Brian Holmes
¿Así que os han
impresionado los precios de la feria de arte de Basel, la de Miami, digo? Pues
no hay nada nuevo bajo el sol de Florida. Los financieros han estado
especulando con la estética desde los buenos tiempos de la "tulipanomanía” en
Holanda. Que su floreciente locura se remonte a la segunda década del siglo
XVII parece confirmar la observación de Cornelius Castoriadis sobre la
naturaleza disfuncional –y sin embargo determinante– del mercado de valores con
respecto a la producción real. "¿Por qué es en el imaginario en donde una
sociedad debe buscar el complemento necesario para su orden?”, pregunta el
filósofo político griego[1].
La especulación es esencial para la
"institución imaginaria” del sistema-mundo capitalista. Aun así, nadie hasta
hoy había pensado en convertir la información sobre los mercados de valores en
la materia prima del arte. Pero hay quien ya ha dado ese salto con la
exposición Derivados. Nuevas visiones financieras, la cual tuvo lugar en
verano de 2006 en La Casa Encendida de Madrid. El grupo organizador, Derivart,
reunió un selecto bouquet de trabajos para celebrar el nacimiento del
Finance Art. Lo que decían haber logrado es "una exploración artística y
análisis crítico de las bolsas y agentes financieros”[2]. En el
corazón de este nuevo género hay una estética de la información, una
"infostética”: la transformación de flujos de datos en representaciones
visuales o sonoras por medio de algoritmos informáticos[3]. La obra
más impresionante de dicha exposición (que se presenta sólo mediante un
documento en vídeo) se titula Black Shoals. Hace referencia a la fórmula Black-Scholes para el cálculo del precio de
opciones, la cual está en el origen del pequeño milagro financiero de los
fondos de cobertura. Esta pieza adopta la forma de un planetario, un
verdadero universo cuya miríada de estrellas representa miles de acciones que
parpadean en tiempo real mientras se comercia con ellas en mayor o menor
intensidad. Cada movimiento comercial despide un valor numérico (análogo al
dinero) que sirve de "alimento” para una población de
criaturas generadas por ordenador, las cuales se mueven libremente. En el transcurso de la exposición,
estas criaturas desarrollaban estrategias de supervivencia más o menos
eficaces (yacían a la espera, se reunían alrededor de constelaciones activas,
oscilaban libres como depredadores, etcétera). Como afirman los comisarios en
el catálogo: "La visualización caracteriza hoy en día la experiencia de los
profesionales bursátiles. Una representación original permite interpretar los
datos de manera diferente y ver oportunidades de negocio que otros ignoran”.
Pocos meses después de la exposición
varios miembros de Derivart ensayaron su propio experimento de visualización
con la performance Tickerman. En ella, un
artista pseudo-heroico esgrime latas de pintura y pinceles; sus brochazos
chapuceros transmiten el ritmo de una "melodía de la bolsa”. Los datos
financieros traducidos a sonidos se vuelven visibles de nuevo en el lienzo,
cuya cualidad estética trivial destapa la verdadera cuestión: ¿dónde
residen las oportunidades más interesantes, en la música, en el gesto que la transcribe
para el ojo, en el objeto pictórico resultante, en el aura de parodia que rodea
al conjunto o en la distribución de la performance a través de YouTube? Esto es
lo que los especialistas llaman arbitraje: porque todo depende de cuáles
son los aspectos del trabajo en los que quieres invertir.
Ávidos de beneficios pero temerosos de
los riesgos, los árbitros financieros contemporáneos
saben cómo doblar sus apuestas jugando en ambos lados de una ecuación. El
economista de Derivart, Daniel Buenza, describe su estrategia con gran
precisión: "En contraste con quienes se dedican a comprar empresas con el
propósito de trocearlas y vender las partes como propiedades por separado,
el trabajo de los árbitros financieros es
radicalmente más deconstruccionista [...]. Lo que intentan es aislar cualidades
tales como la volatilidad de un valor, o su liquidez, su convertibilidad, su
índice de mercado [...]. Los derivados tales como valores de intercambio,
opciones y otros instrumentos financieros juegan un papel importante en el
proceso de separar las cualidades deseadas de la seguridad adquirida. Los traders
usan aquéllas para examinar minuciosamente su exposición al riesgo,
esgrimiéndolas, en efecto, como las herramientas de un cirujano: escalpelos,
tijeras, prótesis para dotar al paciente (la exposición del trader) de
los contornos deseados”[4].
Derivart dice producir no sólo curvas
artísticas sino también análisis críticos del mercado. Si entendemos la crítica
como una operación puramente deconstructiva, entonces puede que una performance
como Tickerman sea crítica, de la misma forma que, en el texto de Daniel
Buenza, las operaciones de arbitraje pueden ser consideradas como "arte”. Pero
si entendemos la crítica de acuerdo con su etimología, como el intento de
intervenir en el momento de una crisis que amenaza la vida, entonces quizá
debamos buscar el arte crítico en otro lado: lejos de los cuerpos de datos y
las cirugías abstractas de la infostética.
