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La escritura impertinente I Parte.

La escritura impertinente

 I parte


por Alexis Grohmann
Ínsula nº 703-704




Henry Wallis,  the dead of chatterton, 1856


«No tienen nada que hacer en el periódico los literatos al viejo modo, esos caballeros necios y magníficos que se sacan artículos de la cabeza sobre todo lo divino y lo humano (...) [que] todas las mañanas meten por debajo de la puerta sus impertinentes prosas» [ 1 ] . Con estas palabras, el periodista andaluz (y autor de una memorable narración biográfica de Juan Belmonte) expresaba en 1928 su deseo de desterrar del periódico al escritor y sus escritos. Baldío resultó tal anhelo que, lejos de cumplirse, sólo llega a expresar la frustración ante la presencia de los literatos en la prensa, presencia que, desde la época democrática reiniciada, es especialmente marcada en la modalidad del columnismo; desde 1975 asistimos a un auge sin parangón de la columna, especialmente la que es cultivada por escritores, que contribuye a la configuración de un género en gran medida nuevo en las letras españolas, un género heredero, eso sí, de fuentes autóctonas y de una rica tradición de simbiosis entre literatos y prensa y de la prosa «impertinente» de aquellos que desde hace por lo menos dos siglos se ha introducido en los periódicos.



Algunos antecedentes

La columna como género propiamente dicho y en el sentido en que lo entendemos hoy no aparece en España hasta el siglo XX, aunque tan poca relevancia tiene como género bien delimitado en la prensa que sólo mediado el siglo XX aparece una primera referencia a ella en la Enciclopedia del periodismo publicada en 1953; se la nombra pero no se la considera lo suficientemente importante como para dedicarle un capítulo y sólo a partir de finales de los años sesenta empieza a adquirir cierto relieve como género. Por lo tanto, desde un punto de vista histórico la columna nace en España en el siglo XX pero no prolifera hasta la segunda parte de este siglo, experimentando su apogeo en la época posterior a 1975. Sin embargo, la columna no surge de la nada. Como bien demuestra la propia Seoane en su trabajo en este número monográfico o como afirma Morán Torres, «históricamente, podemos considerar que la columna actual responde a lo que en el viejo periodismo era el artículo de un colaborador fijo, denominándose columnista al que antes se llamaba articulista» [ 2 ] . Ahí radica la dificultad de precisar los orígenes del columnismo, porque del artículo firmado de un colaborador regular de un periódico, un fenómeno muy extendido en el siglo XIX y principios del XX, a la columna media un paso casi imperceptible.

Como demuestra Seoane, los antepasados inmediatos del columnismo del siglo XX se encuentran en el articulismo del siglo XIX, un siglo a partir del cual «se agiganta el papel de la prensa» [ 3 ] . Es en este siglo cuando la prensa se convierte en un medio de comunicación de masas, que además goza de una exclusividad que perderá en el siguiente. Paralelamente, la prensa da cabida en este período a la literatura: géneros literarios como el artículo de costumbres, la novela de folletín y el relato breve hallan su vehículo específico en las páginas de la prensa periódica. Como es bien sabido, el género romántico del costumbrismo nace en los periódicos que acogen los artículos o «cuadros» de costumbres en su parte amena, la parte inferior de la primera página separada por una línea de la sección política. Esta sección, «el inquilino del bajo» de los periódicos hasta entrado el siglo XX, llamada primero «boletín» y luego «folletín» (del feuilleton francés), es dedicada a la literatura en la prensa diaria que admite así la literatura en su seno mediante la publicación de artículos de costumbres o de crítica y de obras de creación [ 4 ] . De hecho, la lista de escritores del siglo XIX que colaboran en los periódicos, que son periodistas en un sentido estricto o que incluso desempeñan otras funciones dentro del periódico como la de redactores o fundadores, es encabezada por Mariano José de Larra y Ramón de Mesonero Romanos, los padres del artículo literario (de costumbres) e incluye a prácticamente todos los escritores importantes del siglo, como Serafín Estébanez Calderón, Gustavo Adolfo Bécquer, Ramón de Campoamor, Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas («Clarín»), entre muchos otros.

