II parte
La escritura impertinente
por Alexis Grohmann Ínsula nº 703-704
Estas razones hacen que las colaboraciones
periodísticas de escritores se recojan también a menudo en forma de
libro, además de constituir un rendimiento económico suplementario, un
desafío al olvido o un reflejo de la vanidad del escritor o de la
presión por parte de editoriales para que el autor mantenga cierta
presencia en el mercado del libro. Este es un fenómeno particularmente
significativo a partir de los años noventa del siglo recién concluido,
cuando surgen en España colecciones específicas, tales como la serie «El
viaje interior» de El País /Aguilar o la de «Textos de escritor» de
Alfaguara, consagradas a recopilar en forma de libro las columnas, los
artículos, los ensayos u otras colaboraciones periódicas de escritores
en la prensa o en revistas (novelistas). De hecho, puede que la
existencia de tales series se deba no sólo a razones comerciales sino
también a «la superstición de las páginas encuadernadas, el considerar
al libro como único soporte literario», lo que según Seoane ha hecho que
«hasta época relativamente reciente, las historias de la literatura no
se ocuparan de la prensa, pese a que en periódicos y revistas se han
gestado todos los movimientos literarios contemporáneos, y han visto por
primera vez la luz muchas obras antes de convertirse en libro. En el
contexto del periódico cobran su pleno sentido» [ 27 ]
. Gutiérrez Carbajo confirma que la tendencia a considerar el libro
«como único testimonio de una época o de un acontecimiento nos ha
privado generalmente de muy sabrosos complementos en las historias
literarias» [ 28 ]
. Las recopilaciones de columnas en forma de libro obedecen también a
este deseo de hacer ver que el columnismo forma parte integrante de la
obra literaria del autor. Amando de Miguel arguye que una historia de la
literatura del último siglo no se puede recomponer sin tener en cuenta
las colaboraciones periodísticas y, de hecho, según Vázquez Montalbán,
en sus últimos años, José María Valverde, que falleció en 1996, había
llegado a sostener que «la literatura española contemporánea había que
buscarla entre los columnistas de los diarios más solventes», un tópico
bastante extendido hoy día y una notable exageración, aunque sí resalta
la importancia del columnismo en el presente panorama literario [ 29 ] .
Sea como fuere, la colaboración periodística de
muchos escritores constituye -desde por lo menos el siglo XIX- una
faceta de su producción que puede ayudar a entender el conjunto o
aspectos de su trayectoria literaria (además de la personal), su
pensamiento literario e incluso puede constituir una veta principal de
su creación. Es posible que la generalizada colaboración del escritor en
la prensa sea un indicio de la creciente profesionalización de los
escritores y de la madurez de la sociedad literaria o de la
comercialización del mercado de las letras, pero de lo que espero que no
quepa duda, si se tiene en cuenta el marco que he intentado esbozar, es
la importancia que la columna ha alcanzado, especialmente desde finales
del siglo XX, y que, por todo lo expuesto, es un género digno de más
atención de la que ha granjeado hasta ahora.
Naturaleza y exergo de la columna de escritores
Desde un punto de vista de su formato, en todo
lo que atañe a aspectos formales de su presentación, apariencia y
diseño, es decir, todo menos su contenido, es relativamente sencillo
definir la columna de escritores: es un texto que se publica con una
periodicidad fija (diaria o semanal, en la mayoría de los casos); tiene
siempre la misma extensión (es un apartado que puede consistir en una o
más columnas tipográficas -el término genérico «columna» tiene por lo
tanto un sentido metonímico-, pero cualquiera que sea su extensión
concreta, ésta puede variar sólo muy poco o prácticamente nada en el
número de palabras); ocupa un lugar y espacio determinados y normalmente
invariables dentro del periódico (o suplemento de periódico) en que se
publica; tiene una presentación tipográfica destacada (se la suele
aislar con recuadros, filetes, corondeles u otros procedimientos del
resto del contenido de la página o del periódico si ocupa una página
entera); muy a menudo va encabezada también por un título general
(además del concreto que suelen tener las columnas más largas, como las
de los suplementos), y no sólo viene siempre acompañada por la firma del
autor que la redacta sino, en muchos casos, también por su foto
(elementos que no distan mucho de representar algo así como la marca
comercial a que me referí arriba). Como mantiene Hennessy, este formato
especial de la columna en el periódico «triggers off the right mood of
expectancy in the readers» y, aparte de crear ese aire de expectación,
sirve para llamar la atención del lector [ 30 ] .
