La puesta en escena poscolonial del género y la nación
Antonio Prieto Stambaugh
Frontera Mexico-Americana
La poeta y ensayista
chicana Gloria Anzaldúa fue quizás la primera en reflexionar sobre la
relación entre frontera, cuerpo y género en el poema que abre su clásico
libro Borderlands/La Frontera: The New Mestiza, cuyas estrofas finales
dicen:
1,950 mile-long open wound dividing a pueblo, a culture, running down the length of my body, staking fence rods in my flesh, splits me splits me me raja me raja1 [...] Yo soy un puente tendido del mundo gabacho al del mojado, lo pasado me estira pa’trás y lo presente pa’ delante. Que la Virgen de Guadalupe me cuide Ay ay ay, soy mexicana de este lado.
Anzaldúa
reflexiona aquí sobre el carácter dual de la frontera: un muro divisorio
y un puente que une. Esta división de culturas, lenguas y pueblos hiere
su cuerpo que se tiende con la esperanza de propiciar un puente de
comunicación transfronteriza, acto que la enfrenta a un estira y afloja
de temporalidades. Dentro de ese vértice de dolor y posibilidad, ella
invoca a la Virgen de Guadalupe, icono de carga tanto religiosa como
política para los chicanos, y concluye con un grito de gozo que celebra
su binacionalidad subalterna.
Anzaldúa publicó este poema en
1987, cuando la frontera comenzaba a atraer la atención de jóvenes
artistas chicanos y mexicanos, quienes veían en ella un símbolo a la vez
de violencia neocolonialista y colaboración intercultural. En el
presente ensayo abordo el trabajo de dos artistas de teatro y
performance en cuya obra la frontera y la migración son un punto de
referencia clave. Yareli Arizmendi y Mirna Manrique, sostengo, ponen en
escena identidades complejas que se resisten a las categorizaciones
hegemónicas del nacionalismo patriarcal, a la vez que proponen nuevas
formas de saber y actuar dentro de contextos poscoloniales.2 A
continuación expongo un breve marco conceptual a fin de ubicar la
relevancia tanto política como teórica del trabajo de estas artistas.
SABERES FRONTERIZOS
El teórico Walter Mignolo intenta rescatar el
concepto "frontera” del abismo del posmodernismo académico, a la vez que
hace un replanteamiento de la llamada condición poscolonial desde la
óptica latinoamericana (Mignolo 2000a). Dentro de su ambicioso análisis
de cómo las "historias locales” de grupos subalternos se enfrentan a los
"diseños globales” de los estados y las empresas transnacionales,
Mignolo enfatiza el concepto de la diferencia colonial (colonial
difference) como un punto de arranque para examinar el "espacio en el
que la colonialidad y el poder interactúan” (ix). La diferencia colonial
es el reconocimiento de sujetos y saberes marginados por los mecanismos
puestos en marcha por el colonialismo a partir del siglo XVI. Implica
"la posibilidad de situaciones dialógicas en las que una enunciación
fracturada es actuada (enacted) desde la perspectiva subalterna como una
respuesta a un discurso hegemónico” (x). Se trata de una lucha no sólo
de culturas y clases sino de saberes, de posturas epistemológicas ante
el mundo. Mignolo define el saber subalterno que opera desde la
diferencia como un saber fronterizo (border thinking, también border
gnosis), una forma de conocimiento que restituye aquello que las
hegemonías borran.
A partir del siglo XIX, Occidente se ha
dedicado a erguir fronteras nacionales como parte de un claro proyecto
post y neocolonialista dentro del cual los sujetos subalternos (llámense
indígenas, chicanos, afro-americanos, etc.) se han visto sometidos a la
violencia del ninguneo, del control, de la marginación. Ante este
panorama, voces como la de Gayatri Spivak, Homi Bhabha, Trin T. Minh-Ha y
Stuart Hall se han propuesto desconstruir las ideologías occidentales
que continúan dominando el imaginario de las ex colonias. Desde la
perspectiva latina y latinoamericana, Gloria Anzaldúa, Norma Alarcón,
José Saldivar, Walter Mignolo y Néstor García Canclini son los
pensadores más prominentes dentro de esta corriente heterogénea que
combina el llamado Third World Feminism (feminismo del tercer mundo) con
los Border Studies (estudios de la frontera) y las culturas híbridas.
