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Inicio » 2010 » Noviembre » 26 » TROPIEZOS Y DIFICULTADES AL PROGRESO DE LAS ARTES NUEVAS
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TROPIEZOS Y DIFICULTADES AL PROGRESO DE LAS ARTES NUEVAS


ALEJANDRO VIRASORO




El progreso de las artes nuevas suele ser tardío y difícil. De todos lados surgen obstáculos. La gente no se acostumbra a pensar que lo que pasó, debe, en ciertos casos, quedar olvidado o al menos fuera de uso. Se empeña en mantener ideas y hábitos ajenos a las circunstancias actuales. Esto lo hace, en primer término, por el recelo natural contra todo lo nuevo; este recelo está en la índole humana: además, porque no se detiene a pensar sobre las condiciones en que vive, ni si éstas son iguales o diferentes de las de otros tiempos. Ahora bien; pensando sobre las cosas se contrarían las costumbres viejas, se desecha lo inútil, se cambian los principios; en fin, se progresa. Pero la mayoría de las gentes suelen no pensar en nada, de un modo radical: viven los más mecánicamente, y si por ellos fuera, estaríamos en la edad de las cavernas, nada en el mundo habría progresado. Todo método nuevo ha sufrido oposición: antes de imponerlo, el autor ha debido sufrir rechazos y hasta burlas. A más de un innovador lo han tenido por loco sus contemporáneos. Todos usamos el ferrocarril y no se nos ocurre pensar en Stephenson, de quien se burlaban los ignorantes y los sabios por igual, cuando intentaba hacer triunfar este medio de locomoción que nos parece hoy una cosa bien sencilla. Esto mismo ocurre en otros dominios.

Voy a poner de relieve los achaques que conciernen a la arquitectura, para lo cual me autorizan mi profesión, mi práctica y mi vocación.
/

Situación actual de la arquitectura
En la arquitectura, según mi criterio, las cosas andan peor que en los otras artes. Si un hombre rico quiere comprar un lujoso vehículo, comprará no una carroza de las del tiempo de Luis XIV, sino un automóvil, y el más moderno que haya; o si quiere atravesar el mar, se embarcará en uno de esos magníficos caps y no en una carabela: y si quiere cazar fieras irá a adquirir una carabina de último modelo y no una ballesta medioeval.

Pero el mismo hombre rico, si quiere construirse una mansión va a concertar con su arquitecto un palacio versallesco o un castillo gótico o un alcázar morisco; y en ningún momento se le ocurrirá pensar si esto no es tan ridículo como viajar en una carroza Luis XIV o cazar bestias con jabalina, cuando dispone de más eficaces instrumentos.

Pero es que un cap es más cómodo, más seguro y más rápido que una carabela, y un automóvil que una vieja carroza, y una carabina que la mejor ballesta o arma arrojadiza. Y, en cambio, un palacio versallesco puede hacerse todo lo cómodo que se desea, conservando su estilo de tal modo que no habrá ningún edificio moderno que lo aventaje.

Este es el único argumento que se podría hacer con alguna apariencia de razón. Pero considerado con criterio de arquitecto, es un mal argumento porque desatiende todo espíritu de progreso y de perfección técnica. La desgracia de la arquitectura está en esto precisamente: en que los arquitectos en vez de combatir el temperamento conservador del vulgo, lo halagan. Esta práctica pusilánime ha tenido por efecto la pululación de las copias de los estilos más inadecuados, de las formas más híbridas y, finalmente, la pululación de los mamarrachos.
/

El impulso de renovación
Habrá quien alegue que lo que falta no es iniciativa, ni valor, ni amor de lo justo, sino espíritu. Veamos si es así. ¿No hay espíritu de renovación? Pues si no lo hay ¿de dónde viene ese perfeccionamiento, esa inventiva técnica continua de nuestro siglo?

Hay un grande, hasta diré exagerado espíritu de renovación. Y lo hay, no porque espontáneamente los hombres lo asuman, sino porque lo imponen todas las necesidades de la vida moderna. La necesidad, la proverbial madre de toda industria, también ha engendrado este grande y fuerte espíritu de renovación de nuestra época. El espíritu de renovación es un sentimiento y un impulso de carácter general, y no comercial. No se puede decir que haya un espíritu de renovación especial para un arte o industria y que no lo haya para otra; lo que hay que decir es que los profesionales de este arte o industria obedecen al impulso nuevo más que los profesionales de aquella otra. Los profesionales de la arquitectura desatienden nuestra época, así que se han quedado al margen de nuestra época o rezagados.

Los recursos materiales mecánicos y técnicos de nuestra época son de una gran riqueza. Con estos recursos nuevos hemos hecho, en la técnica científica e industrial, progresos bien patentes. De las artes hemos sacado por nuestra capacidad de producción cuantiosa, industrias que ninguna otra época tuvo. De las industrias hemos sacado artes que a la cantidad enorme, unen la calidad exquisita. De la mera fabricación de automóviles, por ejemplo, hemos hecho una industria que con todo derecho cabe llamar artística. Nadie que entienda algo de esto, lo negará.

