El Arte contemporáneo politizado
Cuando se plantea la relación entre arte contemporáneo y política, se
da por hecho que el arte, de una u otra manera, representa temas
políticos o politizados. Prevalece la idea que la conciencia engendrada
por el arte puede catalizar la acción o participación política, al
revelar las contradicciones ‘escondidas’ del capitalismo. Aunque el
presente sea siempre opaco, se le da también al arte la tarea de
enseñarnos a ver o a percibir las cosas de manera distinta; se le
considera entrenamiento para observar, alimento de la imaginación
colectiva, exégesis. Exposiciones y bienales abordan cuestiones que se
perciben como ‘políticas’, por ejemplo, trabajo, pobreza, explotación,
violencia, globalización, guerra, exclusión.
Ejemplos de exposiciones recientes en México cuyos títulos subrayan
la politización de sus contenidos son: "Por amor a la disidencia”,
"Ejercicios de resistencia” (MUAC, 2012), "La institución redentora”
(SAPS, 2012), "Resistiendo al presente” (Museo Amparo-Puebla, 2011).
Este año, dos exposiciones abordaron la injerencia del poder sobre los
flujos de información y los códigos de representatividad, al igual que
la indistinción entre arte, acción, movimientos sociales, apropiación
semiótica y medios, y tuvieron lugar recientemente en el Museo de Arte
Moderno y en el Centro Cultural Digital Estela de Luz. A escala
internacional, está Manifesta 9 en Genk, Bélgica, la bienal europea de
arte joven a comisaría de Cuauhtémoc Medina titulada: "The Deep of the
Modern” (que podría traducirse como "Las entrañas del modernismo”). La
exposición aborda la economía política e historia de la ciudad de Genk
marcadas por las minas de carbón. Las obras en la exposición abordan las
realidades del trabajo, de la producción y el comercio del carbón, e
incluye un estudio iconográfico del carbón en el arte moderno y
memorabilia de las minas de carbón exhibida en un museo. El carácter
politizado de esta exposición se justificó con el materialismo
dialéctico de Walter Benjamin, planteándolo en la incorporación de las
huellas materiales del pasado industrial de Genk en la exposición para
renegociarlas en el presente. En este caso, el arte ilustra el guión
curatorial que señala las condiciones y relaciones de producción de un
momento histórico específico, de la etapa del capitalismo industrial.
Otro ejemplo de este verano es la Bienal de Berlin que invitó al
movimiento "Occupy” a participar y acampar en la sede más importante de
la exposición (Kunstwerke). Un pequeño grupo, también de Occupy fue
bienvenido por la curadora de Documenta, Carolyn Christov-Bakargiev al
instalarse fuera del Friedericianum. Las intervenciones de Occupy
tomaron prestadas técnicas y tácticas de arte contemporáneo y ofrecieron
una práctica de cultura participativa y anti-elitista [4], como lo
indica uno de los letreros colgando por los miembros de Occupy en una de
las salas de exposiciones de Kunstwerke: "This is not our museum, this
is your action space” [Esto no es nuestro museo, sino tu lugar de
acción].
Apegados a la misma política que Occupy en este contexto, extendiendo
su práctica más allá de los confines del estudio y enfocándose en la
acción en el campo social, están también las manifestaciones de arte
"semi-autónomo”. Los artistas, siguiendo una ética de acción y
compromiso social fuera del mundo del arte, se proponen intervenir en
temas urgentes en la complejidad de la esfera pública. Estas
manifestaciones se exhiben a veces en museos o se ejecutan dentro el
marco de las instituciones culturales. Este arte fusionado con la vida,
propone nuevas formas de experiencia cívica colectiva y se basa en la
comunicación y el intercambio. Es conocido como: arte relacional, de
participación, comunitario, socialmente comprometido, entre otros. Según
Claire Bishop, el arte socialmente comprometido se opone en principio
política y estéticamente al "espectáculo”, volcándose a la participación
social como estrategia en su trabajo. Partiendo de la premisa que "El
capitalismo contemporáneo produce sujetos pasivos con poca posibilidad
de actuar o sin empoderamiento”, busca activar al público contra el
consumo pasivo y privado del espectáculo, con el propósito de crear un
espacio compartido de compromiso social colectivo por medio de gestos
simbólicos o constructivistas de impacto social para proponer
alternativas[5]. Estos trabajos proponen soluciones de mejora a corto
plazo, al contrario del arte tradicionalmente politizado que se opone al
estatus quo y revela las verdades sociales contradictorias.
