por Rosa Olivares Exit, Imagen y Cultura nº 21 Foto: Eugenio Recuenco
Esto ya lo he visto en algún sitio. Esto lo he
oído antes. Tengo la sensación de haber vivido ya esta situación. Parece
como si toda la vida fuera un carrusel en el que giramos y vivimos los
mismos momentos una y otra vez, siempre creyendo que es la primera vez.
La primera vez. Pendientes de una primera vez que, a la larga, resultará
ser un dejá vu eterno. No hay primera vez como no hay nada
nuevo, sino diferentes formas de hacer lo mismo, de hacer algo parecido
que resultará ser siempre, cada vez, algo diferente. Simplemente porque
diferentes somos nosotros, las personas que saltamos del carrusel con la
intención de conquistar continentes que ya han sido conquistados varias
veces, escribir libros que otros ya han leído, decir la eterna letanía
del "te amo", "lo siento", "adiós"..., una y otra vez, como un coro mal
afinado.
Borges nos recordaba que hay un lugar en el que
continua, permanente, eternamente, se están diciendo todas las cosas que
se han dicho en la historia de la humanidad. Siempre, de una forma
constante, oyendo lo que ya hemos oído, diciendo lo que ya hemos dicho.
Tal vez ese sitio se llame Memoria , porque dentro de cada uno
siempre permanecen los momentos vividos, las sensaciones sentidas...
pero eso que creemos que es siempre igual está siempre cambiando,
reescribiéndose, reconstruyéndose continuamente de una forma instintiva y
a la vez inevitable. Si los primeros amores, los primeros besos, siguen
existiendo sólo porque nosotros los recordamos, y de hecho ésa es su
única existencia, entonces todo lo vivido viene a ser como una novela en
continua corrección, permanentemente reescrita.
Remake, una palabra inglesa que ya es aceptada y entendida universalmente, significa re-hacer , re-construir ,
hacer de nuevo algo que ya está hecho. Se usa para definir aquellas
versiones de creaciones que ya existen pero que son utilizadas como
fuentes de inspiración para hacer obras nuevas. Aunque podría ser de
otra manera: remake es lo que se hace cuando no se consigue conectar
directamente con una inspiración propia y se vuelve, una vez más, a las
fuentes, a ese conocimiento que es como la base esencial de todos
nosotros. Entre el homenaje y la copia, el remake viene a ser una burla
de la idea de originalidad, característica y definitoria de lo que es un
artista. Pero al mismo tiempo significa un bucle en el conocimiento de
nosotros mismos. El remake descontextualiza y reinterpreta a los
clásicos pero también a los modernos y, por qué no, a los
contemporáneos. Sólo falta el remake de nosotros mismos, el remake de la
obra que todavía no se ha terminado. No es una copia, de hecho llega un
momento en el que el remake se convierte en algo totalmente nuevo, pues
el referente existe solamente en nuestra imaginación, y muchos de los
que consideramos remakes no lo son, sino que son obras basadas en
pasajes históricos o religiosos, en estilos artísticos que nos recuerdan
algo, aunque no sepamos concretamente qué. Algo parecido a lo que le
sucedió al gran falsificador Emil de Hory, que realmente nunca falsificó
un cuadro ya existente, sino que pintaba cuadros al estilo de Picasso o
de Matisse, y de otros muchos, construyendo sus obras con fragmentos de
las obras de los maestros, con figuras que ellos hubieran podido hacer
pero que no hicieron. De esta manera, muchos remakes no lo son, sino que
simplemente su presencia hurga en nuestra memoria y en nuestra rutina,
en busca de un original que juraríamos haber visto pero que realmente no
existe.
Se dice que los artistas recurren al remake en
momentos de baja creatividad, que son ejercicios de destreza,
entretenimientos, un juego para pasar el momento y retomar la propia
obra, el propio estilo. Sin embargo, podemos ver hoy en día que esto no
es así, que hay artistas que trabajan sistemáticamente en el territorio
de la reconstrucción de una historia del arte que se vuelve
interminable. Una historia llena de mitos, de leyendas, de figuras
heroicas a los ojos de todos nosotros. Algunas obras de la historia del
arte se han convertido en fuentes inagotables de referencias para los
artistas posteriores, y la fotografía, sin duda el lenguaje artístico
más ágil y atrevido, surfea en esta historia del arte despreciando
cualquier riesgo. La fotografía se ha nutrido de la iconología
pictórica, ha repetido estilos, se ha sumergido en una abstracción
esencialmente cromática, básicamente pictórica, y también se ha dejado
llevar por el homenaje y la ironía hacia ese arte con letras mayúsculas
que siempre se ha querido distanciar de esa hermanita traviesa que ha
supuesto la fotografía.
