El surrealismo fue el movimiento literario y artístico más importante de entreguerras, pero sus intenciones no se limitaron al arte. Su finalidad era transformar la vida a través de la liberación de la mente del hombre de todas las restricciones tradicionales que la esclavizan. La religión, la moralidad, la familia y la patria se convierten así en instituciones a revisar. El movimiento surrealista se inició de manera oficial en París en 1924 con la publicación del Primer Manifiesto, escrito por André Breton. Sin embargo, durante los tres años anteriores se puede considerar que estaba gestándose, pues el foco dadaísta parisino lo configuraron los mismos miembros que, más tarde, se adscribirían a los surrealistas.
El surrealismo adoptó formas muy diversas; en un primer momento fue la causa un proyecto esencialmente literario, sin embargo en la segunda mitad de los años veinte se fue adaptando rápidamente a las artes visuales (la pintura, la escultura, la fotografía, el cine).
Según la definición otorgada por André Breton el surrealismo es un "automatismo psíquico puro por el cual se propone expresar, sea verbalmente, sea por escrito, sea de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento”. Se trata pues de un verdadero "dictado del pensamiento”, compuesto "en ausencia de todo control efectuado por la razón, fuera de cualquier preocupación estética y moral”.
La inspiración básica de Breton procedía de las teorías de Sigmund Freud. El descubrimiento freudiano de los procesos insconcientes que comandan la vida anímica inicia a fines del siglo XIX un nuevo paradigma que rompe con la cosmovisión en boga en esta época del hombre como dueño de la razón. Para Freud existen en nuestra experiencia cotidiana ciertos actos aparentemente inintencionados cuyo origen resulta desconocido para la conciencia. De esto se desprende que los contenidos de conciencia o las conductas observadas resultan insuficientes a la hora de aclarar el comportamiento humano en toda su extensión. No es por azar que la idea de un sujeto que no es amo, al menos totalmente, de sus accciones y pensamientos fue resistida por muchos sectores en una época en la cual el valor de la razón era preponderante. Tanto las ideas freudianas sobre lo inconsciente como depositario del conocimiento más profundo del ser humano, como la posibilidad de acceder a él a través de técnicas como la asociación libre o la interpretación de los sueños, constituirán la base teórica del movimiento surrealista.
Las obras más importantes de Freud como "La interpretación de los sueños" y "Psicopatología de la vida cotidiana" comienzan a publicarse en Francia recién a partir de los años 20, sin embargo Breton ya había tenido ocasión de experimentar ambas técnicas derivadas de las investigaciones freudianas cuando trabajaba de auxiliar en un hospital, durante la Primera Guerra Mundial. Breton visitó a Sigmund Freud en 1921 quien, al parecer no se mostró impresionado por la obra de los artistas surrealistas, con excepción de la pintura de Salvador Dalí, que lo visitó en Londres durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde cualquier punto de vista, el surrealismo siempre intentó ser una revolución, que apelando al poder de lo inconsciente, se valió de la irracionalidad, de la vida onírica e incluso de la locura para entrever qué pueden deparar los territorios inexplorados del espíritu humano. De hecho, la palabra "surrealista”, tomada de la obra de Guillaume Apollinaire "Las tetas de Tiresias” – subtitulada como un drama surrealista en 1917-, significa por encima del realismo.
El surrealismo en la literatura
Los primeros escritores que se adhieren al movimiento fueron Paul Éluard, Louis Aragon, Antonin Artaud, Benjamin Péret, Robert Desnos, Georges Limbour, Raymond Queneau, Michel Leiris, Joseph Delteil, Pierre Naville, René Crevel, Roger Vitrac y Philippe Soupault.
Los Campos magnéticos, texto redactado conjuntamente en 1919 por André Breton y Philippe Soupault, y publicado en la revista Littérature en 1920, fue considerado, retrospectivamente, como el primer escrito surrealista. Los autores ya experimentaron allí la técnica del automatismo, al dejar libre curso a su imaginario evitando toda planificación o control del escritor sobre el sentido de su escritura como así también rechazar todo retoque posterior de la obra; transformando de esta manera la continuidad lógica de la prosa clásica del siglo diecinueve, en un vagar que, como el vagabundeo urbano o el viaje sin objeto ni dirección fija (dos prácticas expuestas por Breton en el primer Manifiesto), es una forma de liberación y de conocimiento fuera del logos.