¿Qué constituye el imaginario de las finanzas? ¿Cómo es que dicho
imaginario se ha vuelto autónomo respecto a lo que Castoriadis llama la
"funcionalidad social”, convirtiéndose con ello en la institución
dominante del capitalismo contemporáneo? ¿Puede un arte crítico
ayudarnos a comprender el poder que ese imaginario ejerce sobre la
psique humana? Y, sobre todo, ¿puede el arte ayudar a instituir otro imaginario?
El trabajo de Michel Foucault sobre el neoliberalismo ha sacado a la
luz hasta qué grado la especulación con el propio capital humano se ha
convertido en el vector principal de la subjectivación, es decir, en uno
de los caminos principales que la sociedad ofrece para llegar a ser uno
mismo[5]. El crack bursátil
del año 2000 llevó el expansionismo neoliberal a un punto crítico dando
pie al actual régimen de guerra. Ahora, la necesidad de intervenir en
dicho camino para transformar el futuro se ha vuelto cada vez más
urgente[6].
En este artículo examinaremos dos performances, en los cuales sus autores se han implicado en
una reflexión corporeizada respecto a los mercados financieros. ¿Qué se
puede esperar de tales experimentos? El antropólogo Victor Turner ofrece una
idea clara: "La reflexividad performativa es la
condición de un grupo sociocultural, o de los miembros más perceptivos que
actúan en representación del mismo, por la cual vuelven, se pliegan o
reflexionan sobre sí mismos y sobre las relaciones, acciones, símbolos,
significados, códigos, roles, estatutos, estructuras sociales, roles éticos y
legales y otros componentes socioculturales que componen sus yoes públicos”[7]. Más tarde tendremos que
distinguir entre los reflejos especulares y la posibilidad de intervenir.
Corredores de doble filo
Michael Goldberg, un
artista australiano de origen sudafricano, tomó una serie de decisiones en
octubre de 2002 las cuales le permitieron "comportarse como day trader”,
mientras analizaba simultáneamente el dispositivo que subyace en los mercados
financieros informatizados. Con un capital inicial de 50.000 dólares
australianos, Goldberg comenzó a comerciar artísticamente con derivados de un
solo valor: News Corp, el imperio mediático global del multimillonario de
derechas Rupert Murdoch. El capital se lo había proporcionado el así llamado
Consorcio, el cual estaba conformado por tres veteranos day traders de
quienes Goldberg se había ganado la confianza conversando en un chat
especializado.
La performance tuvo lugar durante
un periodo de tres semanas en la Artspace Gallery de Sydney en otoño de 2002.
Se extendió a Internet por medio de una página web que ofrecía información sobre
arte y mercado, balances generales diarios y un canal de chat; había también
una línea de teléfono específica para el artista en la galería. El título era Catching
a Falling Knife ("Coger un cuchillo al vuelo”), una expresión que en jerga
sirve para nombrar el manejo de valores de alto riesgo. En efecto, el contexto
de la pieza era un mercado todavía maltrecho por el fracaso de la new
economy y el colapso de gigantes como Enron, WorldCom y Vivendi-Universal.
En lugar de acciones, el uso de derivados de News Corp permitía a Goldberg
jugar con valores en ascenso o en descenso, siendo estos últimos los más
habituales en el mercado bajista de 2002. Es así como describe la instalación
en la galería:
"El espectador o
espectadora entra en un espacio desprovisto de luz natural. Tres paredes
reflejan el resplandor de proyecciones digitales que cubren del suelo al techo:
información en tiempo real sobre precios de acciones, gráficos cambiantes de
promedios e información financiera. Los valores cambian y los gráficos se
mueven, desarrollándose minuto a minuto, segundo a segundo en una secuencia de
arabescos y pasos paralelos. Responden instantáneamente a algoritmos en
constante desplazamiento que aparecen mediante conexiones en vivo con las
bolsas globales. Una lámpara de oficina y otra de pie en la sala dispuesta para
los espectadores y espectadoras descubren una mesa de despacho y un ordenador,
butacas y una mesita de café con una selección de diarios y revistas
financieras. En el lado opuesto, arriba de una plataforma elevada, otra lámpara
de oficina ilumina la cara del artista mientras mira fijamente a la pantalla de
su ordenador. Está hablando por teléfono, negociando o cerrando un trato. Abajo
suyo, el continuo barrido de una pantalla LED va declarando cuáles son sus
ganancias o pérdidas. A su espalda zumba una cinta de audio. La voz de un
locutor busca motivarte, urgiéndote a ‘crear una imagen mental clara de cuánto
dinero quieres hacer exactamente y a decidir exactamente cómo quieres ganarlo
hasta que alcances a ser tan rico o tan rica como quieras”[8].
