ALEJANDRO
VIRASORO
El progreso de las
artes nuevas suele ser tardío y
difícil. De todos lados surgen
obstáculos. La gente no se
acostumbra a pensar que lo que
pasó, debe, en ciertos casos,
quedar olvidado o al menos fuera
de uso. Se empeña en mantener
ideas y hábitos ajenos a las
circunstancias actuales. Esto lo
hace, en primer término, por el
recelo natural contra todo lo
nuevo; este recelo está en la
índole humana: además, porque
no se detiene a pensar sobre las
condiciones en que vive, ni si
éstas son iguales o diferentes
de las de otros tiempos. Ahora
bien; pensando sobre las cosas se
contrarían las costumbres
viejas, se desecha lo inútil, se
cambian los principios; en fin,
se progresa. Pero la mayoría de
las gentes suelen no pensar en
nada, de un modo radical: viven
los más mecánicamente, y si por
ellos fuera, estaríamos en la
edad de las cavernas, nada en el
mundo habría progresado. Todo
método nuevo ha sufrido
oposición: antes de imponerlo,
el autor ha debido sufrir
rechazos y hasta burlas. A más
de un innovador lo han tenido por
loco sus contemporáneos. Todos
usamos el ferrocarril y no se nos
ocurre pensar en Stephenson, de
quien se burlaban los ignorantes
y los sabios por igual, cuando
intentaba hacer triunfar este
medio de locomoción que nos
parece hoy una cosa bien
sencilla. Esto mismo ocurre en
otros dominios.
Voy a poner de
relieve los achaques que
conciernen a la arquitectura,
para lo cual me autorizan mi
profesión, mi práctica y mi
vocación.
/
Situación
actual de la arquitectura
En la arquitectura, según mi
criterio, las cosas andan peor
que en los otras artes. Si un
hombre rico quiere comprar un
lujoso vehículo, comprará no
una carroza de las del tiempo de
Luis XIV, sino un automóvil, y
el más moderno que haya; o si
quiere atravesar el mar, se
embarcará en uno de esos
magníficos caps y no en una
carabela: y si quiere cazar
fieras irá a adquirir una
carabina de último modelo y no
una ballesta medioeval.
Pero el mismo hombre
rico, si quiere construirse una
mansión va a concertar con su
arquitecto un palacio versallesco
o un castillo gótico o un
alcázar morisco; y en ningún
momento se le ocurrirá pensar si
esto no es tan ridículo como
viajar en una carroza Luis XIV o
cazar bestias con jabalina,
cuando dispone de más eficaces
instrumentos.
Pero es que un cap
es más cómodo, más seguro y
más rápido que una carabela, y
un automóvil que una vieja
carroza, y una carabina que la
mejor ballesta o arma arrojadiza.
Y, en cambio, un palacio
versallesco puede hacerse todo lo
cómodo que se desea, conservando
su estilo de tal modo que no
habrá ningún edificio moderno
que lo aventaje.
Este es el único
argumento que se podría hacer
con alguna apariencia de razón.
Pero considerado con criterio de
arquitecto, es un mal argumento
porque desatiende todo espíritu
de progreso y de perfección
técnica. La desgracia de la
arquitectura está en esto
precisamente: en que los
arquitectos en vez de combatir el
temperamento conservador del
vulgo, lo halagan. Esta práctica
pusilánime ha tenido por efecto
la pululación de las copias de
los estilos más inadecuados, de
las formas más híbridas y,
finalmente, la pululación de los
mamarrachos.
/
El impulso
de renovación
Habrá quien alegue que lo que
falta no es iniciativa, ni valor,
ni amor de lo justo, sino
espíritu. Veamos si es así.
¿No hay espíritu de
renovación? Pues si no lo hay
¿de dónde viene ese
perfeccionamiento, esa inventiva
técnica continua de nuestro
siglo?
Hay un grande, hasta
diré exagerado espíritu de
renovación. Y lo hay, no porque
espontáneamente los hombres lo
asuman, sino porque lo imponen
todas las necesidades de la vida
moderna. La necesidad, la
proverbial madre de toda
industria, también ha engendrado
este grande y fuerte espíritu de
renovación de nuestra época. El
espíritu de renovación es un
sentimiento y un impulso de
carácter general, y no
comercial. No se puede decir que
haya un espíritu de renovación
especial para un arte o industria
y que no lo haya para otra; lo
que hay que decir es que los
profesionales de este arte o
industria obedecen al impulso
nuevo más que los profesionales
de aquella otra. Los
profesionales de la arquitectura
desatienden nuestra época, así
que se han quedado al margen de
nuestra época o rezagados.
Los recursos
materiales mecánicos y técnicos
de nuestra época son de una gran
riqueza. Con estos recursos
nuevos hemos hecho, en la
técnica científica e
industrial, progresos bien
patentes. De las artes hemos
sacado por nuestra capacidad de
producción cuantiosa, industrias
que ninguna otra época tuvo. De
las industrias hemos sacado artes
que a la cantidad enorme, unen la
calidad exquisita. De la mera
fabricación de automóviles, por
ejemplo, hemos hecho una
industria que con todo derecho
cabe llamar artística. Nadie que
entienda algo de esto, lo
negará.
De la ciencia
teórica de la revolución hemos
pasado primero a las tentativas
mecánicas, de éstas a la
técnica industrial, y con los
estudios recientes del vuelo que
llaman a vela ya vamos camino de
crear un perfecto arte de la
volación, como dicen los
hermanos Lilienthal, sus
inventores.
Pues si la inventiva humana hace
tanto en la técnica de otras
industrias y artes, ¿por qué no
en la arquitectura?
