Ana Martínez-Collado
Tecnología y construcción de la subjetividad. La feminización de la
representación cyborg
«Succionado, absorbido por un vórtice de banalidad... acabas
de perderte el siglo XX. Estás al borde del milenio, ¿cuál?, ¿eso que
importa? […] Lo cautivador es la mezcla de fundidos. El contagio
ardoroso de la fiebre del milenio funde lo retro con lo posmo,
catapultando cuerpos con órganos hacia la tecnotopía… donde el código
dicta el placer y satisface el deseo».
VNS Matrix (1991), «Manifiesto de la Zorra Mutante»1 .
«En lugar de desvanecerse en la inmaterialidad del aire, el
cuerpo se está complicando, replicando, escapando a su organización
formal, los órganos organizados que la modernidad siempre ha considerado
como la normalidad. Esta nueva maleabilidad se encuentra en todas
partes: en los tatuajes y los piercings, las señales indelebles
de las marcas y las cicatrices, la aparición de redes neurales y
virales, la vida bacterial, las prótesis, los enchufes neurales, una
vasta cantidad de matrices errantes».
Sadie Plant (1997), Ceros + Unos, Mujeres digitales + la nueva
tecnocultura2 .
En todo este proceso, el sujeto, como todo lo demás, ha dejado de
existir como algo fuera del discurso. Somos códigos genéticos, somos
escrituras matriciales en el ordenador, somos firmas potencialmente
variables en el e-mail, podemos adoptar roles sociales diferentes,
podemos transformar nuestro sexo, nuestro género, nuestra identidad,
podemos construir/deconstruir nuestro cuerpo, definitivamente un cuerpo
sin órganos, sin determinación. Es la época del ser contingente,
interpretable, que se reconoce en la ausencia de destino prefijado (ni
por la biología ni por ninguna otra ciencia/servidumbre). Es la época
del Cyborg, de la identidad como puro artificio. Y, consecuentente, el
reto de la representación de una subjetividad no esencialista es tal vez
la cuestión más inevitable de nuestra época.
Todo ello está prefigurado por las nuevas circunstancias:
la expansión de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación hacen real el mundo virtual de la red. La World Wide Wed es
inevitablemente el nuevo espacio epistemológico y existencial del ser, y
ese espacio nos revela meros códigos lingüísticos, puros cyborgs
-fusión de máquina y naturaleza, de deseo y lenguaje. «A finales del
siglo XX -nuestra era, un tiempo mítico- todos somos quimeras, híbridos
teorizados y fabricados de máquina y organismo; en una palabra, somos
Cyborgs. El Cyborg es nuestra ontología, nos otorga nuestra política»3 ,
escribía Haraway.
El cyborg -en tanto que metáfora y modelo del nuevo sujeto
inesencial- se presenta también como el último gran mito moderno: él
recoge, en efecto, todos los sueños de construcción de una subjetividad
liberada de carga edípica, de frustración cotidiana, la ilusión
emancipatoria de un sujeto pleno, feliz y autorrealizado. Pero sabemos
que ese es un sueño falaz, equívoco e interesado, y se trata
precisamente de trabajar para desmantelarlo.
La construcción del cyborg: cuerpo y género
«El cyborg es una criatura en un mundo postgenérico»
Donna J. Haraway (1988), «Manifiesto para cyborgs»4.
Pues aquí no estamos ante una desaparición del cuerpo. En la era
de las tecnologías del cuerpo, en efecto, el cuerpo se resiste más que
nunca a desaparecer. Todo lo contrario, los avances en biotecnología,
ingeniería genética, técnicas de transformación del cuerpo, hacen
posible la creación / reconstrucción de «más cuerpo»: cuerpos soñados,
fabulados, imaginados, prometidos. «Más bellos, más sanos, más felices»,
en definitiva: más cuerpo. La multiplicación de las tecnologías del
cuerpo te incitan: no tanto «conoce tu cuerpo» como inventa tu cuerpo.