Parte de este proyecto consiste en proponer lo que Bhabha sescribe como
"el tercer espacio de enunciación”, es decir, el espacio contradictorio y
ambivalente (metáfora) que se abre entre el colonizador y el colonizado
(cit. en Singh y Schmidt: 2000: 24). Por su parte, Anzaldúa concibe el
espacio intersticial desde el concepto náhuatl del nepantla
un estado intermedio, ese terreno incierto que uno
cruza al mudarse de un lugar a otro, al cambiar de clase, raza o
condición sexual, al pasar de una identidad a otra nueva. El inmigrante
mexicano, al momento de cruzar el alambrado al "paraíso” hostil del
norte, Estados Unidos, se ve atrapado en un nepantla (1993: 118).
Mignolo
retoma este concepto en el prólogo de la revista llamada, justamente,
Nepantla. Allí propone que "Nepantla … vincula lo geo-histórico con lo
epistémico y con lo subjetivo, el conocimiento con la etnicidad, la
sexualidad y el género con la nacionalidad dentro de relaciones de
poder” (2000b:2). Si para la escritora chicana el nepantla es una suerte
de rito de paso en su fase liminal, dentro del cual las identidades
sufren una transformación, para Mignolo se trata de un entramado
epistemológico que vincula conceptos aparentemente disímiles en el marco
de relaciones desiguales de poder. No se trata de un saber estático,
sino de una epistemología actuante (enactive), que se diferencia de la
epistemología denotativa en tanto que enfatiza procesos performativos y
de transformación (2000a: 26). Según sostiene Mignolo, el saber
fronterizo posibilita un espacio de enunciación subalterno desde el cual
"el imaginario del sistema mundial moderno se quiebra” (23).
Si
bien los argumentos de estos autores tienden hacia una utopía de lo
subalterno, tendencia que de hecho se adivina en casi todos los border
studies, me parece que ofrece claves para acercarnos a la producción
cultural de artistas que trabajan expresamente con su condición
subalterna, no desde una postura sentimental que glorifica el
sufrimiento de la víctima, sino desde una actitud desconstructiva que
pretende atacar o, en términos de Mignolo, quebrar los imaginarios
Patriarcales y nacionalistas.
Y en tanto que estas artistas
trabajan con su cuerpo en acción, ejercen enunciados performativos que
apuntan hacia formas de ver y actuar las identidades que se someten a
desplazamientos transfronterizos de diversa índole.
PERFORMANCE A TRAVÉS DE LAS FRONTERAS
Me
interesa abordar el trabajo de Yareli Arizmendi y Mirna Manrique como
puestas en escena de un saber fronterizo a la vez contestatario y
lúdico. Ambas artistas problematizan la representación simplista del
migrante, a la vez que, ya sea explícita o implícitamente, ejercen una
crítica a los regímenes patriarcales de representación del cuerpo
femenino.
