Ezequiel Montero Swinnen
La obsesión por la originalidad de los diseños
carece de validez teórica y entorpece la práctica cotidiana de la
profesión, en una época dónde no puede existir el puro creador
individual.
«Entonces aquellos miembros con características mejor adaptadas sobrevivirán más probablemente». Charles Darwin, El origen de las especies
Pareciera que cada vez nos preocupa más la
reflexión acerca de qué tan original o creativo debiera ser el diseño.
Hay quienes todavía creen que la verdadera esencia y valor de nuestra
actividad reside en hacer cosas que no se parezcan a las anteriores. En
una realidad plagada de hipertextualidad, en la que el conocimiento se
teje a pasos agigantados a modo de red infinita e inasible ya no tiene
sentido discutir acerca de la originalidad de nuestras propuestas.
Diseñar no es necesariamente dar una respuesta novedosa y original,
sino efectiva. Comprender esto es urgente para un sistema de enseñanza
del diseño que aún no está a la altura de las circunstancias.
Los modelos
En el afán de custodiar nuestro precioso techo, nos
convertimos en guardianes defensores acérrimos de ideas primarias y
solemnes, colocadas altivas en pedestales de mármol y cubiertas en
cápsulas de cristal, con el único fin de ser contempladas o de
proporcionarles la condición de inmunidad frente a la adversidad (los
asesinos de la ceremonia y del mito). Luchamos fervorosamente para
resguardar, proteger y sostener estos conceptos esculturales, bases de
todas nuestras bases. Sin embargo, lo que más me llama la atención de
esta curiosa y arraigada costumbre es la distancia con que vemos lo que
está siempre sobre nosotros, mirándonos fijamente desde un almidonado y
desdeñoso arriba, generando una trama convencional de escalera, de
pisos, de jerarquías. Siempre lo vemos de lejos y conforma lo
intocable, lo definitivo, lo pretérito, los modelos. Ahora bien, me
pregunto ¿desde qué lugar fueron construidos estos modelos? ¿Acaso no
tuvieron ellos sus propios espejos? ¿Dónde termina o dónde empieza esta
cadena de progresión que pareciera rebobinar hasta el infinito?
La contemporaneidad
Es tan importante tener memoria del pasado como conciencia del presente. El filósofo italiano Giorgio Agamben (1) ,
reflexiona en su último ensayo acerca de qué es ser contemporáneo.
Para él se trata de «percibir el sentido del propio tiempo en cuanto
adhiere a esto pero a la vez puede tomar distancia». Pienso que no ser
conscientes de nuestra contemporaneidad es un negligente error, que nos
ancla en viejos patrones que ya no sirven y por definición nos
inhabilita para trabajar eficazmente en nuestra tarea. ¿Qué es innovar
sino adaptarse al propio tiempo? Entender cómo se construye
conocimiento en la actualidad (a diferencia de antes) no es anecdótico
para el diseñador, es vital.
La torre vertical y el rompecabezas horizontal
Escuché alguna vez que la historia previa a la
posmodernidad se encargó de construir una gran torre que creció
precipitosamente en sentido vertical a partir de cuantiosos ladrillos
pequeños, que durante mucho tiempo fueron colocados unos sobre otros en
afán de llegar lo más alto posible. Creció hasta que, ante el fracaso
de reconocer la imposibilidad de obtener el lugar más alto, la torre
tambaleó y comenzó a caer pavimentando el piso de pequeñas piezas de
rompecabezas que antiguamente conformaban la torre. Hoy nos quedamos
solo con los escombros, con las ruinas de lo que alguna vez fue la
historia, que finalmente logró emanciparse de las pretensiones de los
grandes relatos jerarquizados para valorar los pequeños relatos ahora
desparramados a lo largo y ancho de un tablero horizontal (con estos
restos podemos hacer algo) en el que el juego comienza nuevamente, en el
que se abre camino a infinitas y vírgenes posibilidades de
combinación. Mientras el modelo vertical de construcción de
conocimiento es convergente, ya que tiende a profundizar; el modelo
horizontal propio de la contemporaneidad es divergente, el conocimiento
se abre y se entrelaza en una compleja y supina trama, la cantidad y
el caudal de información a nuestro alcance es tal que ya no hay tiempo
para profundizar ni para poner ladrillo sobre ladrillo.