No tanto «el cuerpo verdadero», sino «más cuerpo».
Pero, ¿cuál es el género de ese más cuerpo, de ese cuerpo
intervenido? ¿Cuál es la relación entre las partes del cuerpo
producidas / reconstruidas y la identidad de género? ¿Cuando el cuerpo
humano es fracturado en órganos, fluidos y códigos genéticos, qué sucede
con la identidad de género?
En la mayoría de los casos la tendencia primaria es la
reproducción de la tradicional lógica binaria de la identidad y el
género, pero esto supondría limitar los potenciales de las nuevas
tecnologías -cuyo potencial es justamente subvertir esa paridad. Sandy
Stone, en uno de sus primeros ensayos5 , proporcionaba argumentos claves
para el debate contemporáneo sobre la situación del cuerpo en las
comunidades virtuales. Bajo su punto de vista, la introducción del
cuerpo en el espacio virtual generaba significados imprevistos a través
de la articulación de diferencias entre cuerpos y no-cuerpos, espacios y
no-espacios. Y en este sentido, insistía en que las nuevas tecnologías
no son agentes transparentes que eliminen el problema de la diferencia
sexual, sino medios que promueven la producción y organización de
cuerpos sexuados en el espacio.
Ese espacio virtual, por tanto, se representa como una
prótesis, como una enorme prolongación de nuestros cuerpos. Siguiendo
los análisis de Foucault sobre la construcción del cuerpo desarrollados
en su La historia de la sexualidad entendemos bien que el cuerpo
ha sido siempre conceptualizado y articulado según los diferentes
discursos culturales. Si bien se define como «cosa de la naturaleza» es
siempre transformado en un «signo de cultura». Inevitablemente, a este cuerpo
intervenido le serán imputados ciertos códigos del género y la
identidad. Seguramente, es en ello donde residen los mayores peligros,
toda vez que la tendencia será a reproducir los heredados, los que se
asientan en nuestra memoria histórica. Pero, tal vez …
Feminización de la red. Cyberfeminismo
«Dentro y fuera de las cavidades de los telares automatizados, de
un punto a otro por las épocas del hilar y del tejer, hacia atrás y
hacia delante en la fabricación de telas, lanzaderas y telares, algodón y
seda, lienzo y papel, pinceles y plumas, máquinas de escribir con sus
carros, cables telefónicos, fibras sintéticas, filamentos eléctricos,
hebras de silicio, cables de fibra óptiica, pantallas pixeladas, líneas
de telecomunicaciones, la World Wide Wed, la Red y las matrices por
venir»
Sadie Plant (1997), Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva
tecnocultura 6 .
Empecemos por preguntarnos: ¿cuál ha sido y es la intervención de las
mujeres en el territorio de la red? ¿es el cyborg una creación realmente
transgenérica? ¿es la red todavía un espacio configurado a la medida de
los intereses de dominación masculina o existe un activismo feminista
consciente y capaz de establecer su territorio autónomo (su TAZ) en este
nuevo espacio? ¿tiene género la www, o es ella la disolución de todos
los géneros? Seguramente no es ni una cosa ni otra, sino su implosión,
un virus activo de creaciones polivalentes, multifacéticas, en un campo
de pruebas privilegiado que diseña inevitablemente nuestro futuro.
Lo primero que parece obligado decir es que el de la red
resulta un territorio abiertamente "seductor" para la intervención de
las mujeres. «A través del trabajo de numerosas mujeres activistas en la
red -escriben Faith Wilding y el Critical Art Ensemble- hay ahora una
presencia cyberfeminista que es fresca, desvergonzada, ingeniosa, e
iconoclasta frente a muchos de los principios del feminismo clásico. Al
mismo tiempo, es evidente que el cyberfeminismo sólo ha dado sus
primeros pasos»7 . Coincidiendo con el desarrollo de un feminismo
expandido -característico de los años 90: mucho más plural y con un
carácter mucho más abierto que ciertos anteriores feminismos
dogmáticos-, el cyberferminismo también ha adoptado esa misma actitud
libre, diversa y sin prejuicios. Y se ha lanzado a la colonización de un
nuevo territorio procurando dejar atrás las historias anacrónicas y el
continuo temor a «la violación virtual (es decir, del feminista estado
de seguridad)»8 .