Este modo de delimitar la modalidad de la
columna de escritores es por tanto mediante su paratexto o exergo: los
únicos elementos que yo he aducido hasta ahora para definir la columna,
es decir, periodicidad y extensión fijas, lugar determinado,
presentación tipográfica destacada, título general y firma, son todos
atributos que se sitúan en el exergo y no forman parte del texto de la
columna misma. A modo de ilustración podemos recurrir a la metáfora de
la caja vacía empleada por Rafael Sánchez Ferlosio en su discusión de
recipientes que requieren la producción de algo que les llene ya que
«vivimos en un mundo en que no son las cosas las que necesitan cajas,
sino las cajas las que se anticipan a urgir la producción de cosas que
las llenen», lo que explica el imperativo del periódico de llenar cada
día de la semana un espacio predeterminado, dado que no es la cantidad
de noticias lo que determina su extensión [ 31 ]
. El periódico es por lo tanto una caja vacía que hay que llenar a
diario y yo añadiría que la columna es una minicaja (también vacía en un
principio, pero de cuyo llenado son responsables otros) dentro de ésta.
Esta lógica de las cajas (o de la
intransitividad) rige tanto la producción del periódico como la de la
columna -de qué, si no, es prueba la manera de proceder de los
columnistas, que están en permanente búsqueda de temas para sus columnas
y no saben a veces sobre qué escribir o temen la página en blanco-. La
columna precisa de mucha disciplina e inventiva precisamente porque se
tiene que llenar un espacio concreto con regularidad; «it requires much
discipline and often much ingenuity: finding something new to write
about regularly because you have a space to fill can become burdensome.
You can run out of steam» [ 32 ] .
La importancia capital del paratexto no me
parece tan sorprendente si se tiene en cuenta que todos los textos
dependen en gran o exclusiva medida del exergo para indicar cómo deben
ser leídos y a qué género pertenecen; todos los textos, especialmente
los literarios, precisan del exergo, no se pueden definir en su esencia
porque no la tienen o no tienen una esencia que baste por sí misma para
definir su género, o no de manera inequívoca. Eso explicaría también por
qué muchas columnas se leen de manera distinta si son sacadas de su
contexto inicial del periódico, despojadas así de gran parte de su
exergo original e incluidas dentro de otro marco; la columna se puede
convertir (se convierte en muchos casos) en un texto con otro género, en
cuento, artículo de opinión, ensayo, crónica, fragmento de novela, por
ejemplo, precisamente porque su parafernalia paratextual de columna se
cambia por un exergo distinto. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de
Gabriel García Márquez, como demuestra Maarten Steenmeijer en su trabajo
de este número monográfico, y este es el caso también, por traer a
colación otro ejemplo interesante que menciona Valls en su discusión de
un caso afín, de un cuento de Javier Marías titulado «El viaje de Isaac»
que relata la historia de una maldición familiar que en la colección de
cuentos en que se recoge se lee como ficción, mientras que cuando se
publica en versión de columna más tarde, «Una maldición», se toma como
verdad y cuando se incluye en Negra espalda del tiempo , también, aunque
sea rodeada por más indeterminación en esta «falsa novela» que en el
caso de la columna [ 33 ]
. «Es una muestra de cómo las mismas páginas pueden no ser las mismas»,
por decirlo en palabras del propio Marías al referirse a otro ejemplo
del mismo proceso, de cómo incide de manera determinante el exergo en la
recepción de un texto (un ejemplo destacado de la importancia del
exergo es su novela Todas las almas y su paratexto, algo que he
analizado en otro lugar); este fenómeno no es nada nuevo y es una de las
maneras en que el periodismo se convierte automáticamente en literatura
como por arte de magia, sin que se produzca ningún cambio en su
contenido [ 34 ] .
