Carlos Trigueros Mori
Imagen, ThomasDozol, Gorgone
1. [evidencia] La experiencia audiovisual
•De la mirada televidente
«Ella: ¿Puedes dejar de ver la televisión?
El: Ha sido un día muy duro, he tenido que subvertir mis principios
ante un idiota. La televisión hace que esos sacrificios sean posibles,
insensibiliza parte de mi ser.
Ella: Podríamos mudarnos.
El: La televisión está en todas partes. No hay salida.»
[Hal Hartley, Trust]
La televisión nos cuida, divierte y
protege. Nos presenta lo bueno y lo malo que existe en el mundo, lo
buenísimo y lo malísimo. Resguardados por el cristal de la pantalla
disponemos en nuestros hogares la retina del ojo de Dios que nos evita
el tener que tomar partido y actuar, las decisiones ya están tomadas,
mirar y dejarnos guiar.
Todo acto de ver supone una representación
de la realidad en el cerebro, una representación personal subjetiva,
cada cual ve diferente. Pero esta subjetividad fisiológica está
educada, el acto reflejo de mirar, tan asumido desde que se nace, se ve
dogmatizado por conceptos predispuestos que la sociedad, representada
por los "padres" (mediadores sociales, educadores), se encarga de
imponernos. Al darnos cuenta de que la verdad es un artificio y de que
la llamada realidad está compuesta por mensajes tendenciosos con
apariencia aséptica aparece la perplejidad, la mente se nubla, y uno
acaba siendo consciente de que su subjetividad visual no es inocente.
La pantalla de televisión nos ilumina, al
contrario que la cinematográfica. Cuando nos sentamos en la oscuridad de
la sala de cine nos convertimos en voraces consumidores de vidas ajenas
que hacemos nuestras succionando, en ese rito vampírico, el reflejo de
luz tupido por sombras de la pantalla blanca. Al sentarnos ante la
televisión nos convertimos en víctimas de la luz emitida, succionados
mediante nuestra propia mirada, la consciencia se hace pasiva y la vida
se va. A través de estas libaciones, tanto la que incide sobre la
pantalla de cine como la que ejerce sobre nosotros la televisión, uno se
vuelve adicto a la luz. El ojo iluminado perturba la mente y nos
impone comportamientos enajenados con los que se conviven como si el
cuerpo fuese arrebatado a través de la visión.
2. [activación] La experiencia doméstica
«El cine-ojo = cine-yo veo (veo con la
cámara) + Cine-yo escribo (registro sobre la película de la cámara) +
Cineorganizo (monto).
El método del "Cine-ojo" es el método de estudio científicoexperimental del mundo visible:
a) Sobre la base de fijación planificada de los hechos de la vida sobre el celuloide.
b) Sobre la base de una organización planificada de los cinemateriales documentales fijados sobre le celuloide.»
[Dziga Vertov, El cine ojo.]
•Del televidente al videoasta, de niña a mujer: "just do it".
Hoy en día viajamos en nuestros sofás y la
ventanilla ya no está a un lado, esta en frente. Afortunadamente la
ventana de nuestras experiencias, la televisión, nos da la opción de
cambiar de ruta a nuestro antojo, bien mediante el zapping o bien
mediante el vídeo. Y dentro de la ruta del vídeo podemos jugar con el
espacio y el tiempo pinchando los destinos que elijamos. Por otro lado,
tenemos la posibilidad, en los otros viajes, físicos o mentales, de
utilizar la cámara doméstica como cuaderno de bitácora o diario personal
y así, construir, reconstruir o deconstruir nuestra memoria que, en
definitiva, es la verdadera finalidad de todo viaje.
El descubrimiento del collage, a principios del siglo XX, conmocionó todas las artes y estéticas visuales. Su sucesor directo, el bri-collage, no sólamente como yuxtaposición de elementos con una intención construcctiva sino, sobre todo, a partir de la filosofía del hazlo tú mismo,
aplicado a las experimentaciones audiovisuales ha dado lugar a multitud
de obras hechas en casa que no hubiesen tenido lugar en los centros de
investigación y producción institucionales.
