Agustín Marangoni
En sus obras prevalece un instinto violentamente salvaje, confina al
hombre a un rincón marginal, siempre urbano y extremo. Tehching Hsieh
(1950) encuentra en sí mismo un laboratorio creativo para repensar el
valor de la libertad y cuestionar la relación hombre-tiempo- espacio.
El padre de Hsieh, hombre difícil de tratar, marido de cinco esposas,
se opuso de plano a que su hijo estudie pintura. Y peor aún cuando
comenzó con sus primeras performances, por ejemplo Jump piece, que
consistió en un salto desde el segundo piso de un edificio en Taiwán, o
Half-Ton, donde se deja aplastar bajo 500 kilos de estuco. El propio
artista entendió que eran piezas poco interesantes, pero significaron el
inicio hacia una revolución conceptual que llegaría una década después.
En 1974 se alistó para integrar la tripulación de un petrolero. En
julio de ese año desembarcó en Filadelfia y se quedó como inmigrante
ilegal. Hsieh tuvo que someterse a los trabajos más tediosos y vivir en
apartamentos inhabitables. Una experiencia, que más allá de lo
miserable, fue el impulso para concretar, en 1978, la primera One year
performance: Cage piece. Puntapié inicial hacia una serie que modificó
el tablero del arte en Nueva York.
En un departamento de Manhattan, Hsieh construyó una jaula de 3,5 mts
x 2,75 mts x 2,5 mts, con barrotes de madera de pino. Sólo contaba con
una cama, sábanas, y productos de higiene personal. Ni siquiera baño.
Allí se encerró, bajo la supervisión de un abogado. Como condiciones,
según un manifiesto redactado antes de entrar a la jaula, estaba
estipulado que no podía hacer otra cosa que pensar: ni tv, ni radio, ni
diarios, ni siquiera hablar.
Cheng Wei Kuong, un antiguo compañero con el que compartió clases de
arte en Taiwan, fue el encargado de alimentarlo y retirar las
suciedades. Todos los días, Kuong sacó una fotografía del artista, que
sirvió para documentar la performance. Además, una vez al mes la obra se
abrió al público. Antes de ingresar se afeitó la cabeza, para que el
pelo cumpla la función de adverbio de tiempo.
Su segunda One year performance: Time clock piece fue aún más álgida.
Durante un año completo, fichó una vez por hora una tarjeta en una
máquina, como si fuera empleado en una empresa o dependencia pública.
Instaló en su casa un aparto del estilo; a cada hora exacta, click. La
idea fue pulverizar la continuidad de cualquier actividad que esté
realizando, incluso dormir.
Hsieh consiguió fabricar una crítica notablemente creativa hacia la
inconciencia cotidiana de vivir el tiempo en fragmentos exactos. Todo el
material de esta performance fue conservado, y se expuso en el
Guggenheim con el título The Third Mind: American Artists Contemplate
Asia 1860-1989.
En 1981 desarrolló la tercera One year performance: Outdoor piece,
para la cual pasó un año entero a la intemperie, no podía refugiarse en
ninguna vivienda, ni construcción ni techo alguno, incluyendo autos,
carpas y transporte público. Su única actividad, además de evitar la
muerte por frío, fue marcar en un mapa todas las calles que recorrió
durante el desarrollo de la obra.
La cuarta One year performance es la más conocida: Rope piece,
desarrollada entre julio de 1983 y julio de 1984. El eje de la obra fue
atarse con una soga de 2,5 metros de largo a la artista Linda Montano,
quien ofició como colaboradora. Durante un año, ninguno de los dos tuvo
intimidad. Dos artistas amigos fueron testigos de que se cumpla lo
pactado.
Aparece en esta perfomance un furioso enfrentamiento entre lo
individual y el funcionamiento de las relaciones humanas. Dos personas
unidas entre sí pueden perder sus características como seres
individuales, al tiempo que esas relaciones evolucionan hasta generar
una transformación. Puede entenderse también a la sociedad en su
totalidad como una red extensa de ataduras, tal vez necesarias, tal vez
no, que conforman en última instancia al individuo.
Al año siguiente en su One year performance No art piece,
directamente, se volcó hacia la negación del arte. No hizo absolutamente
nada relacionado con el arte, ni leer, ni escribir, ni visitar museos,
ni hablar sobre arte. A modo de negación de todo su trabajo anterior.
Su última performance, Earth – Thirteen year plan, dio comienzo en
1986. Hsieh anunció que hasta el fin del milenio iba a producir arte
pero que no lo iba a comunicar. El 31 de diciembre de 1999, tal como
estaba previsto, emitió un comunicado que anunciaba que su última obra
era la propia supervivencia, la continuidad. Transformó su vida en una
pieza artística.
Tehching Hsieh es actualmente una figura de culto. La documentación
de sus performances gira por los principales museos del mundo. Y sus
primeras pinturas han ganado un lugar de privilegio en el mercado. Con
el dinero recaudado, el artista desarrolla un plan de becas para
estudiantes de arte en los Estados Unidos.
Tomado de: http://www.arteenlared.com
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