De ahí que no sea sorprendente que sea bastante
extendida la noción que una característica incontrovertible del texto
en sí de la columna de escritores es que carece de características
unificadoras. Desde el punto de vista del Periodismo y las Ciencias de
la Información la columna se suele agrupar con los géneros de «opinión»,
junto con el editorial o el artículo (los otros dos grupos son los de
información e interpretación) [ 35 ][ 36 ]
. La libertad temática está levemente condicionada por el hecho de que
las columnas de escritores suelen establecer cierta conexión con la
actualidad (en muchos casos muy tenue, si no inexistente, y con la
función de servir como pretexto y punto de arranque del texto), porque
forman parte de la prensa, actualidad que, eso sí, es entendida en
sentido amplio. Y esa libertad u holgura es en parte resultado del hecho
de que al escritorcolumnista no se le suele conferir encargo concreto
ninguno (y esa es la diferencia principal entre el columnistaescritor y
el columnista especializado en un campo, como deportes, política,
economía, cine, etc., que obviamente se tiene que ocupar de algo
relevante al área en cuestión). El escritor en cuanto columnista es un
«francotirador por su exclusiva cuenta y riesgo» que dispone de «un
cheque en blanco» y «de un espacio para escribir como le dé la gana» y
de lo que le dé la gana [ 37 ]
. Juan Gutiérrez Palacio matiza esta libertad del columnista: «Hoy se
reconoce la libertad del columnista para escribir lo que quiera, bajo su
nombre, pero también la del director para suprimir, censurar o quitar,
cuando estima que es el caso de hacerlo» [ 38 ]
. Esta puntualización es importante, porque no se debe olvidar que
sigue habiendo casos de censura, a pesar de la libertad de que gozan en
un principio los columnistas. El caso más reciente y flagrante es de una
columna censurada de Javier Marías que nunca llegó a publicarse donde
estaba destinada [ 39 ]
. Asimismo, aparte de ese inquietante caso de censura por parte de la
dirección de un periódico, los escritores columnistas se ven a menudo
sometidos a demandas judiciales, como les ha ocurrido a Juan José Millás
y Vicente Molina Foix, por ejemplo. Desafortunadamente, este parece ser
el riesgo del francotirador y de la libertad que puede ejercer.
Esta libertad -temática, formal, estructural, estilística- que
caracteriza la columna de escritores hace de ella un verdadero cajón de
sastre. Y en eso tiene algo en común con el género de la novela: tanto
la columna como la novela se caracterizan por el hecho de haber usurpado
o de valerse de muchos otros géneros en un principio próximos o no
tanto. Como ha afirmado López Pan, la historia de la columna ha sido una
«de crecimiento continuo y absorción de otros géneros concomitantes» y
«algunos tipos de textos periodísticos que durante años se escribían y
leían como distintos de la columna (...) acabaron desembocando en la
columna» [ 40 ]
. Yo añadiría que la columna de escritores se apropia o se sirve además
de géneros literarios y no sólo periodísticos. Y esto es así en gran
medida porque los escritores le infunden a su columnismo procedimientos
propios de otros géneros. Este hecho no me parece casual sino más bien
un indicio de que se trata de un género que, como la novela, tiene
bastante vigencia. De ahí que la columna de escritor se considere a
menudo como crónica, diario (dietario), ensayo, folletín, cuento o
relato (o «relato real»), aparte de artículo o artículo literario, bajo
cuyo abrigo se encuentra siempre. Esta hibridez de la columna de
escritores y su relativa indefinición, no sólo forma parte del fenómeno
contemporáneo de la disolución de los límites entre diferentes géneros
literarios, sino que contribuye a configurar un género nuevo. Yo creo
que lo que en este trabajo he denominado la «columna de escritores» es
precisamente esto: un género esencialmente nuevo que se cristaliza en
los años noventa.
