Gerald Raunig
Kimberly Clark
"En la historia de la filosofía el problema de la máquina se considera
generalmente un componente secundario de una cuestión más general, la de la techné, las técnicas. Me
gustaría proponer aquí una inversión del punto de vista según la cual el problema de la técnica sería parte del tema mucho más
extenso de la máquina. Esta 'máquina' está abierta al exterior y a su entorno
maquínico, y mantiene todo tipo de relaciones con los componentes sociales y
las subjetividades individuales. Se trata por tanto de extender el concepto de
máquina tecnológica hasta el de ensamblaje maquínico...".
Félix Guattari
describe en este párrafo, con pocas palabras, el alcance de uno de los
principales –y frecuentemente mal entendidos– conceptos de su heterogénea
producción teórica. Como muchos
términos de la forja conceptual guattariana la palabra máquina es arrastrada
intencionadamente lejos del lenguaje cotidiano. En su recepción en el ámbito de
la teoría, esta práctica de torcer e inventar términos condujo a extendidos y
polémicos ataques contra Guattari y su colega Gilles Deleuze por
"hippies". La
reinterpretación del concepto de máquina, sin embargo, no es tan nueva y
radical como para ser atribuida solamente a los posestructuralistas franceses.
Incluso en el Fragmento
sobre las máquinas de los Grundrisse de Marx, cuyo
borrador está fechado entre 1857 y 1858 en tiempos de la expansión final de la
revolución industrial en Europa, encontramos ya un movimiento claro en la dirección
que Guattari indicó para expandir el pensamiento sobre la máquina.
En esta sección de
los Grundrisse, Marx desarrolló sus ideas sobre la transformación de
los medios de trabajo de una herramienta simple (lo que Guattari más tarde
llamó una protomáquina) a una forma que corresponde al capital fijo, en otras palabras, en máquinas técnicas y "maquinaria". Junto
al concepto central de máquina, al que dedicaría más tarde una considerable
atención en El Capital, Marx trata lateralmente un segundo concepto que tuvo un
gran impacto en posteriores corrientes posmarxistas. El concepto de general intellect, que Marx introdujo como concepto secundario, fue el
punto de partida explícito para las ideas de los (pos)operaístas italianos sobre la intelectualidad de masas y el trabajo inmaterial.
Las referencias mutuas entre el posestructuralismo francés y el posoperaismo
italiano son por lo general tan diversas como las maneras en que estas dos
corrientes se refieren a Marx y a la vez se distancian de él; sin embargo,
ambas comparten el haber perdido la relación concreta que se da entre los dos
aspectos del pequeño fragmento marxiano (máquina - general intellect).
Marx sobre
las máquinas
Por lo general,
Marx dice que "la máquina es, sencillamente, un medio para la producción de
plusvalía”,
en otras palabras, algo que no tiene que ver con reducir el esfuerzo de los
trabajadores sino con optimizar su explotación. Marx describe esta función de la "maquinaria"
en el Capítulo 13 de El Capital con los aspectos que aumentan la utilización del ser
humano como fuerza de trabajo (especialmente del trabajo de mujeres y de
menores) prolongando la jornada laboral e intensificando el trabajo. La máquina
también aparece siempre como un nuevo efecto de las huelgas y protestas de los
trabajadores, ya que el capital no se les enfrenta solamente con la represión
directa, sino especialmente creando nuevas máquinas.
En el Fragmento, Marx se refiere específicamente a los aspectos negativos de un desarrollo
histórico al final del cual la máquina, a diferencia de la herramienta, no se
debe entender en absoluto como un medio de trabajo para el trabajador o
trabajadora individual: al contrario, encierra el saber y la destreza de
trabajadores, trabajadoras y científicos como saber y destreza objetivadas,
oponiéndose como poder dominante a los trabajadores y trabajadoras dispersas.
De acuerdo con Marx, la división del trabajo es específicamente la precondición
para la aparición de las máquinas. Es después de que la mano de obra se
transforma en trabajo, un trabajo todavía humano pero cada vez más mecánico y
mecanizado, que se dan las condiciones para que la máquina pueda dar un paso
más al apropiarse de estas tareas mecánicas de los trabajadores y trabajadoras:
"El medio de trabajo, asimilado con el proceso de la producción
capitalista, sufre diversas metamorfosis, la última de las cuales es la máquina, o, mejor dicho,
un sistema
automático de maquinaria (el sistema de la
maquinaria, pues la máquina automática no es más que la forma más acabada y más
adecuada de la misma, con la que la maquinaria se convierte en sistema) puesto
en movimiento por un mecanismo automático o fuerza motriz, que se mueve por sí
misma".
