualquier "verdad” o "realidad” es
realmente sólo un punto de vista, una representación mediatizada y
condicionada por nuestro lenguaje y nuestras instituciones sociales. Y
el artista, como cualquier otro individuo, interpreta acorde a su
sensibilidad e idiosincrasia cultural. Todo el llamado "High Art”, Arte
Culto, es una visión confinada al patrón marcado por una élite
dominante, la europea occidental de raza blanca. El arte no es
universal, sino conceptualmente elaborado por individuos cuyas
percepciones son necesariamente limitadas y restringidas. Todo lo que se
ha enarbolado como "High Art” son construcciones que expresan un
interés de clase.
¿Puede entonces distinguirse lo que es arte de lo que no es
arte? La compleja variedad del arte y su naturaleza rebelde se
constituye contra las propias definiciones que identifiquen el arte
dentro de una estructura o contenido. Un reciente libro de Stephen
Davis, The Philosophy of Art,[6]
aborda con nitidez y claridad analítica el problema agrupando y
esquematizando las diversas definiciones de arte en tres variantes, que
se distinguen según atiendan a las propiedades relacionales o las
intrínsecas de una obra de arte: Funcionalismo estético, el producto es arte cuando genera una experiencia estética, Historicismo, si aparece en la apropiada relación histórica con sus predecesores y la Teoría Institucional que confiere el estatuto de obra de arte, "candidato a la apreciación”, a lo que el artista realiza si el mundo del arte[7]
comercializa con ello, escribe acerca de ello, lo exhibe, y por lo
tanto lo valida como arte (Una extensa y recomendable fuente de
bibliografía y referencias sobre "Outsider Art” puede encontrarse en
Internet en la página de Public Broadcasting Services www.pbs.org/independentlens/offthemap/html/resources.htm)
La tendencia a buscar nuevos modelos de creatividad en la
órbita de lo primitivo y de lo popular evidente con las exposiciones del
Museo de Arte Moderno de New York a finales de los Ochenta y comienzos
de la década de los Noventa ("Primitivism and 20th-Century Art" y "High and Low: Modern Art and Popular Culture”)
propugnó la atención sobre el "Outsider Art”, ya no limitado a los
discapacitados psíquicos o recluidos en hospital psiquiátrico sino
englobando a todo excéntrico e inadaptado social, autodidactas, "Folk
Art” [8]
y expresiones paralelas, reconociéndose cada vez más la concordancia de
estas expresiones marginales con los protagonistas del arte moderno. La
exposición de 1992 "Parallel Visions: Modern Artists and Outsider Art” del "Angeles County Museum” y la más reciente "Mundos interiores al descubierto”
expuesta en "La Caixa” en Madrid en Marzo 2006 son un índice de la
reflexión que estas expresiones están produciendo. Ambas exposiciones
coincidían en mostrar figuras relevantes del arte moderno con figuras
desconocidas de discapacitados psíquicos, y contribuyen a disolver las
fronteras entre las dos vertientes del arte, apuntando la interconexión
creciente. En la actualidad, la producción visual del "Outsider Art” se
disipa progresivamente dentro de la actuación teórica y comercial del mundo del arte
como se comprueba con las ferias de arte dedicadas exclusivamente a
mostrar esta producción, las subastas y la atención museística, como la
misma inclusión en la selección de la Bienal 2006 del "Whitney Museum of
American Art” del artista Daniel Johnston, maníaco-depresivo, prolífico
músico canta-autor "underground” quien ha desarrollado un lenguaje
gráfico de contundente ingenuidad, pleno de simbolizaciones figurativas
donde condensa deseos y esfuerzos humanos. Esta expansión del panorama
de lo que se consideraba arte marginal, obliga a anticipar el fin del
"Outsider Art” en su sentido de prescindible o desdeñable, como también
lo sostiene Lyle Rexer señalando: "No hay duda que los productos de
arte de los artistas marginales han encontrado su camino a la entraña
del mercado del arte, así como los mismos artistas, en ocasiones.”[9]
La deconstrucción crítica a la que contribuye el "Outsider
Art” genera una reacción de resistencia en las esferas establecidas del
arte. La postura crítica de la postmodernidad ha utilizado el concepto
de "deconstrucción” acuñado por el filósofo francés Jacques Derrida. Su
idea incide en diversas áreas de las humanidades y las ciencias
sociales. Este término fue inicialmente empleado para señalar las
oposiciones conceptuales en la filosofía occidental, examinando el
lenguaje y la lógica filosófica dentro de la literatura, y se ha
extendido al uso popular para indicar la destrucción crítica de la
tradición y los modos de pensamiento tradicional. La deconstrucción
examina la obra de arte individual no como un artefacto auto-suficiente,
sino como un producto de relaciones con otros textos, discursos y
prácticas visuales exponiendo las inconsistencias, desigualdades o
jerarquías, las cuales son expuestas o cubiertas en un texto, en un
discurso completo o en un sistema de creencias. Así, esta producción
visual de artistas marginales ha ido exponiendo la incongruencia, la
restricción ideológica y sujeción del arte elitista abriendo nuevos
caminos a la expresión de la emoción y el sentimiento, reivindicando las
características esenciales del arte válido.
