Sin duda el potencial iconográfico de la política
nazi fue un aspecto esencial del éxito sobre un pueblo que no tardó en
erigir a su Führer como el centro de su verdad y el sostén narcisístico
de su imagen, con un precio muy alto a pagar, por supuesto. Considero
además muy atinada la relación de la realización paroxística de
elementos del arte vanguardista con las prácticas de manipulación
habituales en la política de hoy día a través de las imágenes, las
presentaciones histriónicas, y también el uso del lenguaje. Estas
prácticas se han hecho hoy habituales en la política, donde se prioriza
lo mediático en desmedro del contenido programático. Recuerdo aquí una
frase de Harold Pinter en su discurso de agradecimiento al Nobel cuando
refiriéndose a Bush, dice: "El lenguaje se usa hoy en día para mantener
controlado al pensamiento. Las palabras "el pueblo americano” producen
un cojín de tranquilidad verdaderamente sensual. No necesitas pensar.
Simplemente échate sobre el cojín. El cojín puede estar sofocando tu
inteligencia y tu capacidad crítica pero es muy cómodo.” Tesis
perturbadora y original -ésta que presentamos- desarrollada con una
perspicacia filosófica poco habitual y un estilo literario marcado por
las metáforas sugerentes.
Lic. Rosa Aksenchuk
Psicoanalista. Universidad de Buenos Aires.
1.- El artista como dictador social
Tomemos un par de ideas, la del artista como
dictador social o lo que parece su reverso, la del político como
artista, pero no en el sentido clásico del arte de lo posible, sino en
el sentido común del término. De este modo supongamos que nos estamos
refiriendo al político como escenógrafo. Veamos qué obtenemos al aplicar
este concepto a Hitler. Aquí, intentaré complementar ideas esbozadas en
otros Artículos, y que hasta ahora han sido generalmente mal
interpretadas; por ello aquí se requiere leer con atención y analizar
con precaución las ideas que a continuación expondré. Una de ellas es el
modo cómo los problemas estéticos están a la base de cambios
ideológicos y sociales, así como la concepción de la política como obra
de arte. Comencemos a diseñar el escenario para ilustrar la provocativa
tesis acerca del valor cognoscitivo de la ficción, en particular de la
historia novelada a partir de sobreinterpretaciones. Hitler posee una
biografía bastante singular, generalmente ignorada. Desde muy pequeño
Hitler sufrió los maltratos de su padre, llamado Alois Hitler el cual
luego de varios matrimonios fallidos se caso con la que sería su madre
Klara Polz, ella fue una de las dos mujeres que el amo mas en todo el
mundo y a la que acompaño hasta el día de su muerte, de hecho se dice
que el mantuvo durante toda su vida un retrato de su madre al lado de su
cama, desde muy pequeño, alrededor de los 17 postulo a su única
vocación que era la pintura pero su admisión es rechazada por la
academia de bellas artes, sin darse por vencido vuelve a intentarlo el
próximo año cosechando los mismos resultados. A los 47 años su madre
muere de cáncer y queda completamente solo ya que su padre había muerto
un par de años antes, por ser menor de edad, le correspondía un cupo en
la pensión de huérfano la cual cedió a su hermana Paula, que fue su
única hermana por ambos lado, luego de esto se dedico a vagar por las
calles de Viena y vivía gracias a algunos dibujos que lograba vender,
como comentaban algunos de los mas cercanos, al joven Hitler nunca pudo
cuajar una amistad de verdad y ni siquiera tenia relaciones con el sexo
opuesto. Nunca tuvo interés por inscribirse al servicio militar de
Alemania ya que era visto como débil, pero viéndolo como única
alternativa postulo siendo rechazado por tener un físico inadecuado para
portar armas. Al estallar la primera guerra mundial decide inscribirse
como voluntario, quedando en dos ocasiones gravemente herido. Llego
tiempo después a considerarse, en un sueño megalómano, como el elegido
para conducir el destino de Alemania; de esta manera, gradualmente,
logra subir de nivel en los puestos de su país, no fueron cargos que
tomo el mismo por la fuerza, si no que fueron correctamente obtenidos
por votaciones electorales. Hecho poco atendido por la historia La gran
pregunta es como un hombre que desde pequeño no destacaba en ningún
ámbito, un hombre más bien vulgar y corriente, pudo alcanzar tal nivel
de poder como el que obtuvo y cómo pudo lograr que una nación entera,
tan culta como la alemana, le rindiera pleitesías, y lo viese como un el
gran líder que volvería a Alemania a su época de máximo esplendor, el
Tercer Reich duraría mil años –eran sus palabras-. Es claro que la
coyuntura económica de Alemania no explica por sí sola el éxito de
Hitler. Ahora bien, aquí comenzamos a poner en juego una de nuestras
interpretaciones o sobreinterpretaciones: Hitler, según confesión
propia, nunca dejo de pensar en sí mismo como un artista que sacrificó
el ejercicio de su talento estético en aras del deber. Aun cuando se
podría decir, bajo ciertos términos, que no lo sacrificó, simplemente lo
lanzó a una dimensión hasta ahora incomprendida por la historiografía.