Este pasaje de
Marx indica que la propia máquina, en el estado final de desarrollo de los
medios de trabajo, no solamente incorpora estructuralmente y estría a los
trabajadores y trabajadoras como autómatas, como aparatos, como estructura,
sino que también se ve simultáneamente impregnada de órganos mecánicos e
intelectuales, y es mediante ese proceso que se desarrolla y renueva
sucesivamente.
Marx describe aquí
cómo las trabajadoras y trabajadores se ven alienados de sus medios de trabajo,
cómo se ven determinados (desde el exterior) por las máquinas, describe la
dominación del trabajo vivo por el trabajo objetivado e introduce la figura de
la relación invertida entre hombre y máquina: "La actividad del trabajador,
limitada a una mera abstracción de actividad, se halla determinada y regulada
en todos los aspectos por los movimientos de la máquina, y no a la inversa. La
ciencia, que obliga a los miembros inanimados de la máquina, por su
construcción, a girar con arreglo al fin que se persigue, como los de un
autómata, no reside en la conciencia del trabajador, sino que, por medio de la
máquina, éste actúa sobre él como un poder extraño, como el poder de la misma
máquina". La
inversión de la relación entre trabajadores y trabajadoras y medios de trabajo
en el sentido de la dominación de la máquina sobre el ser humano se define aquí
no sólo como una jerarquización del proceso de trabajo, sino que también se
entiende como una inversión del traspaso de saber. Mediante el proceso de objetivación de las formas de
saber en la máquina, quienes producen este saber pierden toda competencia y
poder sobre el proceso de trabajo. El trabajo mismo aparece como separado, disperso en muchos puntos del
sistema mecánico, en trabajadoras y trabajadores vivos singulares. "En el
maquinismo, para el trabajador el saber es algo extraño, externo, y a la par
[...] el trabajo vivo se subsume al trabajo objetivado”.
Incluso para Marx
en el Fragmento, sin embargo, la inmensa máquina autoactivadora es más
que un mecanismo técnico. La máquina no aparece aquí limitada a sus aspectos
técnicos sino como un ensamblaje mecánico-intelectual-social; aunque la
tecnología y el saber (como máquina) afectan unidireccionalmente al trabajador
y a la trabajadora, la máquina no es solamente una concatenación de tecnología
y saber, de órganos mecánicos e intelectuales, sino también de órganos
sociales, hasta el extremo de que coordina a los trabajadores y trabajadoras
aisladas.
De ahí que el
carácter colectivo del intelecto humano, en último término, se hace también
evidente en la máquina. Las máquinas "son órganos del cerebro humano creados por la mano del
hombre, la potencia objetivada del saber. El
desarrollo del capital fijo indica hasta qué punto el saber social general, el knowledge, se ha convertido en fuerza
productiva directa y, por tanto,
hasta qué punto las condiciones del proceso social de vida se hallan sometidas
al control del general
intellect y transformadas
con arreglo a él. Hasta qué punto
las fuerzas productivas sociales son producidas no sólo bajo la forma del saber
sino como órganos directos de la praxis social, [de las relaciones sociales]
del proceso real de vida”.
Volveré más tarde a la importancia del general intellect, pero llegados a este punto se debe enfatizar el hecho
de que la fuerza productiva no sólo corresponde a las nuevas máquinas técnicas,
ni tampoco solamente a la concatenación de "órganos mecánicos e intelectuales”,
sino también y en especial a la relación de una trabajadora o un trabajador con
otro y con los procesos de producción. No es solamente que el interior de la
máquina técnica se ve impregnado por líneas mecánicas e intelectuales, sino que
también hay vínculos y relaciones sociales que, haciéndose evidentes en el
exterior, devienen componentes de la máquina. El Fragmento no sólo apunta al hecho de que el saber y la destreza se acumulan y
absorben en el capital fijo como "fuerzas productivas generales del cerebro
social”
y que el proceso de transformar la producción en saber es una tendencia del
capital, sino indica también que la inversión de esta tendencia, la
concatenación de saber y tecnología, no se agota en el capital fijo sino que se
remite, más allá de la máquina y el saber objetivado en ella, a la cooperación
social y a la comunicación.