Verdadera exploración de la lengua, el surrealismo predicaba una poesía revolucionaria apartada de toda norma y todo control de la razón. El acto poético se vivía como una posición social, política y filosófica, y constituía una de las tres ramas de trinidad surrealista "libertad, amor, poesía”. La poesía expresaba una nueva moral del amor, que encontraba su equilibrio entre la potencia del deseo y el amor electivo en El libertinaje de Louis Aragon (1924), en la Libertad o el amor de Robert Desnos (1927) o en El amor loco de André Breton (1937), Nadja de André Breton (1928); era reflejo también de la libertad en la aceptación y utilización del azar, así como en la fascinación por la locura.
El surrealismo en las artes plásticas
El surrealismo en las artes plásticas prolongó una tradición ilustrada donde el sueño, la fantasía, el simbolismo, la alegoría y el mito asumen un papel primordial; estos elementos estaban ya presentes en las obras de Bosch y Arcimboldo, en las anamorfosis y en los grotescos, en los prerrafaelistas ingleses, en las ilustraciones de William Blake y en los cuadros de Gustave Moreau, Odilon Redon o de Gustav Klimt. El onirismo, el choque visual producido por la yuxtaposición de imágenes u objetos incongruentes, pero siempre arreglados en una producción significante, son uno de los fundamentos poéticos del movimiento surrealista.
El surrealismo intentó, y a su manera consiguió, realizar un quiebre cultural con toda una serie de obras, actitudes y manifiestos en los que su furibundo desprecio hacia la sociedad y la cultura burguesas se expresaba de manera lapidaria.
"La obra plástica - escribió Bretón - para responder a la necesidad de revisión absoluta de los valores reales sobre la cual hoy todos los espíritus se ponen de acuerdo, se referirá pues a un modelo puramente interior o no será.»
Entre los artistas contemporáneos admirados por los surrealistas figuraban Giorgio de Chirico, Marcel Duchamp, Francis Picabia y Pablo Picasso, aunque ninguno de ellos era oficialmente miembro del grupo surrealista.
La pintura surrealista
La pintura surrealista se manifiesta de dos modos distintos, uno es el automatismo y otro, el onirismo. En el primer caso los artistas optan por un lenguaje basado en el automatismo, de manera que los elementos del cuadro surgen del inconsciente del artista, así como de la intervención del azar. Dentro de este grupo se encuentran André Masson, que ya en 1924 realizó numerosos dibujos automáticos, en los que la pluma se deslizaba libremente sobre la superficie del papel o de la cartulina, sin hallarse supeditada a ningún tipo de norma. Algo después Masson efectuó sus famosas pinturas de arena. El artista colocaba las telas en el suelo, dejando caer sobre ellas un reguero de cola. Más tarde, echaba arena y, al disponer la tela verticalmente, ésta se adhería sólo donde estaba la cola, adoptando caprichosas configuraciones. La pintura quedaba concluida cuando el artista realizaba una serie de trazos libres con pintura. Surgían de este modo pinturas que denotaban un grado máximo de libertad y pretendían ser la exposición directa del inconsciente.
Joan Miró, por su parte, fue otro de los grandes representantes de esta modalidad. Sin embargo, sus composiciones no resultan tan automáticas como las de Masson. El lenguaje mironiano está configurado por un corpus sígnico muy peculiar que otorga a cada una de sus realizaciones un carácter plenamente individual en relación a las obras efectuadas por otros surrealistas. El esquematismo y la vitalidad inherente a los elementos plasmados por el artista catalán, junto con el gusto por los colores puros, constituyen la característica esencial de su obra. por otra parte, Miró al igual que otros surrealistas, realizó también numerosos objetos de funcionamiento simbólico. En ellos se percibe claramente la influencia freudiana, así como un sutil carácter lúdico.
