«No tienen nada que hacer en el periódico los
literatos al viejo modo, esos caballeros necios y magníficos que se
sacan artículos de la cabeza sobre todo lo divino y lo humano (...)
[que] todas las mañanas meten por debajo de la puerta sus impertinentes
prosas» [ 1 ]
. Con estas palabras, el periodista andaluz (y autor de una memorable
narración biográfica de Juan Belmonte) expresaba en 1928 su deseo de
desterrar del periódico al escritor y sus escritos. Baldío resultó tal
anhelo que, lejos de cumplirse, sólo llega a expresar la frustración
ante la presencia de los literatos en la prensa, presencia que, desde la
época democrática reiniciada, es especialmente marcada en la modalidad
del columnismo; desde 1975 asistimos a un auge sin parangón de la
columna, especialmente la que es cultivada por escritores, que
contribuye a la configuración de un género en gran medida nuevo en las
letras españolas, un género heredero, eso sí, de fuentes autóctonas y de
una rica tradición de simbiosis entre literatos y prensa y de la prosa
«impertinente» de aquellos que desde hace por lo menos dos siglos se ha
introducido en los periódicos.
Algunos antecedentes
La columna como género propiamente dicho y en el
sentido en que lo entendemos hoy no aparece en España hasta el siglo
XX, aunque tan poca relevancia tiene como género bien delimitado en la
prensa que sólo mediado el siglo XX aparece una primera referencia a
ella en la Enciclopedia del periodismo publicada en 1953; se la nombra
pero no se la considera lo suficientemente importante como para
dedicarle un capítulo y sólo a partir de finales de los años sesenta
empieza a adquirir cierto relieve como género. Por lo tanto, desde un
punto de vista histórico la columna nace en España en el siglo XX pero
no prolifera hasta la segunda parte de este siglo, experimentando su
apogeo en la época posterior a 1975. Sin embargo, la columna no surge de
la nada. Como bien demuestra la propia Seoane en su trabajo en este
número monográfico o como afirma Morán Torres, «históricamente, podemos
considerar que la columna actual responde a lo que en el viejo
periodismo era el artículo de un colaborador fijo, denominándose
columnista al que antes se llamaba articulista» [ 2 ]
. Ahí radica la dificultad de precisar los orígenes del columnismo,
porque del artículo firmado de un colaborador regular de un periódico,
un fenómeno muy extendido en el siglo XIX y principios del XX, a la
columna media un paso casi imperceptible.
Como demuestra Seoane, los antepasados
inmediatos del columnismo del siglo XX se encuentran en el articulismo
del siglo XIX, un siglo a partir del cual «se agiganta el papel de la
prensa» [ 3 ]
. Es en este siglo cuando la prensa se convierte en un medio de
comunicación de masas, que además goza de una exclusividad que perderá
en el siguiente. Paralelamente, la prensa da cabida en este período a la
literatura: géneros literarios como el artículo de costumbres, la
novela de folletín y el relato breve hallan su vehículo específico en
las páginas de la prensa periódica. Como es bien sabido, el género
romántico del costumbrismo nace en los periódicos que acogen los
artículos o «cuadros» de costumbres en su parte amena, la parte inferior
de la primera página separada por una línea de la sección política.
Esta sección, «el inquilino del bajo» de los periódicos hasta entrado el
siglo XX, llamada primero «boletín» y luego «folletín» (del feuilleton
francés), es dedicada a la literatura en la prensa diaria que admite así
la literatura en su seno mediante la publicación de artículos de
costumbres o de crítica y de obras de creación [ 4 ]
. De hecho, la lista de escritores del siglo XIX que colaboran en los
periódicos, que son periodistas en un sentido estricto o que incluso
desempeñan otras funciones dentro del periódico como la de redactores o
fundadores, es encabezada por Mariano José de Larra y Ramón de Mesonero
Romanos, los padres del artículo literario (de costumbres) e incluye a
prácticamente todos los escritores importantes del siglo, como Serafín
Estébanez Calderón, Gustavo Adolfo Bécquer, Ramón de Campoamor, Pedro
Antonio de Alarcón, Juan Valera, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas
(«Clarín»), entre muchos otros.