Para leer el mundo y sus sucesos sospechosamente – y establecer
sobreinterpretaciones – es necesario haber elaborado algún tipo de
método obsesivo. La sospecha, en sí misma, no es patológica: tanto el
detective, el científico, como el historiador sospechan en principio que
algunos elementos, evidentes pero en apariencia insignificantes, puede
ser indicio de otra cosa que no es evidente y, sobre esta base, elaboran
una nueva hipótesis que hay que fundamentar. Sin embargo, se considera
que el indicio es signo de otra cosa sólo cuando cumple tres
condiciones: que no pueda explicarse de forma más económica; que apunte a
una clase limitada de causas posibles y no a un número indeterminado de
causas diversas; y que encaje con los demás indicios Porque, ¿Qué son
sus experimentos médicos con presos, las mutilaciones, los ensayos de
metamorfosis? O el exterminio masivo de reclusos en las cámara de gas,
donde muchos morían de asfixia por aplastamiento antes que se liberara
el gas letal. Tampoco podemos olvidar esas "performances" que eran los
desfiles militares y los mítines. Sin duda alguna las manifestaciones
dadaístas, surrealistas y situacionistas, comparadas con la "poesía"
hitleriana, fueron un "simple arrebato neorromántico". La mayoría de
historiadores, artistas e intelectuales, cierran los ojos ante la
evidencia histórica. Esto –que– haría enfurecer a André Bretón, sin
embargo-que duda cabe- es una paradójica verdad; aquí el papa del
surrealismo es engañado por su propio truco. André Bretón cae en todo
tipo de contradicciones. André Bretón, el hombre que sólo aceptaba como
arte el libre fluir del inconsciente sin ningún tipo de censura
estética, moral o lógica; el hombre que había proclamado que el acto
surrealista por excelencia era bajar a la calle empuñando un revólver y
disparar al azar contra la muchedumbre, este mismo hombre, expulsa a
Dalí del surrealismo por pintar El enigma de Hitler, y se escandaliza
cuando otro miembro del grupo surrealista, sin ningún tipo de
motivación, quema la puerta de su casa, con grave riesgo de provocar una
gran catástrofe. Tampoco pueden leerse las memorias de Luis Buñuel1 sin
sentir un poco de vergüenza por su idiotez ejemplar. En ellas nos
cuenta como la gente vio lirismo y poesía (se refiere a la película Un
chien andalou) donde sólo había una vehemente apología del asesinato.
Más allá de las ironías supuestas, debemos reconocer que sí bien los
dadaístas fueron los primeros, los originales, los creadores de la
expresión más pura y violenta del arte del siglo XX, es también
necesario reconocer que Adolf Hitler fue el dadaísta más colosal, el más
espectacular y, como no, el más siniestro y macabro. Fue precursor del
body-art, de la performances, de los happenings thanaticos. Un
situacionista aventajado, para el cual la vida diaria era una locura
desatada; un payaso para el que sólo existía una única realidad y, por
tanto, todo debía tomarse en serio: ejemplo proteico de un sintético,
indivisible, que no observó jamás que pudiera haber diferencia alguna
entre la vida, la política y el arte. ¿Cómo un asesino en masa pudo ser
quien anticipará estas ideas que están a la base de la posición de
cierta vanguardia nihilista?
