Jorge Michell Instituto de Arte y Comunicación Arcos, Santiago Chile
Performance, Nosotros los aliens, Esquimal, 2011. Foto: F. Pertuz
La modernidad es un estado del cuerpo.Puesto
que fue una forma de arte-acción muy practicada desde 1962 por el grupo
Fluxus, no es raro que la performance sea a menudo asociada al concepto
de flujo. ¿En qué sentido puede la performance ser caracterizada como
un flujo? Quizás en el sentido en el que se define al grupo Fluxus al
decir que "Su nombre está asociado a la idea de cambio, de fluir
constante, de oposición a cualquier tipo de formalismo o norma"1.
Y efectivamente, la performance pertenece al tipo de realizaciones
artísticas que han sido llamadas "no objetuales", es decir, obras que
no persiguen obtener la materialización de un objeto de arte. La acción
del performista parece entonces no tener otro destino que esfumarse
para siempre en el ineluctable y constante fluir del tiempo. La
obra de arte objetivada tiene un tipo de relación particular con el
tiempo: la de su permanencia como cosa, como algo material que,
independientemente de su valor estético, ocupa un lugar en el espacio
durante un tiempo indefinido. Es una consecuencia de esa relación el
que el arte se mantuviera hasta hace muy poco atado a las fluctuaciones
del tiempo histórico. La espacialidad y permanencia del objeto
contribuyeron frecuentemente a consolidar el status artístico de la
obra. Walter Benjamin ha puesto en claro, a través de la noción de aura
la importancia que pudo llegar a tener desde el punto de vista del
valor implícito de la obra su permanencia en el tiempo y su
autenticidad como objeto de arte epocal2.
Desde el momento en que los trabajos de Benjamin empezaron a ser
conocidos, la distinción entre "arte aurático" y "arte post-aurático"
se hizo cada vez más común. La fotografía, el cine y la televisión
modifican completamente el enfoque tradicional que se tenía de la
relación entre arte, representación y soporte material de la
realización artística. Con ello, el proceso de "desmaterialización"
cada vez más radical del arte va a evolucionar siguiendo una lógica
fatal que hace factible la hipótesis de un arte posthistórico. Con
el "arte acción" toda dimensión material estable y durable de la obra
desaparece, y si se quiere juzgar acerca de la real "autenticidad" de
una obra ningún análisis químico de laboratorio será de alguna
utilidad. Es también el fin del oficio de restauración. No es posible
instalar una performance, un happening, un assemblage o un enviroment
como muestra permanente en un museo. Tampoco puede comprarse o venderse
alguna de las obras de este tipo, con lo cual, éstas salen del circuito
comercial del arte, quebrando radicalmente la lógica que venía
convirtiendo la obra de arte en mercancía. Seguramente era eso lo que
los realizadores de arte-acción querían conseguir. Ahora podemos quizás entender porqué puede decirse que hay una relación entre flujo y
performance. La performance es la solución que encuentra el artista
para resolver el complejo desafío de dar lugar a una "obra artística"
sin generar al mismo tiempo un objeto de arte que venga a interrumpir
el libre fluir del tiempo. El tiempo recupera su esencial fluidez y la
obra de arte supera el riesgo de ser incorporada al tráfico universal
de objetos que prolifera hoy sin límites en el sistema comercial local
y global. El flujo no es la performance sino el medio en el cual ésta
tiene lugar durante su realización efímera; ese medio es el tiempo no
histórico. El flujo del tiempo se abre brevemente para posibilitar el
acto de performance y luego, muy luego, se cierra para recuperar su
fluyente estado original. Sólo queda, para algunos, quienes lo vieron,
un esquivo recuerdo. Ya no origina historia ¿Hay que entender entonces
que la performance carece por completo de entidad? ¿Es un fracaso
ontológico desprovisto de sentido y que, como tal, merece desaparecer
tragado por el flujo del tiempo? Veremos que ello depende de cómo se
experimente el fenómeno de la temporalidad. Es conveniente poner
ahora en relación una cierta interpretación del arte de la performance
con unos filosofemas que pueden contribuir a la tarea de "atribución de
significado"3 a un tipo
de arte asediado por dos "amenazas". En lo que se refiere a esas
"amenazas", diremos por el momento que la primera de ellas es la de ver
estas "obras" caer en el olvido debido justamente a su carencia de
materialidad e historicidad, y la segunda es la que proviene de su
posible transformación en una práctica auxiliar, funcional a otras
prácticas artísticas de mayor despliegue escénico, como el teatro o la
opera, o mayor consistencia objetual, como la fotografía o la pintura. Según
Heidegger, el arte cumple una función "fundacional". En el origen de
una época se encuentra una obra o un grupo de obras. El templo, que
cobra materialidad entre el cielo y la tierra, está relacionado con el
surgimiento de la civilización de la antigua Grecia4.