De la ciencia teórica de la revolución hemos pasado primero a las tentativas mecánicas, de éstas a la técnica industrial, y con los estudios recientes del vuelo que llaman a vela ya vamos camino de crear un perfecto arte de la volación, como dicen los hermanos Lilienthal, sus inventores.
Pues si la inventiva humana hace tanto en la técnica de otras industrias y artes, ¿por qué no en la arquitectura?
¿Es posible suponer que, de golpe, en los umbrales de la arquitectura, se apalea el gran viento que todo lo arrastra y lo cambia, y todo obliga a renovarlo? ¿Es posible que solamente los arquitectos no sepan trabajar con los materiales y los recursos técnicos que les vienen a las manos?
Es bien triste decirlo, pero la verdad es que si hay gente atrasada en este mundo, son, en general, los arquitectos.
Yo hace mucho que estoy en mis trece, y no he cejado como se ve por esto que escribo. Pero con satisfacción veo que mis ideas no son guachas. No están desamparadas en este mundo.
/

El cemento armado
La industria de la edificación tiene hoy un elemento como no lo hubo antes nunca. En el cemento armado, que no tiene igual y no lo tuvo en lo que se conoce de la historia.
El cemento armado es el material ideal para construir. El cemento armado permite que la técnica de las construcciones sea digna de la época en que vivimos.
Lo malo es que no lo aprovechan en todo lo que da.
En lo vertical y en lo horizontal no hay ni ha habido material que ofrezca lo que el cemento armado. Sus posibilidades son enormes. Apenas si estamos iniciando la era del cemento armado. Ni cabe imaginar lo que va a poder hacerse con él cuando la arquitectura se practique sin las trabas tradicionales.

El cemento armado, con la resistencia de la piedra, es más liviano que la piedra. La columna de cemento armado puede hacerse más ágil y elegante que la columna griega, y los entablamentos de cemento armado pueden ser más llanos y ajustados: porque los entablamentos de los griegos eran necesariamente grandes bloques pesados.
A más de las ventajas de menor peso y de mayor ductilidad, que permiten hacer construcciones más audaces que nunca, el cemento armado impone de suyo una limitación, dichosa por cierto, porque es una limitación que favorece el buen gusto. Impone la línea geométrica y por lo común la recta, e impone el volumen geométrico, de ordinario cúbico y a veces esferoidal.

La belleza de una construcción, quiero repetirlo, nace del ajuste entre la obra y su objeto. Los objetos, o sea los temas de la arquitectura moderna, frigoríficos, hoteles, editoriales, fábricas, etc., exigen planos vastos, líneas simples y masas geométricas.
/

La parte del artista
¿Qué queda para el artista, se preguntará, si todo ha de ser con un número limitado de líneas y planos geométricos?
Queda para el artista lo que en toda época ha sido suyo: el matiz particular en la técnica de las condiciones generales.
El cemento debe ser tratado con una geometría arquitectónica, y las formas geométricas son contadas; pero las combinaciones de estas formas pueden ser tan varias y originales, como son las combinaciones que con las contadas letras del alfabeto, comunes a todo el mundo, hacen los artistas de la lengua.

Con las contadas formas geométricas hará el arquitecto artista sus combinaciones en la obra de cemento armado. Yo, por mi parte, así como hay artistas que con un solo tono fundamental elaborado en matices hacen todo un cuadro maravilloso por la riqueza, por ejemplo Whistler, que con el tono gris hacía pinturas de una elocuencia y encanto que un chambón no conseguiría con mil colores, así yo aspiro a bastarme con pocas formas geométricas y dar con las combinaciones que me sean posibles del cuadrado y del cubo, una serie de nuevas formas arquitectónicas. Esta aspiración no es teórica. Se autoriza en obras ensayadas y acabadas con arreglo a este principio.

A mi juicio, no hay formas geométricas como las del cuadrado y el cubo, para aplicar en la arquitectura. Permiten las combinaciones más armoniosas, así en planta como en elevación. La estructura limpia y elegante que resulta puede revestirse de las más ricas materias y de las más delicadas decoraciones; así como una mujer de cuerpo armonioso es fácil vestirla elegantemente, cosa que en vano se intentará con una jorobada.

La distribución de las masas ha de ser clara, las líneas nobles y sencillas; todo basado en principios matemáticos. El razonamiento más riguroso ha de presidir esta arquitectura. Ha de ser una arquitectura de partes esenciales, donde nada falte, pero que tampoco sobre.

La originalidad del artista se puede aplicar valiosamente en el dominio de los colores. Los planos del edificio de arquitectura geométrica simple, como la que propongo, pueden ser tratados con los colores más varios. El resultado depende del ojo y del gusto. No hay matiz que no sea admitido por una construcción semejante; y en materia de colores, estos volúmenes amplios, libres y ajustados con toda rectitud, los reciben todos con eficacia y devuelven a la vista, si los han sabido pintar, una armonía que no se hallará en otra arquitectura de ningún tiempo.

Por esto considero que mis proposiciones arquitectónicas tienden a una disciplina más severa en la técnica, con una libertad que por ahora entre nosotros se desconoce en la concepción y en la realización. No es la que hago una tentativa de anarquía, sino de autarquía. Anarquía es la confusión de ahora, este hibridismo y esta promiscuidad despreciables. La autarquía arquitectónica significa el régimen del pensamiento libre de cada arquitecto en la práctica de su arte.


El presente artículo fue publicado en la Revista de Arquitectura (Marzo 1926), bajo el título "Tropiezos y dificultades al progreso de las Artes Nuevas", por el Arqto.
Alejandro Virasoro


Categoría: Arquitectura | Visiones: 1260 | Ha añadido: esquimal | Tags: Virasoro, Arquitectura | Ranking: 0.0/0

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