El "Outsider Art” contribuyó con su influencia al
desmantelamiento de supuestos y postulados elitistas del arte, al tiempo
que se incorpora de pleno al intercambio teórico y artístico actual. Su
acción soterrada ha ido deconstruyendo las asumidas nociones sobre el
arte, aunque todavía siga, irónicamente, siendo desdeñado por elementos
de la Institución-Arte que se asumen más avanzados. En Londres, con
motivo de una reciente exposición, que analizaba la influencia del
"Outsider Art” en el arte dominante, originó en los periódicos una ola
de críticas descarnadas con exacerbada terminología, evocadoras de las
desatinadas críticas al incipiente arte impresionista en París en 1874, o
las críticas en New York al arte moderno europeo de 1913. Este
desmantelamiento de los valores predominantes del arte, cuando el arte
contemporáneo ha asimilado la trasgresión, la fusión de las disciplinas y
la reconsideración de la representación, provoca una resistencia a
aceptar el arte producido desde una obsesión de representación o
necesidad compulsiva, y que no es limitado por normas formales o
restricciones estéticas.
El "Outsider Art” origina una reflexión deconstructiva de
la situación del arte. Es un proceso de crítica que afecta de manera
abierta a los artistas como es el caso de Claes Oldenburg que respondía,
cuando se le preguntó sobre su relación con la obra de Jean Dubuffet,
artista que en 1940 difundió y trabajó con ese arte, diciendo "…influyó
en mi, porque hizo que me preguntara por qué se hace arte y en qué
consiste el proceso artístico, en vez de tratar de amoldarme a una
tradición y prolongarla”[10].
Precisamente, en este pasado mes de Mayo de 2006, la galería
Pace-Wildenstein de New York exploraba la obra de Jean Dubuffet
entremezclada con la de otro pintor con rasgos cercanos también a las
expresiones estilísticas del "Outsider Art”, Jean-Michel Basquiat,
grafitero autodidacta de origen haitiano que ascendió en los años 80 a
una repentina fama desde su existencia vagabunda en las calles de New
York. La exposición "Dubuffet/Basquiat: Personal Histories"
mostró los temas, iconos y motivos recurrentes en la obra madura de
Basquiat que coincide con las soluciones artísticas de la etapa final de
Dubuffet en la serie "Théâtres de Mémoires". Precisamente, el
retorno a la pintura que se produjo en la década de los Ochenta estuvo
en gran parte impulsada por la actitud neo-expresionista alemana, la
transvanguardia italiana, el neo-expresionismo norteamericano y el
grafitti, en los que abundó la figuración narrativa, el carácter
espontáneo y agresivo cercano a lo que se llamó "Bad Painting” que
mantenía características cercanas con la producción visual del "Outsider
Art”.
Sin perseguirlo, y como exponente de una situación de
cambio en el arte contemporáneo, el "Outsider Art” ha desvelado el
esquema restrictivo del sistema del arte y se ha filtrado en el fluir de
la producción artística actual impulsando la reconsideración de la
propia función del arte y de la creación en la cultura visual.
El valor estético y el "Outsider Art”
Expuesto cómo se fue integrando el "Outsider Art” en el
circuito establecido del arte, habría que abordar cómo se establece el
valor estético lejos de los criterios tradicionales. La apreciación de
las piezas conduce a la pregunta ¿Es toda obra de "Outsider Art” buena
por ser una manifestación intuitiva y espontánea? ¿Cómo establecer los
parámetros de calidad ahora que se incorporan al intercambio comercial,
coleccionista y expositivo del arte actual? Las respuestas no son
fáciles, como tampoco lo son para el arte vigente. El pluralismo
estilístico extendido en la postmodernidad origina que se carezca de
referentes para el juicio, quedando relegada la contemplación crítica,
entonces, al ejercicio de la propia intuición y experiencia visual. ¿Es
el simple desplegado de trazos de color sobre la hoja con una figuración
simbólica de rango infantil garantía de valor estético? ¿Pueden
aplicarse las categorías estéticas tradicionales? ¿Garantiza el valor
estético el que sea simplemente producto de una mente perturbada?
