LA PALABRA. LA SIGNIFICACIÓN DE LAS PALABRAS
Martin Heidegger
Tan pronto como hablamos de "significación” de las "palabras”, hemos
dispuesto a
éstas de conformidad con su sonido verbal,
al cual le está adherida
una "significación”. El sonido (fvn®) es, como algo sensiblemente dado,
lo más
próximo y real. Lo otro le es adherido y sobrecargado, de manera que la
palabra,
como configuración sonora, se convierte en la portadora de la
significación.
¿Acaso no se puede comprobar y confirmar todo esto, siempre, en la
constancia
fáctica del lenguaje? Por cierto. ¿Pero quiere decir esto que el
lenguaje es
pensado, así, a partir de su "inicio” ?
El inventario en términos de
sonido verbal, significación, resulta de la pregunta de esencia: ¿qué es
el
lenguaje? En qué consiste. Fácilmente se reconoce el carácter metafísico
de este
inventario. Lo fónico y la fonación es lo físico, la significación es lo
no-sensible (el sentido [Sinn]), es decir, lo
metafísico. Pero, pensado más
exactamente, el inventario se muestra todavía de otra manera. Está dada
la
palabra sonora y el objeto designado en ella (la cosa, por ejemplo).
Únicamente
a partir del [doble] hecho de que la palabra "designa”
la cosa,
mientras que el sonido en sí mismo sólo suena y resuena, se llega a la
función
de designación de la "palabra” con ayuda de aquello que no puede ser ni
mero
sonido verbal ni la cosa designada: y esto es la "significación”.
Surge la pregunta de dónde ha de situarse esta forma.
Se la confía al
representar y opinar. Se ha caído, sin advertirlo, en el círculo de la
relación
del hombre al ente, en cuanto que en este círculo es posible la
concordancia
entre representar y objeto, concordancia que se llama "verdad”. El
mencionado
inventario de la esencia de la palabra y del lenguaje no sólo presupone
un saber
acerca del ente y del hombre, sino que se mueve en una esencia de la
verdad que
se ha admitido sin reparo. Dentro de este círculo ya resuelto, que
manifiestamente es el de la metafísica, se mueven, entonces, todas las
discusiones sobre el lenguaje y la palabra. La metafísica proporciona
los
ingredientes de las indagaciones de la filosofía del lenguaje y de la
ciencia
del lenguaje, pero a la vez proporciona inmediatamente y sin que se lo
advierta
el circuito de los posibles respectos entre los cuales se mueven, en una
y otra
dirección, las diversas teorías.
Pero si la metafísica como tal no es lo inicial, entonces todo "saber”
habido
hasta ahora acerca del lenguaje no puede ser lo verdadero.
Mas ¿por qué ha de ser necesario un semejante saber inicial?
Ciertamente, no
porque se trate de una correcta organización de la investigación, sino
porque la
palabra y el modo en que ella es contribuye a decidir el destino del
hombre.
El perfeccionamiento de la ciencia del lenguaje, puesto como meta de la
meditación "sobre” la palabra, sería un motivo demasiado precario para
el
pensar. Pero aun la amenaza a la esencia del hombre a causa de la decadencia
del lenguaje y la degradación
de la palabra no puede bastar para justificar el pensar "sobre” la
palabra, ya,
empero, aparentemente reflexionado. Además de esto, la decadencia del
lenguaje
es quizá solamente una consecuencia de la amenaza a la esencia del
hombre,
amenaza que viene de otro origen. Ella surge del olvido del ser.
Pero la palabra podría, ciertamente, pertenecer a la verdad del Ser.
Entonces sólo podría hablarse acerca de la palabra a
partir del pensar inicial del Ser. Entonces habría que esclarecer desde
allí en
qué respecto se encuentra ella con los ingredientes usuales del
lenguaje, y
sobre todo con aquello que, a diferencia del cuerpo verbal, se denomina
"el
alma”, con la significación. Si la metafísica acierta con algo correcto,
entonces esto correcto, sin importar lo que sea de su verdad, tiene que
ser
pensado, de todos modos, en su origen.
No por causa del hombre
el pensar inicial piensa en
pos de la palabra, sino en gracia
al Ser.
Así podría propiamente acontecer que los consabidos ingredientes
del lenguaje mostrasen un distinto "modo”. Una simple reflexión conduce a
lo
libre.
Habitualmente las palabras, y, más precisamente, la acuñada conexión de
un
hablar en la conversación del lenguaje, mientan al ente. Cada
"algo” de lo que se
habla en la conversación
es un ente.
No obstante, en la conversación se esconde todavía algo dicho que no es
algo de
que se hable. Precisamente esta palabra "es” que acaba de ser mencionada
dice
"algo” que no es un "ente”; la palabra nombra al Ser.
¿Es, esta palabra, sus derivaciones y sus ocultas formas en el
articulado
ensamble del lenguaje, sólo una excepción entre las palabras, es un
extraño en
medio de las constancias lingüísticas, o es la palabra de todas las
palabras, en
la cual todas las palabras pueden, ante todo, ser palabras? Si fuera
así,
entonces el Ser primeramente regala
al ente, expresamente o no, el aparecer y el mostrarse, de
forma tal que puede
ser lo designable y lo designado en el sentido del significar
habitualmente
entendido.