2.- El político como escenógrafo.
Hitler, que tenía veleidades de pintor y arquitecto,
abordo la política siempre con referencia a imágenes, sus planes, pese a
su mediocridad como artistas, siempre tuvieron una dimensión estética e
iconográfica. En esto fue muy sistemático. Puede decirse que su
política era insustancial en términos de contenidos programáticos, pero
era particularmente densa en la convocatoria mediante las imágenes. El
ingrediente visual y artístico de su política fue un aspecto esencial de
su éxito. Su política no apelaba a la razón, a la capacidad de
entendimiento, sino a la emoción y a la fantasía, cosa que se hace mucho
mejor con imágenes o efectos oratorios que con discursos sustanciosos.
El corazón y la sensibilidad de las masas eran su objetivo. Y lo lograba
porque se comunicaba con el alemán medio apelando a las imágenes y
símbolos nacionales: os bosques brumosos, las aldeas campesinas, las
valquirias ecuestres que habían sido impuestos por un siglo de
propaganda nacionalista. En este sentido es que su política era
profundamente antiliberal: despreciaba y procuraba sumir al individuo en
la comunidad. Lo importante era la unidad y la fuerza de la nación nos
las opiniones o la libertad de cada individuo. La política de Hitler
era, en definitiva, como la música de Richard Wagner, desmesuradamente
emotiva, dominada por climas sugestivos para el oyente más por ideas
musicales originales o sustanciosas. Sus discursos no delineaban un
programa ni hacían promesas reclamaban un compromiso. Para él la
política era un juego de movilización de voluntades, los que suponía
anular las individualidades. El oyente le rendía su voluntad a él, el
líder, que se la devolvía fortalecida. Como él mismo, lo explicó: "El
hombre que se incorpora a ese mitin dudando y vaciándolo, lo abandona
reforzado: se ha convertido en un eslabón de la comunidad”. En el
capitulo sexto de su libro Mi lucha, Hitler escribió que el propósito de
toda propaganda es "presionar y limitar el libre albedrío del hombre”. Y
para ello apeló a una meticulosa escenografía en sus actos políticos.
Fue el primer político que apareció el real poder de la amplificación y
el efecto emocional de los focos, lo que aplicó de forma sistemática en
sus masivos mítines nocturnos. Ahora bien, no tiene nada de disparatado
la comparación entre los públicos de rock and roll y los actos de masas
de los nazis. Cualquier cosa que pueda congregar a ese número de
personas es política -diría William Burroughs. Por otra parte, en su
carácter de estrella de esas óperas políticas que eran sus actos,
ensayaba hasta el detalle. Siempre estudiaba la acústica de las salas
donde hablaba, practicaba frente a un espejo y encargaba a un fotógrafo
del partido que lo tomara en todos los detalles para luego poder
estudiar las tomas. La estética wagneriana de la política sirvió a
Hitler para seducir a los alemanes, el pueblo más instruido de Europa en
ese tiempo. Al respecto es también relevante el testimonio de
Feyerabend, testigo de época. Según su descripción1los actos de Hitler
–en su ascenso al poder– seguidos por muchos austriacos, poseían una
coreografía perfecta. "Bandas militares tocaban melodías conocidas.
Paraban, comenzaban, paraban, volvían a empezar: Hitler nunca fue
puntual, De pronto, la Badenweilermarsh, la marcha preferida de Hitler.