Mediante la proyección sobre las paredes de datos
financieros e informes de la agencia Bloomberg, Goldberg buscaba sumergir al
público en el mundo pulsátil de información al que constantemente se enfrenta
el trader en sus pantallas. La decisión de usar un servicio de
correduría telefónico en lugar de invertir online le permitía ofrecer la
expresión vocal del miedo y la avaricia que animan los mercados. La obligación
de enviar informes diarios al Consorcio de prestamistas –quienes habían
accedido por contrato a asumir todo el riesgo, pero también las potenciales
ganancias– añadían la presión de la vigilancia y la obligación personalizadas,
análoga a la que el trader profesional se enfrenta en una institución
financiera importante. Las tablas en tiempo real servían para traducir
gráficamente la volatilidad del mercado que técnicamente se conoce por emoción.
En una performance anterior, Goldberg incluso asumió la tarea de pintar sobre
la pared de la galería dicha emoción convertida en gráficos, subrayando así el
vínculo entre expresión individual y movimientos del mercado[9]. Realizando una performance reflexiva de su auténtico
papel de day trader en el marco de este exagerado ambiente galerístico,
Golberg producía un acontecimiento público a partir de la interacción íntima
entre el yo especulador y el mercado tal como éste se cristalizaba en la
pantalla de su ordenador.
¿Qué se pone en juego en ese tipo de interacción? Los
sociólogos suizos Urs Bruegger y Karin Knorr Cetina definen los mercados
financieros globales como "constructos de saber” que surgen de interacciones
individuales dentro de marcos tecnológicos e institucionales cuidadosamente
estructurados aunque siempre en proceso: siempre cambiantes, siempre incompletos[10]. La variabilidad constante de estos "objetos
epistémicos” los asemeja a una "forma de vida” que sólo aparece en la pantalla
del trader, o siendo más precisos, por vía de su equipo completo que, en
el caso específico de los cambistas profesionales que Bruegger y Knorr Cetina
estudian, incluye un teléfono, un voice broker interfono, dos redes
propietarias especializadas (conocidas como sistema conversacional de
transacción electrónica Reuters y EBS Broker Electrónico) y varias
fuentes de noticias y bases de datos empresariales, incluyendo gráficos que
muestran la evolución de las posiciones recientes de cada individuo[11]. Los sociólogos hacen hincapié en que "la pantalla
es un sitio constructivo en el que todo un mundo económico y epistemológico se
erige”. Y es un mundo al que puedes conectarte y manipular, del que puedes
surgir "victorioso”. El flujo receptivo que aparece en las pantallas hace
posible lo que Bruegger y Knorr Cetina llaman "relaciones postsociales”.
El término "postsocial” es, obviamente, una provocación;
con serias implicaciones (dada la continua multiplicación de pantallas) tanto
en el ámbito doméstico como en el espacio público[12]. Sin embargo, Bruegger y Knorr Cetina no consideran la relación postsocial
como una total alineación de la humanidad por un fetiche electrónico.
Conocedores de la antropología económica desarrollada por Karl Polanyi,
demuestran cómo el flujo del mercado de divisas está constituido, en parte al
menos, por relaciones de reciprocidad entre traders, principalmente vía
conversaciones por correo electrónico en el sistema de transacciones Reuters.
También observan cómo los individuos que trabajan a grandes distancias
espaciales se hacen sentir mutuamente co-presentes gracias a la coordinación
temporal, dado que están mirando simultáneamente la evolución de los mismos
indicadores. Y, mientras ilustran la autonomía relativa de que los y las traders
disfrutan en su área de actividad, también muestran cómo el trader jefe
controla y manipula cuidadosamente los parámetros tanto financieros como
psicológicos en base a los cuales cada individuo hace sus transacciones. De
esta manera, la interacción que anima el mercado global está "incrustada” [embedded]
en un tejido expansivo de relaciones sociales que componen una "microestructura
global”[13]. Aún así, lo que Knorr Cetina y Bruegger afirman es
que la relación suprema del trader se establece con el flujo en sí, esto
es, con el constructo informacional, o lo que la temprana teoría ciberpunk
llamaba "la alucinación consensual”. Es esto lo que llaman la relación
postsocial: "compromisos con otros no-humanos”. El hecho existencial clave en
este compromiso es el de "tomar una posición”, esto es, colocar el dinero en un
activo cuyo valor cambia con el flujo del mercado. Una vez que lo has hecho,
estás dentro: y entonces son los movimientos del mercado lo que más
importa.