Dada la relatividad y nihilismo en el panorama del arte
actual, en donde los anteriores marcos de juicio desaparecieron
sustituidos por un "Todo vale”, la incorporación de una producción
popular al intercambio comercial obliga a deslindar los elementos de
interés lucrativo implicados de las aportaciones creativas
desarrolladas. Se precisa, en medio de la creciente aparición de
publicaciones, una aproximación crítica al fenómeno que estas imágenes
representan. El señalado historiador y crítico de arte, Francisco Calvo
Serraller, sostiene, también, refiriéndose a este tipo de obras y
artistas que "hace falta más que la accidental adhesión de la
actualidad o de nuestra época para certificar la calidad y duración de
un artista”[11].
La recopilación indiscriminada y valoración a ultranza de todo producto
resultante de una actividad visual resulta contraproducente, pues
genera la impresión de laxitud en el tratamiento y valoración de este
arte. Hay que ahondar sobre los valores estético-plásticos, el sentido,
el autor y su desarrollo que determinarán una estructura jerárquica que
sitúe la obra en un contexto histórico-social y conceptual apropiado
para reflexionar sobre sus aportaciones.
Al análisis de la obra contribuirán diferentes disciplinas
que no deben estar limitadas a las de una que contemple la mera
realización artesanal. El problema de la imagen en el sistema social
contemporáneo desborda aquellos criterios metodológicos utilizados hasta
ahora para la compresión, clasificación y valoración de lo visual. El
"Outsider Art”, como la extensa propagación de lo visual en la sociedad,
impulsa la consideración de la imagen desde otras disciplinas, no
limitándose la imagen artística a la producción de un objeto visual
producido para su contemplación. Este intersticio donde confluyen la
cultura visual, la idea del arte y el impulso iconográfico encaja en la
orientación de exploración que sigue la nueva disciplina de los Estudios
Visuales que aborda el estudio general de las imágenes de todo tipo
considerando la producción e interpretación y su difusión[12].
Esta tendencia de aproximarse a las obras de arte con un
sentido más generalizado como producción de una imagen, dentro del
amplio discurso de las estrategias de sentido en la producción visual
contemporánea se hace más imperiosa cuando se sostiene, como afirma
Ellen Dissanayake, que "El arte es un normal y necesario comportamiento del ser humano como cualquiera otra común y universal ocupación humana”[13]. Y el antropólogo Alexander Alland Jr.[14],
indagando en las raíces biológicas del arte, sostiene que hay ciertos
fundamentos del arte que son los mismos para los niños y los adultos,
para el hombre primitivo y para el hombre moderno, para el asiático y
para el americano, ya que las reales raíces del arte se extienden a los
ancestros del hombre y es con ellos con los que se debe comenzar la
búsqueda del significado del arte. El arte responde a una necesidad
esencial en el ser humano por expresarse y crear algo especial. Las
circunstancias culturales son las que organizan el tratamiento que las
producciones artísticas reciben en cada dimensión y sistema social, pero
esta tendencia se halla inscrita en la raíz de nuestra construcción
biológica y ha sido medular en la evolución humana: El comportamiento
artístico es imperativo e innato a la vida del ser humano, quedando
reflejado con el término, acuñado por el filósofo y psicólogo Eduard
Spranger, "Homo Aestheticus”[15] que bien podría sustituir al Homo Sapiens cuando
la ciencia corrobora una clara activación neuronal en el área del
córtex prefrontal dorsolateral izquierdo del cerebro estimulada por la
percepción de la reproducción de una obra de arte. Esta zona es,
precisamente, la que evolucionó desde su antecesor el Homo Erectus.
Así mismo, el proceso creativo que se perfila como fenómeno
central en el proceso evolutivo-cultural del hombre coopera en el
proceso evolutivo mismo de la vida según señala Federico de Tavira.[16]
La vida mental se alimenta de la imaginación, así como la vida social
se construye desde el imaginario colectivo –inconsciente colectivo–que
sostiene la esperanza y unión de los integrantes. La fantasía es el acto
del juego libre de la imaginación individual que se produce en el
rincón más recóndito de la mente humana. Aparece en esa asociación de
imágenes interiores, memoria, represión y carácter personal espoleados
por la creatividad imaginativa. Otro psicoanalista, Erich Neumann, une
la creatividad con la transformación del ser humano, la irrupción de lo
inconsciente dentro de lo consciente, considerando al arte, como lo
haría Freud como lenguaje del subconsciente: "Los arquetipos del inconsciente colectivo son intrínsecamente componentes psíquicos que asumen una forma en el arte”[17].