De entrada, el clima es de optimismo, el de un partir de cero.
Desde luego no hay nada mejor que un nuevo territorio para descubrir,
para soltarse las cadenas. Pero como en cualquier vieja historia de
expansión y colonización los protagonistas somos nosotr@s. Nosotr@s con
nuestras herencias, con nuestro pasado y con todos los perjuicios
acumulados. Y los estereotipos y los roles se transmiten en silencio a
lo largo de la historia. No habrá pues de extrañarnos verlos reaparecer,
máxime en un territorio que, no podemos olvidarlo, debe su origen a la
necesidad de mantener la comunicación militar en una situación de
emergencia mundial.
En la época de los simulacros, acaso solo el simulacro sea más
real que la realidad: y ése es el territorio en que crece la red, tan
irreal al menos como la misma realidad. En la red todos, por igual,
carecemos de identidad fijada, esencializada. En los comienzos de un
siglo 21 aparentemente construido bajo la protección engañosa de un
falso estado del bienestar sostenido, nuestro reto parece hoy el de cómo
abordar la construcción de ese sujeto post-humano, inesencial, desde
una perspectiva feminista, desde la perspectiva propia de la mujer.
Feminización y máquina: la fuerza infiltrada de lo
subversivo
«El clítoris es una línea directa a la matriz»
VNS Matrix (1991), «Manifiesto de la Zorra Mutante».
«Y cuando ordenador era un término que se aplicaba a
trabajadores de carne y hueso, los cuerpos que los componían eran
mujeres. Hardware, software, wetware… antes de sus comienzos y
más allá de sus límites, las mujeres han sido las simuladoras,
ensambladoras y programadoras de las máquinas digitales»
Sadie Plant (1997), Ceros + Unos,9 .
«Chúpame el código».
VNS Matrix (1991), «Manifiesto de la Zorra Mutante».
Alianza de mujer y máquina: «Soy una cadena binaria -escriben todavía
las VNS Matrix-. Soy puro artificio. Lee mi memoria RAM. Cárgame en tu
imaginación pornográfica. Escríbeme… La red es la niña salvaje,
zorra/mutante, partogenética, del Gran Papá Mainframe.» El espacio
cybernético es expresado como una criatura de perfil femenino -la Matriz
(la Matrix) es el lugar origen, el lugar de creación de la máquina- un
territorio femenino. Pero relativo a una «feminidad» definida ella misma
en términos de «niña salvaje», como fuerza subversiva. Como criatura
salvaje que se multiplica y diversifica por todo el sistema,
invadiéndolo todo. Su rebelión será inesperada -»somos el accidente
maligno que cayó en tu sistema mientras dormías. Y cuando despiertes,
terminaremos con tus falsas ilusiones digitales, secuestrando tu
impecable software».
Pero, ¿dónde está la subversión? ¿Cuáles son esos elementos
femeninos infiltrados en el sistema de la comunicación mundial?
¿Acaso detrás de los velos de la historia, en la «real existencia
histórica de miles de mujeres» que son el éjercito de la infraestructura
que permite el funcionamiento de la sociedad moderna -esas mujeres que,
incesantemente, atienden la intendencia de la sociedad? ¿Dónde se
esconden realmente los elementos femeninos que contribuirán a
hacer igualitarias esas estructuras de poder que han favorecido desde
siempre discriminatoriamente a los hombres? ¿En la feminización, en el
sexo, en los velos, en el tejido, en la capacidad para mantener la
infraestructura? ¿En la matriz?