Un griterío entusiasta se escuchaba a lo lejos, se acercaba, subía de
volumen hasta que toda la audiencia era una masa rugiente de júbilo. Uno
o dos discursos de Goebbels, Hess, Goering o alguno de los dirigentes
nazis locales y, finalmente, Hitler. Comenzaba lentamente, titubeante,
con voz baja y sonora: "Volksgenossen und Volksgenossinnen”
(Compatriotas, hombre y mujeres). Muchas personas, jóvenes y viejas,
hombres y mujeres, mi madre entre ellas, eran hipnotizados por su voz.
Bastaba con oírle para que se sintieran paralizadas. "Amaba a Hitler”,
escribe Ingmar Bergman en su autobiografía, contando sus impresiones de
estudiante adolescente en intercambio. "El único rostro entre hombres
sin rostro”, fue la reacción de Heidegger. "Es un fenómeno: qué lástima
que yo sea judío y él antisemita”, dijo Joseph von Sternberg, el
descubridor de Marlene Dietrich, director de El ángel azul y de muchas
películas de Hollywood después. Hitler aludía a los problemas y los
logros locales; hacía chistes, algunos de ellos bastante buenos.
Gradualmente cambiaba el tono del discurso; al abordar los obstáculos y
los reveses, Hitler aumentaba la velocidad y el volumen. Los estallidos
que eran las únicas partes de sus discursos que el mundo conocía estaban
cuidadosamente preparados, bien escenificados y aprovechados en un tono
más calmado cuando habían pasado. Eran resultado del control, no de la
cólera, el odio o la desesperación, al menos mientras Hitler estuvo en
una buena forma física y al frente de los acontecimientos.
3.-Wagner y Hitler: ficciones sobre Alemania.
Este escrito, como una lectura desatenta podría
sugerir, no es una apología de Hitler. En mi opinión pone en cuestión la
rebeldía y el potencial rupturista de las vanguardias artísticas de
principios de siglo al compararlas con el despliegue
político-escenográfico de Hitler. En este sentido es que afirma que
Hitler fue precursor del body-art, de la performances, de los happenings
thanaticos, dando a todos estos elementos del arte vanguardista una
realización paroxística y, lo que es más fundamental, llevada a cabo sin
un freno moral burgués, capitalista, tal y como se proponían los
programas del surrealismo y del dadaismo en sus respectivos manifiestos.
De este modo en el texto se destaca el potencial iconográfico de la
propaganda nazi, en desmedro de sus programas políticos, vale decir, la
preponderancia que otorgaba a la manipulación en masa de las voluntades y
las emociones a través de las imágenes y presentaciones públicas en las
que destacaban sus capacidades histriónicas de agitador de masas al
modo operático wagneriano. De allí que Wody Allen dijera: "escucho
música de Wagner y me dan ganas de invadir Polonia”. Estas practicas se
han hecho hoy habituales en la política, donde se prioriza lo mediático
en desmedro del contenido programático. –Cuando Hitler nace todo lo
demás muere. Con él nacen los nuevos temas y formatos artísticos dotados
por vez primera de una efectiva y placentera dimensión estética.
Recogiendo el testigo de una tradición que se remonta hasta el
incendiario Nerón y sus megalómanos delirios destructivos. Hitler
devolverá al arte el sustrato épico y total que acabará dinamizando toda
su obra -sí, es ese mismo "teatro total" con el que Artaud había
soñado-, y fundirá, ya para siempre, vida y representación: realidad y
ficción. Hitler, como sabemos, nunca dejó de pensar en si mismo como una
especie de artista que sacrificó el ejercicio de su talento estético en
aras del deber. Nosotros hoy, podemos decir que se equivocaba: las
acuarelas de sus primeras actividades creativas han sido sustituidas por
campos de concentración y su violencia voraz. Aquí cabe un último
cuestionamiento: si la verdadera patria (Alemania) no está en los genes
ni en los mapas, sino en las ficciones mediante las cuales se pretende
dar lugar a un pueblo, ¿por qué hemos de considerar más auténtica la
historia oficial que nuestras pequeñas ficciones. O ¿por qué, respecto a
Alemania hemos de preferir la ficción de Hölderlin a la de Hitler?
Adolfo Vásquez Rocca PH. D.