Larra, en concreto, se suele mencionar como el
antecedente más significativo del columnismo contemporáneo. En efecto,
con sus artículos de costumbres no sólo se convierte en el creador del
artículo literario en España, sino que se perfila como un
«protocolumnista», mediante su profunda preocupación por la utilización
de la lengua, su concepción del articulismo como un género literario, la
primacía concedida al estilo y los recursos retóricos, la
ficcionalización de la realidad y del «yo», y su empleo de la parodia,
la sátira, el humor y el ridiculum en general con fines críticos. Pero,
como afirma Seoane, la «edad dorada» de la literatura del periódico es
la época entre 1898 y 1936, cuando la prensa «está a extraordinaria
altura en el [aspecto] intelectual y literario, porque se nutre en gran
medida de las plumas de escritores e intelectuales en una época
excepcional de la cultura española»; revistas y diarios publican en cada
uno de sus números varios artículos de escritores que comentan la
realidad española o escriben sobre temas artísticos, literarios,
científicos, filosóficos, etc., hasta tal punto que «puede afirmarse sin
exageración que el ámbito natural del escritor es el periódico más que
el libro» [ 5 ]
. A modo de ejemplo, una de las tempranas «columnas» importantes del
siglo XX sería, por ejemplo, la serie que escribe Corpus Barga desde
París en calidad de corresponsal para El Sol en los años diez y veinte;
«cada día mandaba sus ideas sobre algo vivo que acontecía. Su columna
era esperada y leída por miles de madrileños» [ 6 ]
. Aunque tampoco se debe olvidar la importancia que sigue teniendo el
artículo (y, en menor medida, la columna) en la posguerra, con
cultivadores como Josep Pla, Víctor de la Serna y otros como Rafael
Sánchez Mazas, José María Pemán o César González Ruano, los cuales son a
menudo citados por columnistas contemporáneos como precursores
importantes.
Durante la mayor parte del siglo XIX la prensa,
más que portavoz o formadora de opinión, es un arma de combate político
en una época combativa. Sólo cuando el periódico se transforma en un
efectivo medio de información de masas profesionalizado en el último
tercio del siglo, la prensa se convierte en un verdadero «cuarto poder»
que ya no estará a la merced de distintos grupos de poder político que
buscan imponerse. Este desarrollo es crucial para entender la evolución
de la prensa y el periódico que eventualmente dará acogida al
columnismo. Hacia la mitad del siglo XIX empiezan a surgir periódicos
que se pretenden neutrales, políticamente independientes y objetivos
proveedores de información, como la Correspondencia de España (1858) o
El Imparcial (1867), que «están más atentos a servir los intereses de la
empresa que los de un partido, para lo cual han de conseguir muchos
anunciantes y muchos lectores, siempre en estrechísima conexión» [ 7 ]
. Es la entrada en la era capitalista del periódico que se transforma,
además, con la llegada del telégrafo, del correo, del ferrocarril, los
avances en el arte de la imprenta y las artes gráficas y la creación de
agencias de noticias. La opinión cede paso a la información en el
transcurso del siglo XIX y las noticias firmadas a las noticias anónimas
de agencia, y en el periódico empieza a primar lo impersonal.
Paulatinamente va desapareciendo el editorial y la noticia firmados y
los periódicos se van convirtiendo en grandes empresas donde cobran
importancia la despersonalización y el editorial anónimo que ya no
representa el punto de vista de su redactor o director sino el de la
empresa.
Es decir, si antes los periódicos se
identificaban con la voz de su director o redactor que firmaba sus
contribuciones (la misma persona, en la mayoría de los casos), si eran
su órgano personal de expresión, en el transcurso del siglo XIX se
despersonalizan y se crea el mito de la objetividad, en gran medida
porque, convertidos en empresas capitalistas, los periódicos quieren
apelar a un amplio sector de la población. Esta aspiración a la
objetividad, que hoy reconocemos como imposible e ilusoria, es fomentada
primero por las agencias de noticias y, a principios del siglo XX, por
la incorporación de la fotografía. Y la redacción de manera impersonal
de la noticia, por lo menos en el periodismo informativo, es todavía la
receta vigente de los libros de estilo de los más grandes periódicos
españoles.