Lo rizomático, lo polifónico, lo hipertextual
Rompiendo todo el paradigma inmaculado desde Aristóteles, los filósofos franceses Deleuze (2) y Guattari (3)
nos legaron el concepto de rizoma. En el modelo rizomático (a
diferencia del modelo arbóreo de Porfirio) la organización de los
elementos no sigue líneas de subordinación jerárquica, sino que
cualquier elemento puede incidir en otros elementos de la estructura,
sin importar su orden ni posición recíproca. El rizoma carece, por lo
tanto, de centro. No tiene centro o bien, el centro está en todos
lados, tal y como describe Borges la esfera de Pascal. Este
desplazamiento genera inexorablemente un gran cambio de paradigma. Los
conceptos de vanguardia y de originalidad, arquetipos de la modernidad,
dejan de tener sentido en el preciso momento en que se entiende la
naturaleza hipertextual que define hoy nuestra realidad. «Puede parecer
paradójico, pero he buscado siempre mi originalidad de escritor en la
asimilación de otras voces» reconoce el español Vila Matas (4) ,
quien nos desafía a comprender nuestra condición de hacedores
influenciados, o mejor dicho inscriptos en discursos ajenos: «no nos
engañemos: escribimos siempre después de otros (…) en el fondo, quien
no cita no hace más que repetir pero sin saberlo ni elegirlo». Aún me
asombran las palabras de presentación de Deleuze y Guattari en Mil mesetas:
«El Anti-Edipo lo escribimos a dúo. Como cada uno de nosotros era
varios, en total ya éramos muchos (...) No llegar al punto de ya no
decir yo, sino a ese punto en el que ya no tiene ninguna importancia
decirlo o no decirlo. Ya no somos nosotros mismos. Cada uno reconocerá
los suyos. Nos han ayudado, aspirado, multiplicado». El filósofo del
lenguaje soviético Mijaíl Bajtín (5)
también se acerca a esta reflexión con su teoría del discurso
polifónico, definiendo un «yo» esencialmente social, constituido por
numerosos «yoes» que ha asimilado con anterioridad. Para Bajtín, al
igual que para Vila Matas, Deleuze y Guattari, es imposible librarse de
estas voces que nos habitan, nos anteceden y son parte de nuestro
propio discurso. Ecos, repeticiones, intertextualidades. ¿Somos todos
plagiadores?
El laberinto
La articulación polisémica e hipertextual nos
remite a la barroca idea de construcción laberíntica, como metáfora de
la experiencia del abordaje fragmentario y del acceso múltiple a los
temas del hipertexto digital. Cortar, copiar, pegar, mixturar: son
patrones absolutamente naturales para quienes han nacido y crecido con
estas nuevas e híbridas retóricas de articulación del pensamiento;
re-armando, re-organizando, re-generando, dejando atrás los sistemas
lineales, unívocos y tradicionales vigentes desde la antigüedad. ¿Es
posible escaparse de esta red de asociaciones? Desde aquí diseñamos.
¿Cuántos segundos nos lleva buscar y encontrar quién es Alexander
Selkirk, en qué año se declaró la Guerra de Corea, quien fue el dios
del sol para los helenos, o qué está pasando en este mismísimo momento
en Kazajstan? ¿Con cuántos mensajes disímiles nos topamos a cada hora?
Se cree que un niño de nueve años actualmente recibe más información en
un día que un campesino del siglo XVII en toda su vida. Podemos
compartir textos, imágenes y sonidos por todo el mundo en cuestión de
fracciones de segundos. Lo queramos o no, estamos cada vez más
bombardeados de información divergente, información que ni siquiera
esperábamos y nos encuentra desnudos en nuestras calles y en nuestras
casas. La digitalización de la información es un fenómeno que no solo
está cambiando la manera tradicional de acceder al conocimiento, sino
que sobre todo está modificando nuestra forma de pensar, de aprender,
de interactuar, de construir y de procesar ideas. Claro está, de
diseñar. Tal vez sea esta la «Rayuela» que Cortázar dibujó, la
biblioteca de galerías hexagonales que Borges imaginó, quizás sea el
laberinto en el que estamos inmersos y debamos conocer. Adolfo Vázquez Rocca (6)
reflexiona lúcidamente sobre esto: «el hipertexto constituye un
cuestionamiento fundamental a la lógica subordinativa que ha imperado
en el pensamiento occidental, y una reivindicación de los modelos
asociativos y coordinativos que se encuentran en concordancia con el
paradigma holístico y trans-disciplinario de la postmodernidad». Ya no
es tan conveniente cultivar la mirada vertical que nos enfoca a cavar
más hondo el pozo; como propiciar la mirada horizontal, holística,
asociativa e hibridacionista que prefiere explorar simultáneamente
varios lugares donde cavar.
Crear
¿Qué es entonces la creatividad? ¿Qué papel ocupa en el diseño? La expresión filosófica latina creatio ex-nihilo
que se refiere a «crear algo de la nada», según la visión creacionista
del origen de la vida, es válida únicamente para Dios, que creó el
Universo de la nada, y sólo Él, es el único capaz de hacerlo. La
contracara de este argumento es la expresión ex nihilo nihilo fit,
que como puede deducirse aboga que «nada surge de la nada». Ambos
razonamientos anulan la posibilidad de afirmar que una persona pueda
crear algo a partir de la nada, ya que cualquier cosa que el hombre
haga, estará inexorablemente influida por lo que conoció previamente.