Cuando el
teatro deviene máquina...
Sobre la base de
las tempranas tentativas de Vsevolod Meyerhold de escenificación para las
masas, biomecánica y mecanización constructivista de la escena, tuvieron lugar
en el Primer Teatro de los Trabajadores de Moscú, entre 1921 y 1924, las
experiencias de "teatro excéntrico" y "montaje de atracciones"
desarrolladas por Sergei Eisenstein y Sergei Tretiakov, experiencias de las que
posteriormente emergieron diferentes estrategias de producción artística en el
cine, la teoría y la literatura operativa. En los primeros años veinte la
inclusión de elementos del circo, de la revista y del cine señalaba en la Unión
Soviética un ataque a la práctica pura del teatro burgués, un ataque que se
ejercía especialmente por medio de las "atracciones". El "teatro
de atracciones" incorporaba momentos teatrales agresivos y físicos con la
intención de obtener un efecto disruptivo en el mecanismo de producción de
ilusión y empatía. Al mismo tiempo, el montaje de atracciones no significaba
una acumulación de trucos y artificios efectistas, sino el desarrollo de
elementos del circo y del vaudeville para una "ciencia natural" del
teatro materialista. Lo que el Proletkult tomó del circo fue la manera de
entender la función del artista, así como la fragmentación de su estructura en
números, secuenciando "atracciones individuales no conectadas por un tema";
con Eisenstein y Tretiakov, esta desconexión en apariencia deficiente se
convirtió en un arma contra la empatía. Para contrarrestar por completo el tema
molecularizaron la pieza teatral, montándola como un trabajo de atracciones
singulares. Eisenstein escribió: "Considero la atracción como un elemento
normalmente primordial e independiente en la construcción de una producción
teatral: una unidad molecular (es decir, un compuesto) de la eficacia del teatro y del teatro en general”.
La atracción es así más que un mero número de circo, es una situación que, como
unidad molecular, contiene conflictos. La intención de Eisenstein y Tretiakov
era crear una colisión con el público.
El teatro de
atracciones no disimulaba que este asalto al público era "la materia principal
del teatro”.
Contrariamente a la manera en que el ilusionismo teatral invita al público a
tomar parte en una experiencia de manera seudoparticipativa, el teatro de
atracciones buscó establecer un proceso de excitación fragmentada. El montaje
no determinaba en este caso la macroestructura de la pieza, sino que se
aplicaba a la composición de las atracciones individuales. "Actores, objetos y sonidos, no son otra cosa que
elementos a partir de los cuales la atracción se construye”:
un entretejimiento de actrices y actores que no actuaban sino que trabajaban, y
de cosas, marcos constructivos y objetos con los que actores y actrices
trabajan, en lugar de decorados y atrezzo.
"La acción ilusoria del teatro es una
manifestación con coherencia interna; lo que tenemos aquí, a cambio, es una
expectativa consciente del carácter incompleto de la pieza y de actividad
considerable por parte del espectador, que debe ser capaz de orientarse por sí
mismo entre las más diversas manifestaciones que se realizan enfrente suyo”.
En sus escritos
sobre el teatro de atracciones, Tretiakov indica la dirección que debería tomar
la relación entre humanos-máquina, máquinas técnicas y máquinas sociales: "El
trabajo con el material escénico, la transformación del escenario en una
máquina que ayuda a desarrollar el trabajo del actor de la manera más amplia y
diversa posible, se justifica socialmente si esta máquina no sólo mueve sus
pistones y sostiene una cierta cantidad de trabajo, sino que también comienza a
asumir un cierto trabajo útil que sirva a las tareas en marcha de nuestra era
revolucionaria”. Por encima
y más allá del uso estetizante de las máquinas técnicas y de las construcciones
como decoración, estaba el compromiso de intentar hacer transparente la maquinaria
escénica teatral como modelo de tecnificación y para crear transiciones fluidas
entre las máquinas técnicas y el andamiaje constructivo y el escenario. Más
allá de la biomecánica de Meyerhold, que entrenaba con rígida autodisciplina al
cuerpo humano como una máquina pero que fácilmente degeneraba en escultura
bailada, los actores y actrices se convertían aquí en elementos de la
atracción. Y, finalmente, las ideas tayloristas sobre la administración
científica del trabajo y la inversión de la relación hombre-máquina condujo al
desarrollo de una concatenación de máquinas técnicas (las cosas), cuerpos
actuantes y organización social de todos y todas las participantes, incluyendo
al público. Estas ideas sobre el entrelazamiento de estructuras técnicas y sociales
en el teatro de atracciones se mostraban sólo superficialmente vinculadas a la
idea de un "teatro de la era científica". El intento de
"calcular" maquínicamente este complejo, según la propuesta de
Eisenstein y Tretiakov, va más allá de una relación de exterioridad entre las
máquinas técnicas y los colectivos sociales, y más allá de consideraciones
puramente matemáticas y técnicas.