Larra, en concreto, se suele mencionar como el antecedente más significativo del columnismo contemporáneo. En efecto, con sus artículos de costumbres no sólo se convierte en el creador del artículo literario en España, sino que se perfila como un «protocolumnista», mediante su profunda preocupación por la utilización de la lengua, su concepción del articulismo como un género literario, la primacía concedida al estilo y los recursos retóricos, la ficcionalización de la realidad y del «yo», y su empleo de la parodia, la sátira, el humor y el ridiculum en general con fines críticos. Pero, como afirma Seoane, la «edad dorada» de la literatura del periódico es la época entre 1898 y 1936, cuando la prensa «está a extraordinaria altura en el [aspecto] intelectual y literario, porque se nutre en gran medida de las plumas de escritores e intelectuales en una época excepcional de la cultura española»; revistas y diarios publican en cada uno de sus números varios artículos de escritores que comentan la realidad española o escriben sobre temas artísticos, literarios, científicos, filosóficos, etc., hasta tal punto que «puede afirmarse sin exageración que el ámbito natural del escritor es el periódico más que el libro» [ 5 ] . A modo de ejemplo, una de las tempranas «columnas» importantes del siglo XX sería, por ejemplo, la serie que escribe Corpus Barga desde París en calidad de corresponsal para El Sol en los años diez y veinte; «cada día mandaba sus ideas sobre algo vivo que acontecía. Su columna era esperada y leída por miles de madrileños» [ 6 ]

. Aunque tampoco se debe olvidar la importancia que sigue teniendo el artículo (y, en menor medida, la columna) en la posguerra, con cultivadores como Josep Pla, Víctor de la Serna y otros como Rafael Sánchez Mazas, José María Pemán o César González Ruano, los cuales son a menudo citados por columnistas contemporáneos como precursores importantes.
Durante la mayor parte del siglo XIX la prensa, más que portavoz o formadora de opinión, es un arma de combate político en una época combativa. Sólo cuando el periódico se transforma en un efectivo medio de información de masas profesionalizado en el último tercio del siglo, la prensa se convierte en un verdadero «cuarto poder» que ya no estará a la merced de distintos grupos de poder político que buscan imponerse. Este desarrollo es crucial para entender la evolución de la prensa y el periódico que eventualmente dará acogida al columnismo. Hacia la mitad del siglo XIX empiezan a surgir periódicos que se pretenden neutrales, políticamente independientes y objetivos proveedores de información, como la Correspondencia de España (1858) o El Imparcial (1867), que «están más atentos a servir los intereses de la empresa que los de un partido, para lo cual han de conseguir muchos anunciantes y muchos lectores, siempre en estrechísima conexión» [ 7 ] . Es la entrada en la era capitalista del periódico que se transforma, además, con la llegada del telégrafo, del correo, del ferrocarril, los avances en el arte de la imprenta y las artes gráficas y la creación de agencias de noticias. La opinión cede paso a la información en el transcurso del siglo XIX y las noticias firmadas a las noticias anónimas de agencia, y en el periódico empieza a primar lo impersonal. Paulatinamente va desapareciendo el editorial y la noticia firmados y los periódicos se van convirtiendo en grandes empresas donde cobran importancia la despersonalización y el editorial anónimo que ya no representa el punto de vista de su redactor o director sino el de la empresa.



Es decir, si antes los periódicos se identificaban con la voz de su director o redactor que firmaba sus contribuciones (la misma persona, en la mayoría de los casos), si eran su órgano personal de expresión, en el transcurso del siglo XIX se despersonalizan y se crea el mito de la objetividad, en gran medida porque, convertidos en empresas capitalistas, los periódicos quieren apelar a un amplio sector de la población. Esta aspiración a la objetividad, que hoy reconocemos como imposible e ilusoria, es fomentada primero por las agencias de noticias y, a principios del siglo XX, por la incorporación de la fotografía. Y la redacción de manera impersonal de la noticia, por lo menos en el periodismo informativo, es todavía la receta vigente de los libros de estilo de los más grandes periódicos españoles.