En el campo de la producción cultural, en la última década se
consolidó una alianza entre Estado, corporaciones, mercado del arte e
iniciativa privada. Dentro de este contexto, la politización del arte
puede implicar la búsqueda de aperturas para manifestarse en pro del
carácter público de las instituciones culturales (menguando
rápidamente), defendiendo su autonomía del mercado (que en realidad no
la tiene) y de los patronos corporativos [6]. Heredero de lo que se
conoce como "Crítica Institucional”, está por ejemplo, un proyecto
reciente del artista visual Jonathan Hernández que fue vetado por la
directora del Museo Tamayo. Su contribución para la exposición "Primer
Acto” (2012), consistía en enlistar los gastos de remodelación del museo
y de producción de sus exposiciones. Borrando la frontera entre deber
ciudadano (exigir transparencia) y crítica institucional (revelar los
intereses hegemónicos detrás de las políticas de exhibición de los
museos), intervenciones como la de Hernández buscan exacerbar las
tensiones entre las instituciones, la opinión pública y el mundo del
arte.
Arte contemporáneo y democratización de la cultura
Al ser "contemporáneo”, el arte existe en la misma temporalidad que
la cultura y por lo tanto se ha integrado a ella. La cultura es el
proceso social a través del cual comunicamos significados para darle
sentido al mundo, construimos identidades y definimos creencias y
valores. El teórico Fredric Jameson argumentó a finales de los años 90,
que el espacio social estaba completamente saturado con la imagen de
cultura [7]. Esto se debe a que en sus actividades cotidianas,
profesionales, y en las diversas formas de entretenimiento, la sociedad
consume todo el tiempo productos culturales. Ello caracteriza al "giro
cultural” postmoderno diagnosticado por Jameson, el cual fue expandido
por George Yúdice al observar (en 2003) que los usos de la cultura se
habían expandido sin precedentes no solo al mercado, sino también a lo
social, político y económico. Según Yúdice, ya que el Estado y las
corporaciones utilizan la cultura como herramienta buscando lograr
mejora sociopolítica y económica, para resolver por ejemplo,
pacíficamente la violencia y el crimen, reconstruir el tejido social,
transformar la sociedad, generar empleos, para aumentar la participación
ciudadana, etc., la cultura se ha transformado en un recurso [8]. En
México, por ejemplo, una de las prioridades de los gobiernos PANistas
fue "el desarrollo y democratización de la cultura”, por lo que el
gobierno invirtió en gestión, difusión y producción cultural cantidades
presupuestales sin precedentes, invitando y facilitando la participación
de patrocinadores corporativos y privados, colaborando con el mercado
del arte invirtiendo en la feria MACO, y en general, implantando un
programa oficial para orientar al desarrollo simbólico y satisfacer la
demanda de bienes culturales y creativos.[9]
La idea de "democratizar la cultura” está inspirada en la definición
de cultura de la Declaración Universal de la Diversidad Cultural de la
UNESCO; según esta declaración, la cultura juega un papel crucial en el
desarrollo económico y social, ya que las industrias cultural y
creativas genera(n) empleos e ingresos y atraen inversiones [10]. Las
directivas del consenso global sobre la funcionalidad de cultura como
ente democratizador, establecen un lazo entre promoción cultural,
democracia y libertad cultural con el objetivo de ampliar las opciones
individuales e incitar la participación activa del pueblo, para que se
respeten otras culturas, promover la libertad de elegir la identidad
propia (y respetar la de los demás), etc. Sin embargo, a pesar de las
altas expectativas que se tiene sobre la utilidad de la cultura, los
efectos de mostrar arte politizado y de organizar discusiones e
intercambios culturales son impredecibles.