Eisenstein
describió cómo la atracción se basaba únicamente en algo relativo: la reacción
de los espectadores y espectadoras. La representación de una situación dada de
acuerdo con un tema y su desarrollo y resolución mediante colisiones conectadas
lógicamente con dicha situación, todo ello subordinado al psicologismo del
tema, se reemplaza por el montaje libre de atracciones, montadas para lograr un
cierto efecto final y realizar así un trabajo sobre el público. Eisenstein y Tretiakov querían cambiar el orden de las
emociones, organizarlas de manera diferente. El público tenía que llegar a ser parte de la máquina que
llamaban teatro de atracciones. Mediante las "pruebas experimentales"
y el "cálculo matemático", querían producir "ciertos choques
emotivos" en el público.
El acento se pone aquí sobre ciertos choques emotivos: al contrario que la gestión total de
las emociones en el teatro burgués, se trataba de una excitación determinada
por su grado de utilidad y demarcada con precisión por impulsos montados de
forma exacta. Esta intención de "calcular con exactitud" las
emociones era un intento, contrario a la estrategia burguesa de ficción
estética, de dirigir y examinar esa realidad compuesta por la interacción de
signos, trabajo corporal de actores y actrices, y público. Sin embargo, se debe
distinguir claramente entre los medios del viejo modelo teatral y los del
nuevo. Aunque la representación teatral no se definía explícitamente en la
jerga del teatro burgués como "un proceso de trabajo sobre el público con los
medios del efecto teatral”,
la intención de promover una "educación estética" tenía
implícitamente un efecto similar. No obstante, el teatro de atracciones buscaba
calcular su público. Esto significaba también que "las
atracciones se calculan dependiendo
del público”.
En otras palabras, cada representación
requería nuevas consideraciones: en efecto, encontraba su propósito en el
propio público y su material en el contexto de vida del público. Es bien sabido
cuan lejos llevaron Eisenstein y Tretiakov su experimentos de cálculo; se
investigaba entre las espectadoras y espectadores, observándose meticulosamente
sus reacciones y evaluando cuidadosamente los resultados. El hecho de que sus
cálculos tuvieran que tomar en consideración, o al menos ésa era la intención,
una gran variedad de posibles consecuencias, suponía ciertamente una
impredecibilidad muchísimo mayor que en las prácticas de representación teatral
decimonónicas, y ello se debía no solamente a las nuevas clases de público
ganadas para el teatro sino también al propio formato experimental de la
atracción.
Las
representaciones de ¿Escuchas,
Moscú? de Tretiakov debieron constituir un
pináculo en este orden de cosas, dando lugar a situaciones tumultuosas en el
teatro.
Escrita, organizada y producida con extrema rapidez como una obra de
movilización y agitación de cara a una posible revolución alemana tras la revuelta
de Hamburgo que tuvo lugar a finales de octubre de 1923, se estrenó para el
sexto aniversario de la Revolución de Octubre, el 7 de noviembre de 1923. Una
mirada superficial nos permite observar que la obra de Eisenstein y Tretiakov
fracasó a dos niveles. En un primer nivel
por los acontecimientos, ya que la revolución, como sabemos, no tuvo lugar. A
otro nivel su tema de autorreflexión, incitar a una revolución por medio del
arte, sobrestima la práctica artística de una forma totalmente problemática. La
revolución buscaba ser escenificada no solamente por la representación de
situaciones, sino cambiando la situación al intervenir en ella y mediante la
abrupta transformación del teatro burgués en teatro revolucionario. Pero en el
estreno moscovita, realizado justo en el contexto de una sociedad socialista,
esta representación de la revolución habría de tener un impacto totalmente
diferente que en una situación revolucionaria. Tretiakov y Eisenstein hicieron
un uso crecientemente tenso de las atracciones, con tal énfasis que provocaron
cada vez más excitación entre el público: hubo progresivas interrupciones,
parte del público sacó armas, se alzaron los puños y muchos extras participaron
en las luchas sobre el escenario, debiendo resultar todo ello en un caos
impresionante. Y se cuenta que el ardoroso público debió reaccionar
acaloradamente no sólo en el teatro, sino también después en las calles de
Moscú: "más tarde se desplazaron por las calles golpeando salvajemente
escaparates de tiendas y cantando canciones”.