Erich Neumann apunta que la tensión entre lo consciente y lo
inconsciente que se produce en una sociedad como la actual, hermética y
egoísta, origina que la irrupción de lo inconsciente resulte
intempestiva. Sin embargo, en las sociedades primitivas es menos
violenta ya que son culturas cuyos rituales proveen una unión con los
poderes arquetípicos.
La sociedad actual postmoderna ha ido transformando la
figura y el comportamiento del artista convencional. Se han modificado
muchas de sus características, mitos y configuración funcional, aunque
todavía se encuentre el artista, según la psicología, marcado por la
fruición artística como una transferencia de "su énfasis psíquico
desde la agonía y el odio en sus conflictos hacia el placer y el amor
por el ejercicio de la transformación estética”.[18]
La proyección sentimental (Einfühlung[19])
actúa como operador de la creatividad: La empatía sentimental del
artista lo conduce a proyectar su propio "yo” sobre las formas que crea.
Esta simbolización de los sentimientos y emociones son desplegadas por
la imaginación en formas artísticas. Y es en la fantasía, que es "la imaginación con poder de invención”[20],
donde se articula aún más la diferencia de niveles de muchos de los
protagonistas del "Outsider Art” con los artistas más convencionales. La
imaginación es una facultad esencial en el artista que va más allá del
registro pasivo de lo dado. "Imaginar es una actividad que niega,
rechaza, toma distancia ante lo que se le ofrece para ´proponer´ una
construcción propia sobre aquello de que se trate”[21].
Para poder imaginar, la conciencia tiene que ser capaz de sobrepasar lo
real para constituirse como un mundo. Pero no de manera arbitraria,
señala Jean-Paul Sartre en su "Psicología de la imaginación”, ya que una imagen, "no es simplemente el mundo negado, es siempre el mundo negado desde un cierto punto de vista”[22].
El artista del "Outsider Art” se entrega con un desatado brío,
obsesivamente, a su mundo interior dejándose, sin control, arrastrar por
la energía de la psique que ahonda en ideas y formas a través de la
transformación estética de la realidad. La satisfacción y compensación
experimentada en esta operación de imaginación creativa, que desahoga
tensiones internas, le impulsa a regresar y sentir de nuevo esta
experiencia estética que configura y afirma su identidad.
Los criterios de valor para una obra de "Outsider Art” se
desenvuelven en la proximidad de las propuestas estéticas similares al
arte convencional, pero han de ser enmarcados por sus particularidades.
El placer y el goce estético se van revelando a través de la actuación
misma que el artista despliega. Los sentimientos y la acción artística
son integrados con la forma y el contenido plasmados en la obra. El
dominio de esta forma artística en relación con el contenido emocional
del carácter y la vida del artista, así como su situación en relación
con su tiempo y su mundo conforman las pautas de análisis de una obra.
No hay obra autónoma. Toda producción se enlaza en un contexto y obedece
a una actitud ideológica. Al abordar estas obras hay que tener en
cuenta, fundamentalmente, los aspectos descritos de
sentimiento-acto-forma que se entremezclan y funden con lo iconográfico,
lo sociológico y lo autobiográfico.
[1] "Nuevos horizontes en el arte outsider hispano” Editorial Enokia, SL. Madrid 2005. Pág. 41, en el artículo "La otra cara de la luna”, de Marta Miró y Pedro Lavado.
[2]Rexer, Lyle. "How to look at Outsider Art”. Harry N. Abrams, Inc. New York, 2005. Pág. 32
[3] "Nuevos horizontes en el arte outsider hispano” Editorial Enokia, SL, Madrid 2005. Pag 50, en el artículo "La otra cara de la luna”, de Marta Miró y Pedro Lavado.
[4] Alberto López, Fernando Hernández y José Mª Barragán "Encuentros del arte con la antropología, la psicología y la pedagogía”. Editorial Angle. Barcelona, 1997. Pág 154.
[5] Dissanayake, Ellen. "Homo Aestheticus: Where art comes from and why”. University of Washington Press. Seattle, 1999. Pág. 197.