La performance de Goldberg visualiza exactamente
esta
ansiosa relación con un objeto casi vivo, atrayente pero inaprensible,
algo así como una muchedumbre de informaciones fragmentadas,
sus movimientos resolviéndose a veces en cifras de oportunidad para
disolverse
segundos después en una dispersión pánica. Goldberg explicó en una
entrevista
que los day traders reales se preocupan muy poco de los fundamentals,
las informaciones básicas sobre la salud financiera de una empresa; lo que
buscan constantemente es más bien evaluar los movimientos de sus semejantes:
"Prefieren mirar a lo que los gráficos les dicen sobre cómo se comportan los
clientes en los mercados cada día, cada minuto, cada segundo. Obtén una imagen
precisa de hacia dónde se mueve la muchedumbre para apuntarte al viaje, de
ascenso o descenso, no importa”[14]. Goldberg utiliza la imagen de una película para
evocar el atrevido salto que supone tomar una posición y luego cerrarla con
ganancias o pérdidas, con todas las emociones que se concitan de miedo,
avaricia y deseo pánico: "Me recuerda una escena de Blow Up de Antonioni
en la que el personaje que interpreta David Hemmings se mezcla con fans de rock
que se pelean por los restos de una guitarra que el grupo ha destrozado en el
escenario al final de un concierto, lanzándola a la expectante muchedumbre.
Emerge victorioso, sólo para deshacerse de la preciada reliquia la cual,
momentos después, no es sino basura: el ‘subidón’ de adrenalina de la búsqueda
habría sido la única satisfacción real por ganar”.
De manera semejante Bruegger y Knorr Cetina reflexionan
sobre las intensidades de un deseo en última instancia vacío, afirmando que "lo
que los traders encuentran en las pantallas son sustitutos para una
carencia más básica del objeto”. Para caracterizar la relación postsocial,
convocan el concepto de "fase del espejo” de Jacques Lacan, donde el niño o la
niña que aún no habla queda fascinado o fascinada por la visión de su propio
cuerpo como una entidad completa y, al mismo tiempo, desorientado o
desorientada por la percepción interior de un cuerpo fragmentado,
intotalizable. Subrayan que "el vínculo (el hecho de estar en relación, la
reciprocidad) resulta del juego entre un sujeto que pone de manifiesto una
secuencia de deseos y un objeto en desarrollo que provee a estos deseos a
través de las carencias que muestra”[15]. El ritmo del mercado en las pantallas es un modo de
capturar y modular el deseo del sujeto. Pero, una vez más, este vínculo
postsocial no se nos retrata como la total alineación, sino como una cultura
reflexiva de intercambio dinámico y de cómo arreglárselas en situaciones
difíciles que se extiende, más allá del simple objetivo de ganar dinero, hacia
lo que el antropólogo Clifford Geertz, en una discusión sobre las altísimas
apuestas en las peleas de gallos en Bali, llamó deep play (juego
profundo)[16].
¿Se podría tomar la pieza de Goldberg por una celebración
de este "juego profundo” en la economía financiera, como una exploración
fascinada de las acciones y gestos desplegados al interior de una
microestructura global sin ninguna consideración por las macroestructuras de
las que depende? La torva presencia de un retrato mural de Rupert Murdoch en el
camino de entrada al espacio de la performance refuta esta lectura. El trabajo
anterior del artista trataba fundamentalmente de las instituciones del imperio
británico en Australia. Aquí, especulando exclusivamente sobre el valor de News
Corp, sitúa las interacciones de un day trader de corto plazo en un arco
de poder que se extiende de Australia a Estados Unidos por medio de los
extensivos holdings de Murdoch en Italia y Gran Bretaña. Murdoch es el
propietario del belicoso canal estadounidense Fox News, pero también del Weekly
Standard, la publicación privilegiada de los neoconservadores de
Washington. Es partidario de la coalición de guerra Bush-Blair y un empresario
transnacional que sólo tiene cosas que ganar de la expansión del capitalismo al
estilo americano. El magnate multimillonario es el maestro de una relación
postsocial a nivel planetario: la relación de masas enteras de la población con
las proliferantes pantallas mediáticas que estructuran el afecto público
mediante una modulación rítmica de la atención orquestada a escala global[17]. La referencia a Murdoch sitúa por tanto al
dispositivo galerístico en el interior de una estructura de poder imperial
omniabarcadora, añadiendo un significado implícito al vocabulario militar que
el artista finge cuando habla de los day traders (a quienes llama battle-hardened
veterans of the tech-wreck: "veteranos del naufragio tecnológico curtidos
en la batalla”, haciendo notar su preferencia por este tipo de expresiones). La
crítica es aquí tácita, deliberadamente minimizada; pero aun así clara. La
fuerza de esta performance galerística cuidadosamente concebida reside en la
manera en que revela el mercado electrónico, con su relación entre rostro y
pantalla, entre mente deseante e información fluctuante, como el dispositivo de
control fundamental en la economía de guerra del neoliberalismo en crisis.