La relación entre la esfera cultural y la política, es decir, la
instrumentalización de la cultura en nombre de la política no es nueva y
sin embargo, de acuerdo con Yúdice, los proyectos culturales de la
UNESCO, la sociedad civil globalizada, las Organizaciones No
Gubernamentales, los Estados, el mercado, los gestores e ingenieros
culturales junto con los trabajadores de las industrias cultural y
creativas, operaron una transformación sin precedentes en lo que
entendemos por cultura y lo que hacemos en su nombre [11]. Esta
transformación evoca una trillada contradicción entre: la trivialización
de los productos culturales por servir al mercado de consumo de masa,
lo cual se percibe como algo negativo, y el proceso de democratización
cultural, que se ve como algo positivo. Trascendiendo esta
contradicción, me interesa elucidar porqué el arte (subsumido a las
industrias cultural y creativas, subsidiado por el estado, mercado y
corporaciones) es considerado ser un campo privilegiado de politización y
hasta parte integral de la acción política y voz en las prácticas
contra-hegemónicas, y cuáles son las implicaciones para el arte autónomo
comprometido.
Arte con finalidad política: arte y movimientos sociales
En su ensayo de 1968, La crisis de la cultura, Hannah Arendt
argumenta que el arte verdadero no tiene utilidad y por eso no es
parte de la acción política [12]. Según Arendt, el arte y la política
son dos esferas separadas, ya que la acción política o tomar la palabra
implican medios o fines, mientras que el arte es autónomo y no necesita
justificación. Cuando el arte tiene como finalidad la política, se
convierte en propaganda (por ejemplo: el realismo socialista impulsado
bajo el régimen Stalin). Para Arendt, lo que tienen en común el arte y
la política es que ambos se llevan a cabo – usando un término posterior a
Arendt – en la esfera pública. Sin embargo, con el advenimiento de la
industrialización de la cultura, una vez que la sociedad de masa empezó a
interesarse por los valores culturales y a monopolizar la cultura para
sus propios fines, transformando los valores culturales en valores de
intercambio, se llevó a cabo una fusión entre arte y política en la
esfera cultural [13]. De este modo, el proyecto político del modernismo
de transformar al mundo por medio de la crítica, la subversión, la
transgresión, la transformación y la negatividad, se situó con el
postmodernismo, al centro de la sociedad.
La fusión de arte y política en la esfera cultural opera dentro del dominio que se conoce como la Infoesfera
(llamada también "paisaje mediático” o "campo sensible”), que puede
definirse como los estratos comunicativos del sistema social que
incluyen Internet, sociedad, cultura, medios de comunicación de masa y
los regimenes simbólico y afectivo. En la Infoesfera circulan flujos
culturales que recorren al espacio social cambiando al lenguaje y las
formas de auto-representación y significación de la realidad [14]. La
cultura es, por lo tanto, una esfera de producción de significación que
logró que el significado se multiplicara movilizando a todo un sistema
de referencias culturales imbricado por un lado, en generar plusvalía
económica y por otro, en la producción de la vida social: los estilos o
formas de vida. En el contexto de la Infoesfera, se ha dicho que el
activismo político implica propagar y compartir el deseo de cambiar las
formas de vida y que los movimientos sociales son los vehículos para
cambiarlas [15].