El bricolage como filosofía de trabajo se
basa, sobre todo, en la contingencia y el reciclaje. En el bricolage se
obra sin plan previo ni materias primas sino sobre elementos ya
elaborados, desechos, despojos y fragmentos de obras. El que elabora, el
bricoleur, es «el que trabaja con sus manos utilizando medios
desviados.» Sus instrumentos y materiales están en el entorno inmediato y
la regla de su juego es arreglárselas con "lo que uno tenga a mano" sin
ningún plan previo particular, con resultados en función de todas las
ocasiones propicias de utilizar o renovar los materiales a partir de
residuos de construcciones y destrucciones anteriores. «El conjunto de
los medios del bricoleur no se puede definir, por lo tanto, por
un proyecto (…) se definen por su instrumentalidad, (…) por que los
elementos se recogen o conservan en razón del principio "de algo habrán
de servir".»
La filosofía autosuficiente del bricolage
se convierte en una técnica de trabajo doméstico radicalmente opuesta a
los procesos de producción industrial. La manufactura se opone a los
métodos de investigación y construcción científicos. «El ingeniero pone
manos a la obra cuando ha reunido los materiales y los instrumentos que
requiere su proyecto. En cambio el experto en bricolage se arregla con
lo que le viene en mano.» Mientras el ingeniero opera mediante conceptos
interrogando al universo, el experto en bricolage juega por medio de
signos con los residuos de obras humanas. Los significantes se truecan
en significados y a la inversa. Esta diferencia metodológica porta una
gran diferencia ideológica: el ingeniero frente al bricoleur, la cultura
de la finalidad frente al recrearse en el proceso, la alta y baja
cultura; el obrero Con la proliferación de los medios de captación y
reproducción audiovisual en la presente década se ha generado una
multitud de curiosos del medio que han experimentado con los pocos
aparatos de los que disponían pero con una riqueza conceptual y formal
extraña para los "profesionales" de la comunicación audiovisual. Debido a
que el vídeo se ha popularizado, «ya no es un arte ligado a las nuevas
tecnologías en tanto que estas son una realidad cotidiana» nos acercamos
a la grabación y reproducción audiovisual con la despreocupación de lo
familiar. La reconstrucción mediante el bricolage del televidente es
natural, ya que su memoria activa los recursos de la comunicación
audiovisual en función de sus necesidades visuales. Podemos observar en
el bricolage audiovisual dos tendencias interrelacionadas, por un lado
como reflexión sobre la televisión, como dice Eugeni Bonet, «monta y
desmonta unos elementos preexistentes, encontrados, recuperados,
apropiados, reciclados…», y por otro a partir de la premisa "hazlo tu
mismo" como aficionados que utilizan la cámara familiar, ambos nos
definen la producción casera.
En el bricolage audiovisual los materiales
originarios fragmentados, tanto emisiones televisivas como grabaciones
familiares, se reordenan con sobras y materiales brutos en función de
una necesidad mediante criterios de homologías de forma, contenido, uso o
fin. Estos materiales de partida esencialmente son escombros y en tanto
cuanto son piezas constituyentes y útiles de un ser nuevo son
fragmentos historiados. Sus Los medios de comunicación de masas, y sobre
todo, los audiovisuales, nos ofrecen un punto de vista utópico de la
sociedad (que nos venden como posible), o bien una sociedad
excesivamente problematizada, (que vemos con la distancia del mal
ajeno), dos caras de una misma moneda. En la representación televisiva
de lo social no existe lo subjetivo, observamos un poliedro de opiniones
que conforman una objetividad falsa aunque siempre existirá algún punto
con el que nos identifiquemos y de este modo, ver nuestra opinión
representada y no disentamos. Nos construyen un placebo para
conformarnos y com-placernos.
Cuando el televidente es consciente de lo
que le suministran se escandaliza y moviliza. Una de sus muchas opciones
es reciclar el pasto televisual (reelaborando la morralla con el
turmixvídeodegrabarlospartidos), para desdecirlo, ironizarlo y
maltratarlo críticamente desde dentro o, simplemente, construir un mundo
personal con esos fragmentos de realidad. En definitiva, evidenciar a
la madre televisión. Debemos recordar que el vídeo no nace de
necesidades íntimas del usuario (ama de casa, domingueros,
videoaficionados, artistas, etc.), sino de una necesidad que tiene la
televisión para preservar su mercancía por lo que técnicamente el
aparataje doméstico del vídeo se diferencia únicamente del profesional
en cuestiones cualitativas y económicas ya que el soporte es el mismo.