La división del trabajo, la profesionalización
del periódico y la especialización de la empresa capitalista conducen a
la necesidad de diferenciar las distintas voces que componen el
periódico. De ahí que, si antes «el artículo firmado hacía también las
funciones del editorial [que eran] editoriales personales que coincidían
con la voz de la empresa, pues ambas opiniones coincidían a su vez en
la misma persona», ahora surge la necesidad de diferenciar las voces y
opiniones del periódico, «la de la propia empresa, a través del
editorial, y la de los periodistas o colaboradores, a través de otros
géneros de opinión, como la columna» [ 8 ]
. La entrada de los periódicos, a partir del siglo XIX, en la edad
capitalista y la de la información, su profesionalización y su
transformación en medios de comunicación de masas hacen imprescindible
la rápida, veraz y exacta difusión de noticias y la búsqueda de
objetividad en su relato, todo lo cual lleva a su despersonalización y a
la clara delimitación de las maneras de tratar la noticia, o sea, la
creación de géneros periodísticos, de géneros de información y de
«opinión». A medida que se lleva a cabo esta despersonalización y
especialización del producto periodístico surge también la necesidad de
voces personales, porque a menudo el lector prefiere la personalidad al
anonimato.
Concreta y paradójicamente, por lo tanto, el
nacimiento de la columna está relacionado con la progresiva
despersonalización del periódico y el editorial, con su paso del punto
de vista de la primera persona singular a la primera persona del plural,
del «yo» del director y redactor al «nosotros» del colectivo de la
redacción o la empresa entera y con la diferenciación de los distintos
textos que componen el periódico. La columna, un género en un principio
análogo al editorial, surge cuando éste pierde su carácter personal, y
se define precisamente por ser un texto firmado por una persona, como
antes el editorial, una expresión de una visión del mundo muy personal,
una voz individual [ 9 ]
. La larga tradición española proclive al articulismo es significativa
no sólo porque de ésta beberá un nuevo periodismo cuya evolución
coincide con la Transición de la dictadura a la democracia en los años
setenta del siglo XX, sino también porque potencia el cultivo de un
género como la columna.
La columna y el reinicio de la democracia a partir de 1975
A partir de 1975, la mera cantidad de columnas
que nacen y el creciente número de columnistas atestiguan una floración
que empieza con la Transición y desemboca en el auge verdaderamente
extraordinario de la columna en los noventa [ 10 ]
. Toda una serie de libros sobre este género y otros afines se hacen
eco de esa expansión. Así, en 1990, Luisa Santamaría habla del gran
prestigio de que goza en la prensa la columna firmada; Fernando López
Pan observa que, «aunque la columna ha sido un género periodístico
abundantemente cultivado en España, en los últimos años asistimos a un
auge sin parangón del género»; Antonio López Hidalgo afirma que los
columnistas y el género del columnismo están de moda, como también
confirma Pedro de Miguel; Irene AndresSuárez distingue el nacimiento de
una «modalidad nueva», el artículo literario, del cual la columna es
probablemente la vertiente más importante, conclusión que comparte
también De Miguel; en su análisis de los artículos literarios de Antonio
Muñoz Molina, Fernando Valls hace hincapié en «el momento de esplendor»
de este género; según Bernardo Gómez Calderón, «con toda probabilidad,
ningún género periodístico atraviesa hoy en día un momento más feliz
desde el punto de vista cuantitativo que la columna de opinión» [ 11 ]
. Y esto se debe en gran medida a la proliferación de escritores como
columnistas, a la calidad de la prosa de sus textos y a la variedad de
las columnas. De hecho, si a finales de los años setenta la columna se
consideraba todavía como un género escrito por periodistas, un cuarto de
siglo después la situación ha cambiado tanto, que esto no es cierto, o
no del todo [ 12 ] .