Esta obra, entonces, no consiste en una mera ilustración
ni en una celebración del "juego profundo” en los mercados financieros. Sin
embargo, hay una pregunta más reveladora que hacer sobre esta obra y sus
intenciones. ¿Trataba Goldberg de limitarse a cubrir su apuesta con esta
crítica tácita que en la peor de las situaciones serviría como una especie de
valor de rentabilidad segura dentro de los márgenes intelectualizados del mundo
del arte? Porque era claro que en el mejor de los casos una serie deslumbrante
de operaciones provechosas generaría atención mediática, atraería masas de
visitantes y crearía un succès de scandale, permitiendo al artista ganar
en el plano intelectual y también en el comercial. Goldberg, por supuesto, no
se había enfrascado en este proyecto para perder (incluso si, como se ha
mencionado, cualquier beneficio económico estuviera condicionado a terminar en
manos de sus patrocinadores). Un crítico australiano describió Catching A
Falling Knife como una propuesta "de doble filo” por la contradicción ética
que escenificaba entre los mundos de las financias y del arte[18]. Pero ello puede también indicar una apuesta por
adoptar dos posiciones fuertes, ocupando los filos más extremos de ambos
mundos. Lo que aparece aquí es la cuestión del papel político del artista, el
modo en que su propia producción orienta el deseo colectivo. ¿Cómo se confronta
el vínculo entre arte y finanzas sin sucumbir a la atracción de estas últimas?
¿Cómo implicarse en una relación de rivalidad o antagonismo artístico al
interior de los más fascinantes dispositivos de captura del capitalismo
contemporáneo?
Llegados a este punto –precisamente cuando podríamos
empezar a hablar sobre las operaciones y límites del dispositivo artístico– la
performance parece caer en el silencio y retirarse a su dimensión analítica.
Goldberg quizá haya querido responder las mismas preguntas que yo he hecho,
viendo en ellas el mayor reto de su investigación. O podría no haberlas tomado
en consideración de manera seria. No podemos estar seguros, ya que la realidad
no nos dio la oportunidad de poner el asunto a prueba. Perdió dinero en su
secuencia de operaciones, debido, irónicamente, al hecho de que, en lugar de
bajar, las acciones de News Corp tendieron a subir. Y por eso sólo podemos
juzgar sus intenciones a partir de sus conclusiones, la cuales –hay que decirlo
en su favor– fueron realizadas antes del final de la performance: "Creo
que el valor real del proyecto adoptará la forma de interrogantes que surgirán
de los oscuros recovecos de sus improbabilidades y no del espectáculo
resultante de cumplir con éxito sus expectativas”[19].
Cartografía
descarrilada
Para describir la presencia del poder social en la psique, Castoriadis
habla de un "imaginario instituido” cuya estabilidad y aparente
naturalidad contrasta con el acto de creación política o el "imaginario
instituyente”. Acabamos de observar cómo el complejo dispositivo del
imaginario de las finanzas se ha instituido en tanto que verdad y, en
efecto, en tanto que el mismísimo futuro de nuestras sociedades. Ya que
sólo así tendríamos una oportunidad de intervenir artísticamente (o de
ejercer un poder instituyente) ¿cómo podríamos volver a revelar la
inverosimilitud (la ficción) de una institución tal? En cualquier caso,
una intervención de este tipo sólo puede ser formulada al interior de
las condiciones reales del presente.
Esto
es lo que el propio Castoriadis parece no haber tenido en cuenta, ni tan
siquiera cuando en fecha tan tardía como 1987 nos brindó esta definición del
acto político: "Créer les institutions qui, intériorisées par les
individus, facilitent le plus possible leur accession à leur autonomie
individuelle et leur possibilité de participation effective à tout pouvoir
explicite existant dans la société”[20]. La pregunta que nos debemos
hacer es entonces ¿cómo podrían tales instituciones ejercer su influencia o, en
efecto, quién podría crearlas, si el propio proceso de internalización ya no
funciona?
En un texto posterior,
Karin Knorr Cetina avanza en su reflexión
sobre las relaciones postsociales llegando tan lejos como para hablar de un
eclipse de la "imaginación social”. Con esta idea se refiere a un declive del
escenario yo-mi-tú teorizado por psicosociólogos como Freud, Peirce o
Herbert Mead, quienes mostraron cómo el individuo obtiene seguridad mediante la
capacidad de internalizar una figura del otro como censor interior idealizado
como una norma positiva que se ha de cumplir en uno mismo o rechazado como un límite
constrictor que debe ser transgredido y superado. La tradicional relación con
una completitud interior se ve reemplazada en nuestra época por una búsqueda
infinita de figuras parciales, aspectos exteriores de una identidad del yo
perpetuamente aplazada. La socióloga amplía la noción de objeto en
desarrollo, utilizada en los estudios de mercados financieros, para cubrir
todos los tipos de bienes de prosumo (producción + consumo). Estos objetos,
basados en el conocimiento, se presentan en series interminables (modas
cambiantes, herramientas de sofware continuamente modificadas, rutinas
laborales siempre actualizables, etc.). Tales objetos procesuales prolongan la
función del espejo en el entorno cotidiano en el que el infante desea ver la
imagen completa de sí, la cual resulta siempre inaccesible. "En breve, mi
argumento es que la incompletitud del ser que he atribuido a los objetos
contemporáneos encaja perfectamente con la estructura de carencias con la que
he caracterizado al self”[21]. El concepto lacaniano de manque-a-être demuestra ser extrañamente
pertinente cuando se trata de esbozar una cartografía estructural de las
relaciones de subjetivación en las sociedades capitalistas. Pero, en tales
sociedades, ¿no debería ser también procesual un imaginario instituyente?