Sadie Plant apuesta por la matriz. A partir de la historia de
Ada Lovelace, la primera programadora de ordenadores del mundo,
reivindica esa construcción alternativa que se halla en la misma
estructura de la máquina, en el mismo procesador del sistema. Ada
Lovelace inventó el sistema binario de funcionamiento de los telares
automatizados, el primer ejemplo de lo que más tarde se conocería como
programación de computadoras. Los unos y ceros del código máquina
parecen constituir los símbolos perfectos de la constitución ortodoxa de
la realidad occidental -bien y mal, verdadero y falso, activo y pasivo,
hombre y mujer. Pero uno más cero suman uno. El hombre lo es todo y la
mujer no existe. Ella es «no todo», «no totalidad». No existe la
categoría mujer. Ella es espacio vacío, hueco, negación.
Frente a ese esquema, la matriz digital supone el lugar de su
subversión. En ella se anulan las diferencias de los géneros
constituidos. No existe oposición, porque no existen contrarios. La
diferencia entre el Uno y el Cero ya no define pares enfrentados, sino
la posibilidad de crear una red infinita de posibilidades, de
diferencias multiplicadas. Se habla entonces de una feminización que no
es, en modo alguno, constitución de lo femenino. Sino feminización como
metáfora de la desjerarquización.
Fin del uno. Tod@s somos «otros», tod@s habitamos entonces
ese «sexo que no es uno»10 . A partir de ello, Sadie Plant desarrolla la
idea central de su pensamiento: «La cibernética es feminización. La
tecnología puede aportar al feminismo algo que nunca tuvo a su
disposición, la oportunidad de borrar lo masculino de principio a
fin»11 . La metáfora de la matriz es esencial, en tanto que convierte a
la mujer en una fuerza simbólica definitiva. El código binario de la
máquina reemplaza a los generadores habituales de valor (el falo, la
ley, el padre: los «unos»). Bajo esa perspectiva, las transformaciones
tecnológicas y los nuevos paradigmas científicos y cibernéticos desafían
la supuesta superioridad masculina. Y hacen coincidir su sistema de
funcionamiento con la trama de finas hebras y procesos que han ido
tejiendo las mujeres. Sadie Plant apuesta por la alianza entre mujeres,
máquinas y la nueva tecnología, como lo verdaderamente revolucionario.
En este contexto, la red aparece como la representación más eficaz y
brillante de lo que podría llegar a ser nuestro futuro: «De todos los
medios de comunicación y máquinas que han aparecido a finales del siglo
XX, la red se ha considerado como el compendio de la nueva distribución
no lineal del mundo. Sin límites en cuanto al número de nombres que se
pueden utilizar; un individuo puede convertirse en una explosión
demográfica en la red: muchos sexos, muchas especies. Sobre el papel no
existen límites a los juegos que se pueden jugar en el ciberespacio»12 .
La política cyborg de la escritura digital ¿Un paso más en la
escritura de la differance?
Ain’t I a Woman?
Sojourner Truth (1881-1886)13
«El sujeto nómada que propongo es una figura que
enfatiza la necesidad de actuar a la vez al nivel de la identidad, de la
subjetividad, y de las diferencias entre las mujeres. Son exigencias
diferentes que corresponden a prácticas diferentes. La multiplicidad
aparece en una secuencia desplegada en múltiples capas, en las que las
discontinuidades e incluso las contradicciones pueden encontrar su
lugar»
Rosi Braidotti, Nomadic Subjects. Embodiment and Sexual Difference in
Contemporary Feminist Theory14
Feminización como metáfora y efectuación del procedimiento
deconstructivo. Subversión del sistema que no concluye con la inversión
de las jerarquías, sino que persigue la destrucción interna de todos los
sistemas jerárquicos -diseminándolos en un tejido expandido de redes,
de diferencias, de multiplicidades. «La deconstrucción no puede
limitarse o pasar inmediatamente a una neutralización: debe, por un
gesto doble, una ciencia doble, una escritura doble, practicar una inversión
de la oposición clásica y un desplazamiento general del sistema.