Las políticas neoliberales tienden a erosionar las formas de vida, y
por eso los movimientos sociales contemporáneos no son iniciados por
problemas de distribución o a partir del antagonismo de clase entre
capital y trabajo como en el siglo pasado, sino a partir de
preocupaciones por la gramática de las formas de vida, lo cual implica:
calidad de vida, igualdad, auto-realización individual, democracia
(participación, y transparencia de los medios y del gobierno), derechos
humanos, medioambiente, altermundialismo, seguridad [16], etc. Teniendo
esto en cuenta, Brian Holmes observó que los movimientos sociales
incorporan necesariamente una matriz de cuatro elementos que convergen:
arte, investigación científica y teoría crítica, medios y política
(auto-organización). Esto implica que los movimientos sociales se
construyen en la esfera cultural de la sociedad. Por un lado, la
creatividad y la cultura están al centro de la lucha de los movimientos
sociales porque su medio principal son las tecnologías de la información
y la comunicación, las cuales instrumentalizan para retar las actuales
configuraciones de poder y crear alternativas de interlocución. Por otro
lado, hay que tomar en cuenta que la política se ha convertido en
cuestión de epistemología, en formas de expresión y técnicas para hacer
legibles temas determinados que puedan adquirir relevancia con su
capacidad de hacerse visibles en el campo socio-político y mediático,
con la capacidad de afectar emocionalmente a los receptores (movilizando
emociones tales como miedo, inseguridad, indignación, enojo). El
trabajo político implica tanto crear nuevas formas de vida como
modificar lo visible en la Infoesfera designando ‘formas de conciencia’
política (agregando, deconstruyendo, denunciando, desviando signos,
codificando y recodificando). Y sin embargo, aunque sean
‘contra-hegemónicas’, estas intervenciones favorecen las formas de
poder.
¿Cómo? Por un lado, tomando en cuenta la distinción que hace Jodi
Dean entre la política practicada en la Infoesfera y la política
ejercida institucionalmente. Esta distinción hace evidente la
desconexión abismal entre la crítica comprometida y la estrategia
nacional, entre la política como la circulación de contenido y la
política como política oficial. Podría incluso afirmarse que la política
de contenido beneficia al poder bajo la lógica de la tolerancia
represiva (la libertad de expresión es signo de una democracia
saludable): los mensajes son contribuciones a un contenido circulando,
no acciones que solicitan respuestas y el valor de intercambio de los
mensajes llega a superar su valor de uso [17]. Por otro lado, en
términos similares que Brian Holmes, Chris Kraus plantea que la
consecuencia de la fusión del arte con la vida cotidiana es que el arte
es la última frontera para revindicar el deseo de vivir de forma
distinta [18]. Sin embargo, concebir a los movimientos sociales y al
arte politizado como vehículos de cambio de formas de vida es
problemático porque implica subsumir la crítica económica y social a la
crítica artística proponiendo soluciones de mejora a corto plazo y
corriendo el riesgo de reducir al arte politizado a un programa de
embellecimiento en barrios gentrificados, fábricas museológicas y
parques corporativos. Modificar las formas de vida no es crear una
realidad antagonista a la realidad imperante, y por lo tanto perpetúa lo
que es bloqueando lo que podría ser. Modificar las formas de vida en
lugar de construir una realidad distinta, negando al modo de vida
establecido incluyendo sus instituciones, su cultura material e
intelectual, su moralidad liberal, sus formas de trabajo y
entretenimiento, es auto-represión. Además de construir una realidad
distinta a la actual, se necesita abrir un camino para que la sociedad
intervenga directamente en asuntos políticos y logre vetar los planes
neoliberales del gobierno y dar soluciones a la permanencia del orden
social de explotación y exclusión política y económica [19]. El problema
es que el estado de la ley burgués y sus instituciones, que son las que
sostienen al neoliberalismo económico e ideológico que imperan, son las
vacas sagradas que permanecen intocables y hay que tomar en cuenta que
algunos movimientos sociales recientes han sido luchas por mantener sus
formas de vida y sus privilegios, en vez de cambiarlas [20].