Y ¿no tendría que ser también fundamentalmente exterior al sujeto?
Más
que fijar las leyes estructurales de subjetivación con el fin de arribar a
afirmaciones verdaderas y externas (como les noms du père/les non-dupes
errent, por citar a Lacan por última vez), las cartografías
esquizoanalíticas de Félix Guattari fueron diseñadas para ayudar a la gente a
esbozar modelos mentales de procesos cuyos parámetros tienen finales abiertos y
pueden ser alterados por cualquier persona que participe en ellos[22]. Sus diagramas en cuatro partes
muestran cómo los individuos o los grupos en un territorio existencial dado (T)
vienen a movilizar la conciencia
rítmica de fragmentos poéticos, artísticos, visuales o afectivos —los ritornelos de lo que llamó "universos de
referencia (o de valor)” (U)— para desterritorializarse dejando atrás el suelo familiar
comprometiéndose en nuevas articulaciones. Éstas tomarían la forma de flujos
energéticos (F) los cuales implican componentes económicos,
libidinales y tecnológicos (flujos de dinero, significantes, deseos sexuales,
máquinas, arquitecturas, etcétera). Explicó cómo estos flujos maquínicos se
transforman constantemente a través del contacto con los phylum de
varios códigos simbólicos (Φ), entre los cuales se
cuentan conocimientos jurídicos, científicos y filosóficos. Se trataba de
comprender los complejos agenciamientos en los que estamos implicados en cuerpo
y alma: agenciamientos que Guattari llamó "máquinas”.
Intervenir,
en estas condiciones, es ayudar a crear el espejo multifacético y
en continuo despliegue en el que una subjetividad en movimiento intenta siempre
alcanzar su propia imagen externalizada. Pero intervenir es también exponerse a
los riesgos de la máquina: esto es, los riesgos del inconsciente contemporáneo,
o, del estar-en-sociedad[23]. Lo que se prefigura de esta
manera es la posibilidad de reunir colectivos experimentales de investigación
o, más bien, vehículos para la investigación de la crisis. En el mundo del
esquizoanálisis, el imaginario es fabricado en tanto que partes sueltas de una
máquina disfuncional. Y es exactamente esa actividad lo que constituye el
intento de reconfigurar una institución
posible.
Un
proyecto especulativo señala su propio y curioso camino hacia el futuro. En el
verano de 2005, artistas, investigadores, activistas y productores de medios
alternativos fueron invitados a someter sus discursos y prácticas a la prueba
de un movimiento más allá de las fronteras familiares uniéndose a una
conferencia y a un acontecimiento artístico sobre los raíles que unen Moscú y
Beijing, en los pasillos, literas y vagones restaurante del tren Transiberiano.
El acontecimiento estaba organizado por colectivos asociados a la revista
web del grupo ephemera, dedicado a "la teoría y la política de la organización”.
El título del acontecimiento era Capturing the Moving
Mind: Management and Movement in the Age of Permanently Temporary War [Capturar
la mente en movimiento: gestión y movimiento en la era de la guerra
permanentemente temporal]. Cito de la convocatoria inicial:
"En septiembre de 2005
tendrá lugar un encuentro en el tren Transiberiano de Moscú a Beijing vía
Novosibirsk. El propósito de este encuentro es ‘cosmológico’. Querríamos reunir
un grupo de personas, investigadoras e investigadores, filósofos y filósofas,
artistas y otra gente interesada en los cambios que están en marcha en la
sociedad, gente que se comprometa a cambiar tanto la sociedad como su propia
imagen en movimiento, una imagen del tiempo”[24].
