LO PRIVADO
Laura-Drasbæk, Privatshoot
por Rosa Olivares
Una de las primeras lecciones que se aprenden
cuando se empieza a escribir, aunque luego se olvida y se convierte en
casi una obligación, es no escribir nunca de tus sentimientos. No entrar
en temas privados que por lo general no van a ser entendidos por los
otros, los que te lean, los que te escuchen. Pero realmente siempre
estamos escribiendo de nosotros mismos, de lo que esto o lo otro nos
parece, de lo que hemos sentido al ver, al oír... Estamos en el mundo de
la cultura, en el territorio de los sentimientos y de la interpretación
de esos sentimientos, que como si fuesen sueños se presentan
aparentemente crípticos. Pero también en el territorio de la palabra.
De todo se ha escrito mucho, y son tantas las
palabras que empleamos para no decir casi nada que cuando queremos
realmente expresar un sentimiento profundo no encontramos herramientas
sonoras ni escritas. No hay palabras, decimos. Descubrimos que podemos
emplear cientos de palabras, construir frases espectaculares para
describir un cuadro, para detallar una experiencia estética, para hablar
del arte. Tal vez nos podríamos ahorrar la mayoría de ellas, porque si
lo privado no va a interesar a nadie, lo artificial debería ser
prohibido en las publicaciones. Sin embargo, no podemos expresar un
sentimiento profundo. No hablo del amor, que nos enciende el alma y nos
conduce por un camino entre cursi y enloquecido que sólo puede
bifurcarse en dos vías: la separación, o la eterna compañía y
entendimiento. Hablo del dolor. Intento hablar de la pérdida. De esa
ausencia injustificada e injustificable que sólo deja la muerte.
El cansancio nos llega desde el fondo del
estómago cuando no podemos nombrar ese dolor que nos ha sobrecogido de
repente, temprano en la mañana. La muerte de ese ser que hemos querido
como nadie nunca pudo imaginar, en una locura de amor compartida por
todos los que nos rodearon, por todos los que nos vieron, por todos los
que le conocieron. De repente, la ausencia, la pérdida, la profunda
soledad... El espacio en el que creíamos vivir cambia y se transforma en
lugar desconocido, inhóspito. Las costumbres se vuelven enemigas. Y la
obligación de escribir un editorial más, otro editorial sobre arte,
sobre lo que hoy se me vuelve superficial y anecdótico, simplemente otro
trabajo más, se presenta como algo que no quiero hacer. No quiero
escribir esta noche nada que no sienta. El dolor no me permite hablar, y
tal vez lo adecuado sería escribir. Son aproximadamente 707 palabras
las que hacen falta para llenar esta primera página de una revista, de
esta revista. 4.061 caracteres con espacios. No son tantas, pero hoy me
sobran casi todas, con decir "dolor", con susurrar "adiós", con
limpiarme las lágrimas que hacen borroso todo lo que estoy escribiendo
sería suficiente. Con dos palabras, con diez caracteres bastan. Claro
que puedo ahondar en este sufrimiento y decir que hemos perdido un
ángel, que se ha ido alguien que sólo vivía del cariño de los demás y de
la alegría, que su ausencia hace que nos duela el cuerpo, se embote la
cabeza y haga algo que nunca hubiera pensado. Que me llevan a que hoy,
en el último minuto antes de entregar esta revista a la imprenta no me
importe el arte, ni las ferias, ni el mercado, ni nadie que necesite más
de dos palabras para decirme lo que siente. Porque si hacen falta
palabras es que los sentimientos no nos han agarrado por dentro con una
zarpa de acero candente que nos arranca la alegría y nos vuelve poco a
poco mustios como hojas secas. Siento que aquellos lectores para los que
siempre escribo con ganas, con ironía, con respeto, hoy tengan que
aguantarme, que les ofrezca una porción de mi vida privada. Les aseguro
que es lo mejor que hoy les puedo ofrecer. Todos los que hayan perdido a
un ser único, al ser que les ha ayudado a vivir y a seguir adelante, y
que un día, de repente, la muerte se lo lleva, envidiosa de nuestra
felicidad, celosa de nuestra alegría, lo entenderán. Y si no lo
entienden, no me lean. El mes que viene hablaré de arte otra vez, por
qué no, pero hoy sólo me importa mi dolor.
Fuente: EXIT
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