A partir de 1924, Max Ernst, Jean Arp y Man Ray se adhirieron al movimiento. En cuanto a Max Ernst, de quien el propio Breton afirmaría que su obra dadaísta no se diferenciaba de la surrealista, actúa en la brecha que une las dos vías de actuación surrealista. En ella se descubren elementos de carácter automático, junto a otros relacionados con la representación del sueño. Fue un artista que se distinguió fundamentalmente por su gran capacidad inventiva a la hora de adoptar técnicas novedosas.
Jean Arp, que también había realizado obras dadaístas con materiales de desecho, se destacó por realizar esculto-pinturas en las que determinadas configuraciones biomórficas se convertían en protagonistas. Arp, considerado por sus obras minimalistas y abstractas, como un referente ineludible del surrealismo, fue además un excelente poeta y, junto a su mujer, Sophie Tauber se abocó a la investigación de formas simples en la plática; en sus poesías exploró la idea de las "correspondencias”.
La vía onírica del surrealismo está representada por artistas como René Magritte y Salvador Dalí, entre los más significativos. Magritte se distingue por asociar elementos dispares en sus obras, adoptando una metodología similar a la de la terapia del psicoanálisis. Salvador Dalí, quien se incorporó al movimiento en 1930, prefirió en cambio representar algunas de sus escenas oníricas mediante el sistema de la doble figuración. En otras pinturas desarrolla determinados temas, vinculados a sus particulares obsesiones a través de asociaciones delirantes, como las que pueden darse en la paranoia.
La principal aportación de Dalí al surrealismo fue la elaboración del método paranoico-crítico, destinado a la interpretación de la obra de arte. Es célebre su escrito El mito trágico del Ángelus de Millet en el que, a través de asociaciones delirantes, interpreta la obra del artista francés del año pasado. La aportación de Dalí al surrealismo no se circunscribió meramente a la pintura y a la teoría, sino que abarcó otros ámbitos. Así, son muy conocidos sus objetos de funcionamiento simbólico y sus aportaciones al cine, junto a Luis Buñuel. El 6 de junio de 1929, en el estudio de Ursuline, se presenta "Un perro andaluz", ante la flor y nata de la sociedad parisina que supo percibir de inmediato su importancia. Es la primera vez en la historia del cine que las imágenes llevan sus deseos hasta el mismo límite. En sólo diecisiete minutos "Un perro andaluz" muestra que todo es posible: que un ojo sea cortado por una navaja, que que hormigas salgan de la palma de una mano, hasta incluso ver un par de burros en estado de putrefacción arriba de un piano de cola.
El auge del surrealismo fue tan grande que llegó a afectar a artistas tan significativos como Pablo Picasso, quien mantuvo una estrecha relación con el grupo parisino y llegó a realizar pinturas y collages de estética surreal. La rápida difusión de las ideas surrealistas, a través de las publicaciones, comportó que en otros lugares de Europa muchos artistas siguieran la corriente iniciada en París. Uno de los pintores que en ocasiones realizó obras, a finales de los años veinte, en las que se advierte una cierta influencia del onirismo surreal es Paul Klee.
En el ámbito escultórico destacó, aparte del propio Max Ernst, Alberto Giacometti, artista suizo que en 1922 se había instalado en parís. Entre sus obras de los años veinte se encuentran una serie de esculturas de carácter monolítico, muy esquemáticas, que denotan la clara influencia de las tallas negroafricanas. Hay que pensar que tanto el círculo de Breton como éste sentían auténtica veneración por el arte primitivo. A los surrealistas no sólo les interesaban los aspectos formales de ese tipo de manifestaciones, sino el carácter mágico inherente a las mismas.
Entre los últimos miembros del movimiento surrealista figuran además el americano Yves Tanguy, Hans Bellmer, Raoul Ubac, Oscar Dominguez y Victor Brauner.
El surrealismo se expandió por todo el mundo latinoamericano, tuvo importantes seguidores en México, también en Japón,donde incluso se llegaron a traducir los manifiestos. Tuvo además gran repercusión en el arte de los años cuarenta y cincuenta, no sólo en Europa, donde surgió el informalismo, sino también en estados Unidos, donde muchos de los representantes del expresionismo abstracto habían iniciado sus trayectorias bajo la influencia derl surrealismo.