Existe una larga tradición de utilizar el
vídeo, debido a su asequibilidad, como resistencia ante la fuerza
expansionista de la televisión. Los referentes originarios son las
diferentes experiencias en torno al vídeo comunitario, vídeo guerrilla,
vídeo activismo, etc.. que se practican en Europa y en los USA durante
la década de los 70. Inspirados en la fiebre utópica e idealista del 68
defienden el paradigma de la contrainformación y la necesidad de dar voz
a la gente de la calle. Estas iniciativas que por diversos motivos
cayeron en desuso consistían, básicamente, en popularizar y democratizar
los medios de producción y su consiguiente exhibición. Los medios de
comunicación audiovisuales son ya accesibles y populares y las supuestas
conquistas sociales (como parece ser en toda lucha utópica) han servido
para crear más mecanismos de consumo tanto tecnológicos como
ideológicos. Un claro ejemplo son las decepcionantes televisiones
locales que simplemente han empobrecido los contenidos en función de
unas rentabilidades, no ya sólo económicas, sino de influencias
política.
Actualmente el enfrentamiento no es
tecnológico, la lucha ya no demanda la democratización de los medios de
comunicación sino de los contenidos. El activismo antitelevisivo se ha
transformado en una utilización de la misma como banco iconográfico
común para construir textos en los que la cita se obvia a favor del
concepto implícito y sus relaciones. Los descubrimientos de la poesía
moderna incorporados a la estructura analógica de las imágenes muestra
que cuando dos objetos son considerados juntos siempre se establece
alguna relación por contagio en una nueva unidad de elementos
preexistentes. De éste modo podemos observar la técnica del bricolage
como actitud y práctica de desmontaje, uniendo y relacionando contenidos
fragmentados como palabras en una frase.
Los materiales de los que parte el
bricolador televidente han sido confeccionados para un fin determinado,
ya han servido, y desmontados pueden todavía ser utilizados como piezas
de un nuevo discurso a poco que se desvíe del referente. Al integrar
diversos fragmentos se alteran sus significados desde la interferencia
mutua que sustituye los elementos originarios, abandonando la
preservación de la cita, ya que su respeto literal es simplemente
publicidad de la fuente, y produciendo una organización sintética de
mayor eficacia. Cuando observamos estos elementos en su nuevo empleo han
perdido el rigor de coherencia que poseían al formar parte de sus
conjuntos originarios. En el momento de ser reciclados sufren de una
amnesia parcial, siguen teniendo la presencia de uso anterior pero el
nuevo contexto los ha modificado.
Desde el análisis, mediante el proceso de
selección y montaje, se ha evidenciado en las imágenes aquello que se
pretendía inexistente: una trama oculta de relaciones y representaciones
de poder. El artista ideologizado hoy, es simplemente un virus que
deconstruye el mensaje original para tergiversarlo en favor de pequeños
logros individuales. Las finalidades políticas se han tornado en la
incidencia social a pequeña escala: un documento personal sobre el ser
humano y su momento.
•De la cámara de papá.
«Superar el arte integrándolo en una
esfera separada en cuanto a que resulta anónimo y ganado para la vida.
El futuro en el que todo el mundo es artista.»