Sólo con esa condición se dará a la deconstrucción los medios para intervenir
en el campo de las oposiciones que critica y que es también un campo de
las fuerzas no-discursivas»15 .
E hipertexto como archiescritura. «El hipertexto hace
posible que «un único hilo conductor, o unos pocos…» se aúnen en un
«tejido de interrelaciones» en el que «la fuerza de una conexión se
deriva de la superposición parcial de muchas hebras de conexión
distintas entre los temas y no de un filamento único, que recorre una
multitud de temas»16 La archiescritura es el espacio testigo del diferir
de la diferencia, irreductible a cualquier lógica dual. Y su mejor
metonimia es indudablemente el link: en él la archiescritura se
evidencia no una escritura primordial sino el signo mismo de la
pluralidad de todas las escrituras, la implosión misma del lenguaje. La
archiescritura es la diseminación de la comunicación: el hipertexto es
su idioma y el link su verbo mismo.
Feminización de la red así por un ejercicio deliberado de
archiescritura. Para el feminismo, se trataría de transformar «la
política del cuerpo de la escritura femenina» para acercarla a una
«política cyborg de la escritura digital», siguiendo la sugerencia de
Theresa Sentf17 . La política cyborg de la escritura digital se piensa a
sí misma en el espacio de lo virtual como ejercicio de todas las
combinaciones posibles de la subjetividad. No estamos hablando, por
tanto, de importar o recuperar en modo alguno los supuestos atributos
tradicionales de lo femenino. Sino del ejercicio -desde la libertad de
prejuicios- del deseo, en un lugar que se define como urdimbre infinita
de relaciones en ausencia de jerarquías, un lugar cuya estructura
excusa, en principio, la presencia de cualquier determinación
falocéntrica.
¿Es el cyborg femenino?
Robyn: ¿Julia, eres una mujer?
Julia: Soy femenina.
Robyn: dime Julia, ¿eres humana?
Julia: No cuando tengo la regla…
Blade Runner (1984)
El cyborg no es, y La mujer está tachada. El cyborg es sin duda
una de las figuraciones más brillantes de la identidad posthumana -en
tanto que híbrido de ser humano y aparato electrónico o mecánico,
organismo embebido en un sistema de información cibernética.
Organismos cybernéticos, androides, replicantes, humanos
biónicos, hombre/máquinas e híbridos, los cyborgs representan una
infamiliar «otredad» frente a la estabilidad de la identidad humana. Al
cuerpo del cyborg se le considera transgresivo con el orden de la
cultura dominante, y no tanto por ser una naturaleza construida, sino
por su diseño híbrido. Están abiertos a todas las posibilidades del ser.
No son seres que procedan de la transmisión especifica de un código
heredado, sino el resultado de una ingeniería, del laboratorio, de una
aplicación del conocimiento al deseo o la voluntad. Por esta razón, el
cyborg nos proporciona también un contexto privilegiado para estudiar la
identidad de género como resultado de una producción simultánea de
materia (cuerpo) y ficción (cultura).
Al igual que el cyborg, La mujer es tambien ensamblaje,
mascarada, ficción, construcción artificial. Anne Balsamo, siguiendo el
mapa de Haraway en que superpone la identidad de la mujer sobre la
imagen del cyborg, escribe: «ambos son simultáneamente -simbólicamente y
biológicamente- producidos y reproducidos a través de interacciones
sociales. El «self» es un producto interaccional; el cuerpo es otro»18 .
El cyborg no existe y La mujer no es. En la
era de las tecnologías del cuerpo, la oposición entre naturaleza y
cultura desaparece. El cuerpo femenino -todo cuerpo- es una construcción
artificial entre varios sistemas de significado. El lugar de la
experiencia utópica para vivir provisoriamente identidades parciales,
contingentes. Y para explorar, reventando desde dentro, todos los
sistemas parciales de cualesquiera identidades.