Es el trazo inicial que permitirá la configuración y el despliegue de
la existencia histórica de ese pueblo. También un poema puede estar
llamado a ser el elemento capaz de crear las condiciones para la
reproducción, en otras circunstancias, de una experiencia espiritual
semejante. El templo es algo así como el capital espiritual inicial que
hizo posible el "emprendimiento" greco-latino. La proximidad que parece
existir entre una obra de arte y una consiguiente civilización material
duradera es lo que explica la importancia que el espíritu ha tenido
siempre en Occidente5 y
que ya se encuentra presente en la teoría aristotélica del
"hylemorfismo", de la materia que accede a la forma por mediación de la
idea. De allí a la función simbólica constituyente de una obra no hay
más que un paso. Hay una estrecha relación entre productividad y
acumulación constante de obras - particularmente de obras que encierren
alto valor artístico y simbólico - y continuidad de las hegemonías
político-territoriales históricas. A Heidegger le atrae esta
interpretación de la obra de arte por cuanto responde bien a sus
esperanzas de una "refundación" nacional-socialista de Alemania. El
arte fundacional puede ser visto como un arte performativo de primer
grado destinado a cumplir un rol simbólico ordenador en una estructura
social segmentada que aspira a perdurar y a expandirse. Las
experiencias artísticas que surgieron después de la Segunda Guerra
Mundial, como el arte-acción, buscan apartarse de esta lógica y
orientarse en otra dirección. La ausencia de obra objetivada modifica
la función del arte. El tiempo de la performance es difícilmente
historizable; es un tiempo que fluye incesantemente sin dar cabida a
una gramática de objetos visibles y acumulables. Walter Bejamin dejó
enigmáticamente enunciada el posible advenimiento de un tiempo-ahora
reservado a una humanidad emancipada6.
Este puede ser interpretado como un tiempo en el que no hay separación
entre el arte y la vida, una vida que no quiere verse escindida ni
sustraída por inciertos trascendentalismos. Benjamin habla claro cuando
se refiere al arte o la cultura como patrimonio: Quien quiera
haya obtenido la victoria hasta el día de hoy, marcha en el cortejo
triunfal que lleva a los dominadores de hoy sobre los [vencidos] que
yacen en el suelo. El botín, como siempre ha sido usual, es arrastrado
en el cortejo. Se lo designa como patrimonio cultural. [...] No existe
un documento de la cultura que no sea a la vez de la barbarie7. La
ambición declarada del arte-acción es dejar atrás tanto el arte-objeto
simbólico-patrimonial como la obra de arte atesorable y comercializable
para unir el arte a la vida. Una manera de interpretar la relación que
existe entre el arte "fundacional" y el arte-acción performativo puede
ser expresada de la siguiente manera: el primero alcanza su forma
simbólica a partir del acto efectivo del que arrancó. Una gran parte de
esos símbolos son transustanciaciones de actos de violencia que han
sido revestidos con los oropeles del heroísmo que acompaña a la
epopeya, es decir a las guerras y acciones de conquista realizadas por
aquella entidad político-territorial que aspira a la gloria requerida
para luego permanecer en el tiempo. Es sabido que la academia dio
siempre preferencia al llamado "cuadro histórico. El acto de violencia
original queda oculto o reprimido por el símbolo aunque nunca
desaparece completamente: es necesario que permanezca para que cumpla
la función de aglomerante social que se le solicita. El arte es el
portador de esa especie de escalofriante emanación que se desprende
desde el lugar de los hechos. Es por ello que de pronto aparece en el
campo de la estética la noción de lo "sublime". Lo sublime remite un
acontecimiento horrible ("tremendum") que en un tiempo pretérito se ha
producido. Una sensación de cierta angustia y temor que acompaña a esta
evocación es estéticamente interpretada como una manifestación de lo
bello. En contrapunto, podemos interpretar en muchos casos la
performance como una forma de regreso a la "escena originaria", como el
"retorno de lo reprimido". Nos encontramos allí con la escena que nos
describe Walter Benjamin en Experiencia y pobreza: "un campo de fuerzas
de explosiones y corrientes destructoras", en el que se encuentra "el
mínimo, quebradizo cuerpo humano". En la performance no se trata de una
simple representación. En opinión de Hubert Besacier, en la performance
desnuda "el medio es el mismo artista, exponiéndose públicamente a un
acto real, ni simulado ni dramatizado, no actor sino actuante"8.