. Pero todos están de acuerdo en que la columna, especialmente la que
es cultivada por escritores, goza de una absoluta libertad temática y
formal y que la caracteriza la diversidad de contenidos
Ahora bien, la columna de escritores me parece
que sí tiene una característica esencial que queda patente en
prácticamente todos los trabajos de este número monográfico. Lo que la
suele caracterizar es la primacía del estilo y la forma, lo que se ha
llamado «la voluntad de estilo», su confección literaria, esa infusión
de procedimientos literarios de que hablé arriba, el cuidado de la
forma, algo que a veces obedece al propósito de reintroducir la
literatura en la prensa diaria (un propósito sólo alcanzable siempre que
no se haga alarde o gala de ese estilo). Y esta primacía que se concede
al estilo condiciona una serie de elementos clave. Así, las columnas de
escritores configuran un «yo» autorial ficcionalizado, un columnista
que es narrador y se convierte también en personaje (un sujeto que es
también objeto). Este «yo» que se configura en las columnas es una
máscara. Dicho de modo sencillo: el «yo» de la columna es su narrador y
por lo tanto no debe confundirse con su autor, una de las reglas
principales cuando se lee una novela o un cuento e igualmente importante
en el caso de la columna dada la primacía del estilo y la de su forma y
retórica: el narrador de la columna, como el de una novela, es una
invención. En palabras de Javier Cercas, que podría suscribir cualquier
columnistaescritor, es un «yo que soy yo y no soy yo al mismo tiempo» [ 41 ]
. Esta máscara es pareja a lo que López Pan considera el ethos del
columnismo: la presencia de una imagen, un talante, una impronta del
autor en su texto, resultante de su manera de ser, de su carácter moral,
sus valores e intenciones que se perfilan con forma y estilo propios.
De hecho, para López Pan el ethos es no sólo el principal recurso
retórico de la columna y un elemento configurador y característico sino
la clave misma para entenderla, ya que es en el ethos donde están
anclados estilo, temas, ideas.
Esta máscara o ethos llegan a convertir a menudo
en caricatura al propio autor, como resultado directo de la voluntad de
estilo y los recursos retóricos, a veces de forma indeliberada y otras
intencionadamente (como es el caso de los Relatos reales del propio
Cercas), y lo mismo ocurre con otros personajes pasados por el filtro
del estilo, al aprovecharse del recurso retórico del ridiculum , la
parodia, la sátira o el humor, tan predominantes en el columnismo de
escritores. El caso reciente más destacado del empleo del ridiculum y de
la columna paródica y «bufosatírica» es sin duda el columnismo de
Elvira Lindo en su serie titulada «Tinto de verano» y las que escribe de
momento desde Nueva York para la sección «Domingo» de El País , en las
que no hay personaje que se escape de la caricaturización. De hecho,
esta ficcionalización del «yo», la máscara y caricatura concomitantes,
pueden llegar a encorsetar al columnista tanto que ya no dispone de la
libertad para escribir su columna. A esto alude Antonio Muñoz Molina
para explicar el hecho de que ha dejado de escribir columnas cuando dice
que le gusta parar porque llega un momento en que se siente «preso de
una maquinaria estéril que te lleva a hacer (...) parodia de ti mismo
(...) que no seas tú el que escribe el artículo, sino el artículo que te
escribe a ti» [ 42 ] .
Los seudónimos de Larra, el desdoblamiento del
autor en narrador y personajes extranjeros, el Curioso parlante de
Mesonero Romanos, como los de los otros costumbristas, sus «tipos» más o
menos inventados pero con bases reales o las fórmulas de máscaras,
seudónimos y personajes ficticios de que se valen en Inglaterra un siglo
antes Sir Richard Steele y Joseph Addison en sus artículos y ensayos
para The Tatler y The Spectator y el relacionado recurso de la
caricatura muy extendido en ambos siglos, no son sólo un temprano
reconocimiento de la ficcionalización a que se somete el «yo» autorial y
la realidad en general en los artículos sino antecedentes directos de
lo que ocurre en el columnismo de escritores contemporáneos mediante la
primacía otorgada al cómo sobre el qué se comunica. «The exaggeration is
not to be taken at face value, and there is not a deliberate attempt to
betray the facts or mislead the reader» [ 43 ]
. El sometimiento de elementos provenientes de la realidad a un
considerable tratamiento estilístico en el columnismo de escritores
subraya la importancia del estilo [ 44 ] .