Si bien sus obras tienen temáticas similares, estas
artistas se mueven en contextos muy distintos: Arizmendi nació y creció
en una zona de clase media-alta en la Ciudad de México y actualmente
vive en Los Ángeles. Mirna Manrique proviene de una familia de clase
trabajadora y vive en la Ciudad de México, aunque gran parte de su
familia ha migrado a los EUA. Las herramientas escénicas de cada artista
son distintas ya que, mientras Arizmendi se vale del teatro unipersonal
para ejercer la parodia, Manrique recurre al performance conceptual
como un acto de denuncia.3
Las obras Nostalgia maldita: 1-900-MEXICO de Yareli
Arizmendi y Miscellaneous: La tortilla es de maíz, el tequila de agave y
el bracero mexicano de Mirna Manrique, fueron ambas escenificadas en
los años noventa. Mientras que Nostalgia maldita fue realizada en inglés
y en espanglish por una actriz mexicana inmigrante en Estados Unidos y
sus presentaciones se hicieron en ese país, Miscellaneous fue
interpretada en español por una artista chilanga que presentó su trabajo
en ambos lados de la frontera: en el DF y en San Antonio, Texas. El
carácter transfronterizo y bilingüe de estas obras apunta a diversas
formas de articular un saber fronterizo, es decir, un espacio
enunciativo que opera desde y a través de los márgenes.
NOSTALGIA MALDITA 4
Yareli Arizmendi entró en contacto con el mundo
chicano cuando llegó a California en 1983 para estudiar en la
Universidad de California en San Diego. Pronto se involucró con El
Teatro de la Esperanza y El Teatro Campesino y posteriormente se acercó
al performance art mediante su asociación con el Taller de Arte
Fronterizo (BAW/TAF). En octubre de 1993, Arizmendi estrenó Nostalgia
maldita, 1-900-MEXICO, bajo la dirección de Luis Torner. La obra, que se
desarrolla en el territorio diaspórico de la migración, aborda el deseo
por los orígenes, "el inútil intento de regresar a un pasado mítico”,
la memoria que guardan los alimentos, la soledad, los hábitos
alimentarios y la obsesión con la figura. Durante la mayor parte de la
obra, Arizmendi aparece haciendo ejercicio sobre una escaladora
eléctrica, en una parodia de la obsesión fisicoculturista de las
sociedades postindustriales. Su monólogo (que se plantea más bien como
un diálogo con el público) comienza con una confesión sobre su plan de
seducir a Donny Osmond, icono de la cultura popular estadounidense de
los años setenta. Al narrar la historia sobre la escaladora, Arizmendi
hace una parodia de la ideología del upward mobility generalmente
adoptada por los inmigrantes a su llegada. La actriz describe su acción
de disfrazarse como una sirvienta mexicana para entrar a trabajar a la
residencia Osmond, un "travestismo” de clase estratégico que Arizmendi
adopta para seducir al ídolo anglosajón y tener acceso a la sociedad
dominante. El juego identitario continúa cuando, para convencer a Donny,
Arizmendi le "confiesa” que en realidad ella no es una sirvienta: "I
only happen to live in Mexico, But I am Spanish, a beautiful ancient
Mayan princess from Madrid”.5 Dentro del marco telenovelesco, se
contrasta paródicamente el ingenio de los inmigrantes mexicanos con la
ingenuidad de los anglosajones. Arizmendi se vale de estereotipos,
pero los recursos del engaño y del disfraz sugieren que el estereotipo
es una estrategia performativa de la que se puede apropiar el migrante
para sus propios objetivos.
En el siguiente segmento, Arizmendi
adopta su "gringa self ” para interpretar a una instructora de aerobics.
A lo largo del segmento, Arizmendi pone al descubierto el fascismo que
se oculta detrás del consumismo y de los regímenes dietéticos. También
aborda el papel que juegan los productos industriales al simular la
satisfacción de las necesidades espirituales y materiales de los
consumidores. Para Arizmendi, los regímenes reductivos son una extensión
de la ideología puritana-capitalista que promueve por todos los medios
posibles la glorificación del cuerpo austero y trabajador, un cuerpo que
rechaza el placer y —como se sugiere más adelante en la obra— niega su
misma memoria. El cuerpo-máquina del capitalismo queda elocuentemente
ilustrado en Nostalgia maldita por medio de la actriz que trabaja en la
escaladora: ella y la máquina parecen ser una misma cosa, aunque ésta no
es una máquina siniestra, sino atractiva y eficiente: fábrica del
mítico cuerpo perfecto.