Este "experimento organizativo” parte del estado de
ansiedad existencial e inquietud ontológica que resulta, inevitablemente, de
cualquier suspensión de las estructuras de control y de los imperativos de
producción que normalmente actúan para canalizar la hipermovilidad de los
individuos flexibles. ¿Qué podría acaecer por la movilidad de una mente
múltiple dentro del largo, estrecho y compartimentado espacio de un tren que
serpentea atravesando la tierra baldía siberiana? ¿Qué formas de discurso
intelectual y práctica artística podrían surgir entre los miembros de una
colectividad vinculada y dislocada? Éstas eran las cuestiones planteadas por
quienes viajaban, las cuales se confrontaban directamente con el contrapunto
que suponía la nueva forma de control y organización que pesa sobre las trabajadoras
y trabajadores cognitivos de nuestro tiempo: "Opera sin legitimación institucional,
o bien su lógica y fundamentos parecen cambiar de un día a otro: es el poder
sin logos, esto es, el poder arbitrario o el poder puro, el poder sin
ninguna relación permanente con la ley, la norma o alguna tarea particular”[25]. No sorprende que conciban esta nueva
figura de poder arbitrario en relación con la fluctuación del dinero en los
mercados financieros contemporáneos: "Mientras que la disciplina estaba siempre relacionada con
las monedas acuñadas que tenían el oro como
estándar numérico, el control se basa en tasas de cambio de libre flotación, en
la modulación y organización del movimiento de divisas. En breve, intenta
seguir o imitar los movimientos y los cambios en cuanto tales, sin prestar
atención a sus contenidos específicos. La economía del conocimiento es la
continuación del capitalismo sin fundamentos, y el poder arbitrario es su forma
lógica de organización”. Finalmente, hacen notar que
la "captura de la mente en movimiento” ocurre en el contexto de una "guerra
permanentemente temporal”, en el cual la doctrina neoconservadora de la guerra
preventiva se nos muestra como un intento extremo de garantizar una identidad
soberana frente a cualquier riesgo posible.
Enfrentado al inexorable carácter lógico
de esta doctrina, el viaje se convirtió en una especulación de carne y hueso,
retransmitida y reflejada por los gestos, imágenes y conceptos que podían ser
inventados por unos cuarenta participantes a lo largo de la ruta. Se
pronunciaron conferencias en el vagón comedor; una microrradio transmitió entre
las literas; se crearon obras como resultado de varios procesos participativos;
se instaló una plataforma Mobicasting con el fin de enviar textos e imágenes a
un servidor alojado en Finlandia; se organizaron encuentros con académicos
rusos y chinos en Moscú, Novosibirsk y Beijing. El carácter inverosímil de la
investigación dio lugar a varias performances espontáneas en las que los
participantes intentaron dar cuerpo a significados que escapaban en todas
direcciones: una manifestación silenciosa en la frontera ruso-mongola, un
psicodrama colectivo en una galería de arte en China. El chirriar de las ruedas
metálicas rodando sobre raíles infinitos sustituía a las incomparablemente más
amplias relaciones entre el ser humano y las máquinas que constituyen el
inconsciente social del capital globalizado: el futuro como un riesgo
auténtico.
Es difícil evaluar los resultados de
un experimento como ese[26]. Visto
desde un cierto ángulo (como un encuentro puntual de heterogeneidades) se
asemeja a un intento de modelar en abstracto y, después, volver a poner en
funcionamiento las estrategias de convergencia temporal en un determinado punto
del tiempo y del espacio; estrategias que permitieron a las remotas redes
activistas convertirse en lo que se conoce como movimiento antiglobalización,
durante el tumultuoso ciclo de contracumbres que tuvo lugar a la vuelta del
siglo. De ser esto cierto, el acontecimiento transiberiano sería algo así como
una investigación pura (investigación sin fines) en el dominio ético-práctico
de la movilización política. Lo que está claro, en cualquier caso, es que había
un deseo de trabajar con los elementos materiales de un imaginario en
movimiento.
¿Tendrá dicha experiencia
consecuencias institucionales? Algunos de los participantes finlandeses acaban
de constituir un colectivo bajo el nombre de Research Station General
Intellect, con el objetivo de llevar a cabo investigaciones que tienen su base
en el departamento de economía de la Universidad de Helsinki. El trabajo del
colectivo editor Polemos sigue un camino similar, al igual que la
experimentación multimedia (http://megafoni.kulma.net)
y una incipiente organización política de la precariedad. En estos casos, los
trucos del arbitraje parecen ser imposibles: de aquí nadie sabe qué puede
surgir. Son mapas invisibles de territorios aún insoñados.