La división del trabajo, la profesionalización del periódico y la especialización de la empresa capitalista conducen a la necesidad de diferenciar las distintas voces que componen el periódico. De ahí que, si antes «el artículo firmado hacía también las funciones del editorial [que eran] editoriales personales que coincidían con la voz de la empresa, pues ambas opiniones coincidían a su vez en la misma persona», ahora surge la necesidad de diferenciar las voces y opiniones del periódico, «la de la propia empresa, a través del editorial, y la de los periodistas o colaboradores, a través de otros géneros de opinión, como la columna» [ 8 ] . La entrada de los periódicos, a partir del siglo XIX, en la edad capitalista y la de la información, su profesionalización y su transformación en medios de comunicación de masas hacen imprescindible la rápida, veraz y exacta difusión de noticias y la búsqueda de objetividad en su relato, todo lo cual lleva a su despersonalización y a la clara delimitación de las maneras de tratar la noticia, o sea, la creación de géneros periodísticos, de géneros de información y de «opinión». A medida que se lleva a cabo esta despersonalización y especialización del producto periodístico surge también la necesidad de voces personales, porque a menudo el lector prefiere la personalidad al anonimato.

Concreta y paradójicamente, por lo tanto, el nacimiento de la columna está relacionado con la progresiva despersonalización del periódico y el editorial, con su paso del punto de vista de la primera persona singular a la primera persona del plural, del «yo» del director y redactor al «nosotros» del colectivo de la redacción o la empresa entera y con la diferenciación de los distintos textos que componen el periódico. La columna, un género en un principio análogo al editorial, surge cuando éste pierde su carácter personal, y se define precisamente por ser un texto firmado por una persona, como antes el editorial, una expresión de una visión del mundo muy personal, una voz individual [ 9 ] . La larga tradición española proclive al articulismo es significativa no sólo porque de ésta beberá un nuevo periodismo cuya evolución coincide con la Transición de la dictadura a la democracia en los años setenta del siglo XX, sino también porque potencia el cultivo de un género como la columna.



La columna y el reinicio de la democracia a partir de 1975

A partir de 1975, la mera cantidad de columnas que nacen y el creciente número de columnistas atestiguan una floración que empieza con la Transición y desemboca en el auge verdaderamente extraordinario de la columna en los noventa [ 10 ] . Toda una serie de libros sobre este género y otros afines se hacen eco de esa expansión. Así, en 1990, Luisa Santamaría habla del gran prestigio de que goza en la prensa la columna firmada; Fernando López Pan observa que, «aunque la columna ha sido un género periodístico abundantemente cultivado en España, en los últimos años asistimos a un auge sin parangón del género»; Antonio López Hidalgo afirma que los columnistas y el género del columnismo están de moda, como también confirma Pedro de Miguel; Irene AndresSuárez distingue el nacimiento de una «modalidad nueva», el artículo literario, del cual la columna es probablemente la vertiente más importante, conclusión que comparte también De Miguel; en su análisis de los artículos literarios de Antonio Muñoz Molina, Fernando Valls hace hincapié en «el momento de esplendor» de este género; según Bernardo Gómez Calderón, «con toda probabilidad, ningún género periodístico atraviesa hoy en día un momento más feliz desde el punto de vista cuantitativo que la columna de opinión» [ 11 ] . Y esto se debe en gran medida a la proliferación de escritores como columnistas, a la calidad de la prosa de sus textos y a la variedad de las columnas. De hecho, si a finales de los años setenta la columna se consideraba todavía como un género escrito por periodistas, un cuarto de siglo después la situación ha cambiado tanto, que esto no es cierto, o no del todo [ 12 ] .

Es, por lo tanto, con el reinicio de la democracia, y en los años noventa en especial, cuando la columna de escritores empieza a perfilarse y distinguirse como género autóctono e importante en la prensa española y cuando empieza a componerse como modalidad nueva en su estrecha afinidad con la literatura. Los factores relacionados con lo que se podría llamar, como veremos, el nacimiento de la modalidad de la columna de escritores en España y su muy considerable envergadura son múltiples. El primero de ellos es, obviamente, la libertad de expresión, uno de los pilares del género del columnismo, que es consagrada por el Artículo 20 de la Constitución Española de 1978. Poder expresar libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante un medio escrito es, precisamente, una condición sin la cual la columna mal o sólo medianamente se puede desarrollar [ 13 ] . Otros dos factores generales y relacionados que componen un marco que sin duda repercute en el auge del columnismo son el muy sustancial papel de la prensa en la época posfranquista, especialmente crucial en los años de la Transición, y un nuevo periodismo español que empieza a gestarse en los años sesenta. El papel e importancia adquiridos por la prensa a partir de 1975, en conjunción con otros factores -el surgimiento de nuevas cabeceras, las transformaciones tecnológicas, la crisis económica o el traslado de periodistas (entre ellos, algunos columnistas), de las «viejas» redacciones, como Triunfo o Informaciones , a la joven prensa de la democracia, como El País , El Periódico o Diario 16 -, conforman el marco dentro del cual se desarrollará el columnismo de estos y posteriores años.