El "actuante" somete su cuerpo a los riesgos de una acción que controla
solo en parte. El público está llamado a presenciar el desarrollo de un
acontecimiento que muestra la básica fragilidad del cuerpo humano y a
sobrecogerse ante una descarnada "realidad" que amenaza peligrosamente
su condición "mínima" y "quebradiza". Claro está que poco a poco la
performance se ha ido alejando de la "escena originaria" para explorar
otros caminos, modificando las características estructurales del medio
en que se produce. Sin embargo el principio básico que aquí esta
presente: la fragilidad del cuerpo enfrentado a un "campo de fuerzas"
amenazante, no se ha modificado en lo sustancial. Su propósito es el de
alcanzar, en la vida misma, un saber acerca del hombre enfrentado a la
vida. Así, la relación entre la performance podrá ser
representada a través de una fórmula de "eterno retorno": hecho –
símbolo – obra – hecho. La performance, para retornar al hecho, salta
por sobre una historia y una cultura que van generando una colección de
símbolos y obras que recubren y alienan lo que es propiamente vida. No
se trata de que el arte-acción esté contra la cultura. Se aparta de las
formas de arte y cultura que evacuan la vida. Y lo hace para recuperar
la capacidad de ver y comprender lo que sobreviene. No debe
sorprender que el arte busque afanosamente unirse a la vida si se
entiende la vida en el sentido en que lo hace Nietzsche como
"experimento del hombre que busca conocer". Así, la performance como
acción de arte es una experiencia de vida a través del cuerpo con el
propósito de alcanzar un conocimiento. El arte aparece ahora como un
medio o como la vía para alcanzar un cierto tipo de conocimiento. En
muchos aspectos, desde mediados del siglo XIX, el arte parece haberse
constituido en una empresa de conocimiento. El arte tal como lo
entendió Kant, es decir como belleza que simplemente "gusta", "sin
concepto", parece haber quedado definitivamente atrás. ¿Qué
conocimiento trata de alcanzar la performance? En su análisis de la obra artística que Carlos Leppe desarrolla entre 1973 y 1980, Nelly Richard9
muestra que "el cuerpo de Leppe está ubicado en tres tipos de
relaciones" : en primer lugar, "zonas de comparecencia pública",
enseguida, "en relación temporal a los acontecimientos genéticos
influyentes en el devenir simbólico del sujeto" y, por último, "en
relación histórica y geográfica a los modelos de producción de signos y
referentes culturales". Pese a que se trata de un estudio que data de
1980 y está referido a un solo artista, éste trabajo mantiene su
carácter ejemplar como un esfuerzo de interpretación del arte-acción en
Chile. Así, para empezar, colectividad, biografía y cultura, son tres
referentes que permiten establecer algunas de las áreas sobre las
cuales las nuevas formas del arte extienden el conocimiento. Cada una
de estas áreas de estudio ha tenido en los años siguientes importantes
desarrollos aportados por otros autores y con relación a otros
artistas. Del mismo modo, nuevas problemáticas emergen, particularmente
la relación del performista con el gran dispositivo tecnológico que ha
aparecido en su entorno. Pese a sus esfuerzos, Heidegger no fue
capaz de proponer una filosofía de la época que él mismo caracterizó
como aquella en la que el hombre moderno se encuentra con la técnica
mundialmente desplegada. Su desorientación terminó en esa experiencia
penosa que podría parecer ridícula si no fuese trágica: su adscripción
al nacional-socialismo. Peter Sloterdijk10
afirma que "Heidegger fundó un segundo socratismo" y agrega que en este