Pero todo ello no puede hacernos olvidar la pregunta -y
experimentar un escalofrío al recordarla- por la mujer «real» y
concreta, nuestra experiencia determinada por la historia y por las
relaciones concretas de poder y dominación. ¿Cuál es esa mujer «real»?
¿Acaso aquella construcción artificial que aparece y viene a ser cuando
su universal imposible, aquél tachado de La mujer, toma conciencia de su
no existir, de su darse como pura otredad, mera negatividad…?
La promesa de los monstruos en el siglo XXI. Hacia lo
transgenérico.
«Ya sé que piensas que casi todo el trabajo está ya hecho, y que
la parte que no se vé es pequeña. Pero, y aunque el cambio individual es
el fundamento de todo, no es donde todo termina. Quizás sea el momento
de sentar las bases para la próxima transformación»
Sandy Stone (1991), «El imperio contrataca: Un
manifiesto post-transexual»19 .
Tal vez estamos ante la más bella utopía que la humanidad ha podido
concebir: la posibilidad de darse forma (y destino) a sí misma. El
cyborg olvida el pasado y construye el futuro. El cyborg -asociado
inevitablemente a la representación de lo monstruoso, la construcción
antinatural y liberada de la norma- es la encarnación de la diferencia.
La pregunta, sin embargo, sigue siendo la misma: ¿podrá también
liberarse en él el discurso de la diferencia?. Los cuerpos se
transforman pero las ideologías se mantienen.
Los míticos replicantes de Blade Runner no podían escapar de
sus códigos de identidad -Roy quiere prolongar la duración de su vida, y
Rachel, la más humana de tod@s, llora al descubrir que su memoria y sus
recuerdos no son más que un programa implantado. Los complejos
mecanismos de la construcción de la subjetividad esconden en sus
entrañas los impulsos del deseo, de la completud, y de la felicidad, en
una maraña de contradicciones irresueltas. Y esa artificialidad de la
identidad es común a cyborgs y humanos -¿Todavía podemos hablar de la
diferencia?
La verdadera dificultad es la de asumir el reto de ir
transformando roles, patrones de identidad y estereotipos de género.
Está claro: no se trata de pensar lo transgenérico como un «lenguaje
común», sino antes bien como «una poderosa e infiel heteroglosia»20 . El
género se define como una construcción social y política, independiente
de las mismas categorías de cuerpo y biología, y sus determinaciones.
Pero el horizonte de lo transgenérico no puede nunca definirse como
anulación de las diferencias, postulando un estado entrópico de
androginia. Al contrario, imaginamos su posibilidad como una producción
de género absolutamente diseminada: dibujando un mapa de coaliciones
abiertas y ensamblajes de toda índole que impidan cualquier definición
cerrada, cualquier distribución estable de la diferencia.
Asistimos a un movimiento imparable. Lento y difícil,
porque todos los sistemas se resisten a su caída y se reestructuran sin
cesar. Pero las aguas se desbordan constantemente en lo privado y en lo
público, a pesar de dinámicas largamente consolidadas. Podemos incluso
hablar de una batalla viral en todos los sistemas lingüísticos. Judith
Butler insiste en la transformación a través de la performatividad, a
través de los actos conscientes de ejercicio de la diferencia. Escribe:
«El género no es algo escrito pasivamente en el cuerpo, no está
determinado por la biología, el lenguaje, lo simbólico ni la historia
triunfante de la dominación patriarcal. El género es siempre algo que se
pone encima, que se añade, bajo tensión, diaria y constantemente, con
ansiedad y placer; pero si este acto continuo es tomado equívocamente
como algo dado, ya sea lingüístico o natural, entonces su potencia se
limita a expandir corporalmente el campo cultural a través de
actuaciones concretas»21 .
Muchas -y muchos- trabajamos ahí. Los media de la cultura
siguen importando sus códigos tradicionales -la publicidad, las
películas, los juegos de consola. Sin embargo, las artistas, las
teóricas, y en general las mujeres contemporáneas, reivindican su
capacidad de elección. Desmitifican y desajustan los valores
establecidos para los géneros. Disfrutan de sus propias palabras, de su
propio placer. Luchan por la fractura de la práctica como acto
consciente y como acto político.