El nuevo periodismo que se desarrolla en España desde finales de los años sesenta hasta los primeros ochenta es «una corriente periodísticoliteraria marcada, entre otras cosas, por una actitud de acento crítico e intelectual, heredada de la mejor tradición periodística española» [ 14 ] . Periodistas como Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Vicent, Francisco Umbral, Maruja Torres o Rosa Montero forman parte de un generación nacida en su mayoría después de la guerra civil que llega al periodismo durante un período que coincide con cierto relajamiento de la censura y la aparición de nuevas cabeceras no controladas por la prensa del Movimiento, además de un aumento generalizado de la calidad de la prensa; empiezan a buscar nuevas formas de escritura y a cultivar un periodismo innovador y diferente basado, en palabras de Rosa Montero, en «la subjetividad, la búsqueda lingüística y literaria de lo que estás escribiendo, no solamente del lenguaje sino también de una estructura literaria. Plantearte que cada cosa que haces puede tener su propia estructura como la tiene un cuento, mientras que un periodista tradicional (...) siempre hará los reportajes de una determinada manera» [ 15 ] .




Este nuevo periodismo, también llamado «periodismo informativo de creación», se inspira en una larga tradición de escritura periodística española y busca más «cultivar géneros más próximos a la divagación personal y a la opinión -columna, retrato, cuadro de costumbre, artículo- que la búsqueda contrastada de información», y su sello distintivo es la voluntad de estilo y la búsqueda de la excelencia expresiva, «la consideración del quehacer periodístico como escritura, y no como mera redacción» [ 16 ] . De ahí que se pueda afirmar que se trata también «de una invasión de los procedimientos literarios en la escritura periodística» [ 17 ] . Y una consecuencia de esta invasión es que se va complicando la diferencia entre lo que tradicionalmente suele llamarse periodismo de información (por ejemplo, noticia o reportaje) y periodismo de opinión (editorial, artículo de opinión, columna o crítica); «lo nuevo está en el hecho de que el periodismo informativo se ha hecho creativo, invadiendo el terreno en el que antes se movía en exclusiva el periodismo de opinión» [ 18 ] . No me parece nada casual, sino más bien consecuente con esta evolución del periodismo, ver esta tendencia del periodista considerado como escritor y la concomitante importancia del estilo estrechamente relacionadas al hecho de que, por ejemplo, todos los citados -Montero, Torres, Umbral, Vicent y Vázquez Montalbán-, que en un principio son periodistas, pasen a practicar también otros géneros de escritura como la columna, la novela o la poesía.