[6] Davies, Stephen. "The philosophy of art” Blackwell Publishing Ltd., Oxford 2006. Ver también del mismo autor: "Definitions of art” Cornell University Press. London, 1991.
[7] La noción de "Mundo del arte”
fue presentada por Arthur Danto en 1964. Una obra de arte ha de ser
colocada dentro de un contexto social e histórico, y este contexto o
atmósfera es generado por las cambiantes prácticas y convenciones del
arte, la herencia de los trabajos, las intenciones de los artistas, los
escritos de los artistas…etc. Todo esto junto constituye el "mundo del arte”.
[8] En México, una forma de "Folk Art”, el "Exvoto”,
se lleva a cabo desde hace más de 200 años. Es una representación de
acción de gracias, expresión de fe pública por algún favor recibido de
la divinidad. Aunque esta expresión ha disminuido, aún se realiza e
incorpora nuevas estrategias. Cuando antes se encargaban a un
pintor-escritor que realizaba esas escenas acompañadas de un texto sobre
una lámina de metal, hoy se integran como relieves con collages de
objetos y fotografías. En una exposición en el Museo de Arte
Contemporáneo de Televisa, hoy desaparecido, a mediados de los Noventa,
se mostraba la vigencia de la práctica y, ciertamente se apuntaba su
consideración como práctica de arte "popular”, "Low Art”.
[9] Rexer, Lyle. "How to look at Outsider Art” Harry N. Abrams, Inc. New York, 2005. Pág. 162
[10] Citado en "Nuevos Horizontes en el arte outsider hispano” Editorial Enokia, SL, Madrid 2005. Pág. 122 en el artículo "Hombre mirando a lo abyecto”, de José Manuel Toro.
[11] Francisco Calvo Serraller "Descubrir el arte dentro de sí”. Babelia. El País, 18 de Febrero de 2006
[12] "Estudios Visuales. La epistemología de la visualidad en la era de la globalización” Editor José Luis Brea. Ediciones Akal, SA. Madrid, 2005. "Visual Studies. A skeptical introduction”. James Elkins. Routledge. London, 2003.
[13] Dissanayake, Ellen. "Homo Aestheticus: Where art comes from and why”. University of Washington Press. Seattle, 1999. Pág. 225.
[14] Alland Jr, Alexander. "The artistic animal”. Anchor Books. New York, 1977
[15] Spranger, Eduard. "Formas de Vida. Psicología y ética de la personalidad”. Revista de Occidente. Madrid, 1972
[16] De Tavira, Federico. "Introducción al psicoanálisis del arte”. Ed. Plaza y Valdés. México DF, 1996
[17] Neumann, Erich. "Art and the creative unconscious” Princeton University Press. Princeton NJ, 1974
[18] De Tavira, Federico. "Introducción al psicoanálisis del arte”. Ed. Plaza y Valdés. México DF, 1996 Pág. 15
[19]
Teoría estética desarrollada en la segunda mitad del siglo XIX y que
tiene como base la concepción del arte como expresión. Contempla la
proyección sentimental como la capacidad de introducir en un objeto
físico un sentimiento que no corresponde a su naturaleza y, mediante esa
identificación se revelan las formas como símbolos del sentimiento. De
este modo, la Estética es entendida como una sección de la Psicología.
Según Lipps, principal promotor de la teoría, la estética puede
definirse como una disciplina de la psicología aplicada.
[20] Ramos, Samuel. "Filosofía de la vida artística” Espasa Calpe Mexicana SA. México DF, 1994. Pág. 48
[21]Noel Lapoujade, María. "Filosofía de la imaginación”. Siglo XXI Editores. Mexico DF, 1988, Pág. 107
[22] Sartre, Jean-Paul. "The psychology of imagination”. Citadel Press. New York, 1991. Pág. 268
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[*] Dr. Ramón Almela García,
Doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid,
revalidado como "Ph.D. in Art” y "Master in Education” por el "World
Education Services”, con licenciatura en Pintura (U.C.M.) y título de
Profesor de Dibujo de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.. Ha
realizado 22 exposiciones individuales en España, México y Estados
Unidos. Actualmente es docente en el Departamento de Arquitectura y
Diseño de la Universidad de las Américas-Puebla, y en el Departamento de
Arquitectura del Tecnológico de Monterrey, campus Puebla, en Mexico.
Más de 250 artículos publicados en revistas, periódicos y catálogos,
conferencias y talleres, además de un libro, marcan su producción
intelectual, concentrada actualmente en la edición de la revista en
internet critic@rte en www.criticarte.com.
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