¿Es posible suponer que, de
golpe, en los umbrales de la
arquitectura, se apalea el gran
viento que todo lo arrastra y lo
cambia, y todo obliga a
renovarlo? ¿Es posible que
solamente los arquitectos no
sepan trabajar con los materiales
y los recursos técnicos que les
vienen a las manos?
Es bien triste decirlo, pero la
verdad es que si hay gente
atrasada en este mundo, son, en
general, los arquitectos.
Yo hace mucho que estoy en mis
trece, y no he cejado como se ve
por esto que escribo. Pero con
satisfacción veo que mis ideas
no son guachas. No están
desamparadas en este mundo.
/
El cemento
armado
La industria de la edificación
tiene hoy un elemento como no lo
hubo antes nunca. En el cemento
armado, que no tiene igual y no
lo tuvo en lo que se conoce de la
historia.
El cemento armado es el material
ideal para construir. El cemento
armado permite que la técnica de
las construcciones sea digna de
la época en que vivimos.
Lo malo es que no lo aprovechan
en todo lo que da.
En lo vertical y en lo horizontal
no hay ni ha habido material que
ofrezca lo que el cemento armado.
Sus posibilidades son enormes.
Apenas si estamos iniciando la
era del cemento armado. Ni cabe
imaginar lo que va a poder
hacerse con él cuando la
arquitectura se practique sin las
trabas tradicionales.
El cemento armado,
con la resistencia de la piedra,
es más liviano que la piedra. La
columna de cemento armado puede
hacerse más ágil y elegante que
la columna griega, y los
entablamentos de cemento armado
pueden ser más llanos y
ajustados: porque los
entablamentos de los griegos eran
necesariamente grandes bloques
pesados.
A más de las ventajas de menor
peso y de mayor ductilidad, que
permiten hacer construcciones
más audaces que nunca, el
cemento armado impone de suyo una
limitación, dichosa por cierto,
porque es una limitación que
favorece el buen gusto. Impone la
línea geométrica y por lo
común la recta, e impone el
volumen geométrico, de ordinario
cúbico y a veces esferoidal.
La belleza de una
construcción, quiero repetirlo,
nace del ajuste entre la obra y
su objeto. Los objetos, o sea los
temas de la arquitectura moderna,
frigoríficos, hoteles,
editoriales, fábricas, etc.,
exigen planos vastos, líneas
simples y masas geométricas.
/
La parte del
artista
¿Qué queda para el artista, se
preguntará, si todo ha de ser
con un número limitado de
líneas y planos geométricos?
Queda para el artista lo que en
toda época ha sido suyo: el
matiz particular en la técnica
de las condiciones generales.
El cemento debe ser tratado con
una geometría arquitectónica, y
las formas geométricas son
contadas; pero las combinaciones
de estas formas pueden ser tan
varias y originales, como son las
combinaciones que con las
contadas letras del alfabeto,
comunes a todo el mundo, hacen
los artistas de la lengua.
Con las contadas
formas geométricas hará el
arquitecto artista sus
combinaciones en la obra de
cemento armado. Yo, por mi parte,
así como hay artistas que con un
solo tono fundamental elaborado
en matices hacen todo un cuadro
maravilloso por la riqueza, por
ejemplo Whistler, que con el tono
gris hacía pinturas de una
elocuencia y encanto que un
chambón no conseguiría con mil
colores, así yo aspiro a
bastarme con pocas formas
geométricas y dar con las
combinaciones que me sean
posibles del cuadrado y del cubo,
una serie de nuevas formas
arquitectónicas. Esta
aspiración no es teórica. Se
autoriza en obras ensayadas y
acabadas con arreglo a este
principio.
A mi juicio, no hay
formas geométricas como las del
cuadrado y el cubo, para aplicar
en la arquitectura. Permiten las
combinaciones más armoniosas,
así en planta como en
elevación. La estructura limpia
y elegante que resulta puede
revestirse de las más ricas
materias y de las más delicadas
decoraciones; así como una mujer
de cuerpo armonioso es fácil
vestirla elegantemente, cosa que
en vano se intentará con una
jorobada.
La distribución de
las masas ha de ser clara, las
líneas nobles y sencillas; todo
basado en principios
matemáticos. El razonamiento
más riguroso ha de presidir esta
arquitectura. Ha de ser una
arquitectura de partes
esenciales, donde nada falte,
pero que tampoco sobre.
La originalidad del
artista se puede aplicar
valiosamente en el dominio de los
colores. Los planos del edificio
de arquitectura geométrica
simple, como la que propongo,
pueden ser tratados con los
colores más varios. El resultado
depende del ojo y del gusto. No
hay matiz que no sea admitido por
una construcción semejante; y en
materia de colores, estos
volúmenes amplios, libres y
ajustados con toda rectitud, los
reciben todos con eficacia y
devuelven a la vista, si los han
sabido pintar, una armonía que
no se hallará en otra
arquitectura de ningún tiempo.
Por esto considero
que mis proposiciones
arquitectónicas tienden a una
disciplina más severa en la
técnica, con una libertad que
por ahora entre nosotros se
desconoce en la concepción y en
la realización. No es la que
hago una tentativa de anarquía,
sino de autarquía. Anarquía es
la confusión de ahora, este
hibridismo y esta promiscuidad
despreciables. La autarquía
arquitectónica significa el
régimen del pensamiento libre de
cada arquitecto en la práctica
de su arte.
El presente
artículo fue publicado en la
Revista de Arquitectura (Marzo
1926), bajo el título
"Tropiezos y dificultades al
progreso de las Artes
Nuevas", por el Arqto. Alejandro
Virasoro
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