El valor de la columna

Aparte de estos elementos, hay toda una serie de factores más concretos que inciden en el auge del columnismo. Así, desde el punto de vista del periódico, la columna alcanza una importancia vertebradora, tanto en el sentido figurado de esta palabra como en el literal: juega un papel central en la organización de la estructura interna del periódico y en su articulación y proyección. Como explica Brendan Hennessy, a los redactores de periódicos les encantan las columnas: «Editors like columns. They provide the security of all features: at least those spaces will be filled» [ 19 ] . La cantidad y el lugar fijos de las columnas, o sea, de un número de espacios predeterminados -de hecho, como veremos más adelante, extensión y lugar fijos son dos de las características del género del columnismo-, ayudan de manera muy considerable a elaborar un periódico que cada día de la semana, ocurra lo que ocurra, publica un mismo número de páginas; los columnistas garantizan la ocupación de cierto porcentaje de espacio independientemente del resto del contenido, y proveen de antemano al periódico espacios determinados que conformarán, junto con otros, el esqueleto en torno al que se organizará el diario.
Otras de las razones por las que les encantan las columnas a los redactores de periódicos -aparte de que la colaboración de los columnistas les sigue resultando relativamente barata en comparación con los costes de llenar el resto del periódico- son el hecho de que las columnas pueden proporcionar un tono distinto al tenor dominante de las malas noticias; pueden entretener o dar un toque ligero a la seriedad prevaleciente; pueden crear controversias, y son producto de una voz individual. Todos son factores que a su vez pueden incitar discusión pública y reacciones de los lectores directamente reflejadas en la sección «Cartas al director» y pueden incluso estimular las ventas del periódico, especialmente a través de la asidua colaboración de «firmas» en su publicación. Además, la pluralidad de voces y de distintos puntos de vista dentro de un periódico mediante columnistas con una variedad de perspectivas es una «perversidad calculada» por parte de los redactores y directores que les permite apelar -o crear la impresión de apelar, que desde el punto de vista de la proyección de una imagen puede resultar lo mismo- a un amplio sector de lectores.

Para el lector, el o la columnista puede informar entreteniendo o entretener informando, proveer una mirada, un punto de vista y estilo distintos que el lector aprecia y a través del cual aprende o con el cual se identifica. En palabras de Juan Gutiérrez Palacio, «cualquiera que sea su forma o estilo, las columnas ayudan a introducir para los lectores un cambio con respecto al estilo más restringido de redacción periodística. Las columnas dan colorido, diversidad y opinión. Y ayudan al periódico en la doble obligación que tiene con los lectores: informar y entretener» [ 20 ] .

El columnista es, además, una especie de mediador entre el lector del periódico y la realidad, filtrando e interpretándola [ 21 ] . Fomenta cierta independencia mental en el lector (aunque a veces también cierta dependencia de la cosmovisión del columnista por parte del lector), forma a las personas, las ayuda a que adopten «puntos de vista sobre su época que no son, sin más, lo que la propia época piensa por sí sola» [ 22 ] . Como el dietario, género con el cual la columna de escritor tiene mucho en común en cuanto escritura autobiográfica, proporciona una forma de conocimiento y pensamiento reveladora y por eso adictiva [ 23 ] . Y yo creo que se tiene que hacer especial hincapié en esa forma que toman el pensamiento y conocimiento adictivos en el caso de la columna, el tratamiento a que se somete el material proveniente en un principio de la realidad, por las razones que esgrimiré más adelante.

La importancia que tiene el columnismo para el escritor hoy en día radica, esencialmente, en la atracción que el periódico ha ejercido siempre sobre él: «Las dos razones fundamentales que llevan a los escritores al periódico [son] la económica y el deseo de tener éxito, de darse a conocer» -para la inmensa mayoría de los escritores la colaboración periodística ha constituido desde hace bastante más de cien años «una fuente de ingresos complementaria e imprescindible» [ 24 ] )-. El escritor llega a través del periódico a un público más amplio y su éxito comercial está estrechamente ligado a su presencia en la prensa, además de favorecer la comercialización del producto (cultural). El autor y su firma pueden llegar a convertirse en «firmas», una especie de marca comercial cultivada y promocionada por un grupo a través de su periódico, editoriales (de libros) o cadenas radiofónicas, un fenómeno que obviamente está relacionado con la fuerte comercialización del mercado editorial. Ingreso regular, popularidad y prestigio son los beneficios de sus colaboraciones periodísticas, según las declaraciones de muchos narradorescolumnistas en 1999 [ 25 ] . Es probable que también les tiente a muchos «la posibilidad de influir en lo cotidiano» [ 26 ] .