nuevo socratismo "lo importante es saber con mayor claridad que uno no
sabe nada y en qué medida está obligado a partir de esta ignorancia
respecto a todo lo demás". Esta apreciación la formula Sloterdijk a
propósito precisamente de la cuestión de la técnica y luego del
siguiente comentario: "Si echamos un vistazo, aun contando con la
mejor voluntad, a nuestra situación, lo mejor es no hablar de un mundo
concluido o un autoconocimiento clausurado sobre sí mismo. Al
contrario: el drama de la antropología no ha hecho más que empezar. Lo
que se encuentra ante nuestros ojos es la era universal de las
construcciones mecánicas, una honda autoexperiencia del hombre surgida
a la vista de su creciente capacidad de reflejarse en estas enormes
máquinas y de su reflexión en torno a la distinción entre sí mismo y
estas criaturas suyas". Y concluye con esta frase: "el saber del no saber se ha convertido en algo urgente". Lo
que Sloterdijk parece estar diciendo es que al menos Heidegger llegó a
saber lo que no sabía, lo que hizo de él un nuevo Socrates ("Sólo se
que nada se"). Y lo que Heidegger supo que no sabía es precisamente
eso, la respuesta a la pregunta: ¿cuál es el ser de la técnica?, ¿cuál
es el destino ontológico del dasein en un mundo "cibernetizado" y
enteramente diseñado y controlado por los poderes de la tecnología?
Parece que Heidegger no logró nunca establecer un diagnóstico
convincente acerca de lo que podrá llegar a ser la nueva era
tecnológica que vio aproximarse a paso aclerado y, por último, en su
"no saber", se aferró a un pensamiento de su poeta preferido, Holderlin
y expresó la esperanza de que "allí donde está el peligro pueda estar
también la salvación". La "performance vestida", también llamada metaformance11,
pone al artista y al espectador en la situación de experimentar una
relación viva y puntual del cuerpo con la tecnología. La relación del
artista con su público se realiza por medio de artefactos tecnológicos
que permiten someter el cuerpo del artista a los estímulos y
solicitaciones que el público determine en función de las posibilidades
que otorgue el dispositivo tecnológico en presencia. Esta experiencia
da lugar a un acto de conocimiento del efecto performativo que puede
llegar a tener la determinación efectiva de la acción de los artefactos
tecnológicos sobre el sujeto que se presta a tal experiencia y un
público participante, es decir activo y atento. De allí sería posible
derivar un conocimiento más general, aunque no científico-racional, de
algunos aspectos de lo que podrá ser esa "era universal de las
construcciones mecánicas" a la que se refiere Peter Sloterdijk, y que
es también la fase en que surge lo que Javier Echeverría12
denomina "tercer entorno" y caracteriza como un nuevo espacio social,
el "espacio electrónico, cuya importancia es los suficientemente grande
como para oponerlo a los otros dos grandes espacios sociales, la
naturaleza (physis) y la ciudad (pólis)". En palabras de Jean
Clareboudt, esta es "la fase en la que el cuerpo reconstituye un
recorrido activo, experimenta la historia de los signos, revive su
formación, reorganiza, rearticula, reactiva , reestructura el espacio a
su medida"13. Los
ensayos del arte con la tecnología nos permiten aproximarnos a un
"saber del no saber" mediante tecno-experiencias en que el cuerpo está
directamente involucrado y que, por tanto, son más cercanas al "mundo
de la vida", un mundo ahora invadido y modelado por las nuevas
tecnologías creadas por la tercera revolución científica. Ese "saber"
no es positivo sino tan sólo tentativo y aproximativo, pero no por ello
"más allá del bien y el mal". La tecnología nos ha traído innovaciones