Los fotógrafos se han apropiado no sólo de los
cuadros célebres, sino que han aislado a sus personajes, los han
transformado, coloreado, travestido, reconstruyendo realmente gran parte
de toda esa historia. Pero también se ha entrado en el mundo del cine, y
se ha utilizado su aura, ese estilo tan nuestro y a la vez tan difícil
de fichar, tan difícil de saber si esa imagen de Cindy Sherman es de una
película o simplemente está hecha al estilo del cine negro, pero no de
una escena concreta.
Así, de entre los grandes personajes repetidos hasta el agotamiento no sólo Velázquez y sus Meninas , Courbet y su Origen del mundo , o Leonardo y su Gioconda , ni escenas como la última cena o las crucifixiones, descendimientos, etc., sino también Alfred Hitchcock y sus películas como Psicosis , La Ventana Indiscreta , Los Pájaros o Vértigo ,
y también Man Ray, August Sander, Helmut Newton, los Becher y los
grandes de la fotografía, con sus imágenes que ya son parte de una
historia del arte y de la sociedad actual. Y también Boticelli,
Caravaggio, Piranesi, Goya, Cézanne, Picasso, Modigliani, Hopper,
Duchamp, Warhol, Beuys..., nadie escapa a la revisión de la mirada del
artista que primero fue espectador, amante de un arte que forma nuestra
propia capacidad de ser y de hacer.
El remake alcanza en la fotografía la categoría
de un subgénero, no solamente por la cantidad de autores que han
realizado obras basadas en , versiones de , homenajes a ,
sino porque gran parte de la historia de la fotografía se basa en la
revisión de los temas, planteamientos y fórmulas plásticas que la
pintura ha convertido en tratados, ha definido y explicado a lo largo de
siglos con ejemplos por todos conocidos. Pero, además, hay algunos
fotógrafos y artistas que basan prácticamente toda su obra en el remake,
en re-hacer, hacer de nuevo obras clásicas. De algunos de ellos -Vik
Muniz, Yasumasa Morimura, Joel-Peter Witkin, Pierre et Gilles, Chuck
Samuels, Marcos López, Elena del Rivero, Jemima Stehli, Marcos Vilariño-
tratamos en las siguientes páginas, no de una forma exhaustiva pues
para eso se necesitaría mucho más espacio, pero sí de tal forma que
podamos comprender esta manera de reconstruirnos a nosotros mismos, de
dar un paso adelante cuando aparentemente se está retrocediendo. Es muy
significativo el proceso con el que algunos fotógrafos re-hacen los
mitos del arte, esos iconos que están en museos, en libros y que han
marcado las pautas de una evolución intelectual y sentimental en la
historia del hombre. Re-pintar la obra de Friedrich con colillas y
ceniza de cigarrillos, o fotografiar nuevamente El origen del mundo
en blanco y negro o poniéndole el símbolo de Europa. Desde chocolate
hasta juguetes infantiles, todo vale cuando se trata de reconocernos a
nosotros mismos, de tomar parte en una historia interminable.
Tal vez ahora seamos más conscientes que nunca
de que ya todo ha sido hecho. Por eso en el cine las segundas, terceras y
hasta las cuartas versiones de los clásicos nos enfrentan a las mismas
historias y personajes que lo hicieron hace años: Y antes de ellos la
literatura, y así hasta la Ilíada es reescrita para convertirse, más
aún, en un best seller infinito.
La propia vida, nuestras particulares vidas, son
un remake de lo ya vivido, por nosotros mismos y por tantos otros
antes. Y será vivida igual, pero de otra manera, por tantos otros
después. Todos haciendo únicos los momentos que son los mismos millones
de momentos. Diciendo y haciendo lo mismo de diferentes maneras. Pero es
importante que nos reconozcamos a nosotros mismos no sólo en los
espejos sino en la cultura, en la vida, en los otros.
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