Memorias para el futuro 21
fotografía: Alison Brady
*Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental, Número 31, Junio.
Todo empezó con una curiosa sensación. Cuando terminé de leer el relato
clínico de Eliana Marengo y el comentario de Martín Nemirovsky
–incluidos en Clepios Nº32- me preguntaba si eso era todo en relación al
arte y la salud mental. Me parecía que había algo pero no lograba darme
cuenta de qué era. A partir del material clínico, se sostenía la tesis
de la estrecha relación entre "enfermedad maníaco depresiva y
creatividad artística”. Para ello citaban una cantidad de estudios
empíricos sobre el tema que relacionaba "temperamento artístico” y
"temperamento maníaco depresivo”. El trabajo de Marengo terminaba con la
pregunta crítica acerca del cual era el límite entre el "temperamento
artístico” y una enfermedad. Y Nemirovsky concluía en la apuesta de
compartir otras visiones para construir la estrategia clínica.
Tener una visión histórica de los fenómenos siempre permite que algo
nuevo aparezca. Recordé los debates sobre arte y salud mental del siglo
pasado. Entonces, los artistas eran considerados psicóticos, o locos a
secas. En otras ocasiones se trató de encontrar la ligazón entre
perversión y arte. Pero esta larga historia quedaba olvidada, como si en
relación al arte y la locura hubiera empezado con los bipolares y
terminara con un tratamiento medicamentoso. Para eso se tendrían que
confirmar dos hipótesis improbables: que los artistas actuales hayan
migrado hacia este cuadro psicopatológico; o bien, que la larga serie de
estudios citados nos lleven a la idea de que la mayor parte del siglo
XX haya estado equivocado. Y que no había relaciones entre arte y otras
patologías. Para ello debiéramos demostrar que Antonin Artaud, Jackson
Pollock, James Joyce y tantos otros fueron bipolares.
Recordar algo de la larga historia acerca de las relaciones entre el
arte, la creación, la creatividad y la locura puede abrirnos el estrecho
horizonte. Como en muchas cuestiones, podemos comenzar con Freud. Y
allí el análisis se dio en dos direcciones. Primero, el análisis de
obras de arte para encontrar sus motivaciones inconcientes, como la
Gradiva de W. Jensen o el Moisés de Miguel Angel. Segundo, el análisis
de los creadores y el proceso de creación, como en El poeta y los sueños
diurnos o en Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci. A la vez el
psicoanálisis resultó estimulante para los propios creadores, tal como
sucedió con el Surrealismo de los años ‘20. Y además varios creadores se
beneficiaron con procesos psicoterapéuticos.
Los que vinieron después de Freud profundizaron estos dos caminos
mencionados anteriormente. En el caso de análisis de obras de arte se
llegaba a que eso explicaba muchas veces más los conceptos
psicoanalíticos que la propia obra de arte. Es que la obra de arte
siempre desborda una única interpretación, tal como lo demostró años
después Umberto Eco en Obra Abierta. Sin embargo, las creaciones
artísticas siguen siendo un buen camino. Permiten abrir diferentes
perspectivas de análisis. Y recordemos que el arte llega mucho antes que
nosotros a cuestiones vitales, tal como lo decía Freud. El segundo
resultó más fructífero. Es que la patología de los creadores y el
mecanismo de la creación permiten ir hacia los mecanismos de la
creatividad y sus difusas fronteras hacia la patología. Entre la profusa
bibliografía psicoanalítica me detendré en dos autores que trabajaron
en nuestro país.
Enrique Pichon Rivière se ocupó de estudiar las relaciones entre arte y
locura. Pichon escribió sobre Isidoro Ducasse, el Conde de Lautréamont,
un texto publicado luego póstumamente. Era tanta la información de
Pichon Rivière sobre el poeta, que cuando visitó a Jacques Lacan él fue
quien le informó que en el edificio donde vivía, había vivido el tutor
de Isidoro Ducasse muchos años antes, ante la sorpresa de Lacan. Las
hipótesis de Pichon sobre el arte se concentraron también en una serie
de trabajos compilados en El Proceso Creador y en sus Conversaciones…
con Vicente Zito Lema. Resumidamente, hipotetiza que el creador es quien
logra transformar lo siniestro interior (la vivencia de muerte) a lo
maravilloso en su obra (la vivencia estética). Por supuesto, la locura
residiría en quedarse simplemente atrapado en la desintegración de
siniestro. Aunque la diferenciación nunca es tajante. Es que las aguas
de la creación artística nunca son calmas. El problema es si alguien
crea por su patología o a pesar de su patología. Para Pichon, "Artaud no
es poeta por su demencia. El es poeta pese a su demencia”.
Años después, Eduardo Pavlovsky avanzó en esta línea, desde su doble
pertenencia como psicoanalista y autor-actor de teatro. En varios textos
como "Reflexiones sobre el proceso creador” e "Historia de un espacio
lúdico” criticaba el reduccionismo de algunos abordajes psicoanalíticos
que intentaban explicar toda la creación a partir de la patología. Por
el contrario, siguiendo a Winnicott, retomaba la importancia de la
revisión de la teoría sobre el juego para entender los procesos
creativos. Por esto, "el creador, hombre de teatro no repite en sus
obras sólo los gestos de su infancia, sino que su obra es también la
superación de ese pasado condicionado”.Años después Pavlovsky incorporó
las visiones de Deleuze y Guattari (de el Antiedipo a Mil Mesetas) para
seguir oponiéndose a la miopía de considerar solamente a la creación
como expresión de conflictos y desestimar su potencia creadora.
Luego de este viaje regresemos a la bipolaridad. La pretensión de
exclusividad sobre la creación parece estrecha, a pesar de las
estadísticas que relacionan poetas y bipolaridad. Porque sólo nos
confirman algo que surge con esta historia. La descripción sintomática
de cambios de humor de los poetas y otros creadores es simplemente
evidente. Uno puede preguntarse lo contrario: ¿existe siquiera la
posibilidad de que alguien cree estando eutímico durante ese proceso?
¿Qué creador no pasa por momentos de caos y fragmentación subjetiva que
pueden llevar a una hipomanía o a una depresión temporaria?
La cuestión, siguiendo a Pichon y a Pavlovsky, es cómo salir de una
visión reductora de la creación, sea psiquiátrica o psicoanalítica. Y
así poder pensar sobre el arte y la creación y sus relaciones con
diferentes patologías. Una complejidad que nos lleva hasta la noción
misma de subjetividad con la que operamos.
|