Es, por lo tanto, con el reinicio de la
democracia, y en los años noventa en especial, cuando la columna de
escritores empieza a perfilarse y distinguirse como género autóctono e
importante en la prensa española y cuando empieza a componerse como
modalidad nueva en su estrecha afinidad con la literatura. Los factores
relacionados con lo que se podría llamar, como veremos, el nacimiento de
la modalidad de la columna de escritores en España y su muy
considerable envergadura son múltiples. El primero de ellos es,
obviamente, la libertad de expresión, uno de los pilares del género del
columnismo, que es consagrada por el Artículo 20 de la Constitución
Española de 1978. Poder expresar libremente los pensamientos, ideas y
opiniones mediante un medio escrito es, precisamente, una condición sin
la cual la columna mal o sólo medianamente se puede desarrollar [ 13 ]
. Otros dos factores generales y relacionados que componen un marco que
sin duda repercute en el auge del columnismo son el muy sustancial
papel de la prensa en la época posfranquista, especialmente crucial en
los años de la Transición, y un nuevo periodismo español que empieza a
gestarse en los años sesenta. El papel e importancia adquiridos por la
prensa a partir de 1975, en conjunción con otros factores -el
surgimiento de nuevas cabeceras, las transformaciones tecnológicas, la
crisis económica o el traslado de periodistas (entre ellos, algunos
columnistas), de las «viejas» redacciones, como Triunfo o Informaciones ,
a la joven prensa de la democracia, como El País , El Periódico o
Diario 16 -, conforman el marco dentro del cual se desarrollará el
columnismo de estos y posteriores años.
El nuevo periodismo que se desarrolla en España
desde finales de los años sesenta hasta los primeros ochenta es «una
corriente periodísticoliteraria marcada, entre otras cosas, por una
actitud de acento crítico e intelectual, heredada de la mejor tradición
periodística española» [ 14 ]
. Periodistas como Manuel Vázquez Montalbán, Manuel Vicent, Francisco
Umbral, Maruja Torres o Rosa Montero forman parte de un generación
nacida en su mayoría después de la guerra civil que llega al periodismo
durante un período que coincide con cierto relajamiento de la censura y
la aparición de nuevas cabeceras no controladas por la prensa del
Movimiento, además de un aumento generalizado de la calidad de la
prensa; empiezan a buscar nuevas formas de escritura y a cultivar un
periodismo innovador y diferente basado, en palabras de Rosa Montero, en
«la subjetividad, la búsqueda lingüística y literaria de lo que estás
escribiendo, no solamente del lenguaje sino también de una estructura
literaria. Plantearte que cada cosa que haces puede tener su propia
estructura como la tiene un cuento, mientras que un periodista
tradicional (...) siempre hará los reportajes de una determinada manera»
[ 15 ] .
Este nuevo periodismo, también llamado
«periodismo informativo de creación», se inspira en una larga tradición
de escritura periodística española y busca más «cultivar géneros más
próximos a la divagación personal y a la opinión -columna, retrato,
cuadro de costumbre, artículo- que la búsqueda contrastada de
información», y su sello distintivo es la voluntad de estilo y la
búsqueda de la excelencia expresiva, «la consideración del quehacer
periodístico como escritura, y no como mera redacción» [ 16 ]
. De ahí que se pueda afirmar que se trata también «de una invasión de
los procedimientos literarios en la escritura periodística» [ 17 ]
. Y una consecuencia de esta invasión es que se va complicando la
diferencia entre lo que tradicionalmente suele llamarse periodismo de
información (por ejemplo, noticia o reportaje) y periodismo de opinión
(editorial, artículo de opinión, columna o crítica); «lo nuevo está en
el hecho de que el periodismo informativo se ha hecho creativo,
invadiendo el terreno en el que antes se movía en exclusiva el
periodismo de opinión» [ 18 ]
. No me parece nada casual, sino más bien consecuente con esta
evolución del periodismo, ver esta tendencia del periodista considerado
como escritor y la concomitante importancia del estilo estrechamente
relacionadas al hecho de que, por ejemplo, todos los citados -Montero,
Torres, Umbral, Vicent y Vázquez Montalbán-, que en un principio son
periodistas, pasen a practicar también otros géneros de escritura como
la columna, la novela o la poesía.
El valor de la columna
Aparte de estos elementos, hay toda una serie de
factores más concretos que inciden en el auge del columnismo. Así,
desde el punto de vista del periódico, la columna alcanza una
importancia vertebradora, tanto en el sentido figurado de esta palabra
como en el literal: juega un papel central en la organización de la
estructura interna del periódico y en su articulación y proyección. Como
explica Brendan Hennessy, a los redactores de periódicos les encantan
las columnas: «Editors like columns. They provide the security of all
features: at least those spaces will be filled» [ 19 ]
. La cantidad y el lugar fijos de las columnas, o sea, de un número de
espacios predeterminados -de hecho, como veremos más adelante, extensión
y lugar fijos son dos de las características del género del
columnismo-, ayudan de manera muy considerable a elaborar un periódico
que cada día de la semana, ocurra lo que ocurra, publica un mismo número
de páginas; los columnistas garantizan la ocupación de cierto
porcentaje de espacio independientemente del resto del contenido, y
proveen de antemano al periódico espacios determinados que conformarán,
junto con otros, el esqueleto en torno al que se organizará el diario.