[1] Cornelius Castoriadis, L’Institution
imaginaire de la société, Seuil, París, 1975, pág. 172. El comentario sobre el mercado de valores,
propiamente dicho, viene justo antes de esta cita como parte de la misma
interrogación sobre la funcionalidad social: "Mais pourquoi est-ce dans l’imaginaire
qu’une société doit chercher le complément nécessaire à son ordre? Pourquoi
rencontre-t-on chaque fois, au noyau de cet imaginaire et à travers toutes ses
expressions, quelque chose d’irréductible au fonctionnel, qui est comme un
investissement initial du monde et de soi-même par la société avec un sens qui
n’est pas ‘dicté’ par les facteurs réels puisque c’est lui plutôt qui confère à
ces facteurs réels telle importance et telle place dans l’univers que se
constitue cette société […]?”, ibídem, pág. 179 ("¿Por qué encontramos
una y otra vez, en el corazón de este imaginario y a través de todas sus
expresiones, algo que es irreductible a lo funcional, como una inversión
inicial del mundo y de sí mismo por la sociedad con un sentido que no está
‘dictado’ por factores reales ya que es más bien ese algo lo que confiere a los
factores reales una determinada importancia y un determinado lugar en el
universo que constituye esta sociedad [...]?”).
[5] Michel Foucault,
Naissance de la biopolitique. Cours au Collège de France, 1978-79, Gallimard/Seuil, París, 2004 (versión castellana:
Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collage de France
(1978-1979), Fondo de Cultura Económica, México, 2007).
[7] Victor Turner, The Anthropology of
Performance, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 1987, pág. 24.
[9] Con el título NCM open/high/low/close,
la performance escenificaba los fluctuantes valores de las acciones de
Newcrest Mining Corporation, aunque carente de cualquier tipo de transacción en
tiempo real. Formaba parte de la exposición Auriferous: the Gold Project
que tuvo lugar en la Bathhurst Regional Art Gallery de New South Wales, 22 de
abril al 10 de junio de 2001. Existe documentación sobre la misma en la sección
"Projects” del sitio web <http://www.michael-goldberg.com>.
[10] Karin Knorr Cetina y Urs Bruegger,
"Traders’ Engagement with Markets: A Postsocial Relationship”, en Theory,
Culture & Society, 19/5-6, 2002.
[11] Resulta
interesante el hecho de que la primera pantalla conectada en red para mostrar
gráficos de este tipo, el monitor Reuters, fue introducida en 1973: exactamente
cuando Bretton Woods estableció su sistema monetario internacional basado en un
tipo de cambio sólido y estable fundado en el dominio del dólar, lo que condujo
a los tremendos volúmenes de intercambio comercial internacional que hoy
prevalecen (del orden de un trillón y medio de
dólares estadounidenses diario). Hoy día, "la comunidad de usuarios del
sistema Reuters consiste en aproximadamente 19.000 personas que trabajan para
más de 6.000 organizaciones en 110 países de todo el mundo y que mantienen más
de un millón de conversaciones por semana” (http://about.reuters.com/productinfo/dealing3000/description.aspx?user=1&).
[13] Sobre el concepto de "incrustación” [embeddedness] véase Karin Knorr Cetina y
Urs Bruegger, "Global Microstructures: The Virtual Societies of the Financial
Markets”, en American Journal of Sociology, 7/4, 2002.
[15] Karin Knorr Cetina y Urs Bruegger, "Traders
Engagements with Markets”, op. cit.
[16] "No se trata sólo de que los traders se
enfrentan a sus carencias, sino que convierten el ‘carecer’ en un juego o una
práctica sofisticada, un dominio en el que se busca desplazar, incrementar,
decrecer, predecir, ocultar, retrasar o vivir con la carencia”, ibídem.
[17] Sobre la modulación del afecto
mediante el uso de las tecnologías de pantallas véase Nigel Thrift,
"Intensities of Feeling: Towards a spatial politics of affect”, en Geografiska
Annaler, 86B/1, 2004.
[19] Michael Goldberg entrevistado por
Geert Lovink, "Catching a Falling Knife: The Art of Day Trading”, op.
cit.
[20] "Crear las instituciones que,
interiorizadas por los individuos, les faciliten al máximo posible acceder a su
autonomía individual y su participación efectiva en todo poder explícito que
exista en la sociedad”, Cornelius Castoriadis, Le Monde morcelé. Les
carrefours du labyrinthe 3, Seuil, París, 1990, pág. 170 (cito
modificando ligeramente el original).
[21] Karin Knorr Cetina, "Postsocial
Relations”, en G. Ritzer y B. Smart (eds), Handbook of Social Theory,
Sage, Londres, 2001, págs. 530 y ss.
[22] Félix Guattari, Cartografías esquizoanalíticas, Manantial, Buenos Aires, 1989.
[23] El texto en el que Guattari define
su noción de inconsciente como máquina, de manera distinta a como lo hace el
estructuralismo lingüístico de Lacan, es "Máquina
y estructura" (1969), Psicoanálisis y transversalidad, Siglo XXI,
Buenos Aires, 1976.
[25] "Capturing the Moving Mind: An Introduction” (http://www.ephemeraweb.org/conference/Intro.pdf). El texto es anónimo, pero en gran
medida coincide con "The Structure of Change: An Introduction” de Akseli
Virtanen y Jussi Vähämäki, en ephemera, 5/10, op. cit.
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