Tras un número de "rumbera-aeróbica” la actriz adopta
la personalidad de una teleastróloga que curará a quienes llamen al
1-900-MEXICO de su "nostalgia maldita” por el México perdido. La actriz
toma una llamada y adopta el tono sensual del sexo por teléfono para
asegurar a su interlocutor que es bueno comer enchiladas y comida
grasosa, ya que "fat is the only thing in your body that has time to
remember”.6 Para que la grasa que se come sea "saludable y productiva”,
la actriz especifica que se trata de "the kind [of fat] you eat with
good friends, with your neighbors, your parents...”.7 En
contra-corriente con el individualismo anglosajón, Arizmendi sugiere que
la identidad y la memoria son actos que se constituyen de forma
colectiva, junto con los miembros de la comunidad. Para las comunidades
en diáspora, los festines son rituales de socialización que refuerzan
los lazos comunitarios y a la vez permiten recordar los lugares de
origen. En el contexto de Nostalgia maldita, son festines agridulces, ya
que activan el deseo por volver a donde ya no es posible hacerlo. La
obra concluye cuando la actriz pregunta al público dónde se encuentra su
cepillo de dientes, para luego declarar "Now remember, home is where
your toothbrush is”.8 Simultáneamente, saca un cepillo de dientes
gigante al que está adherida la bandera de los Estados Unidos, sólo que
los colores son los de la bandera mexicana. Al fondo se oye "The
AmeXican Anthem”, un arreglo de Arizmendi y Sergio Arau que fusiona los
himnos mexicano y estadounidense.
Nostalgia maldita es una obra que pone sobre la mesa
la dinámica del deseo, de la marginación y de la estereotipación que
ejercen entre sí mexicanos, chicanos y anglosajones. El tono humorístico
sirve para hacer más accesible uno de los temas medulares: el dolor
ante la pérdida de una identidad estable, así como el dolor ante la
imposibilidad de regresar al país de origen, ahora más mito que
realidad. La obra de Arizmendi es un vehículo para exorcizar
colectivamente la "nostalgia maldita” que acosa a los inmigrantes. Ella
propone como antídoto alimentar al cuerpo de memoria. La memoria es
distinta a la nostalgia, ya que representa la capacidad de recordar
quién es uno dentro del nuevo contexto. Mientras que la nostalgia
implica refugiarse en el pasado para negar el presente, la memoria es el
acto de traer el pasado al presente. La nostalgia es el deseo de
recuperar un edén mítico; la memoria permite recordar el origen, a la
vez que se acepta la condición híbrida actual. Nostalgia maldita es un
intento antisolemne de reconocer esa realidad diaspórica y de sugerir
formas de resistencia a los regímenes disciplinarios semifascistas que
buscan homogeneizar a la población y negar su memoria comunitaria.
MISCELLANEUS
Como mencioné antes, Mirna Manrique proviene de una
familia de clase trabajadora, a diferencia de la mayoría de los artistas
conceptuales en México, que son de clase media o media alta. En una
entrevista, Manrique enfatizó sin gran alarde, pero como un hecho
significativo que su familia se dedica a los oficios: "carpinteros,
tapiceros, policías, ¡mujeres policías!, matanceros, cargadores…”
(entrevista personal, 14/04/01). Además, desde su bisabuelo hasta más
recientemente sus padres, se han sumado a los millones de mexicanos que
emigran a los EUA para superar su marginalidad económica. Manrique
aborda estas realidades en su obra, misma que podríamos caracterizar de
"autobiografía colectiva”, aunque el elemento autobiográfico no es
explícito para su público.
Manrique es muy clara sobre lo que para ella es el
performance, a saber, "un acto de denuncia, tribuna para noticiar y
evidenciar. Es la acción de acontecer y sufrir los hechos de manera
pública” (Manrique: 1). La artista vincula así los actos de denunciar y
sufrir —el uno intelectual y el otro psico-físico— de manera que su
trabajo trasciende el panfleto político para convertirse en un ritual
politizado que, en tanto ritual, invita a la participación, al
cosufrimiento de un público anestesiado por los medios masivos.