Desde esta perspectiva, y en la medida en que una utopía es
necesaria para dibujar un horizonte, la www es un espacio privilegiado
para diseñar nuestro futuro. En la matriz digital el organismo
cybernético tiene una posibilidad real de reescribir las relaciones
estereotipadas de la identidad, el género y la sexualidad que permitan
en un futuro reestructurar personas, derechos y responsabilidades.
Notas
1. VNS Matrix, (1991)
«Manifiesto de la Zorra Mutante», en «estudios on line sobre arte y
mujer», http://w3art.es/estudios
2. Sadie Plant (1997), Ceros
+ Unos, Mujeres digitales + la nueva tecnocultura, Destino,
Barcelona, 1998, pp. 174-175.
3. Donna J. Haraway (1984),
«Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a
finales del siglo XX», en Ciencia, cyborgs y mujeres. La
reinvención de la naturaleza, Cátedra, Madrid, 1991, p. 254.
4. Donna J. Haraway (1984),
«Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a
finales del siglo XX», Op. Cit., p. 255.
5. Allucquère Rosanne Stone,
«Will the Real Body Please Stand Up?» en Michael Benedikt, Ed. Cyberspace.
First Steps, MIT Press, 1992.
6. Sadie Plant (1997), Ceros
+ Unos, Mujeres digitales + la nueva tecnocultura, Op. Cit., p. 19.
7.Faith Wilding and Critical
Art Ensemble, "Notes on the Political Condition of Cyberfeminism"
http://w3art. es/estudios
8. Critical Arts Ensemble,
¿Qué es postfeminismo?, http://w3art. es/estudios
9. Sadie Plant (1997), Ceros
+ Unos, Mujeres digitales + la nueva tecnocultura, Op. Cit., p. 3.
10. Luce Irigaray (1977), Ce
sex qui n’en est pas un, Minuit, Paris.
11. Sadie Plant,
«Feminisations: Reflections on Women and Virtual Reality», en Lynn
Hershman Leeson, Ed. Clicking In, Bay Press, 1996, p. 132.
12. Sadie Plant (1997), Ceros
+ Unos, Mujeres digitales + la nueva tecnocultura, Op. Cit.,
p. 52.
13. Sojourner Truth
(1881-1886), «Ain’t I a Woman?», Writing on the body. Female
embodiment and Feminist Theory, edited by Katie Conboy, Nadia
Medina, Sarah Stanbury, Columbia University Press, United States of
America, 1997, p. 231.
14. Rosi Braidotti, Nomadic
Subjects. Embodiment and Sexual Difference in Contemporary Feminist
Theory, Columbia University Press, New York, 1994, p. 171.
15. Jacques Derrida (1972): Márgenes
de la filosofía, Ed. Cátedra, Madrid, 1989, p. 371.
16. Sadie Plant, (1997), Ceros
+ Unos, Op. Cit., p. 18.
17. Theresa M. Senft,
"Interpretar el cuerpo digital -una historia de fantasmas»,
http://w3art. es/estudios
18. Anne Balsamo, Technologies
of the Gendered Body. Reading Cyborg Women, Duke University Press,
United States of America, 1997, p. 34.
19. Sandy Stone (1991), «The
Empire Stricks Back: A Posttransexual manifesto», Writing on the
body. Female embodiment and Feminist Theory, edited by Katie Conboy,
Nadia Medina, Sarah Stanbury, Op. Cit., p. 354.
20. Donna J. Haraway (1984),
«Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo socialista a
finales del siglo XX», Op. Cit., p. 311.
21. Judith Butler,
«Performative Acts and Gender Constitution. An Essay in Phenomenology
and Feminist Theory», Writing on the body, Op. Cit., p. 415.
Tomado de: http://www.accpar.org/numero5/cyberfem.htm
|