La columna de escritores es por lo tanto más
que un mero «género de opinión» o de «periodismo de opinión» (que es la
forma en que se encara y se clasifica tradicionalmente desde el punto de
vista del Periodismo y las Ciencias de la Información), por más que
tenga la apariencia de serlo o por mucho que aparezca a veces entre las
páginas de opinión de los periódicos. Es un artificio mucho más sutil,
complejo e incierto que la simple expresión de opiniones, por muchas que
contenga a veces. Trasciende lo meramente opinativo. No suele tener una
finalidad pragmáticoretórica o persuasiva, y muy a menudo solamente la
aparenta. Como los otros géneros literarios que cultiva el escritor, sus
novelas o cuentos, una lograda columna es un producto de la creatividad
estética, mediante la cual la imaginación creativa presenta ideas que
no son meras tesis o mensajes sino ideas estéticas, ideas que pertenecen
al ámbito de una obra que tiene su propia ontología.
El caso del columnismo de escritores y la
importancia del estilo en concreto demuestran que no hay que cometer «la
simpleza de creer que todo lo que aparece en el periódico es
periodismo», como apunta Octavio Aguilera [ 45 ]
. El columnismo de escritores es una escritura impertinente, en el
sentido de que en un principio contrasta con el discurso periodístico,
no parece venir al caso en un diario y que por tanto puede ser molesto
(por su disconformidad genérica, además de la frecuente incomodidad que
tono y comentarios críticos pueden provocar). Una lograda columna de
escritor o escritora es prueba de su esfuerzo, generalizado a todos los
géneros literarios que cultiva, por dar a lo que se comunica un valor
permanente que mantenga el interés del lector una vez que lo que se
comunica haya perdido actualidad. La destreza del escritor puede dotar
de interés a cualquier asunto. El (buen) escritor, por su mera
formación, sabe que el interés de lo que escribe no radica en la
información que comunica sino más bien «en aquel estilo que haga
permanentemente interesante un conocimiento que ha dejado de tener
actualidad», por valerme de la explicación de Juan Benet de la
importancia del estilo [ 46 ]
. La actualidad del comentario del columnista es lo que menos interesa,
si no es completamente irrelevante; lo que de verdad importa en última
instancia es el tratamiento a que se somete cualquier material; esto es
lo que conseguirá seducir al lector a largo plazo y en este aspecto
estriba su esencia, como ilustra lúcidamente Benet:
«Un día el público, acostumbrado a distraerse
con las páginas periódicas de su articulista favorito, descubre que lo
último que le importa es la actualidad del comentario y lo único que
exige, seducido por las gracias y donaire de un estilo que sabe
paladear, es la continuidad del alimento» [ 47 ] .
NOTAS- [ 27 ]
María Cruz Seoane, «El periodismo como género literario�», loc. cit.,
p. 23. De todos modos, este fenómeno de recopilaciones en forma de libro
de las colaboraciones periodísticas de escritores no es nuevo puesto
que se da ya en el siglo xix.
- [ 28 ] Juan Gutiérrez Carbajo (ed.), Artículos periodísticos (1900-1998), Madrid, Castalia, 1999, pp. 25-26.
- [ 29 ]
Amando de Miguel, Sociología de las páginas de opinión, Barcelona, A.
T. E., 1982, p. 15, y Manuel Vázquez Montalbán, «Prólogo», en Albert
Chillón, Literatura y periodismo, op. cit., pp. 11-13; esp. p. 11.
- [ 30 ] Brendan Hennessy, Writing Feature Articles, op. cit., p. 231.
- [ 31 ] Rafael Sánchez Ferlosio, «Las cajas vacías», en El alma y la vergüenza, Barcelona, Destino, 2000, pp. 61-73.
- [ 32 ]
Brendan Hennessy, Writing Feature Articles, op. cit., p. 228. Asimismo,
yo creo que, hasta cierto punto, para muchos escritores, la escritura
de novelas es determinada o dictada por tamañas ataduras, está sujeta a
la misma lógica, o sea, la novela misma existe en un inicio como caja
vacía que necesita ser llenada.
- [ 33 ]
Fernando Valls, «�Lo que dijo el mayordomo�, de Javier Marías, o la
disolución de los géneros literarios narrativos», en Mestizaje y
disolución de géneros�, ed. cit., pp. 168-173; Javier Marías, «El viaje
de Isaac», en Mientras ellas duermen, Barcelona, Anagrama, 1990, pp.
107-113, «Una maldición», en Mano de sombra, Madrid, Alfaguara, 1997, y
Negra espalda del tiempo, Madrid, Alfaguara, 1998.