Entonces el Ser primeramente regala al ente el que, luciéndose al
aparecer, indique hacia algo otro y a sí mismo.
Entonces el Ser regala primeramente al ente la posibilidad de tener una
significación.
Entonces el Ser es aquello que regala y señala
al ente con tales
significaciones. El Ser dota (como
la gracia inicial [der anfängliche
Dank]) al ente con estas significaciones. El Ser es lo
señalante.
Así resulta, por contraposición con la metafísica del lenguaje, algo
otro: no
que el sonido verbal signifique al objeto con ayuda de una
"significación” que
viene al vuelo desde alguna parte, sino que el Ser señala
(acontecedoramente) al
ente como tal, de manera que lo apropia en el indicar y
mostrar de las señas iniciales, y lo acontecido
en propiedad es primeramente aquello a consecuencia de lo cual la
palabra puede
ser acogida por lo pronto, y solamente, en conformidad con el mero
sonido, y
puede, luego, ser perfeccionada con la "significación”.
Lo que es propiamente dicho en el lenguaje, lo soslaya la conversación,
en tanto
que sólo representa y aprehende aquello de lo que se habla.
¿Puede sorprender que el "es” y el "ser” sólo sean admitidos como
palabras
auxiliares?
Sólo porque el lenguaje se origina en el Decir del Ser puede
llegar a ser lenguaje. Pero el Decir del Ser no se deja nunca pensar y
experienciar ni desde el lenguaje ni desde la explicación metafísica del
lenguaje.
En todo caso, en un sentido inicial, la palabra "ser” es la palabra
auxiliar por
antonomasia, en la medida en que primeramente auxilia al lenguaje a
llegar a ser
él mismo, también allí donde esta palabra inaparente se rezaga en el
ocultamiento de lo inicial.
Con esta palabra (ser, es…), el hombre ha recibido ya la garantía de
que, antes
que todo ente, el Ser es dicho y decible. Pero al mismo tiempo se ha
destinado
la capciosidad de explicar la
palabra sólo a partir del
lenguaje y, así, de excluir al pensar del camino que medita en
conformidad con
el inicio del lenguaje.
El hombre tiene el lenguaje, porque el lenguaje se origina en la
palabra, pero
la palabra, como el Decir del Ser, tiene al hombre, es decir, lo afiata
en su
destinación. Lo
a-fiatante es
la voz del Ser, que no se disipa en
rumor, sino que se
acalla en la queda
de la remisión del Ser a su
verdad (acallamiento y velamiento).
Si, no por causa de la poesía y la
filosofía, ni menos para fines de
una ulterior forma de organización de su ejercicio, vale decir, la
cultura, sino
en gracia al Ser, hubiese la urgencia de pensar el pensar y el poetizar
en su inicialidad y su envío,
entonces esto sólo puede
llegar a ser posible a partir de un saber de la palabra y de su
iniciación. La
apelación y la mirada al lenguaje y a la "palabra” comprendida desde el
lenguaje
son caminos extraviados.
Pero si el Ser en su verdad es la remisión a la despedida en la cual se regala la venida del resguardo
del inicio, si el Ser es acontecimiento de
propiación y, como éste
(es decir, como la vuelta de separación y venida [die Kehr
von Schied und
Kunft]), el favor y la gratitud, entonces se guarda en el Ser mismo el poetizar y
el pensar.
El poetizar es el Pre-decir, el Decir inicial, que acontece en
propiedad como el favor de aquello que no es hecho y que no puede ser
calculado
a partir de lo meramente presente y lo efectivo. El poetizar es el favor pre-dicente de la
guardiana de lo sagrado. Porque el poetizar
es el favor predicente, por eso
le pertenece lo despejador-proyectante de la "fantasía”. ¿Cómo ha de
pensarse la
interna referencia de lo por-poetizar a lo sagrado?
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"Das Wort / Die
Bedeutung der Wörter”. Tomado de
Zur philosophischen Aktualität
Heideggers, Bd. 3, "Im Spiegel der Welt: Sprache, Übersetzung,
Auseinandersetzung”, hsg. v. Dietrich Papenfuss u. Otto Pöggeler,
Frankfurt/M:
Klostermann, 1992, pp. 13-16. La nota aclaratoria proporcionada por
Friedrich-Wilhelm von Herrmann (editor de las obras completas de
Heidegger)
indica que este breve manuscrito, hasta entonces inédito, está referido,
mediante una inscripción en la portadilla (que lleva el título "La
palabra”), a
un texto escrito en 1944 bajo el título "Die Stege des Anfangs”
("Los senderos
del inicio”). También en la portadilla, así como en la primera página
del
manuscrito (que lleva el título "La significación de las palabras”),
está
registrada la palabra "Ereignis”; por último, la
portadilla enseña también la
seña "vgl. Dichten und Denken — Inständigkeit”
("cf. poetizar y pensar —
instancialidad”).
Traducción de Pablo Oyarzun Robles.
Edición electrónica de www.philosophia.cl/
Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.
Fuente:
Heiddeger en castellano
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