Seguramente no se
puede responder a la pregunta de hasta qué punto el teatro de atracciones había
"calculado" que habría de tener lugar la espontaneidad descrita
también fuera del teatro, aunque el cálculo del público
podría perfectamente haber llegado tan lejos como a buscar planificar, calcular
y evaluar incluso el caos y el tumulto. Con sus reivindicaciones de una
definición exacta de las tareas sociales y de los métodos científicos,
Eisenstein y Tretiakov ciertamente sí tuvieron éxito en desplazar la máquina
teatral a un terreno tan inestable que ninguna otra práctica artística pudo
estar a su altura a corto plazo.
Reinventar la
máquina
En el
"Apéndice" al Anti Edipo, Gilles Deleuze y Félix Guattari no sólo desarrollan un
"Balance-programa para máquinas deseantes”,
sino que también escriben, en contraste con las ideas de Marx sobre la
maquinaria, su propio
concepto de máquina que implica una expansión o renovación del concepto, pero
en absoluto una metaforización de la máquina. Deleuze y Guattari no establecen
un "sentido figurativo" de la máquina, sino que intentan reinventar
el término manteniendo una distancia crítica tanto frente a su sentido
cotidiano, como frente al marxismo académico: "No partimos de un empleo
metafórico de la palabra máquina, sino de una hipótesis (confusa) sobre el
origen: la manera como algunos elementos están determinados a formar máquina por recurrencia y comunicación”.
La teoría de la
máquina de Marx se introduce mediante un término en clave, "un esquema
clásico”, y sólo se menciona explícitamente en la tercera parte, la parte final
del apéndice. Mientras,
en el capítulo decimotercero de El Capital, Marx trata extensamente la cuestión de "qué es lo que convierte al
instrumento de trabajo de herramienta en máquina y en qué se distingue ésta del
instrumento que maneja el artesano”.
Deleuze y Guattari encuentran
particularmente insuficiente en muchos aspectos esta concepción lineal. Lo que
cuestionan en este punto es menos la lógica inmanente de la transformación de la
máquina tal como Marx la describe que el marco que presupone como base de esta
lógica: una dimensión del hombre y de la naturaleza que todas las formaciones
sociales tendrían en común. El desarrollo
lineal desde la herramienta (como extensión del ser humano para mitigar el
esfuerzo) hacia un trastorno, por así llamarlo, en el que la máquina en última
instancia se independiza del ser humano, determina a la máquina como un aspecto
dentro de una serie mecánica. Este tipo de
esquema, que proviene del espíritu "humanista y abstracto”, en especial "aísla
las fuerzas productivas de las condiciones sociales de su ejercicio”.
Imaginada más allá
de este esquema evolutivo, la máquina ya no es sencillamente una función
singular en una serie que comienza en la herramienta y que sucede llegados a un
cierto punto. De manera semejante a como el concepto de techné en la antigüedad
significaba tanto el objeto material como la práctica, igualmente la máquina no
es sólo un instrumento de trabajo en el que el saber social queda absorbido y
clausurado. Por el contrario, se abre, en contextos sociales diferentes, a
diferentes concatenaciones, conexiones y emparejamientos: "Ya no existe ni
hombre ni naturaleza, únicamente el proceso que los produce a uno dentro del
otro y acopla las máquinas”.