que indiscutiblemente enriquecen y simplifican nuestros modos de vida,
pero también están originando grandes catástrofes y nos han hecho
ingresar en lo que actualmente los sociólogos llaman la "sociedad del
riesgo"14. El arte y
los artistas buscan la manera cómo salir del laberinto de la historia,
sin abandonar por ello sus esfuerzos por reconciliar al hombre con el
mundo. Nietzsche, en El origen de la tragedia, hizo esta advertencia: "En
la medida...en que el sujeto es artista, [...] se ha convertido por así
decir en el medium a través del cual el solo sujeto verdaderamente
existente celebra en la apariencia su redención. Pues tiene que quedar
claro, sobre todo para humillación y elevación nuestras, que la entera
comedia artística no se representa en absoluto a favor nuestro, para
nuestra mejora y formación; es más: que aún menos somos nosotros los
creadores en sentido propio de ese mundo artístico...Por consiguiente,
todo nuestro saber artístico es en el fondo completamente ilusorio..."15 El
arte no puede aspirar a constituirse en un nuevo poder moral al estilo
de las iglesias. Tampoco es un partido político. Lo que sí puede
intentar es, moviéndose entre el saber y la ilusión, realizar
discretos, aunque a veces decisivos movimientos transformadores. Puede
emitir señales y tratar de indicar, valiéndose de sus instintos, dónde
están los peligros para la vida, qué está siendo dañado, cuales pueden
ser los posibles vías de reparación. La noción de "performatividad" que
da origen a la denominada acción performativa, sirve a la
transformación "molecular" del mundo aplicando sobre el orden heredado
estratégicas acciones "correctivas" que pueden, en ciertos casos, dar
lugar a significativas transformaciones. En esa función "correctiva"
residen precisamente, más allá de Agustina16, las potencialidades transformadoras de la performatividad.
1 Amelia Martinez Muñoz: Arte y Arquitectura del Siglo XX, Ed. Montesinos, España 2001.
2 Walter Benjamin : La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Editorial Itaca/David Moreno Soto, México, 2003.
3 Jonathan Friedman: Identidad cultural y proceso global, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2001.
4 Martin Heidegger: El origen de la obra de arte
5 Jacques Derrida: De l´esprit, en Heidegger et la question, Ed. Flammarion, Paris, 1990.
6 Walter Benjamin: Ibidem.
7 Walter Benjamin: La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre historia, ARCIS/LOM Ediciones, Santiago.
8
Hubert Besacier: Reflexiones sobre el fenómeno de la performance, en:
Estudios sobre performance, Ediciones del Centro Andaluz de Teatro
S.A., España.
9 Nelly Richard , Cuerpo Correccional, V.I.S.U.A.L., Francisco Zegers Editor, Santiago, 1980
10 Peter Sloterdijk: El sol y la muerte. Investigaciones dialógicas, Ediciones Siruela, Madrid, 2004.
11
Claudia Giannetti: Arte humano/máquina. Virtualización, interactividad
y control, en AA.VV.: Arte, cuerpo, tecnología, Ediciones Universidad
de Salamanca, España, 2003.
12 Javier Echeverría: Cuerpo electrónico e identidad, en Op. Cit.
13 Citado por Hubert Besacier : Estudios sobre la performance, Ediciones del Centro Andaluz de Teatro S.A., España, 1993.
14 Ulrich Beck: La sociedad del riesgo,
15
Citado por Felix Duque en De cyborgs, superhombres y otra
exageraciones, en Arte, cuerpo y tecnología, Ediciones Universidad de
Salamanca, España, 2003.
16 J.L.Austin:Como hacer cosas con palabras, Editorial Paidós, Barcelona, 1992
Tomado de: http://www.observacionesfilosoficas.net/hipotesisparaunarte.html
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