El filósofo francés Michel Foucault (7)
nos asegura que el pensamiento no nos está dado, sino que éste se
genera solo a partir de la experiencia, y que absolutamente todo lo que
podamos imaginar será construido a partir de los que vimos o
percibimos con anterioridad, será no más que un «pliegue» (concepto que
retoma Deleuze) de nuestra experiencia con el mundo. Entonces ¿de dónde
nacen las ideas? De ningún otro lado más que de la conexión entre
múltiples elementos existentes que percibimos y asimilamos previamente.
Esto es creatividad. Es ocioso agregar que esta tesis desvalija el
sentido de la proposición de «hacer cosas que no se parezcan a las
anteriores», al mismo tiempo que consagra la metodología de la
investigación previa a la conexión, como único medio posible para
llegar a una solución efectiva al único fin del diseño: servir a una
necesidad real y concreta del hombre (comunicacional, objetual o
arquitectónica).
La muerte del autor
Roland Barthes (8) da
un paso muy audaz al declarar muerta la concepción romántica del
autor, según la cual el creador da luz a la obra a partir de la
inspiración. Este nuevo descentramiento repliega la figura del autor y
rechaza el despotismo de la autoría única. Según nuestra arraigada
costumbre moderna no es fácil aceptar que no somos propietarios de lo
que decimos ni hacemos, pero ¿qué es lo que nos concierne hoy? Quizás
tenga que ver con lo que Derrida (9) ,
otra figura fundamental del deconstructivismo, denomina
falogocentrismo: la necesidad de tener un origen visible para todo, un
creador, un principio, una causa para todo acto, una excusa de la cual
partir, un autor. En una realidad rizomática, polifónica e
hipertextual, el autor ya no interesa, el lector y el texto son los
nuevos e indiscutibles protagonistas. En un modelo de este tipo,
desaparece por completo la simple, vana e ingenua preocupación por el
plagio, por la autoría. Si muere el autor, la idea de plagio muere con
él.
La muerte del plagio
Permítame entonces, estimado lector, celebrar la
declarada muerte del plagio. Estoy seguro de que ganaremos tiempo una
vez que seamos capaces de asimilarla (se gana más de lo que se pierde).
En el equilibrio natural toda muerte supone un nacimiento. Según
Barthes, en el momento que muere el autor, nace el lector. Podríamos
inferir que al mismo tiempo que muere el autor, muere el concepto de
plagio y nace el del hipertexto. Si no hay autor, ¿qué sentido tiene
discutir acerca de la propiedad de la obra? Comprender esto es
fundamental en el ámbito de la enseñanza del diseño. En una realidad en
la que el conocimiento se duplica exponencialmente, mucho antes de lo
que creemos llegará el momento en que la epidemia será contagiosa y las
fuentes se volverán incontrolables, lo queramos o no las cúpulas de
cristal habrán estallado contra el suelo y nos encontraremos frente a
puñados de anónimos alumnos sedientos de armar rompecabezas. Espero que
en ese entonces seamos capaces de no seguir midiendo todo en términos
verticales, perdiendo tiempo y energía en asuntos de escasa
importancia, desaprovechando y haciendo desaprovechar un horizonte de
posibilidades tan amplio y tan vasto como se pueda imaginar. ¿Podremos
tener la suficiente agudeza y flexibilidad para estar a la altura del
desafío o seguiremos preparando mezcla para los próximos ladrillos
esperando inútilmente tocar el cielo?
- AGAMBEN, Giorgio. Che cos’è il contemporaneo? (¿Qué es lo contemporáneo?), Venecia, Nottetempo, 2008.
- BARTHES, Roland. [1968], «La muerte del autor», en El susurro del lenguaje, Barcelona, Paidós, 1987.
- DELEUZE, Gilles, GUATTARI, Félix. [1980] Mil mesetas (segunda parte de Capitalismo y Esquizofrenia), Valencia, Pre textos, 1994.
- DELEUZE, Gilles. El pliegue, Barcelona, Paidós, 1989.
- VILA MATAS, Enrique. Intertextualidad y metaliteratura.
(Texto leído en la Cátedra Anagrama de la Universidad de
Monterrey en México, 1 de agosto de 2008; y publicado en:
www.enriquevilamatas.com)
- VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo. El hipertexto y las nuevas retóricas de la postmodernidad: Textualidad, redes y discurso ex-céntrico.
(Originalmente publicado en formato impreso en PHILOSOPHICA,
Revista del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, Chile, Volumen 27, 2004).
Tomado de: http://www.untref.edu.ar/cibertronic/lopublico_loprivado/nota2/nota.html
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