[Manifiesto de la Internacional Situacionista del 17/05/1960]
El bricolage, al igual que el fútbol, los
toros, o el café-copa-puro forma ya parte indisociable del rito
patriarcal. En los viajes y eventos domésticos, la cámara de vídeo es el
utensilio indiscutible del rito de cohesión familiar. Y esas
grabaciones transformadas en sesiones abrasivas de vídeo con las que se
deleita y entretiene a los vecinos, amigos y familiares de visita es uno
de los ritos que nos integran en la comunidad, nos socializan. A través
de la imagen nuestro microcosmos se abre al universo.
televisivas y con extensiones desmedidas,
de mirón pasa a exhibicionista. Necesita integrarse en el continuo
mediático y distanciarse de sí mismo, sentirse ajeno, ver en tercera
persona el propio entorno mediante la cámara, la lente, el cristal que
siempre nos protege de lo real, saliendo de las rutinas particulares
para hacerlas extrañas al verlas en la televisión. Videoastas
domésticos, aficionado, manitas y chapuzas utilizan la cámara familiar
ensayando con su entorno modos distintos de reconstruir una realidad, de
nuevo mediatizada por su intervención, frente una audiencia próxima.
Así podemos disfrutar de diarios realizados en vídeo, recuerdos
personales, ficciones de andar por casa, danzas de salón de estar,
experimentos visionarios, en definitiva la construcción de su vida
electrónica. El televidente aislado y angustiado busca la puerta para
acceder al otro lado del espejo, ser televisible es ser ciudadano del
mundo.
El hobby del vídeo doméstico tiene
múltiples facetas en función tanto de las necesidades del manitas como
de la oferta del mercado. Podemos adquirir desde la cámara doméstica (el
camcorder reducido a la mínima expresión útil) hasta la web-cam
pasando por asequibles cámaras de vigilancia, o microscópicas, o
digitales, o de juguete, hasta las más profesionales para bodas y
comuniones para registrar (testifican, testan, tasan…) diferentes
realidades circunstanciales. Cada una tiene sus especificidades útiles
en función de las distintas iniciativas bricoladoras pero comúnmente
podemos disfrutar de: precio asequible, manejabilidad, cotidaneidad,
alto automatismo, efectos digitales, facilidad para la ocultación y el
uso intimista y prolongado tiempo de rodaje, e incluso algunas con el
montaje en cámara. Combinando y permutando todas estas variables, desde
tipológicas hasta funcionales, llegamos a cuestiones específicas tanto
del medio y sus límites como de tipo categórico y clasificador de la
polifacética producción doméstica.
A través de la cámara tomamos la vida
doméstica no como una problemática de interés público, de eso ya se
encarga la televisión, sino a partir del hogar que aparece como lugar
donde se desarrolla la vida, un decorado accidental. Los mecanismos
artificiales de la puesta en escena son evitados, el espacio se presenta
a sí mismo no porque sea importante sino "porque estaba ahí", el lugar
más accesible e inmediato lleno de entresijos ignorados, los sutiles
cambios de la vida cotidiana. «Sentí que la casa era una metáfora de mi
pasado o de la experiencia asimilada.»
A partir de su análisis desde la recepción
podemos ordenar las múltiples producciones de vídeo doméstico, siendo
evidente un paralelismo a inquietudes específicas del arte, desde las
incipientes narraciones "caóticas" no necesariamente ligadas a los
modelos de representación institucional hasta las ya comentadas piezas
de carácter íntimo que coincide con una mirada automática hacia adentro
(estudios de sí mismo, autorretratos, diarios) y hacia alrededor (la
familia, los objetos, el hogar) sin incidir en la descripción, pasando
por las manipulaciones y perversiones tecnológicas que posibilitan los
materiales y las hibridaciones con otros medios (nuestra casa en el
paisaje televisivo).
Pero la característica más importante de la
producción con cámara es el propio acto de grabar. La cámara puede
estar en manos de cualquiera y éste puede disfrutar, ya no de trasladar
unas experiencias para conservarlas, sino del placer de mirar a través
del objetivo y el placer de saber, y simplemente saber, que ese encuadre
personal es la versión de los hechos ya que el posterior visionado es
accesorio. La verdadera inquietud del videoasta bricolador ya no es
tanto la imagen, ni siquiera de la relación que tiene el espectador
ajeno con ella, sino la experiencia que se establece entre la máquina y
él como usuario, productor o consumidor, con fines que no son
necesariamente estéticos o simbólicos, sino personales
(autorreferenciales), sociales, antropológicos y lúdicos.