Las tecnicas surrealistas
El cadáver exquisito
Si bien tomó elementos del cubismo y el dadaísmo, el movimiento surrealista buscó la innovación recurriendo a nuevos materiales y, muy especialmente, a técnicas nunca antes empleadas. La técnica más conocida y practicada dentro del grupo fue la del cadáver exquisitoque, de manera análoga al automatismo, intentaba reducir al mínimo la intervención posible de la voluntad conciente del autor. El cadáver exquisito (cadavre exquis, en francés) fue una técnica usada por los surrealistas en 1925 y consistía en una creación colectiva que se va continuando sin que los autores conozcan la obra del autor anterior. Los surrealistas escribían o dibujaban en un papel, lo doblaban - de manera que quedase oculto lo escrito - para que el siguiente autor continuara la obra. Al desplegar la hoja se obtenía un montaje de imágenes inconexas que formaban una nueva imagen.
La idea procedia del poeta Isidore Ducasse, autodenominado Conde de Lautréamont quien en sus "Cantos de Maldoror" (siglo XIX) había definido la belleza como el encuentro fortuito en una mesa de disección de una máquina de coser y un paraguas. Venerados por los surrealistas, sus Cantos de Maldoror convierten a Ducasse en una figura de culto de la vanguardia parisina que considera su obra como una fuerza liberadora de la imaginación. Con su escepticismo radical, Lautréamont se rebela contra el Dios del Antiguo Testamento y se destaca por su extraordinaria inventiva y por la originalidad de su estilo, así como por su horror ante la falta de humanidad del hombre para sus semejantes.
André Masson reanudó el automatismo de la escritura e intentó reflejarlo en sus dibujos, luego en sus telas a la arena y al pegamento (Batalla de los peces, 1926, Museo Nacional de Arte moderno, París). Estas experiencias fueron practicadas también por Max Ernst en sus encolados y en sus frottages (reunidas en la recopilación Historias naturales, publicado en 1926), y también por Miró en sus telas de los años veinte (La siesta, 1925, Museo Nacional de Arte Moderno).
El compromiso político
En diciembre de 1924 el movimiento surrealista encuentra en La revolución surrealista, fundada por Pierre Naville y por Benjamin Péret, su poderoso medio de expresión. En 1930, la revista pasa a llamarse El surrealismo al servicio de la revolución, traduciendo la orientación política del movimiento (que se había adherido al partido comunista en 1927).
El compromiso político del movimiento como la personalidad de André Breton fueron la causa una serie de de revueltas y desmembramientos (los de Artaud, Vitrac y Soupault, en particular,) al final de los años veinte: el Segundo Manifiesto surrealista, publicado en 1929, señaló por su parte la adhesión de nuevos miembros (René Char, Francis Ponge, Joë Bousquet, Brille Buñuel, Georges Sadoul, etc.) y la reconciliación de Tristan Tzara con André Breton.
Después de haber suscrito en 1925 a Bretón, el grupo de la calle Blomet (André Masson, Joan Miró, Michel Leiris, Antonin Artaud) se unió a Georges Bataille y a la revista Documents, acusando a Bretón por su "materialismo vulgar”. Al mismo tiempo, el grupo de la calle du Château (Jacques Prévert, Marcel Duhamel, Yves Tanguy) se fue alejando progresivamente. En 1929, Roger Gilbert-Lecomte, René Daumal, Roger Vailland y el pintor de origen checo José Sima crearon, en oposición a Bretón, la revista le Grand Jeu (El Gran Juego) que publicó las obras de Saint-Pol Roux, de Georges Ribemont-Dessaignes y del dibujante Maurice Henry.
En 1933, los surrealistas participaron en la revista Minotaure, fundada por el editor Albert Skira y en la que Bretón se convirtió en jefe de redacción en 1937.
En 1936 Bretón expulsa a Dalí por sus tendencias fascistas y a Paul Eluard, y en 1938 firma en México junto con León Trotski y Diego Rivera el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente.
Tomado de: http://www.psikeba.com.ar/tematica/surrealismo.htm
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