En lugar de situar
la herramienta y la máquina en una serie, Deleuze y Guattari buscan una
diferenciación más sutil, y es así que cuestionan la manera en que Marx
distingue entre máquina y herramienta. En efecto, esta distinción se podría explicar mediante una genealogía
diferente que la seguida por Marx, una que se refiere a la comprensión
premoderna de la ‘machina’, en la que la separación entre lo orgánico y lo
mecánico era irrelevante. En El Anti
Edipo, sin embargo, esta diferencia se trata
de manera conceptual/teórica: la máquina es un factor comunicativo, la
herramienta –al menos en su forma no maquínica– es, al contrario, una extensión
o prótesis sin comunicación. A la inversa, la herramienta concreta, por su uso
de intercambio/conexión con el ser humano, es siempre más máquina que la
máquina técnica que se imagina como aislada: "Formar pieza con algo es muy
diferente de prolongarse o proyectarse, o hacerse reemplazar”.
Distinguiendo la
máquina de algo que sencillamente prolonga o reemplaza al ser humano, Deleuze y
Guattari no sólo rechazan afirmar la figura convencional de la dominación de la
máquina sobre el ser humano. También marcan una diferencia frente a la
celebración simplista y optimista de cierta forma de máquina que desde el futurismo
hasta los ciber-fans corre el peligro de pasar por alto el aspecto social en
posibles nuevas combinaciones "hombre-máquina".
En la narración de la adaptación de los seres humanos a la máquina, la
sustitución del humano por la máquina pierde de vista el sentido de lo
maquínico, según Deleuze y Guattari, no sólo en su articulación crítica
marxista, sino también en su tendencia eufórica. "Ya no se trata de enfrentar
al hombre y la máquina para evaluar sus correspondencias, sus prolongamientos,
sus posibles o imposibles sustituciones, sino de hacerlos comunicar a ambos
para mostrar cómo el hombre forma una
pieza con la máquina, o
forma pieza con cualquier otra cosa para constituir una máquina”.
Esas "otras cosas" pueden ser animales, herramientas, otras personas,
frases, signos o deseos, pero sólo devienen máquina en un proceso de
intercambio, no bajo el paradigma de la sustitución.
Consideremos la
fábula El tercer
policía de Flann O'Brien,
en la que el autor irlandés nos presenta cálculos precisos del momento en que,
debido al flujo molecular, las personas en bicicleta se convierten en
bicicletas y las bicicletas en personas y en qué porcentaje, con todos los
problemas que de ello se derivan: las personas se caen si no se apoyan en la
pared y las bicicletas asumen rasgos humanos. De lo que trata esta investigación no es de las
cantidades de identidad que cambian (20% bicicleta y 80% humano o, lo que
resulta más alarmante, 60% bicicleta y 40% humano), sino más bien del
intercambio y el flujo de las singularidades maquínicas y su concatenación con
otras máquinas sociales: "Nosotros creemos, al contrario, que la máquina debe
ser pensada inmediatamente con respecto a un cuerpo social y no con respecto a
un organismo biológico humano. Si es de este modo, no podemos considerar a la
máquina como un nuevo segmento que sucede al de la herramienta, en una línea
que tendría su punto de partida en el hombre abstracto. Pues el hombre y la
herramienta ya son piezas de máquina en el cuerpo lleno de una sociedad
considerada. La máquina es, en primer lugar, una máquina social constituida por
un cuerpo lleno como instancia maquinizante y por los hombres y las herramientas
que están maquinadas en tanto que distribuidas sobre este cuerpo”.
Deleuze y Guattari desplazan así la perspectiva desde la cuestión de la forma
en la que la máquina es continuadora de la herramienta simple, de cómo los
seres humanos y las máquinas son maquinizados, hacia aquella otra de cuáles son
las máquinas sociales que provocan la emergencia de determinadas máquinas
técnicas, afectivas, cognitivas, semióticas, y hacen sus concatenaciones
posibles y al mismo tiempo necesarias.
El principal rasgo
de la máquina es la fluidez de sus componentes: cada extensión o sustitución
carecería de comunicación, y la cualidad de la máquina es exactamente la
contraria, o sea la comunicación, el intercambio, la apertura. Al contrario que
la estructura y el aparato de Estado, que tienden a la clausura, lo maquínico
tiende hacia la apertura permanente. Desde el texto Máquina y estructura, escrito en 1969, hasta La heterogénesis maquínica, publicado en 1992, Guattari apunta repetidamente la
cualidad diferente de máquina y estructura, máquina y aparato estatal:
"La máquina tiene algo más que la estructura”.
No se limita a manejar y estriar entidades cerradas una respecto de la
otra,
sino que se abre a otras máquinas y se mueve con sus ensamblajes
maquínicos. La máquina penetra varias estructuras simultáneamente.