Por un arte autónomo comprometido
Aparte del arte que está al centro de los movimientos sociales (junto
con la comunicación, la teoría crítica y la auto-organización, como ya
lo vimos), está el arte autónomo, es decir, el que no está puesto
directamente al servicio de los movimientos o causas sociales. El arte
que se produce para museos y bienales, más que otras expresiones
culturales (tal vez junto con el cine y el teatro) es un campo
privilegiado de politización que al mismo tiempo está íntimamente ligado
a los procesos neoliberales. Con esto quiero decir que actualmente, el
arte juega el doble papel de compensar o mermar y de intervenir
activamente en la nueva forma de distribución de poder geopolítica de
economía depredadora, contribuyendo a la transición al Nuevo Orden
Mundial. ¿De qué manera? Al estar al centro de los procesos de
desplazamiento de población pauperizada en zonas urbanas para renovarlas
y generar plusvalía (lo que se conoce como gentrificación), especulación y mercadeo urbano, branding e ingeniería cultural.
La ingeniería cultural encarna la ingerencia gubernamental y
corporativa en el diseño de las formas y espacios de vida, ya que
significa elaborar proyectos para construir realidades en los que la
cultura interviene como elemento fundamental de innovación, dinamización
y bienestar individual y social. Por ejemplo: reactivar económicamente
áreas deprimidas, elaborar estrategias educativas o diseñar espacios de
socialización. Al estar presente en todas partes del mundo como
instrumento de intervención y mejora y para promover los valores
liberales, el arte contemporáneo contribuye también a normalizar las
políticas neoliberales. Un ejemplo reciente es la extensión de
Documenta13 a Kabul.
En este caso, la "cultura” llegó antes de que cesara la guerra y que
llegaran las ONGs y otras compañías extranjeras para reconstruir,
instalar dispositivos de seguridad, fibra óptica, infraestructura civil,
etc. Esto es posible precisamente porque las expresiones culturales son
fácilmente integrables al panorama global del estado de excepción,
militarización y guerra permanente, que se han convertido en la norma a
principios del Siglo XXI.
Hay que tomar en cuenta también, que en el arte contemporáneo, el
orden burgués que sustenta la economía junto con las condiciones
internas a la producción, exhibición y consumo de arte, son tabúes
intocables hasta por los artistas que se consideran más radicales [22].
Esto se debe a que el arte contemporáneo es un campo de oportunismo,
especulación y manipulación corrupta, un lugar de competitividad
darvinista que ha creado una fuerza de trabajo que nunca será solidaria
[23] . En este contexto, el perfil del artista como radical anti-social
se ha suavizado dando lugar a una nueva imagen afirmativa de artista
emprendedor de sí mismo, capaz de resolver problemas de forma no linear y
creativamente [24]. De este modo, el artista contemporáneo encarna la
figura neoliberal del trabajador emprendedor precario, gestor de su
propio capital humano contratado por proyecto. Hay que tomar en cuenta
también que la sociedad retribuye de forma desproporcionada a los
artistas, curadores y productores culturales de la "A-List” de forma
análoga que a los celebrities o los Directores Generales o CEOs de las
grandes corporaciones, lo que les confiere membresía directa a la nueva
oligarquía.
Para concluir, consideraríamos al arte politizado como una política
del campo del arte, enfocándose, siguiendo a Steyerl, no en lo que
muestra sino en lo que el arte hace y en cómo lo hace[25]. Como diría Jean-Luc Godard: "No hacer cine/arte político sino hacer cine/arte políticamente”.
En cuanto a la política del campo del arte, sin embargo, prevalece la
versión diluida y domesticada de la crítica institucional de los 1970s,
por ejemplo, la pieza vetada de Jonathan Hernández o la frase: "Ningún
artista resiste un cañonazo de $50,000 dólares” (2011) de
Tercerounquinto (supuestamente cincelada en una pared del Museo Amparo).