Debido al propio ritual de portar la
cámara, en las experiencias de vídeo doméstico se fija lo ordinario, no
hay sucesos, ni anécdotas, no existe, siquiera, la necesidad, como en la
fotografía, de ficcionar, simplemente se amalgaman situaciones
anodinas. Se evidencia la acción de los hechos y no de la
interpretación, un desciframiento de la vida tal y como es. El tema de
estos vídeos no es lo excepcional sino la futilidad de lo cotidiano. «El
soporte vídeo en formato doméstico puede plantear un curioso juego que,
frente a la ritualización de lo irrelevante, permita una inversión
hacia la relevancia de la no ritualización.»
La experiencia emocionante de la grabación
desaparece en el visionado y, más aún, en la edición. Por este motivo
una vez grabado en muchas ocasiones se evita montarlo y se proyecta para
sentirse reconocido y luego pasar a un archivo que nadie más verá,
trabajos en bruto en los que se condensan las experiencias, los hechos.
En ese sentido cualquiera de las prácticas primigenias del videoarte son
similares a las prácticas familiares de vídeo. La diferencia es que el
artista no acaba de aceptar que su práctica es lo mismo que cualquier
otra, y que se distinguen, únicamente en que él piensa sobre ello, que
estetiza y simboliza desde la imagen, que interpreta la vida en vez de
únicamente presentarla; que da finalidad a los materiales,
convirtiéndolos en sucedáneos, en lugar de dejar que hablen por sí
mismos.
La identificación y empatía con el sujeto
doméstico, en oposición a una postura analítica o cerebral, no sólo
concierne al videoasta sino, también, al consumidor de estas imágenes,
al que se le solicita participar de un modo sensible de la misma
experiencia, del juego. Lo que es inevitable es que al ver las propias
grabaciones domésticas el pasado se abra y aparezca la memoria, el
sentimiento. Sin embargo cuando uno visita imágenes de entornos
familiares ajenos le resultan opacas, un presente ficcionado. Pero
podemos acceder a ellas a través de la experiencia particular de las
propias imágenes, las tomamos como nuestras o como índices de
experiencias, como si estuviésemos dentro. Y es que la imagen, en el
fondo, es una excusa que porta sentidos y experiencias personales en
potencia a partir del espejismo propio de la imagen como representación
del mundo o expresión de un sujeto.
3. [reacción] Epílogo, la experiencia del vidente.
•De cómo el vídeo se integra en el mundo del arte doméstico
«Hundiéndose en el interior del aparente
caos de la vida, el "Cine-ojo" intenta encontrar en el interior de la
vida misma la respuesta al tema tratado. Encontrar la resultante entre
los millones de hechos que presentan una relación con este tema. A
montar, a arrancar, gracias a la cámara, aquello que resulte más
característico, más útil, organizar los fragmentos filmados, arrancados a
la vida, en un orden rítmico visual cargado de sentido, en una fórmula
visual cargada de sentido, en un resumen del "yo veo".»
[Dziga Vertov, El cine ojo]
A través de una sencilla ecuación en la
relación entre vídeo y televisión podemos hacer la imagen más cercana,
doméstica. Si vídeo es igual a "yo veo" y quitamos de la televisión el
"tele" tenemos: "yo veo visiones". Las visiones, bien proyectadas por el
oráculo de Delfos, por los profetas, o por los pioneros del cine tiene
la cualidad de ser un paréntesis en la cotidianeidad visual que provocan
un cambio de perspectiva o relación con la realidad y procuran certezas
venideras que aún se hayan en el inconsciente colectivo.
A lo largo de la historia de la imagen, tanto la estática como la de movimiento, el ser humano a tenido un tic
constante de llevarla con sus herramientas especulares de captación,
producción y reproducción a sus últimas consecuencias. Ese tic
comenzaba como un juego hasta que finalmente, se llegaba a los
potenciales últimos de la imagen. Ese era el momento de destripar,
regular y dogmatizarla a través de las ciencias. La historia y la
filosofía de la estética dieron nombre a esos tics de los hacedores de imágenes y los llamaron arte.