En
1996 y 1997, Manrique realizó dos performances —uno en la Ciudad de
México y otro en San Antonio, Texas— que giraban en torno a los braceros
y migrantes mexicanos en su trayecto a los EUA. El primero, presentado
en el centro Ex-Teresa Arte Actual de la Ciudad de México se tituló
Miscellaneous: La tortilla es de maíz, el tequila de agave y el bracero
mexicano. El segundo, presentado en Jump-Start Performance Co., en el
contexto del Festival de Libre Enganche, se tituló Miscellaneous 2: el
tortibono, el tequila y el bracerouuu son orgullosamente mexicanos. En
estos performances, Manrique exploró la relación existente entre la
"exportación” de migrantes mexicanos, la importación del maíz y la
adulteración del tequila convertido en moda transnacional. La artista
buscó poner el dedo en la llaga de la absurda injusticia subyacente a la
maquinaria de la globalización.
Miscellaneous contó con la
colaboración de Irma Canto e Ignacio Granados, esposo de Manrique. Los
tres aparecían leyendo discursos en atriles colocados en diferentes
áreas del espacio. En su discurso sobre el maíz, por ejemplo, Manrique
leyó que "el maíz es una planta humana, cultural, no existe sin la
intervención inteligente y oportuna de la mano … más que domesticada, la
planta de maíz fue creada por el trabajo humano”.
Manrique busca recordar al público la labor que
subyace al alimento cotidiano, un recuerdo que deviene memoria
politizada ya que el maíz, según el mismo texto leído al inicio del
performance, "se convirtió en la referencia necesaria para entender
formas de organización social, maneras de pensamiento y estilos de vida
de las más amplias capas populares”. Manrique expone cómo "las políticas
oficiales y las prácticas privadas” impidieron que el maíz creciera al
mismo ritmo de la población "lo cual llevó al estado a realizar grandes
importaciones”. Esta situación se dio simultáneamente a "la
pauperización del campesino que se vio obligado a buscar soluciones,
entre las que se encuentra la emigración a los Estados Unidos”. Con base
en una extensa investigación previa, Manrique expuso ante su público su
análisis crítico de las políticas agrarias, entremezclado con
narraciones testimoniales de braceros y migrantes. Hacia el final del
performance, puso en acción una sorprendente escultura neumática
corporal consistente en un gigantesco rollo inflable de tela que emergía
de una mochila que llevaba en la espalda. En el guión del performance,
Manrique explicaba
que la escultura representaba "aquellas
mochilas utilizadas por los emigrantes, donde guardan las pertenencias
que les ayudan espiritualmente a sobrevivir durante su largo recorrido…”
(Manrique). Manrique vertió, dentro de un visor, líquido proveniente de
una botella de tequila, se lo puso sobre su rostro de forma que el agua
parecía ahogarla. El visor lucía un letrero con la leyenda "Río Bravo”,
en referencia al río que delimita parte de la frontera México-EUA.
Portando un enorme salvavidas azul, Manrique dio inicio a un difícil
recorrido de un extremo a otro de la nave principal del Centro Ex
Teresa. Unas turbinas de aire iban inflando el rollo que se desplegaba
como un enorme gusano a sus espaldas, empujándola hacia un atril
colocado al final de la nave. La acción requirió de un gran esfuerzo
para negociar el peso del bulto inflable, que en unos momentos parecía
empujarla y en otros jalarla hacia atrás. Al fondo, la canción "What a
wonderful world”, de Louis Armstrong, le daba un tono irónico a la
escena. Cuando por fin llegó a la tribuna, Manrique se quitó el visor y
el "tequila” que traía dentro cayó al suelo para revelar un rostro
empapado. El gusano inflable se estremecía por la acción del aire: se
había transformado en un gran cordón umbilical que ligaba a esta
migrante con su origen o bien en un brazo que la expulsaba del terruño.