Otro ejemplo es Artfilm I: Ever Present –Yet Ignored (2006) de
Adriana Lara que muestra el recorrido de varios jóvenes por una galería
de arte mientras se oyen en el sobrevoz reflexiones sobre las
condiciones de producción de arte contemporáneo (que es un mercado de
consumo, que no es efectivo políticamente, que a lo que les interesa a
los artistas de hoy en día son sus emociones). Estas dos obras plantean
por medio de la auto-reflexividad irónica las condiciones de producción
del arte. Se hace evidente que la situación del arte contemporáneo es
distinta a la que dio lugar a la crítica institucional en los 1970s, que
estaba enfocada a examinar la sujeción del arte a los intereses
ideológicos [26]. A diferencia de hace 40 años, las instituciones son
más opacas y más exclusivas y comparten objetivos intrínsicamente
ligados a las agendas corporativas y neoliberales (al punto que éstas se
han hecho invisibles). Las instituciones culturales son los órganos
administrativos del orden dominante, y los productores culturales
contribuimos a transmitir la ideología de libre mercado a todos los
aspectos de nuestras vidas [27].
Por lo tanto, una política del campo del arte implicaría ir más allá
del arte políticamente correcto y satisfecho con el sistema de galerías,
becas, mercado, y de servir de escaparate oficial del gobierno. Por
ejemplo, la exposición "A partir de mañana: todo”, que tocó el tema de
la subversión de los contenidos hegemónicos de la información como
plataforma para la emancipación, tuvo lugar en el Centro Cultural
Digital Estela de la Luz, el controversial monumento que conmemora al
Bicentenario. Las obras de la exposición, supuestamente ‘politizadas’ se
encuentran perfectamente cómodas en el recinto que las albergó.
Inconforme con competir bajo los términos de las industrias creativa y
cultural, el arte autónomo comprometido se plantearía como un sitio de
trabajo precario y reavivaría la hostilidad entre sociedad y cultura,
en vez de complacerla con productos pseudo-politizados para su consumo y
auto-complacencia. Sería un arte "no democrático” en tanto a que no se
alinearía con el ideal neoliberal de libertad política. Dirigiéndose a
todos, se desligaría de la circulación de contenido, la interrumpiría,
no comunicaría nada. Iría contra la visibilidad de lo que el sistema
declara como existente (el poder controla lo visible y lo audible y por
eso no necesita censurar). El arte autónomo politizado haría visible lo
que no existe desde otro punto de vista, contagiando la actitud de los
que no tienen nada que ganar o perder.
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Notas
[1] Este texto es una respuesta indirecta a Cuauhtémoc Medina en el
contexto de mi blog Comité Invisible Jaltenco:
http://comiteinvisiblejaltenco.blogspot.mx.
[2] La forma de vida reúne las características esenciales de una
formación socioeconómica en particular. Por ejemplo, la forma de trabajo
se refleja en una forma de vida en particular. La forma de vida fruto
de la elección propia es el estilo de vida, que implica crear la
subjetividad y estilo de vida propios consumiendo productos semióticos.
[3] Anton Vidokle y Brian Kuan Wood, "Breaking the Contract,” e-flux
journal #37 (September 2012) Disponible en red:
http://www.e-flux.com/journal/breaking-the-contract/. Julian
Stallabrass, "Art as Radical Camouflage” New Left Review 77,
(Septiembre-Octubre 2012).
[4] Julian Stallabrass, "Art as Radical Camouflage” New Left Review 77, (Septiembre-Octubre 2012)
[5]Claire Bishop, "Participation and Spectacle, Where are we now?”
Living as Form: Socially Engaged Art from 1991-2001, ed. Nato Thompson
(New York and Cambridge: Creative Time and MIT Press, 2012), pp. 34-46.
[6] Ver: Cuauhtémoc Medina, "Camaradas ocultistas, escondidos, opacados
(Respuesta de Cuauhtémoc Medina al CIJ)”, disponible en red:
http://comiteinvisiblejaltenco.blogspot.mx/.
[7] Fredric Jameson, The Cultural Turn: Selected Writings on the Postmodern, 1983-1998 (Brooklyn: Verso, 1998), p. 111.
[8] George Yúdice, "La el recurso de la cultura” disponible en red:
http://www.columbia.edu/cu/spanish/courses/spanish3330/9cultural/yudicecultura.pdf.
Ver también: George Yúdice, The Expediency of Culture: Uses of Culture
in the Global Era (Durham: Duke University Press Books, 2004).