Otras de las razones por las que les encantan
las columnas a los redactores de periódicos -aparte de que la
colaboración de los columnistas les sigue resultando relativamente
barata en comparación con los costes de llenar el resto del periódico-
son el hecho de que las columnas pueden proporcionar un tono distinto al
tenor dominante de las malas noticias; pueden entretener o dar un toque
ligero a la seriedad prevaleciente; pueden crear controversias, y son
producto de una voz individual. Todos son factores que a su vez pueden
incitar discusión pública y reacciones de los lectores directamente
reflejadas en la sección «Cartas al director» y pueden incluso estimular
las ventas del periódico, especialmente a través de la asidua
colaboración de «firmas» en su publicación. Además, la pluralidad de
voces y de distintos puntos de vista dentro de un periódico mediante
columnistas con una variedad de perspectivas es una «perversidad
calculada» por parte de los redactores y directores que les permite
apelar -o crear la impresión de apelar, que desde el punto de vista de
la proyección de una imagen puede resultar lo mismo- a un amplio sector
de lectores.
Para el lector, el o la columnista puede
informar entreteniendo o entretener informando, proveer una mirada, un
punto de vista y estilo distintos que el lector aprecia y a través del
cual aprende o con el cual se identifica. En palabras de Juan Gutiérrez
Palacio, «cualquiera que sea su forma o estilo, las columnas ayudan a
introducir para los lectores un cambio con respecto al estilo más
restringido de redacción periodística. Las columnas dan colorido,
diversidad y opinión. Y ayudan al periódico en la doble obligación que
tiene con los lectores: informar y entretener» [ 20 ] .
El columnista es, además, una especie de mediador entre el lector del periódico y la realidad, filtrando e interpretándola [ 21 ]
. Fomenta cierta independencia mental en el lector (aunque a veces
también cierta dependencia de la cosmovisión del columnista por parte
del lector), forma a las personas, las ayuda a que adopten «puntos de
vista sobre su época que no son, sin más, lo que la propia época piensa
por sí sola» [ 22 ]
. Como el dietario, género con el cual la columna de escritor tiene
mucho en común en cuanto escritura autobiográfica, proporciona una forma
de conocimiento y pensamiento reveladora y por eso adictiva [ 23 ]
. Y yo creo que se tiene que hacer especial hincapié en esa forma que
toman el pensamiento y conocimiento adictivos en el caso de la columna,
el tratamiento a que se somete el material proveniente en un principio
de la realidad, por las razones que esgrimiré más adelante.
La importancia que tiene el columnismo para el
escritor hoy en día radica, esencialmente, en la atracción que el
periódico ha ejercido siempre sobre él: «Las dos razones fundamentales
que llevan a los escritores al periódico [son] la económica y el deseo
de tener éxito, de darse a conocer» -para la inmensa mayoría de los
escritores la colaboración periodística ha constituido desde hace
bastante más de cien años «una fuente de ingresos complementaria e
imprescindible» [ 24 ]
)-. El escritor llega a través del periódico a un público más amplio y
su éxito comercial está estrechamente ligado a su presencia en la
prensa, además de favorecer la comercialización del producto (cultural).
El autor y su firma pueden llegar a convertirse en «firmas», una
especie de marca comercial cultivada y promocionada por un grupo a
través de su periódico, editoriales (de libros) o cadenas radiofónicas,
un fenómeno que obviamente está relacionado con la fuerte
comercialización del mercado editorial. Ingreso regular, popularidad y
prestigio son los beneficios de sus colaboraciones periodísticas, según
las declaraciones de muchos narradorescolumnistas en 1999 [ 25 ] . Es probable que también les tiente a muchos «la posibilidad de influir en lo cotidiano» [ 26 ] .
NOTAS
[ 1 ]
Manuel Chaves Nogales, cit. por María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz,
Historia del periodismo en España. 3. El siglo XX: 1898-1936, Madrid,
Alianza, 1998, p. 64.