En su trayecto hacia el otro lado de la frontera, la "migrante”
experimentó una suerte de renacimiento. Manrique recuperó su aliento y
leyó otro texto mientras a sus espaldas, sobre la pared, se proyectaban
diapositivas con imágenes de los emigrantes mexicanos salvajemente
golpeados en la frontera con California (Riverside) unos días antes. En
esas terribles imágenes, se adivinaba la lógica invisible de una
globalización que abre las fronteras al capital, pero las refuerza con
violencia para los migrantes.
El performance de Manrique intenta
reincorporar al discurso público la violencia que sufre la diáspora de
mexicanos, fundamento invisible de la globalización y, más
específicamente, el Tratado de Libre Comercio. Manrique no recurre a un
discurso abiertamente feminista, pero es significativo que como mujer
aborde realidades que generalmente se piensan padecidas únicamente por
hombres: los migrantes, los braceros… Incluso, para Miscellaneous 2
apareció vestida como campesino en lo que a primera vista parecía un
gesto de transvestismo. Pero este campesino desplegaba una larga y
sedosa cabellera negra que le otorgaba un aspecto andrógino: Manrique
era simultáneamente el y la migrante. La artista ejecuta y sufre
acciones "masculinas” desde una perspectiva "femenina” al grado de que
en momentos parece integrar y fusionar estas experiencias. La suya es
una lectura poética y politizada, también estética e intelectual de
realidades muy fácilmente borradas del imaginario de un "e-México” que
se quiere aséptico, digital y globalizado.
Estos son mensajes
que tienen una acogida difícil en espacios artísticos de la Ciudad de
México, a los que acude un público generalmente poco interesado en
performances abiertamente políticos. Miscellaneous no tuvo una buena
recepción en ExTeresa: finalmente ese público se identifica más con las
palabras "performance” y "Bauhaus” que "nixtamal” y "bracero”. En
cambio, Manrique me relató la entusiasta y emotiva respuesta que tuvo su
performance Miscellaneous 2 ante un público mayoritariamente latino en
San Antonio. Las chicanas fueron las más conmovidas, y algunas de ellas
corrieron a besarla una vez concluida la acción. La razón es clara: para
los chicanos la experiencia de cruzar la frontera es parte constitutiva
de su historia e identidad.
CONCLUSION
A propósito de la tendencia que tienen los estudios
culturales a metaforizar la frontera, Mary Pat Brady critica la
celebración del espacio fronterizo como una utopía de la trasgresión
híbrida.??! En cambio, ella identifica en la literatura de algunas
escritoras chicanas una conceptualización de la frontera "que toma en
cuenta el deslizamiento entre lo material y lo metafórico y entre lo
espacial y lo temporal, poniendo al descubierto la complejidad de la
estructura fronteriza y a la vez mostrando cómo la violencia, el
conflicto y el placer se combinan para enmascarar esa estructura” (173).
La frontera, sostiene Brady, se convierte en una máquina de abyección
que produce sujetos y situaciones monstruosas, híbridas, violentas. Una
máquina seductora para artistas e intelectuales que acuden a ella en
busca de la distopía posmoderna. Los performances de Arizmendi y
Manrique, me parece, no recurren a la frontera como la metáfora de moda,
sino como un tropo para articular sus enunciados contestatarios. Su
trabajo expone los predicamentos a los que se enfrentan las mujeres
migrantes en distintos contextos. Desde su perspectiva como residente de
los EUA, Arizmendi parece sugerir que la solución está en desechar la
"nostalgia maldita” para aceptar la condición diaspórica.
Manrique,
por su parte, denuncia las condiciones políticas y sociales que
conducen a esa diáspora. Arizmendi intenta subvertir la abyección
fronteriza mediante la parodia, mientras que Manrique dilata lo abyecto y
ofrece pistas para entender su función lubricante dentro de la
maquinaria neoliberal.
