LO LLAMAN CORRUPCION
por Miguel Riera
El Viejo Topo nº 270-271, Julio / Agosto 2010
Lo llaman corrupción... cuando su verdadero
nombre es Crimen Organizado. ¿Cómo, si no, denominar a esas redes
mixtas, formadas por personajes de la vida civil y políticos en activo o
ya jubilados que se dedican al saqueo concienzudo del erario público?
Las tramas Gürtel, Pretoria, Palau, la balear ,
etc., no son simples manifestaciones de la corrupción. Corruptos son los
que practican nepotismo, los que miran para otro lado sabiendo lo que
pasa en el despacho oficial vecino, los que se llevan un sobre en una
operación concreta y aislada, los que piden el 3% para alimentar las
finanzas de los partidos. Pura putrefacción que lamentablemente la
sociedad española acoge ya con cierta indiferencia y pasividad.
Pero en España hemos sobrepasado de largo ese
nivel de podredumbre: han pasado por los juzgados Ministros, Presidentes
de Comunidades Autónomas, Consejeros, Presidentes de Parlamentos,
Alcaldes... vinculados a "tramas" de la sociedad civil de carácter
parasitario o formando parte directamente de ellas, no ya como cómplices
necesarios, sino incluso como instigadores y organizadores. Y a eso se
le llama Crimen Organizado.
La clase política se defiende como gato panza
arriba cuando desde abajo se generaliza acusándola de estar toda ella
pringada en la corrupción. Y es verdad: todavía queda gente honrada.
Pero esa gente honrada está siendo utilizada como parapeto, a modo de
escudo humano, para evitar asumir la enorme responsabilidad que nuestra
clase política ha contraído con la ciudadanía, ya sea por acción o por
omisión. Si los políticos quisieran, acabarían con la corrupción en
cuatro días. Simplemente, no quieren.
Pero volvamos al asunto del Crimen Organizado.
España no es el único país en el que las redes mafiosas se han
incrustado en la administración del Estado, tanto a nivel nacional como
autonómico. Tenemos muy cerca el caso de Italia. Hace ya muchos años que
la Mafia se incrustó en el Estado italiano, obteniendo inestimables
"ayudas" políticas desde las más altas instancias del gobierno. Quien
haya visto Il divo, la película sobre Andreotti, sabrá de lo
que hablo. A la corrupción democristiana siguió la berlusconiana, a
pesar de los esfuerzos de algunos jueces (¿se acuerdan de Manos
limpias?). El convencimiento entre las gentes de que el asunto no tiene
solución, ha permitido al populismo de derechas asentarse en el poder en
Italia sin pagar ningún precio por sus delitos.
¿Es este el futuro que nos aguarda a nosotros?
¿Vamos, de tan decepcionados, a seguir votando a los protectores, o
cómplices del Crimen Organizado, como en Italia? ¿Nos va a dar igual que
ganen unos u otros, porque en el fondo todos son lo mismo?
Parece que sí. Parece que eso es lo que piensan
cada vez más personas. ¿Estamos a tiempo de cambiar las cosas?
Probablemente sí, siempre que los partidos, o algún partido, se decida a
abanderar decididamente la lucha contra la corrupción y empiece a dar
ejemplo. Más allá de los discursos. Más allá de la retórica.
De momento, empecemos a llamar a las cosas por su nombre: lo llaman corrupción, pero en realidad es Crimen Organizado.
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