[ 2 ]
Esteban Morán Torres, Géneros del periodismo de opinión: Crítica,
comentario, columna, editorial, Pamplona, Eunsa, 1988, p. 165.
[ 3 ] Según María Dolores Sáiz, Historia del periodismo en España. 1. Los orígenes. El siglo XVIII, Madrid, Alianza, 1996, p. 14.
[ 4 ]
María Cruz Seoane, «La literatura en el periódico y el periódico en la
literatura», en Periodismo y literatura, ed. de Amelies van Noortwijk y
Anke van Haastrecht, Ámsterdam, Rodopi, 1997, pp. 17-25; esp. p. 18.
[ 5 ]
María Cruz Seoane, «La literatura en el periódico�», loc. cit., p. 20.
«El auge del ensayo �es decir, del artículo� sobre otros géneros en las
generaciones del 98 y del 14 se debe a que prácticamente todos sus
escritores fueron periodistas o escribieron asiduamente en los
periódicos. En cuanto a la del 27, además de poetas, dio, sobre todo,
articulistas» (María Cruz Seoane, «El periodismo como género literario y
como tema novelesco», en Literatura y periodismo. La prensa como
espacio creativo, ed. de Salvador Montesa, Málaga, Congreso de
Literatura Española Contemporánea, 2003, pp. 9-32; esp. pp. 25-26). La
presencia de los escritores en los periódicos es tal que un editorial de
El Sol de 1930, titulado «El poder de la prensa», llega a afirmar que
los escritores son más responsables de hacer los periódicos que los
propios periodistas (citado por María Cruz Seoane, «La literatura en el
periódico�», loc. cit., pp. 20-21).
[ 6 ]
Félix Rebollo Sánchez, «La labor periodística de Corpus Barga», en
Moviemientos literarios y periodismo en España, ed. de María del Pilar
Palomo, Madrid, Síntesis, 1997, pp. 393-395; esp. p. 394.
[ 7 ] María Cruz Seoane, Historia del periodismo en España. 2. El siglo XIX, Madrid, Alianza, 1996, p. 16.
[ 8 ] Antonio López Hidalgo, Las columnas del periódico, Madrid, Ediciones Libertarias, 1996, pp. 46 y 33, respectivamente.
[ 9 ]
La afinidad de la columna con el editorial es algo que se subraya en
muchas definiciones de la columna. Uno de los rasgos que distingue
editorial y columna hoy día es precisamente el que ésta lleve firma.
También es reveladora la declaración de García Márquez al respecto, que
durante algunos años escribía editoriales, que siempre consideraba el
texto del editorial «más como una forma de literatura que de periodismo»
(Gabriel García Márquez, Vivir para contarla, Barcelona, Mondadori,
2002, p. 393); vid., también, el trabajo de Maarten Steenmeijer sobre el
columnismo de García Márquez en este número.
[ 10 ]
En palabras de Miguel Ángel Garrido Gallardo, «Las columnas del
periodismo español», en Actas del Seminario de Filología Hispánica 1993,
ed. de Miguel Ángel Muro, Logroño, Gobierno de Rioja, 1994, pp. 9-32;
esp. p. 9, y Teodoro León Gross, El artículo de opinión, Barcelona,
Ariel, 1996, p. 135.
[ 11 ]
Luisa Santamaría, El comentario periodístico. Los géneros persuasivos,
Madrid, Paraninfo, 1990, p. 119; Fernando López Pan, «La columna como
género periodístico», en 70 columnistas de la prensa española , ed. de
Pedro de Miguel, Pamplona, Eunsa, 1995, pp. 11-32; esp. p. 11; Antonio
López Hidalgo, Las columnas del periódico, op. cit., pp. 21 y 23; Pedro
de Miguel, «Introducción», en Articulismo español contemporáneo. Una
antología, ed. de Pedro de Miguel, Madrid, Mare Nostrum, 2004, pp. 9-28;
esp. p. 11; Irene Andres-Suárez, «Introducción. Más allá de los
géneros», en VV. AA.., Mestizaje y disolución de géneros en la
literatura hispánica contemporánea, coord. de Irene Andres-Suárez,
Madrid, Verbum, 1999, pp. 9-12 (p.11); Fernando Valls, «Ver de cerca.