Entre la parodia irónica de Arizmendi y
la denuncia política de Manrique podemos quizás encontrar un performance
del nepantla, es decir, una pues ta en escena de realidades diaspóricas
que afectan no sólo las identidades, sino las condiciones de vida del
sujeto migrante en su desplazamiento transfronterizo. En el trabajo de
estas artistas, el cuerpo es un campo de batalla en el que la
posibilidad volitiva del sujeto —su capacidad de acción— se debate con
su circunstancia histórica. Ellas intentan tanto subrayar como subvertir
distintas fronteras: nacionales, de etnia y género. El subrayado está
en el énfasis que le dan Arizmendi y Manrique a la diferencia colonial
existente entre el sujeto migrante y las configuraciones de poder
nacional y patriarcales. Para Arizmendi, existe un potencial subversivo
dentro de sus estrategias de enmascaramiento irónico, así como un
reconocimiento de su condición binacional y diaspórica. Por su parte,
Manrique expone las contradicciones de la globalización para después
ejecutar un recorrido simbólico a través de la frontera cargando un
gigantesco cordón umbilical en su espalda, cual Pípila migrante a la vez
atraído y expulsado de su patria.
Ambas artistas, entonces,
actúan un saber fronterizo en tanto que ejercen presión sobre las
maneras de estereotipar o incluso olvidar a la mujer migrante. La mujer,
que convencionalmente se imagina como el núcleo doméstico de la nación,
la guardiana de la familia y los valores tradicionales, se enfrenta a
la violencia de la máquina fronteriza. Es una fuga que produce ansiedad
dentro del imaginario nacionalista patriarcal, pero que se hace
necesaria dentro del sistema transnacional. Arizmendi y Manrique
trabajan con esa violencia desde enfoques distintos mediante personajes
que son, en términos de Renato Rosaldo, "gente entre fronteras” (p.
198), es decir, sujetos que demuestran cómo las culturas no son unidades
discretas y que: "[T]odos vivimos en un mundo interdependiente, marcado
por procesos de préstamo a través de límites nacionales y culturales
que son porosos, saturados por la desigualdad, el poder y la dominación”
(p. 217). Finalmente, Arizmendi y Manrique intervienen en el discurso
poscolonial para insistir en el papel fundamental que desempeña el
género y el cuerpo mismo dentro de estas dinámicas de poder
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Antonio Prieto Stambaugh. (México,
1963). Doctorado en Estudios Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y
Letras de la UNAM, con la tesis Artes visuales transfronterizas y la
desconstrucciónde la identidad (1998). Maestría en Estudios de
Performance (Master of Arts in Performance Studies), Universidad de
Nueva York, con la tesis: Unsettled Memories in Border-Crossing
Performance (1994). Licenciado en Comunicación, Universidad
Iberoamericana, con la tesis Teatro antropológico como alternativa de
comunicación (1990). Ha obtenido la Beca de la Facultad de Filosof�a y
Letras, UNAM, 1994-1997; Beca del Departamento de Performance Studies,
Universidad de Nueva York, 1992-1993.; Beca Fulbright, Comisión
Fulbright/Institute of International Education, E.U.A., 1991-1993; Beca
de la Universidad de Nueva York ("University Fellowship"), 1991-1992. Ha
publicado el libro El teatro como vehículo de comunicación, coautor con
Yolanda Muñoz González.(Editorial Trillas,1992) y diversos artículos y
ensayos en medios especializados y académicos. Actualmente es
Profesor-investigador en el Centro de Estudios Rurales de El Colegio de
Michoacán, Zamora, Mich. A partir de agosto del 2000. Líneas de
investigación: identidad y fronteras culturales, procesos
político-culturales de los migrantes.
Tomado de: http://red.enfocarte.com/articulo_detalle.php?idarticulo=125&idcategoria=41
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