Depende de elementos externos para poder existir. Implica una
complementariedad no sólo con el ser humano
que la fabrica, que la hace funcionar o la destruye, sino que también
mantiene
en sí misma una relación de alteridad con otras máquinas virtuales o
reales.
Además de esta
aproximación teórica a un concepto de máquina simultáneamente indiferente y
ambivalente en El Anti
Edipo y en varios textos de Guattari tanto
antiguos como recientes, sin embargo, es importante no omitir el contexto
histórico en que fueron escritos, que es el de un giro normativo aplicado a lo
maquínico. Guattari había ya comenzado a desarrollar su concepto de máquina a
finales de los años sesenta, específicamente contra el trasfondo político de
los experimentos izquierdistas sobre las formas de organización. Sus empeños se dirigían inicialmente contra la dura
segmentariedad de las izquierdas estatales realsocialistas y eurocomunistas, y
sus exploraciones continuaron a través de las experiencias de diversas
prácticas subculturales y micropolíticas, en su caso especialmente la práctica
antisiquiátrica; y en último término se convirtieron, después de 1968, en
esfuerzos por resistir y reflexionar sobre la estructuralización y clausura de
la generación sesentayochista en cuadros, facciones y círculos. El problema que
Guattari trata en su primer texto sobre la máquina, escrito poco después de la
experiencia de 1968, es el de cómo construir una organización revolucionaria
duradera: "El problema de establecer una máquina institucional que se distinga
por una axiomática especial y por una práctica especial; lo que se quiere
afirmar es la garantía de que no se clausurará en alguna de las diversas formas
de estructura social, especialmente no en la estructura estatal, que parece ser
la piedra angular de las condiciones de producción dominantes aunque no se corresponda
ya con los medios de producción”.
No sólo las "condiciones de producción dominantes”, sino también las formas
contemporáneas de resistencia habían asumido formas maquínicas:
estructuralización y clausura como gestos de (auto)protección. Las instituciones
maquínicas no pueden reproducir las formas del aparato de Estado, de los
aparatos que se sostienen sobre el paradigma de la representación, sino que
producen nuevas formas de "prácticas instituyentes": "El proyecto
revolucionario como 'actividad maquínica' de subversión institucional tendría
que revelar este tipo de posibilidades subjetivas y asegurar su continuidad en
cada fase de la batalla contra la posibilidad de 'estructuralizarse'. Y aún
así, esta constante comprobación de los efectos de la máquina que afecta a las
estructuras nunca podría verse satisfecha con una 'práctica teórica'. Requiere el desarrollo de una práctica analítica
específica, que se aplica inmediatamente a cada paso de la organización de la
batalla”.
El general intellect y la máquina EuroMayDay
Una parte
importante de lo que Guattari formuló en su pensamiento sobre la máquina
teniendo en cuenta el antecedente de las experiencias de Mayo del 68 ha sido
actualizado en años recientes –quizá mucho más de lo que lo fuera durante los
años sesenta y setenta– en la forma de movimientos no-representacionistas
activos contra los regímenes migratorios y fronterizos, la globalización
económica y la precarización del trabajo y la vida.
Este último asunto es tratado especialmente por el movimiento EuroMayDay,
que comenzó en Milán y ha buscado reapropiarse del Primero de Mayo, en
particular en años recientes. De manera semejante al público teatral
revolucionado por la obra de Tretiakov y Eisenstein ¿Escuchas, Moscú?, los y las activistas del EuroMayDay también se mueven
hoy a través de las calles, a veces "golpeando salvajemente contra las vitrinas
de las tiendas y cantando”; específicamente a través de las calles de unas
veinte ciudades europeas entre las que se cuentan Londres, Conpenhague,
Maribor, Barcelona, Hamburgo y Viena.
A veces se rompen vitrinas, pero con más frecuencia se pinta encima de ellas
con spray y se las cubre con una capa de nuevos signos.
Las EuroMayDay Parades no sólo renuevan las tradiciones revolucionarias del
Primero de Mayo, sino que también se oponen a la privatización de las esferas
públicas urbanas con sus cuerpos, imágenes, signos y declaraciones. Este tipo
de reapropiación de la ciudad se ejecuta de manera consistente sin necesidad de
escenarios ni podios, en el esfuerzo por contrarrestar el paradigma de la
representación con el paradigma del acontecimiento.