Los artículos literarios de Antonio Muñoz Molina», en Ética y estética
de Antonio Muñoz Molina . Cuadernos de narrativa, vol. 2, ed. de Irene
Andres-Suárez e Inés d�Ors, Neuchâtel, Universidad de Neuchâtel, 1997,
pp. 69-92; esp. p. 69; Bernardo Gómez Calderón, «De la intellectio a la
elocutio: un modelo de análisis retórico para la columna personal»,
Revista Latina de Comunicación Social, núm. 57 (enero-junio 2004), http://www.ull.es/publicaciones/latina/20040257gomez.htm.
Otra señal de la popularidad de la columna es el hecho de que en
septiembre de 2003 se creó el primer sitio en internet sobre el
columnismo en España, www.sincolumna.com.
[ 12 ] Como ya ha apuntado López Pan, «La columna como género periodístico», en op. cit., pp. 16-17.
[ 13 ]
Se objetará quizá que, a pesar de la censura, durante el franquismo se
cultivaba ya cierto columnismo (o articulismo) bastante logrado, como
el de González Ruano; sin embargo, el columnismo de éste y otros es
bastante restringido o limitado; forman parte de una generación de
columnistas que, como ha apuntado Teodoro León Gross, son «estilistas
con pecado de omisión», al escribir durante este período de excepcional
escasez de pluralidad opinativa por causa del férreo control estatal, un
panorama que basta para atenazar la escritura de cualquier colaborador
en prensa y que sólo cambiará algo a partir de 1966 (León Gross, El
artículo de opinión, op. cit., pp. 102-137).
[ 14 ] Albert Chillón, Literatura y periodismo. Una tradición de relaciones promiscuas, Barcelona, Aldea Global, 1999, p. 353.
[ 17 ] María del Pilar Palomo, Movimientos literarios y periodismo en España, op. cit., p. 450.
[ 18 ]
Ibíd., p. 451. La influencia del New Journalism norteamericano sobre
este nuevo periodismo español, la adopción de estilos y técnicas del
campo de la escritura de la ficción a la redacción de crónicas y
reportajes periodísticos, algo que muchos han dado por sentado y es
opinión prevaleciente en varios manuales de periodismo, parece que fue
en realidad más bien mínima, entre otras razones porque éste bebe
principalmente en la rica tradición de periodismo española y se
desarrolla coetáneamente ( vid. el cap. 13 de Albert Chillón, Literatura
y periodismo, op. cit.).
[ 19 ] Brendan Hennessy, Writing Feature Articles. A Practical Guide to Methods and Markets, Oxford, Focal Press, 1997, p. 228.
[ 20 ] Juan Gutiérrez Palacio, Periodismo de opinión, Madrid, Paraninfo, 1984, p. 173.
[ 21 ]
Vid., también, Eduardo Alonso, «Un �icp� imposible», en Páginas de
viva voz. Leer y escribir hoy, ed. de Álvaro Ruiz de la Peña, Oviedo,
Universidad de Oviedo, 1995, pp. 193-200; esp. pp. 195 y 198-199.
[ 22 ] Javier Marías, «Tengo a veces la sensación de no estar ya vivo», Lateral, núm. 82 (octubre 2001), pp. 13-15; esp. p. 14.
[ 23 ]
Esto es lo que dice Jordi Gracia sobre el retrato íntimo del autor a
través del dietario, un género muy afín al columnismo, a mi modo de ver,
precisamente de resultas de este autorretrato (producido más o menos
voluntariamente) que se lleva a cabo (Jordi Gracia, «El paisaje
interior. Ensayo sobre el dietarismo español contemporáneo», Boletín de
la Unidad de Estudios Biográficos, núm. 2 (enero 1997), pp. 39-50; esp.
p. 49). No me parece casual, por tanto, que Javier Marías se haya
referido a sus columnas como un «diario involuntario» ( El País, 13 de
mayo de 1997, p. 13).
[ 24 ]
María Cruz Seoane, «La literatura en el periódico�», loc. cit., p. 19,
y «El periodismo como género literario�», loc. cit., p. 24.
[ 25 ] Recogidas por Suso Morelo y Daniel Lozano, «Literatura de diario», Leer núm. 100 (marzo 1999), pp. 74-80.
[ 26 ] José Acosta Montoro, Periodismo y literatura, 2 vols., Madrid, Guadarrama, 1973, p. 51.