Desde las pinturas rupestres hasta los mundos virtuales se han generado dos clases de imágenes: las funcionales, con fines religiosos, políticos, históricos, espectaculares y especulativos; y las imágenes "gratuitas",
desprovista de toda finalidad pragmática, "divertimentos". Es curioso
observar como a lo largo de la historia esos divertimentos son los
causantes de la mayor parte de rupturas y evoluciones de la imagen. A
través del método empírico de prueba error y a través del olvido del
pragmatismo el arte y las ciencias de la representación han superado
límites divinos hasta ser considerada, la imagen, como realidad más
verídica y aprehensible que la propia realidad. La experimentación
ha sido el método básico de investigación y progreso en la reproducción
del mundo mediante imágenes, tanto estáticas como dinámicas.
A través del continuo proceso, a veces
inconsciente, de experimentar por el que se producen los divertimentos,
o imágenes gratuitas, llegamos a la obra en la que se funde su
dicotomía arte/vida. Los usos cotidianos de los recursos de producción y
reproducción de "cosas" nos da un arte doméstico. Por este motivo es
necesario ensayar y probar, testar y sentir, sufrir y padecer sin
complejos y sin miedo a equivocarse. El trabajo desde el entorno
doméstico puede parecer de nuevo la retirada del artista a su torre de
marfil lejos de las preocupaciones del mundo, a la seguridad del hogar.
Pero realmente el artista empieza a valorar ese entorno como fuente
originaria de su experiencia ante el mundo evidenciado a través de los
mínimos cotidianos, la realidad.
Estas dinámicas domésticas de creación no
están orientadas hacia la competición del mercado sino hacia la
diversión, un antídoto contra la importante seriedad de la Institución
Arte. El artista doméstico se ha desmarcado de la generación precedente
que aún trabaja con parámetros y premisas postmodernos ya que bajo una
fina superficie de hielo hipertextual se encuentra el vacío líquido que
fluye hacia una nada semántica. De todos modos ya se han olvidado las
mitologías personales y los tiempos heroicos de los salvadores de la
cultura. De la disolución situacionista del arte en la vida cotidiana se
ha llegado a obviar el concepto de arte en pro de unas prácticas
lúdicas. Ya no es necesario buscar las verdades últimas, ni preguntas ni
soluciones, el pasado es conocido y obviado, solo interesa jugar con
lo propio, el entorno inmediato, para explicar el mundo. Ya no es una
individualidad contra todo, el fin no justifica los medios, es toda esa
vorágine la que lleva a recrearse en el proceso y no en las
consecuencias. El arte se convierte así en un concepto interno, anímico
pero alejado de todo romanticismo, la vida emocional es representada a
través suyo y el arte es diversión.
La función del artista hoy es la de generar
artilugios, obras, para crear un contexto de conversación común entre
el espectador, su trabajo y ellos, hablando desde el presente del
espíritu del tiempo en el que habitan. No es imponer, sino exhibir
experiencias de vida cotidiana sin mirarse al ombligo. Un juego en el
que las reglas se van cambiando al gusto o disgusto de los participantes
e incluso contradiciendo su premisa originaria. Un juego continuo de
experimentación. Los grandes relatos y las epopeyas han muerto. Las
reglas ya no son confusas, el artista está exento de la carga y
responsabilidad histórica para crear. Como dice Guy Debord: «Es cuestión
de producirnos a nosotros mismos y no de producir objetos que nos
esclavizen .»
La redefinición de la imagen es la
verdadera labor del videoasta, del bricolador, del experimentador
audiovisual o del artista respecto al vídeo, en el fondo un problema de
verdades, de certezas personales. Lo importante es construir, no ya
tanto el significado de lo que se expresa sino el sentimiento que se
produce. El futuro, en el que todo el mundo es artista ya es presente.
La partida comienza y no hay ganadores ni perdedores.
Notas
*El presente artículo ha sido elaborado a partir de las ponencias Del bricollage vídeo, funcionalidades de los 1º "Encuentros sobre vídeo" de Salamanca, Facultad de Bellas Artes y Bricolage audiovisual
en el Curso extraordinario: "Usos y significados de la imagen. Espacios
de libertad", Facultad de Historia del Arte de Salamanca, ámbas en
noviembre de 1998.
Tomado de :
http://www.accpar.org/numero5/t_mori.htm
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