NOTAS
  • [ 1 ] Manuel Chaves Nogales, cit. por María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz, Historia del periodismo en España. 3. El siglo XX: 1898-1936, Madrid, Alianza, 1998, p. 64.
  • [ 2 ] Esteban Morán Torres, Géneros del periodismo de opinión: Crítica, comentario, columna, editorial, Pamplona, Eunsa, 1988, p. 165.
  • [ 3 ] Según María Dolores Sáiz, Historia del periodismo en España. 1. Los orígenes. El siglo XVIII, Madrid, Alianza, 1996, p. 14.
  • [ 4 ] María Cruz Seoane, «La literatura en el periódico y el periódico en la literatura», en Periodismo y literatura, ed. de Amelies van Noortwijk y Anke van Haastrecht, Ámsterdam, Rodopi, 1997, pp. 17-25; esp. p. 18.
  • [ 5 ] María Cruz Seoane, «La literatura en el periódico�», loc. cit., p. 20. «El auge del ensayo �es decir, del artículo� sobre otros géneros en las generaciones del 98 y del 14 se debe a que prácticamente todos sus escritores fueron periodistas o escribieron asiduamente en los periódicos. En cuanto a la del 27, además de poetas, dio, sobre todo, articulistas» (María Cruz Seoane, «El periodismo como género literario y como tema novelesco», en Literatura y periodismo. La prensa como espacio creativo, ed. de Salvador Montesa, Málaga, Congreso de Literatura Española Contemporánea, 2003, pp. 9-32; esp. pp. 25-26). La presencia de los escritores en los periódicos es tal que un editorial de El Sol de 1930, titulado «El poder de la prensa», llega a afirmar que los escritores son más responsables de hacer los periódicos que los propios periodistas (citado por María Cruz Seoane, «La literatura en el periódico�», loc. cit., pp. 20-21).
  • [ 6 ] Félix Rebollo Sánchez, «La labor periodística de Corpus Barga», en Moviemientos literarios y periodismo en España, ed. de ­M­aría del Pilar Palomo, Madrid, Síntesis, 1997, pp. 393-395; esp. p. 394.
  • [ 7 ] María Cruz Seoane, Historia del periodismo en España. 2. El siglo XIX, Madrid, Alianza, 1996, p. 16.
  • [ 8 ] Antonio López Hidalgo, Las columnas del periódico, Madrid, Ediciones Libertarias, 1996, pp. 46 y 33, respectivamente.
  • [ 9 ] La afinidad de la columna con el editorial es algo que se subraya en muchas definiciones de la columna. Uno de los rasgos que distingue editorial y columna hoy día es precisamente el que ésta lleve firma. También es reveladora la declaración de García Márquez al respecto, que durante algunos años escribía editoriales, que siempre consideraba el texto del editorial «más como una forma de literatura que de periodismo» (Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Barcelona, Mondadori, 2002, p. 393); vid., también, el trabajo de Maarten Steenmeijer sobre el columnismo de García Márquez en este número.
  • [ 10 ] En palabras de Miguel Ángel Garrido Gallardo, «Las columnas del periodismo español», en Actas del Seminario de Filología Hispánica 1993, ed. de Miguel Ángel Muro, Logroño, Gobierno de Rioja, 1994, pp. 9-32; esp. p. 9, y Teodoro León Gross, El artículo de opinión, Barcelona, Ariel, 1996, p. 135.
  • [ 11 ] Luisa Santamaría, El comentario periodístico. Los géneros persuasivos, Madrid, Paraninfo, 1990, p. 119; Fernando López Pan, «La columna como género periodístico», en 70 columnistas de la prensa española , ed. de Pedro de Miguel, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 11-32; esp. p. 11; Antonio López Hidalgo, Las columnas del periódico, op. cit., pp. 21 y 23; Pedro de Miguel, «Introducción», en Articulismo español contemporáneo. Una antología, ed. de Pedro de Miguel, Madrid, Mare Nostrum, 2004, pp. 9-28; esp. p. 11; Irene Andres-Suárez, «Introducción. Más allá de los géneros», en VV. AA.., Mestizaje y disolución de géneros en la literatura hispánica contemporánea, coord. de Irene Andres-Suárez, Madrid, Verbum, 1999, pp. 9-12 (p.11); Fernando Valls, «Ver de cerca. Los artículos literarios de Antonio Muñoz Molina», en Ética y