[9] Todo parece indicar que el gobierno de Ernesto Peña Nieto seguirá
con la política de gestión e ingeniería cultural de su predecesor,
Felipe Calderón.
[10] Ver: "Plan Nacional de Desarrollo” del gobierno de Felipe Calderón,
2007-2011, 3.8, Objetivo 21. Disponible en red:
http://pnd.calderon.presidencia.gob.mx/igualdad-de-oportunidades/cultura-arte-deporte-y-recreacion.html.
[11] George Yúdice, "La el recurso de la cultura” disponible en red:
http://www.columbia.edu/cu/spanish/courses/spanish3330/9cultural/yudicecultura.pdf.
[12] Los tres verbos evocan el título del texto de la feminista,
socialista y sufragista Dora B. Montefiore de 1918, los cuales describen
al trabajo de los Marxistas para "ayudar a la gente a cristalizar los
átomos desparramados de rebelión y transformarlas en demandas
inteligentes, ordenadas e insistentes, basadas en la acción política e
industrial. Ver: Dora B. Montefiore, "Educate, Agitate, Organise” 1918.
Disponible en red:
http://www.marxists.org/archive/montefiore/1918/12/26.htm/.
[13] Hannah Arendt, "La crise de la culture”, pp. 253-256.
[] Ibid.
[14] Tiziana Terranova, "Communication Beyond Meaning: On the Cultural
Politics of Information” Social Text 80, Vol. 22, No. 3, Fall 2004)
[15] Brian Holmes: "Eventwork: The Fourfold Matrix of Contemporary
Social Movements”, Living as Form, ed. Nato Thompson (New York: Creative
Time, 2012), p. 73.
[16] Jurgen Habermas, "New Social Movements” Telos September 21, 1981
vol. 1981 no. 49, pp. 33-37. Un proyecto que podemos evocar aquí es el
de Tania Bruguera en Queens, Nueva York: el "Movimiento Internacional de
Migrantes”, patrocinado por Creative Time y el Museo de Queens.
Consiste en un proyecto a largo plazo en forma de movimiento
socio-político iniciado por la artista, cuya sede es un espacio
comunitario en el barrio migrante de Corona, en Queens. Bruguera parte
del principio de "arte útil”, el cual "busca transformar algunos
aspectos de la sociedad por medio de la implementación del arte
trascendiendo la representación simbólica o metafórica y proponiendo
soluciones para los déficits de la realidad”. Un proyecto complementario
es el "Partido del Inmigrante”, que funciona como partido político. El
problema de la acción de Bruguera, demás de (provocativamente) plantear
al arte como meramente utilitario, es que la formación política del
inmigrante al igual que el partido, son formas obsoletas de configurar
la representatividad política. En ese sentido, considero que la función
que le atribuye Brian Holmes a los movimientos sociales (de proponer e
implementar cambios en los modos de vida) es afin al momento
socio-económico e histórico (aunque no poco problemático).
[18] Jodi Dean, "Communicative Capitalism: Circulation and the Foreclosure of Politics” Cultural Politics Vol. 1, Issue 1 2005, pp. 51-74. Disponible en red: http://commonconf.files.wordpress.com/2010/09/proofs-of-tech-fetish.pdf.
[19] Chris Kraus, Where Art Belongs (New York: Semiotext(e), 2011).
[20] Ver: Raquel Gutiérrez, "The Rhythms of the Pachakuti: Brief
Reflections Regarding How We Have Come to Know Emancipatory Struggles
and the Significance of the Term Social Emancipation”, South Atlantic Quarterly 2012, Volume 111 Number1: 51-64.