- [ 34 ]
Javier Marías, «Nota previa», en Cuando fui mortal, Madrid, Alfaguara,
1996, pp. 9-13; esp. p. 11. Hablando por ejemplo del articulismo del
escritor inglés Walter Pater en la segunda mitad del siglo xix, la
mayoría de cuyos libros «literarios» consisten en artículos
periodísticos, Laurel Brake afirma que el cambio de formato (o sea, de
exergo o «caja») es lo que ocasiona el cambio genérico: «The transfer of
format from periodical to book �a difference of cultural �manufacture��
was the means by which Pater�s journalism became literature, and
ephemera permanent» («�The Profession of Letters�: Walter Pater and
Greek Studies», en Journalism, Literature and Modernity: From Hazlitt to
Modernism, ed. de Kate Campbell, Edimburgo, Edinburgh University Press,
2000, pp. 121-140; esp. p. 121). Sobre la importancia del exergo en el
caso de la novela de Marías, vid. Alexis Grohmann, Coming into one�s
Own: The Novelistic Development of Javier Marías, Ámsterdam, Rodopi,
2002, y «Reading the Exergue: Todas las almas by Javier Marías �
Autobiographical Writing or Fiction?», Bulletin of Spanish Studies, vol.
LXXX, núm. 1 (2003), pp. 55-79.
- [ 35 ]
Luisa Santamaría, siguiendo las pautas de Martínez Albertos, distingue
entre tres actitudes ante la noticia: la informativa (cuyos géneros
serían la noticia y el reportaje objetivo), la interpretativa (crónica y
reportaje en profundidad) y la opinativa (artículo editorial, suelto,
columna o crítica; El comentario periodístico, op. cit., p. 21).
- [ 36 ]
Consúltese, a modo de ejemplo (hay muchos más), lo que afirma Gutiérrez
Palacio al respecto: «Las colaboraciones de los columnistas pueden ser
de tono serio o ligero, formal o informal, objetivo o subjetivo, basados
en los hechos o en la fantasía. El columnista puede romper lanzas con
enemigos reales o imaginarios. O puede escribir para diversión propia y
de sus lectores (�). El estilo de los columnistas puede ser narrativo,
descriptivo, explicativo, interpretativo, argumentativo, o una
combinación de dos o más de ellos. Las columnas pueden escribirse como
cuentos cortos, informaciones de suplemento, editoriales o ensayos» (
Periodismo de opinión, op. cit., pp. 172-173).
- [ 37 ]
Bartolomé Mostaza (citado por López Pan, «La columna como género
periodístico», loc. cit., p. 13), Santamaría ( El comentario
periodístico, op. cit., pp. 122-123) y López Pan ( ibíd., p. 21),
respectivamente. La expresión «cheque en blanco» es de Martínez
Albertos.
- [ 38 ] Periodismo de opinión, op. cit., p. 181.
- [ 39 ] Vid. Javier Marías, Harán de mí un criminal, Madrid, Alfaguara, 2003.
- [ 40 ] «La columna como género periodístico», loc. cit., p. 12.
- [ 41 ] «Prólogo», en Relatos reales, Barcelona, El Acantilado, 2000, pp. 7-18; esp. p. 8.
- [ 42 ] «Muñoz Molina considera que sus artículos son una �invención curiosa de la realidad�», El País, 20 de diciembre de 2002.
- [ 43 ] Brendan Hennessy, Writing Feature Articles, op. cit., p. 242.
- [ 44 ]
Las parodias de distintos columnistas que lleva a cabo Sergi Pàmies en
agosto de 2001 para El País ilustran bien esta primacía del estilo en el
columnismo de escritores: lo que le permite a Pàmies escribir imitativa
y paródicamente «a la manera de» es principal y precisamente el estilo
de cada uno de los escritores columnistas caricaturizados.
- [ 45 ]
La literatura en el periodismo y otros estudios en torno a la libertad
y el mensaje informativo, Madrid, Paraninfo, 1992, p. 30.
- [ 46 ] La inspiración y el estilo, Barcelona, Seix Barral, pp. 135 y 137-138.
- [ 47 ] Ibíd., pp. 139-140.
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