estética de Antonio Muñoz Molina . Cuadernos de narrativa, vol. 2, ed. de Irene Andres-Suárez e Inés d�Ors, Neuchâtel, Universidad de Neuchâtel, 1997, pp. 69-92; esp. p. 69; Bernardo Gómez Calderón, «De la intellectio a la elocutio: un modelo de análisis retórico para la columna personal», Revista Latina de Comunicación Social, núm. 57 (enero-junio 2004), http://www.ull.es/publicaciones/latina/20040257gomez.htm. Otra señal de la popularidad de la columna es el hecho de que en septiembre de 2003 se creó el primer sitio en internet sobre el columnismo en España, www.sincolumna.com.
  • [ 12 ] Como ya ha apuntado López Pan, «La columna como género periodístico», en op. cit., pp. 16-17.
  • [ 13 ] Se objetará quizá que, a pesar de la censura, durante el franquismo se cultivaba ya cierto columnismo (o articulismo) bastante logrado, como el de González Ruano; sin embargo, el columnismo de éste y otros es bastante restringido o limitado; forman parte de una generación de columnistas que, como ha apuntado Teodoro León Gross, son «estilistas con pecado de omisión», al escribir durante este período de excepcional escasez de pluralidad opinativa por causa del férreo control estatal, un panorama que basta para atenazar la escritura de cualquier colaborador en prensa y que sólo cambiará algo a partir de 1966 (León Gross, El artículo de opinión, op. cit., pp. 102-137).
  • [ 14 ] Albert Chillón, Literatura y periodismo. Una tradición de relaciones promiscuas, Barcelona, Aldea Global, 1999, p. 353.
  • [ 15 ] Ibíd., pp. 353-3544.
  • [ 16 ] Ibíd., pp. 356 y 358-360.
  • [ 17 ] María del Pilar Palomo, Movimientos literarios y periodismo en España, op. cit., p. 450.
  • [ 18 ] Ibíd., p. 451. La influencia del New Journalism norteamericano sobre este nuevo periodismo español, la adopción de estilos y técnicas del campo de la escritura de la ficción a la redacción de crónicas y reportajes periodísticos, algo que muchos han dado por sentado y es opinión prevaleciente en varios manuales de periodismo, parece que fue en realidad más bien mínima, entre otras razones porque éste bebe principalmente en la rica tradición de periodismo española y se desarrolla coetáneamente ( vid. el cap. 13 de Albert Chillón, Literatura y periodismo, op. cit.).
  • [ 19 ] Brendan Hennessy, Writing Feature Articles. A Practical Guide to Methods and Markets, Oxford, Focal Press, 1997, p. 228.
  • [ 20 ] Juan Gutiérrez Palacio, Periodismo de opinión, Madrid, Paraninfo, 1984, p. 173.
  • [ 21 ] Vid., también, Eduardo Alonso, «Un �icp� imposible», en Páginas de viva voz. Leer y escribir hoy, ed. de Álvaro Ruiz de la Peña, Oviedo, Universidad de Oviedo, 1995, pp. 193-200; esp. pp. 195 y 198-199.
  • [ 22 ] Javier Marías, «Tengo a veces la sensación de no estar ya vivo», Lateral, núm. 82 (octubre 2001), pp. 13-15; esp. p. 14.
  • [ 23 ] Esto es lo que dice Jordi Gracia sobre el retrato íntimo del autor a través del dietario, un género muy afín al columnismo, a mi modo de ver, precisamente de resultas de este autorretrato (producido más o menos voluntariamente) que se lleva a cabo (Jordi Gracia, «El paisaje interior. Ensayo sobre el dietarismo español contemporáneo», Boletín de la Unidad de Estudios Biográficos, núm. 2 (enero 1997), pp. 39-50; esp. p. 49). No me parece casual, por tanto, que Javier Marías se haya referido a sus columnas como un «diario involuntario» ( El País, 13 de mayo de 1997, p. 13).
  • [ 24 ] María Cruz Seoane, «La literatura en el periódico�», loc. cit., p. 19, y «El periodismo como género literario�», loc. cit., p. 24.
  • [ 25 ] Recogidas por Suso Morelo y Daniel Lozano, «Literatura de diario», Leer núm. 100 (marzo 1999), pp. 74-80.
  • [ 26 ] José Acosta Montoro, Periodismo y literatura, 2 vols., Madrid, Guadarrama, 1973, p. 51.

Categoría: Literatura | Ha añadido: esquimal (11.04.07)
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