Pero la máquina
EuroMayDay tiene dos temporalidades. No sólo la del acontecimiento, sino
también la larga duración de las prácticas instituyentes, en las que la
conexión entre la máquina como movimiento contra la estructuralización y la
máquina como "fuerza social productiva" es bien clara. Organizar el
Primero de Mayo no es la única dimensión de las y los activistas del MayDay: a
pesar de los limitados recursos de que se dispone para cumplir los deseos
activistas, a lo largo del año hay microacciones y acontecimientos discursivos,
comunicación regular en listas de correo y encuentros en varias ciudades
europeas para el intercambio transnacional. Además, está creciendo una red cada
vez más densa para atacar el asunto de la precarización del trabajo y la vida,
no solamente en Europa.
Pero esta
formación de prácticas instituyentes es sólo incipiente. De acuerdo con el
posoperaísta Paolo Virno, el movimiento "todavía no ha empujado suficientemente
lejos, hasta producir un valor político subversivo, las formas de batalla
adecuadas para transformar la situación de trabajo precario, temporal y
atípico”. Este tipo de empuje comienza menos con las viejas formas
de organización en "aparatos de Estado" que con la concatenación de
formas maquínicas de movimiento y formas posfordistas de trabajo y vida. En sus
textos sobre este tema, especialmente en Gramática de la multitud, Virno toma directamente del Fragmento sobre las máquinas el concepto de general intellect introducido por Marx. Incluso si aceptáramos que el saber social hubiese sido
alguna vez totalmente absorbido por las máquinas técnicas en la era de la
industrialización, esto sería totalmente impensable en el contexto posfordista:
"Obviamente, este aspecto del general
intellect importa, pero no
lo es todo. Deberíamos considerar la dimensión en la que el general intellect, en lugar de ser encarnado (o mejor, forjado en acero) en el sistema de las máquinas, existe como un atributo
del trabajo vivo”.
Como formula la teoría posoperaísta, siguiendo a Guattari, debido a la lógica
del propio desarrollo económico es necesario que la máquina no se entienda
meramente como una estructura que estría a los trabajadores y trabajadoras
clausurando en su interior el saber social. Yendo más allá de la idea de Marx
sobre el trabajo que es absorbido en el capital fijo, Virno afirma así su tesis
de la cualidad simultáneamente preindividual y transindividual del intelecto:
"El trabajo vivo en el posfordismo tiene como materia prima y como medios de
producción el pensamiento que se expresa mediante el lenguaje, la capacidad de
aprender y comunicar, la imaginación, en otras palabras las capacidades que
distinguen la conciencia humana. De acuerdo con esto el trabajo vivo encarna el
general intellect (el 'cerebro social'), lo que Marx llamó 'el pilar de la
producción y la riqueza'. Hoy, el general intellect ya no es absorbido por el capital fijo, ya no representa
sólo el saber contenido en el sistema de las máquinas, sino la cooperación
verbal de una multitud de sujetos vivos”.
Apropiándose del
término marxiano Virno indica que el "intelecto" no debe entenderse
aquí como la competencia exclusiva de un individuo, sino como un lazo común y
una fundamentación de la individuación en constante desarrollo, como una
cualidad social del intelecto. Aquí, la "naturaleza" humana pre-individual, que
reside en el habla, el pensamiento, la comunicación, se ve aumentada por el
aspecto trans-individual del general intellect: no se trata sólo de la totalidad del saber acumulado
por la especie humana, no sólo de las capacidades previas compartidas en común,
es también el entre las trabajadoras y trabajadores cognitivos, la
interacción comunicativa, la abstracción y la autorreflexión de los sujetos
vivos, la cooperación, la acción coordinada del trabajo vivo.
Finalmente, sobre la base
de los escritos de Virno podemos conectar el general intellect como capacidad colectiva y
el concepto de máquina en el sentido de Guattari. El saber como
intelectualidad colectiva es complementario a la cualidad maquínica de la
producción y del movimiento social. El general intellect, o el "intelecto
público", en la manera en que Virno lleva aún más lejos el concepto, es
otro nombre para la expansión guattariana del concepto de máquina más allá de
la máquina técnica y fuera de su ámbito: "Al interior del proceso de trabajo
contemporáneo existe una constelación de conceptos que funcionan por sí mismos
como 'máquinas' productivas sin necesitad de un cuerpo mecánico ni una pequeña
alma electrónica”.
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