[21] "Capitalism”, Financial Times (Noviembre 2012) disponible en red:
http://www.foreignpolicy.com/articles/2012/10/08/capitalism. No hay que
sobreestimar, sin embargo, la predominancia de la "política de
contenido”, ya que un ejemplo reciente es el uso de twitter en la actual
guerra contra Gaza. El Ministerio de Defensa Israelí cuenta con un
numeroso departamento dedicado a la gestión de sus perfiles en las redes
sociales y Hamás. La guerra se está también llevando a cabo en Twitter
(propaganda: versiones oficiales) En un minuto, la cuenta vinculada a
Hamás @AlQassamBrigades, anuncia que ha lanzado un cohete. Pocos minutos
después el @IDFSpokesperson le responde que ha conseguido
interceptarlo. Miles (o millones) lanzan mensajes de apoyo hacia uno y
otro) Ver: Verónica Calderón, "La propaganda military en 140 caracteres”
El País, 20 d enoviembre de 2012 disponible en red:
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/11/20/actualidad/1353433014_417902.html
[21] Hito Steyerl, "Politics of Art: Contemporary Art and the Transition to Post-Democracy”, The Wretched of the Screen (e-flux journal and Strenberg Press, 2012)
[22] Hito Steyerl, "Politics of Art: Contemporary Art and the Transition
to Post-Democracy”, The Wretched of the Screen (e-flux journal and
Strenberg Press, 2012)
[23] Ibid.
[24] Gregory Sholette, "Speaking Clown to Power: Can We Resist the
Historic Compromise of Neoliberal Art?” Disponible en red:
http://www.gregorysholette.com/wp-content/uploads/2011/11/Speaking-Clown-to-Power.NOCROP.pdf.
[25] Hito Steyerl, "Politics of Art: Contemporary Art and the Transition
to Post-Democracy”, The Wretched of the Screen (e-flux journal and
Strenberg Press, 2012)
[26] La crítica institucional en los 1970s implicó la politización de
las estrategias conceptuales para desvelar cómo los intereses
institucionales, mediados por intereses económicos e ideológicos,
enmarcan y definen la producción, interpretación y la experiencia visual
del objeto artístico. Inspirándose en teorías de la Escuela de
Frankfurt y en el post-estructuralismo, la crítica institucional examinó
la sujeción del arte a los intereses ideológicos, recontextualizando
las prácticas estéticas dentro de su aval ideológico, implicando los
intereses sociales e ideológicos con la práctica cultural, enfocados al
proceso de enmascaramiento y neutralización de la cultura por la
"tolerancia represiva”. Ver: Benjamín Buchloh, et. al, "1971” en Art Since 1900 (Cambridge, Mass.: MIT Press, 2006), pp. 545-549.
[27] Ver: Stephan Dillemuth, Anthony Davies, Jakob Jakobsen, "There is No Alternative: The Future is Self-Organised,” Art and Social Change: A Critical Reader ed., Will Bradley and Charles Esche (London: Tate Publishing and Afterall, 2007).
Fuentes
• Javier Aranda Luna, "No más cultura de utilería” La Jornada, 27 de junio de 2012.
• Franco Berardi (Bifo) Ironic Ethics (Documenta Notebook # 27) (Ostfildern: Hatje-Cantz, 2012)
• Claire Bishop, "Participation and Spectacle, Where are we now?”
Living as Form: Socially Engaged Art from 1991-2001, ed. Nato Thompson
(New York and Cambridge: Creative Time and MIT Press, 2012).
• Yve-Alain Bois, Benjamín Buchloh, Rosalind Krauss, Hal Foster,
"1971”, Art Since 1900 (Cambridge, Mass.: MIT Press, 2006), pp. 545-549.
• Fulvia Carnevale, John Kelsey in conversation with Jacques Ranciere Artforum (March, 2007) Disponible en red:
• Conaculta Cuaderno 13: Patrimonio cultural y turismo Gestión
cultural: planta viva en crecimiento (Encuentro Internacional de
Gestores y Promotores Culturales, Guadalajara) 2006.
• Jodi Dean, "Communicative Capitalism: Circulation and the
Foreclosure of Politics” Cultural Politics Vol. 1, Issue 1 2005, pp.
51-74. Disponible en red:
http://commonconf.files.wordpress.com/2010/09/proofs-of-tech-fetish.pdf.
• Stephan Dillemuth, Anthony Davies, Jakob Jakobsen, "There is No
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